Padre Rico, Hijo Pobre

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Estimado lector, cuando hablamos de calidad de vida, nos referimos a una visión amplia y multidimensional del bienestar. Mejorar nuestra calidad de vida parte de esta comprensión integral que nos coloca en posición de identificar cuáles son esas esferas donde nuestro desempeño como ser humano es menor y, en consecuencia, cuál debe ser el orden racional de prioridad en su atención para la canalización de nuestro esfuerzo personal.

Y en general así lo hacemos, a veces con conocimiento y a veces de manera intuitiva, nos esforzamos por buscar esas oportunidades de mejora de nuestro desarrollo humano integral. A esta posibilidad de progresar que tiene cada ser humano, comparativamente con el resto de los miembros de nuestra sociedad, se le denomina Movilidad Social.

Sabemos que esta posibilidad de progresar debería estar basada en el mérito personal y no en la posición socioeconómica relativa de la familia en la que naces. En la práctica, hoy por hoy en México, no estamos donde deberíamos estar, o no lo estamos para una inmensa mayoría de la población, en lo que a igualdad de oportunidades se refiere. Siempre es posible encontrar por ahí casos individuales de éxito que nos demuestran que, a pesar de todo, sí se puede; pero sin duda, no hemos logrado una distribución homogénea de las oportunidades para la mayoría de los ciudadanos. Cómo se dice coloquialmente, “la cancha no está pareja” y eso es una realidad innegable. Las oportunidades no abundan y las que hay son frecuentemente reservadas para disfrute de una oligarquía cada vez más consolidada.

movilidad y educación

Por ello, pronto, con la madurez y con la llegada de los hijos, comenzamos a dejar de lado nuestras propias esperanzas de mejora y la misión transita a formar a nuestros hijos para que sus posibilidades de ascenso social se incrementen. En otras palabras, alcanzar mayores posibilidades de ascenso en términos de su Movilidad Social Intergeneracional. Como indicadores objetivos de la movilidad social se considera básicamente el nivel educativo y el tipo de ocupación, que no es lo mismo que el nivel de ingreso, de una generación en contraste con la previa.

Pero, ¿en verdad es esto posible?, ¿hay algo que podamos hacer como padres para mejorar las posibilidades de ascenso social de nuestros hijos? Veamos que nos dicen los datos.

Movilidad Educativa

Levantamientos demoscópicos recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía muestran que los niveles de escolaridad que alcanza la siguiente generación, se relacionan, en primera instancia, con las personas que cumplen las responsabilidades de proveedor(es) económicos principales.

Cuando el padre y la madre son los proveedores económicos, una de cada dos personas (47.5%) alcanza el nivel de escolaridad media superior o superior.

En otras palabras, si queremos maximizar el nivel de escolaridad de la siguiente generación, estadísticamente hablando, es necesario que ambos padres funcionen como proveedores económicos.

Movilidad Ocupacional

Otro aspecto que condiciona el ascenso social es el tipo de ocupación del proveedor principal. Existe un primer grupo en el cual el proveedor económico principal realiza tareas de alta calificación (funcionarios, directores, jefes, profesionistas y técnicos). Aquí 50% de los dependientes económicos están activos en ocupaciones con el mismo alto nivel de calificación.

Un segundo grupo son aquellos cuyo proveedor económico principal labora como profesionista o técnico, aquí un 44.1% logró mantener este mismo tipo de ocupación. Y finalmente, aquellos cuyo principal proveedor económico realiza actividades elementales y de apoyo; aquí 33% mantiene la misma ocupación. En otras palabras, mientras más sofisticadas sean nuestras ocupaciones, más posibilidades existen de que la siguiente generación se mantenga en la misma calificación de tareas.

Ahora bien, la evidencia objetiva no deja totalmente claro si aquellos que no conservan el nivel de la generación previa necesariamente caen a un nivel inferior, porque también es posible que al menos algunos asciendan. De ahí la importancia que la percepción auto reportada de ascenso tiene para aclarar este tipo de incógnitas.

Percepción sobre su situación socioeconómica

De acuerdo con la forma en la que una persona interpreta los cambios experimentados en su situación actual respecto a su situación del hogar de origen, 56.7% considera que su nivel socioeconómico actual es superior al nivel socioeconómico de su familia de origen, 19.8% considera que es igual y 23.5% que es menor. Lo que permite deducir que 26.5% perciben una mejoría respecto a la generación previa.

México es un país de baja movilidad social. Así lo demuestran las investigaciones más recientes sobre la materia realizadas por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Lo anterior significa que, a pesar de que se observan mejoras absolutas con relación a la condición de origen, la posición socioeconómica de un mexicano nacido en alguno de los extremos de las clases sociales está fuertemente determinada por la posición que ocupaba el hogar de sus padres.

Los Hallazgos

Los hallazgos objetivos más destacados de estas investigaciones confirman que la posición de los mexicanos situados en las capas altas y bajas tiende a mantenerse, mientras que la de aquellos ubicados en los sectores medios es mucho más dinámica. Sin embargo, en términos de la apreciación subjetiva, la gente percibe que el avance ha sido menor al que se observa objetivamente en términos del bienestar material.

Asimismo, en el análisis sobre las actitudes, expectativas y aspiraciones, los resultados indican que éstas se originan también de manera diferenciada entre distintos estratos. Los padres con mayor nivel educativo tienden a tener mayores aspiraciones para sus hijos. La evidencia ilustra cómo la transmisión de la herencia puede trascender a la generación inmediata y llegar a la siguiente.

Los Retos

Sin embargo, es claro que subsisten retos importantes para poder lograr una mayor movilidad social en México. Es necesario avanzar en la atención de cuatro necesidades puntuales, desde el punto de vista de la política pública: incrementar la calidad en el nivel de educación básica y media, no solamente para mejorar las competencias cognitivas, sino también impulsar competencias de personalidad, tales como autoestima y habilidades sociales; así como ampliar la cobertura en educación media superior y superior. Las opciones limitadas de completar el ciclo educativo no sólo tienen que ver con la calidad en los primeros niveles de formación, sino también con las restricciones de espacios en los niveles altos; establecer políticas que permitan la discriminación positiva en la educación y el trabajo, de tal manera que se favorezca el ingreso de más mujeres al mercado laboral; y de manera complementaria a todo lo anterior, reducir la probabilidad de que las desigualdades en realización socioeconómica para las siguientes generaciones, se den como resultado natural de las desigualdades de origen.

En otras palabras, es necesario garantizar mecanismos de protección social que aseguren un piso mínimo de bienestar social para la población mexicana. Así, y sólo así, estaremos seguros que hemos logrado potenciar la movilidad social en beneficio de las siguientes generaciones y Vivir con Sentido.

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