Como en El aprendiz de brujo de Goethe, que al jugar con magia se le revirtió hasta sufrir todos los males, el Estado más poderoso e influyente de la escena mundial se asoma al umbral del caos a horas de renovar su poder Ejecutivo. Unos hablan de la “Extinción funcional” de la superpotencia, otros, de una “Segunda Revolución” tras el asalto de grupos armados de derecha al Capitolio y algunos anticipan el fin del voto en ese país.
Algo es obvio: las huestes que acicateó el magnate son los parias de la globalización y Joseph Robinette Biden debe verlos y atenderlos, pues por primera vez en la historia el desafío al orden establecido no provino de terroristas de otras latitudes, sino del corazón de la superpotencia.
Dos preguntas rondan en el mundo: ¿Por qué escaló la violencia a tal nivel en los Estados Unidos de América si son riquísimos en recursos, ejercen enorme influencia global y detentan enorme poder militar? ¿Qué habremos de esperar los vecinos y socios de ese actor clave del juego geoestratégico? Toda respuesta, remite a sus contradicciones.
1. Estados Unidos es un poder global con intereses globales. Parece impensable que este país, protagonista indiscutible –numérica y tecnológicamente– como súper fortaleza militar, esté en riesgo por la acometida de un puñado de supremacistas y los llamados Grupos de Odio.
En octubre, el ex miembro del Cuerpo de Marina, Dakota Wood, criticó al Congreso por no aprobar mayor presupuesto. Alegó que China, Rusia, Irán y Norcorea, entre otros, han invertido en modernizar sus fuerzas y equipos con tecnologías modernas mientras que Estados Unidos tiene “capacidad marginal” para defender al país y sus intereses.
Sin embargo, el índice del Global Fire Power (Pwlndx) sitúa en el primer lugar del rating a Estados Unidos, con puntuación 0,0606 (donde el rango 0.0000 se considera “perfecto”) por su capacidad de fuego: con 2,260,000 de personal militar, 1,400,000 en activo.
2. Los costos directos de las principales guerras que mantiene en el exterior (Irak y Afganistán) totalizaron más de 1.9 billones de dólares en el Año Fiscal 2018, según estadísticas oficiales. Sin embargo, 15.1% de su población vive bajo la línea de pobreza (Censo del 2010), eso significa que más de 5 millones de estadunidenses viven en precariedad.
Y recordé que la primera vez que vi a un homeless fue en aquel país, buscando sobras de comida entre unas limusinas cuyos choferes mantenían encendidas mientras sus empleadores asistían a un concierto.
3. Hoy Estados Unidos escenifica el mayor impacto letal de la pandemia por SARS-CoV-2, con más de 23.1 millones de casos y 386 mil decesos. La ruptura de las cadenas de suministro por la crisis sanitaria indujo una caída del PIB de 31.4% y enorme desempleo.
Además evidenció la disparidad en acceso a la salud, apenas 17% tiene seguro médico. Empero, nadie cree que pese a ese efecto socio-económico llegue el fin del capitalismo en la potencia.
4. Estados Unidos posee la más poderosa economía tecnológica. Sus empresas están a la vanguardia de avances en electrónica, farmacéutica, aeroespacial y militar, juegan un rol tan crucial para el crecimiento de la economía que contribuyen sustantivamente al PIB.
Paradójicamente, por primera vez en la relación entre el Ejecutivo y las corporaciones, las tecnológicas de la comunicación vetaron el mensaje de Trump que alentaba a sus partidarios en su irrupción al Capitolio. Ese poder supranacional marca un hito en el debate del futuro entre el Estado y el capital privado.
5. Estados Unidos posee reservas probadas de petróleo de unos 36,520 millones de barriles diarios (contra 12 mil millones de México), que le garantizan autonomía en ese rubro tras haber desarrollado el fracking.
