Reloj, marca las horas

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Las manecillas del reloj apuntaban el número siete. Los truenos de una tormenta y el murmullo del público se mezclaban para irrumpir el silencio de la sala. Apenas se podía percibir una silla de parque en el escenario gracias a una tímida luz que sólo iluminaba las butacas. El programa de mano tenía escrito “Todavía… siempre” como un título enigmático. Debajo de estas letras encontré el rostro de la actriz Tara Parra. En una fotografía perfecta se mostraban sus ojos vivaces e inquietos; pensé que a nadie más le iba tan bien el pelo grisáceo como a ella porque sus facciones se hacían más delicadas.

Tara Parra
Tara Parra
Tara Parra
Tara Parra

Seguí leyendo el interior. Una introducción escrita por Claudio Valdés Kuri, el director, llamó mi atención por tener palabras como “muerte”, “juventud”, “cuerpo”; frases como “sin pretensiones” y “expansión de la conciencia” sacudían mi cabeza para encontrar la relación del texto con el título de la obra; un nombre como SogyalRimpoché, finalmente, despertó mi curiosidad sobre lo que iba a ver. Rimpochéescribió “El libro tibetano de la vida y de la muerte”. En un momento de crisis, yo llegué a él para encontrar respuestas a preguntas sobre la muerte. Y en un instante hice las conexiones necesarias: muerte-juventud-cuerpo-sin pretensiones-expansión de la conciencia-Rimpoché me lleva a “Todavía… siempre”; esta obra tendría que hablar de la vida y la muerte como los dos lados de la misma moneda. Alguna vez un maestro me aseguró que todo el teatro está obsesionado con dos temas: el amor y el poder. Todas las historias, decía, llegan en el final a estos dos puntos. ¿Y la muerte? Recordé cómo las tragedias shakespearianas acaban en matanzas monumentales y sus personajes ven el fin de la vida como una especie de expiación; todo el teatro chejoviano está anclado en la idea del tiempo y su término; las escenas más memorables de la dramaturgia mexicana están ligadas a la muerte de alguien. En medio del sonido de la lluvia se dio la tercera llamada. La luz de la sala permanecía con la misma intensidad; la silla del parque continuaba en el mismo lugar. Sin esperarlo Tara Parra salía de entre las butacas para iniciar la función. Sus ojos eran más interesantes en vivo que en la fotografía. Su pelo grisáceo era fantástico. El límite entre la ficción y la realidad parecía desvanecerse. Todos los gestos y la corporalidad de la actriz eran verosímiles para crear un personaje en los últimos momentos de su vida. Con una mirada, con una pose de manos, con tan poco Tara era capaz de representar las circunstancias de esa realidad. Por momentos olvidé que estaba viendo a una actriz interpretar un papel. Tara Parra tiene muchos parecidos con la protagonista de “Todavía… siempre”: la edad, su amor al teatro, el gusto por bailar, conversar con las personas. Releí el programa de mano y descubrí cómo el espectáculo está inspirado, de cierta manera, en su vida. Pero sin importar qué tanto la actriz le presta al personaje, Tara trabaja para la escena con una sutileza extrema. Está revestida de un artefacto teatral para contar una historia que habla del miedo a la muerte. Sin solemnidad y con toda la fuerza de un alma hambrienta por vivir. Ver a esta actriz que interpreta a una actriz era fascinante. No me percaté cómo las luces seguían prendidas. Esta mujer veía a los ojos al público sin la protección de la oscuridad. La experiencia era directa, sin intermediarios. Este personaje contaba sus memorias, hacía un recuento de su vida, con la posibilidad de ver las caras de los espectadores. Junto al impecable trabajo actoral de Guillermo García Proal, un hombre ataviado de negro que tal vez representa la muerte o la vida, se establece una conversación para diseccionar la vida de esta actriz. Encuentra sus momentos más brillantes y más oscuros gracias a él y se los ofrece al público con todo su corazón. Yo siempre pugno (para eso están todas mis colaboraciones de prueba) para que el teatro sea competitivo frente a otros medios. Todavía no encuentro una experiencia más impactante como la de “Todavía.. siempre”; lo recibido en esa función no se compara en nada con lo recibido en el cine o la televisión. Ver y escuchar en vivo a Tara Parra estremeció todos mis sentidos y mis emociones. Su desplazamiento por todo el escenario con una silla de ruedas mostraba cómo el tiempo hizo estragos en el cuerpo de la protagonista, no obstante,cada palabra, cada parlamento realzaba la resistencia de su alma. La dirección de Valdés Kuri tiene como principal atractivo involucrar al público durante todo el espectáculo. Más que en cualquier otro montaje, “Todavía… siempre” depende del pulso de las personas sentadas en su butaca; ellos son el otro personaje quien da réplica a esta actriz mientras se despide de esta vida. Todos la ven agradecer, honrar y aceptar sus últimos momentos de existencia. Aplausos fuertes y generosos sellaron el fin de la función. Las manecillas del reloj ya no apuntaban al número siete; no sé cuánto duró la función pero tengo la sensación de que el tiempo corrió más rápido mientras que todo sucedía. Los ojos de Tara Parra agradecieron la calidez del público. Es verdad. Todas las obras hablan del amor y el poder. Pero estos grandes temas funcionan para amortiguar el golpe de la muerte. Ellos hacen olvidar cómo avanza el tiempo, cómo después de cada día se acerca nuestro fin. La silla del parque estaba otra vez sola en el escenario. La sala se quedaba sola. Y la voz de Tara Parra seguía en mi cabeza. La vida es esperar a la muerte con alegría, con una conciencia aguda. Miré el reloj. Ya habían pasado diez minutos. Me levanté y escuché el sonido de la lluvia. Caminar. Continuar. Avanzar. Esperar el final irremediable y dejarme sorprender por todo lo maravilloso que nunca imaginé.   “Todavía… siempre” De: Conchi León (sobre una idea original de Claudio Valdés Kuri) Dirección: Claudio Valdés Kuri Sala Xavier Villaurrutia (Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte s/n. Metro Auditorio) Del 16 de mayo al 7 de julio Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs. (Suspende funciones 30 de mayo)

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