El llamado padre de la filosofía de la ciencia, Ernst Mach (1838-1916), fue un gran físico austriaco interesado centralmente en la psicología. Más allá de proponer que esta naciente disciplina precisaba un fundamento en el mundo físico y métodos de investigación provenientes de la física, Mach aventuró y practicó la idea de que hasta donde fuera posible la física necesitaba describir los procesos de la experiencia mental. De esta forma extendió la psicofísica de su admirado Gustav Fechner hacia una disciplina que abordara no sólo la estructura y las leyes del mundo natural, como era el cometido de la física, sino la estructura y las leyes del mundo de la mente: una física fenomenológica.
Como ya había ocurrido en la vecina Alemania con Fechner y con Helmholtz, Mach realizó experimentos fisiológicos y psicológicos con instrumentos y conocimientos de la física, elaborando además un marco filosófico y teórico que integrara estos objetivos de manera coherente y unificada. Para esto también tomó como objetos de estudio experiencias sensoriales primarias, como las sensaciones de temperatura, de color o de sabor porque, al requerir de un estímulo material y de un estado de conciencia, las consideraba de naturaleza física y psicológica. Dado que Mach era un convencido monista, en el sentido que suponía y reconocía una sola sustancia como constituyente del mundo, la opción que mejor se adaptaba a la naturaleza a la vez física y psicológica de las sensaciones, era la de una sustancia neutra que no sería solamente física y material, como lo aseguraban los materialistas, o solamente anímica, mental o consciente, como la pensaban los idealistas, sino algo que figura en los dos medios a la vez: el de los objetos materiales y el de los objetos mentales.
Como hemos revisado ya, la idea de una realidad que se manifiesta como materia y conciencia proviene de Spinoza, fue recuperada por Goethe y sostenida por Fechner. Mach avanza esta teoría como un monismo neutral. Por un lado, se apoyó en las ideas de su contemporáneo Richard Avenarius (1843-1896) que se aproximó a la relación de lo psíquico y lo físico desde un concepto de experiencia que los integra y unifica no sólo en la teoría, sino también en la práctica de la ciencia. En este sentido, Mach y Avenarius consideraron que el problema mente-cuerpo debe ser abordado por las disciplinas científicas que se refieren por un lado a la mente, es decir, por la psicología, en particular la psicología de la experiencia que se perfilaba con el nombre de fenomenología, y por otro lado, al cuerpo en tanto entidad física y biológica que debe ser estudiado, precisamente, por la física y la biología.
Mach pensó que, si bien la sustancia que conforma al mundo natural o cualquier objeto de ese mundo incluido el ser humano es de una sola naturaleza, la perspectiva desde la cual se analiza es doble: una física y la otra mental. Un problema espinoso de este planteamiento es el yo, que desde Descartes se perfilaba como necesario o indudable para comprender las sensaciones y otras actividades de la mente, en el sentido de que estas deben ser percibidas por algo o alguien. Pues bien, Mach niega la existencia de un yo trascendental como esencia de la persona y sujeto de la experiencia. Considera legítimo hablar en el lenguaje ordinario y en el de la ciencia de objetos materiales y de un yo que los percibe, porque tiene utilidad para comprender y conocer el mundo, pero en su doctrina tanto los objetos del mundo como el yo son finalmente ficciones que deben ser tomadas como tales. Mach hace una interpretación de esta teoría de una sola sustancia manifestada de dos maneras distintas en términos afines a la física de su tiempo. Así, el color es material si se analiza la frecuencia de la onda luminosa que lo evoca, o si se estudian los efectos de esta frecuencia lumínica sobre la retina, pero si se analiza la cualidad sensorial o consciente, el color es una sensación, un evento mental. El color es las dos cosas a la vez.
Mach mostró que ciertas ilusiones de óptica, como las bandas que llevan su nombre, no son errores, sino acomodos evolutivos que juegan un papel adaptativo, con lo cual engarzó la teoría evolutiva de Darwin con la psicofísica de Fecher. Al estudiar las sensaciones desde este principio, Mach subrayó que no percibimos la realidad del mundo directamente, sino a través de un elaborado procesamiento de los estímulos luminosos llevados a cabo por el ojo y el sistema visual. La retina transforma los estímulos visuales y despacha la información resultante de este proceso hacia el cerebro. Entonces no vemos las cosas tal cual son, sino a través de adaptaciones y procesamientos del sistema visual; el mundo que vemos es una construcción formada por procesos del sistema nervioso. La percepción visual de una escena dista mucho de ser como una fotografía, se trata más bien de una construcción.
El Análisis de las sensaciones de Mach (1886) está abocado a dilucidar la relación entre el aparato cognitivo y la experiencia consciente. La idea central es que esa relación es intensa y mutua: el sistema cognitivo humano se forma de experiencias previas, como lo habían defendido los empiristas ingleses y franceses desde John Locke, pero la experiencia de todo individuo no sólo está determinada por estímulos provenientes del mundo externo, sino por la estructura del sistema cognitivo, según lo había defendido su oponente el racionalismo, en especial la filosofía crítica de Kant. Es decir, el sistema de Mach es empirista por una parte y racionalista o crítica por otra. A esta doctrina se le conoció en su momento como empírico-criticismo, una palabra técnica de la filosofía que pude parecer un galimatías si no se explica su contenido. Un ejemplo que ilustra la doctrina de Mach y que mucho le interesó, es el problema del espacio. La idea central es que el espacio geométrico es distinto del espacio fisiológico. El primero es una construcción intelectual de las ciencias físicas y como tal ha cambiado sustancialmente en el tiempo. En cambio, el espacio fisiológico es el que percibimos y está determinado por el aparato cognitivo humano como resultado de la evolución del cuerpo y sus sistemas sensoriales y motores. Es célebre su dibujo del espacio percibido por su propio ojo izquierdo (véase figura).
Al visitar a Fechner, Helmholtz, Wundt y Mach estamos frente a la primera generación de estudiosos que enfilaron sus herramientas científicas y de pensamiento contra el muro que tradicionalmente separaba el mundo físico del mundo mental. Aún más: con Mach se inicia la filosofía de la ciencia moderna. El problema que la puso en marcha es el de la subjetividad humana y de si es posible una ciencia unificada por ser realmente objetiva. La disyuntiva se manifiesta en la posición de Mach, quien consideraba que la subjetividad es inherente a la observación científica y que el conocimiento objetivo es la experiencia validada por observadores independientes. Por el contrario, otro gran físico alemán del cambio de siglo, Max Plank (1858-1947), argüía que el estudio científico transciende la subjetividad inherente a las sensaciones pues el calor, concepto derivado de una sensación subjetiva, llega a definirse objetivamente como el movimiento de partículas, como el color por frecuencias de ondas luminosas.
El tema de la objetividad y la subjetividad es desde entonces central en el fundamento filosófico de las ciencias y en las dificultosas cuestiones que van surgiendo en la historia del problema mente-cuerpo, enriqueciendo su fascinante trama, retando y azuzando el pensamiento y la imaginación humanas.
A continuación, veremos como la psicología se consolida y expande en las ideas del médico, filósofo pragmatista y psicólogo neoyorkino William James, otro gigante finisecular con quien se puede decir se inicia el estudio moderno de la conciencia humana.
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