Aunque aún importa hidrocarburos fósiles del exterior, es el país de mayor influencia en las políticas energéticas mundiales y, a la vez, el mayor emisor de CO₂ por consumir combustibles fósiles. A la vez, su extenso y rico territorio sufre de grave contaminación del agua por pesticidas y fertilizantes.
En la zona occidental eso limita cada vez más el acceso a agua natural y su administración ya es un asunto delicado. También sufre efectos negativos por deforestación, minería expansiva, desertificación y pérdida de especies en peligro.
6. Estados Unidos es el tercer país con más habitantes (332,6 millones) y quinto en superficie. Es una república federativa de 50 estados un distrito y una quincena de zonas dependientes, entre ellas Puerto Rico, Midway y Guam.
Su composición étnica es diversa: 72.4% blancos; 12.6% negros, 16.3% latinos, 4.8% asiáticos y 0.9% amerindios y nativos de Alaska, entre otros. No obstante, entre los factores que más polarizan a esa sociedad, el de la raza es el principal, según la encuesta del Pew Research: Discriminación y Prejuicio (Octubre, 2020).
Ahí, 38% de adultos admitió que experimentó al menos un acto de discriminación, recibió calificativos ofensivos o fue criticado por hablar en otro idioma en público. Incluso 33% de simpatizantes del Partido Republicano admitieron que esa situación debe cambiar.
El sondeo refiere que a la mitad de los latinos –cuyos aportes a la economía de Estados Unidos lo convertiría en la octava economía mundial, estimados en 2.3 mil millones de dólares–, les preocupa su lugar en la sociedad estadounidense y experimentan discriminación diaria.
Pese a esa sistemática ofensa a su origen étnico, latinos, asiáticos, afroamericanos en Estados Unidos, nunca se han planteado destruir las instituciones o centros estratégicos de la potencia.
En contraste, lo que sucedió en Washington el 6 de enero, fue la expresión airada de agrupaciones nutridas con odio y repudio contra el gobierno, como las autodefensas de los Three Percenters, que según el Southern Poverty Law Center son de los más numerosos y potencialmente peligrosos en aquel país.
No olvidemos: fueron incitados ante un improbable despojo, por lo que Peter Baker habló de una turba en la ciudadela de la democracia que derrumbó el mito de la excepcionalidad estadounidense. Nos quedamos con el mensaje del capellán del Congreso: Las tragedias recuerdan que las palabras importan y que el poder de la vida y muerte reside en la lengua.
También te puede interesar: 75 años de Naciones ¿Unidas?
Las palabras importan y especialmente, los dirigentes, en este caso, Donald Trump, tendrían que usarlas con mayor responsabilidad. Muy buen artículo.
Excelente artículo bastantes datos de interés
¡Excelente análisis colega! Refrescante perspectiva y terrorífico pronóstico.
Saludos cordiales
Es digna de atención la crisis intestina del imperio. Todo imperio llega a su fin y se convierte en un país importante, pero secundario. EEUU , como bien puntualiza Egremy, se debilita por sus propias contradicciones: militarismo exorbitante y derrochador, pobreza (y no sólo entre los afrodescendientes), pésimo sistema de salud pública, drogadicción, fanatismo, hipocresía (¿cuántas invasiones o golpes de estado auspiciaron en AL para “restablecer las libertades y la democracia”?), educación de bajo nivel (alto en pragmatismo, bajo en humanismo), etc. Ahora el “Estados Unidos bárbaro” y/o el “Estados Unidos profundo” (parafraseando célebres títulos de libros), está pasando la factura. Ojalá esta violencia no termine por arrastrarnos a nosotros y al mundo entero. Un tigre acorralado se torna más agresivo (e irracional). Añade Egremy que nuestro vecino sigue siendo una potencia militar. He ahí lo peligroso de la caída del imperio.
Excelente artículo, datos muy interesantes, si embargo me pregunto si cuenta con todos esos recursos por que no se un mejor país, porque las guerras?