Un viejo fantasma amenaza las ya complicadas relaciones entre México y Estados Unidos: la pugna por el control de hidrocarburos en el Golfo de México. Hace tiempo que, al descubrirse los “Hoyos de Dona” y sus yacimientos submarinos, ambos Estados –y Cuba misma– afinaron estrategias para reclamar su soberanía en ellos. Hoy se libra una batalla geopolítica entre el Estado mexicano y la corporación Talos Energy, por explotar el campo Zama. El interés vital de los mexicanos se juega en esa contienda.
Ese yacimiento es uno de los 10 más trascendentes en la historia energética de nuestro país, capaz de producir 1,000 millones de barriles que podrían duplicarse, según la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Paradójicamente, Zama se “descubrió” en 2013 justo al aprobarse la reforma energética que licitó a firmas privadas varias zonas de hidrocarburos.
Talos Energy sólo invirtió 250 millones de dólares por el Bloque 7 y encontró el campo a 166 metros de profundidad; es decir, su explotación será relativamente económica pues está en aguas someras. Además, su crudo es muy ligero (sólo 30 grados API) y con mejor precio en el mercado.
México tiene interés en explotar ese pozo, porque ese campo linda con la sección Amoca-Yaxché 03 de Petróleos Mexicanos (Pemex). Y esa vecindad es la fuente del conflicto, pues Pemex está determinado a explotarlo –además, está próximo al puerto de Dos Bocas, Tabasco, donde se construiría la refinería–, mientras, Talos Energy se dice “totalmente preparado” para hacer lo mismo.
Para definir el futuro de Zama, las partes están en la negociación –llamada “de unificación” que se prolongará hasta septiembre de 2020, pues requiere un estudio de la Secretaría de Energía (Sener)–. Ello determinará el porcentaje del campo que corresponde a cada compañía, para definir cuál explotará el yacimiento y el pago de costos de esa “unificación” .
Obviamente Zama es un tesoro que atrae a Estados Unidos, el mayor consumidor de energía global. De ahí que, con toda arrogancia imperial, el subsecretario de Estado Adjunto para la Diplomacia Energética, Kurt Donnelly expresara: “México parecía estar en el camino correcto y esto indicaría que se está desviando. Estamos dispuestos a defender estas inversiones”, en el centro de análisis Diálogo Interamericano.
En reacción, el presidente Andrés Manuel López Obrador reviró: “No porque es el Departamento de Estado lo saben todo, no estamos revisando ningún contrato de exploración y perforación de petróleo”. Y agregó: “deben actuar con respeto a nuestra soberanía, además no es cierto” que se cometa alguna arbitrariedad y negó que exista un conflicto.
En esta disputa vale considerar otro ángulo geopolítico. El descubrimiento de Zama, como otros más, siguieron a lo que gobiernos anteriores anticiparon como el “fin de la era del petróleo”. En contraste, sólo se confirmó que en México abunda ese recurso; aquí un esbozo:
En 2012 se descubrió Trión, que ya licitado podría producir en 2022, y en mayo Pemex subcontrató el campo Ayin-Alux de crudo ligero. En 2016 el director de Pemex, José Antonio González, advertía que sólo la inversión privada sacaría a la empresa de su crisis, pero ese año Pemex descubría Noxal, en Chicontepec, del que se dijo que sería “más grande que Cantarel” con producción superior al millón de barriles diarios.
En 2017, Pemex se anotó otros éxitos: en noviembre descubrió Ixachi-I en Cosamaloapan, anunciado como “el más importante en los últimos 15 años”. Ese año en Burgos, se descubrió un pozo de gas con potencial de 1,700 millones de pies cúbicos. Y luego, el campo Nobilis-I (en el Cinturón Plegado Perdido [CPP] a 200 km de Tamaulipas) y Teca-1.4 con tirante de agua de 44 metros.
Es significativo que los mexicanos sólo confirmaran el potencial de CPP, hasta que Pemex enviara su informe a la entidad reguladora Securities and Exchange Commission de Estados Unidos, como está obligado, advertía el académico y experto en reservas petroleras, Fabio Barbosa.
En todo caso, la esencia de este conflicto está en la anterior concesión gubernamental de poderes a extranjeros, sobre nuestros recursos energéticos y el reclamo del actual gobierno sobre la soberanía de los hidrocarburos submarinos. El adversario es fuerte: son socios de Talos Energy la alemana Wintershall DEA, la británica Premier Oil y cabilderos mexicanos exdirectivos de áreas estratégicas de la Sener, como Exploración y Exploración de Hidrocarburos.
La verdadera guerra se libra entre el capitalismo corporativo multinacional y el poder del Estado para procurar el interés de sus ciudadanos. El dilema México-Estados Unidos se complica a horas de que los demócratas se pronuncien por el T-MEC y de que prospere –o zozobre– su pedido de Impeachment contra el huésped de la Casa Blanca.
El posicionamiento geopolítico de Trump –enfrascado en su campaña por la reelección– se basa en un horizonte de crisis mundial con recesión y sólo el control de la energía lo evitará. Su lema “Primero América”, ¿significará la guerra por el petróleo con México?