¿Por qué tan pobres? Cultura de la pobreza

Lectura: 3 minutos

Es difícil para la persona que nace en extrema pobreza escapar de las redes de la indigencia para crear un nuevo destino.  El libro de la economista Susana Mayer, Lo que el dinero no puede comprar, basado en numerosas investigaciones, arroja datos sombríos sobre la llamada “Cultura de la Pobreza”.

Mayer analiza dos tipos de pobreza: la pobreza circunstancial que resulta de falta de ingresos por una catástrofe, crisis familiar, enfermedad temporal o pérdida de empleo; la segunda, la pobreza existencial que se gesta en el vientre de la madre. El niño nace pobre porque el padre y la madre son pobres no sólo en la materia, sino en el espíritu.

El término pobreza de espíritu no se refiere a humildad en el sentido de ausencia de soberbia, sino a la pobreza que, además de la carencia de recursos materiales, es pobre en ilusiones, sueños y proyectos: la ausencia total de fe y de esperanza en el futuro. Todo el potencial de la persona, sus capacidades y habilidades únicas quedan encapsuladas dentro de su ser.

La pobreza no se vive sólo en los países en desarrollo, sino que es evidente en amplios sectores de los países industrializados. Dice un refrán hindú:

Tú eres lo que es tu deseo más profundo.

Lo que es tu deseo, es tu voluntad.

Lo que es tu voluntad, es tu acción.

Y tu acción marcará tu destino.

¿Qué importancia tiene para las instituciones caritativas y organismos de asistencia gubernamental determinar el tipo de pobreza de los diferentes sectores de una población? Las investigaciones de Mayer revelan que la pobreza circunstancial se remedia con un trabajo bien remunerado, o con un préstamo para realizar un proyecto viable, mientras que la pobreza existencial se lleva en la sangre, en la mirada, en la ausencia total de autoestima y seguridad personal, en un sentimiento permanente de desamparo.  No es cuestión de raza ni de sexo.  Se da en todo el mundo y en todos los continentes

Los niños engendrados en extrema pobreza y criados con desamor son marcados con cicatrices psicológicas profundas. En el parque ceden el columpio sin chistar, en el templo bajan la mirada y se retiran de la banca para dar lugar a los elegantes que llegan tarde: ellos no se creen dignos de tener fe, ni merecedores de un espacio. A la escuela no asisten por no tener zapatos, y si llegaran a tenerlos aprenderían poco, no por falta de capacidad sino por escaso interés vital.

Pobreza circunstancial

Las organizaciones asistenciales han comprobado que dentro de ambientes de escasos recursos, los padres que a pesar de circunstancias críticas conservan la buena salud, la alegría de vivir, y valores como honestidad, diligencia, responsabilidad, con cierta ayuda material -sólo un empujoncito- pueden romper el círculo de la pobreza: sus hijos podrán ser criados en condiciones dignas.

Sin embargo, la pobreza existencial teje pensamientos, palabras y acciones en redes de desesperanza en torno a ella. En este tipo de pobreza no existe conciencia del valor del trabajo, sacrificio, deseo de superación, servicio a la familia, los amigos o la comunidad. Se vive sólo el instante, sin sentido de futuro ni responsabilidad alguna, engendrando una nueva generación de pobreza: se repite así la historia de desventura.

Es difícil romper el círculo de la pobreza existencial. ¿Cómo ayudar a la gente que nace en situaciones adversas y lleva aún a cuestas las cadenas de injusticia social de generaciones pasadas?  ¿Cómo cambiar la actitud de quienes son meros observadores de la vida? ¿De aquellos que han puesto todas sus esperanzas en un mesías que vendrá a salvarlos?

Una canción ya olvidada dice: Vendí mi vida en un centavo/ sin advertir que si hubiera puesto todo mi empeño/ cualquier cosa que le hubiera yo pedido a la vida/ todo, con gusto, todo, me lo hubiera dado.

La “Cultura de la Pobreza” ha olvidado la música. Los padres desde hace ya varias generaciones no recuerdan las canciones de cuna. No iluminan el espíritu de sus hijos con amor, paz, alegría, entusiasmo y fe en el futuro. Los niños no saben que pueden tener todo si se lo proponen, porque la vida es espléndida y generosa con quienes se esfuerzan.

Los grupos asistenciales compran para los niños leche y pan, pero no pueden comprar sueños, optimismo, esfuerzo personal y, mucho menos, ternura.

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x