Hemos insistido en esta columna sobre el dramático escalamiento de las tensiones desde 2018 entre Estados Unidos y China, siendo que la Administración Trump y varios de sus halcones –destacando Mike Pompeo y Peter Navarro– no sólo han logrado cuestionar prácticamente la totalidad de las relaciones bilaterales –hasta un posible punto de no retorno–, sino que también poner en jaque a todo un grupo de instituciones multilaterales (como la Organización Mundial del Comercio, la propia Organización Mundial de la Salud, y compromisos internacionales ambientales, entre otras).
Es importante señalar que en los últimos días –más allá del escalamiento en el ámbito financiero para que empresas chinas que no fueran auditadas según las normas y leyes estadounidenses no pudieran obtener financiamiento en Estados Unidos–, la potencial amenaza del Comité sobre Inversión Extranjera de EU (CFIUS) en afectar adquisiciones de Tencent en Estados Unidos, en un reporte del Tesoro de EU de diciembre de 2020 que impactará a bancos chinos y de Hong Kong vinculados con funcionarios sancionados de Hong Kong, así como probables medidas del Departamento de Defensa en contra de Semiconductor Manufacturing International Corp –uno de los fabricantes más importantes de semiconductores en China–, la Administración Trump pareciera adquirir una actitud “magnánima”: aceptó que las operaciones en Estados Unidos de TikTok (propiedad de ByteDance) fueran parcialmente adquiridas por Oracle (con el 12.5%) y Walmart (7.5%), es decir, ByteDance continuará concentrando el 80% de TikTok y sólo restringió a la aplicación WeChat para que no fuera bajada en Estados Unidos, ambos casos muy por debajo de las iniciales amenazas hace algunas semanas.
Al respecto, ¿es realista pensar que con una administración demócrata bajo el presidente Joe Biden, la relación entre las principales dos economías cambie cualitativamente? Existen diversos análisis recientes explícitos del propio Biden y varios asesores en Foreign Affairs y Foreign Policy, así como un detallado análisis del New York Times del 6 de septiembre de 2020, entre otros.
Por un lado, el candidato Biden se ha visto presionado por el propio Trump –y el 71% de los estadounidenses que cuenta con una opinión negativa sobre China– de ser al menos tan crítico como Trump con respecto a China, además de iniciativas lidereadas por el propio Partido Demócrata: hace apenas unos días el Senado estadounidense –con mayoría demócrata– anunció una iniciativa denominada America LEADS Act por 350,000 millones de dólares y con el objetivo de apoyar un grupo de cadenas globales de valor específicas (particularmente de la salud y nuevas tecnologías como la 5G y la Inteligencia Artificial), específicamente ante la competitividad china.
El candidato Biden conoce a China desde hace más de 40 años y se ha encontrado en múltiples ocasiones con el presidente Xi Jinping en los últimos años. Si bien históricamente Biden buscó activamente la integración entre ambos países, recientemente acusó a Jinping como un líder autoritario y un “matón” (thug), destacando que Estados Unidos debiera ser más duro ante China. ¿Una futura administración demócrata sería entonces una continuación de las políticas de Trump? Los diversos recientes escritos de Biden y sus colaboradores parecieran indicar un grupo de sensibles diferencias, más allá de la “competencia entre grandes potencias” en el largo plazo:
1. Una administración Biden buscaría enfatizar el fomento de la producción y competitividad estadounidense –como el America LEADS Act–, más allá de su relación con China.
2. Una diferencia significativa radicaría en la búsqueda de “socios” y alianzas internacionales –en la Unión Europea, Asia, América Latina, etc.– en su política hacia Asia y China; aunque por el momento Biden no se ha comprometido a participar en el CPTPP (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico) o el TPP (Tratado de Asociación Transpacífico), originalmente concebido bajo la vicepresidencia de Biden.
3. En múltiples ocasiones en las últimas décadas, Biden ha destacado el tema de los derechos humanos y laborales en China como un aspecto crucial en la relación bilateral y respectivas sanciones en caso de no cumplir con las exigencias estadounidenses. El tema pudiera convertirse en un nuevo frente crucial entre ambas potencias.
4. Pareciera que Biden también pudiera buscar la cooperación con China –y en paralelo a las diversas tensiones arriba señaladas– en ámbitos internacionales como el medio ambiente, la salud y crisis nacionales o regionales específicas, además del apoyo al sistema de las Naciones Unidas.
Todo lo anterior avizora que la relación EU-China –con Trump o con Biden– continuará siendo profundamente tensa como resultado de su efectiva competencia por el liderazgo tecnológico, productivo y financiero. Las diferencias fundamentales parecieran radicar en el estilo de la relación y políticas específicas, y con la expectativa de permitir un escenario internacional de mayor certidumbre ante la búsqueda de nuevas alianzas (en contra de China); habrá que conocer si China estuviera interesada en opciones de cooperación bilateral ante una estrategia estadounidense tan adversa en el corto, mediano y largo plazo.
Terceros países –explícitamente México– debieran estar generando escenarios y políticas explícitas ante los posibles resultados de las elecciones de noviembre.
También puede interesarte: Estados Unidos-China, ¿y los librecambistas mexicanos?