“Tic-tac ¡Boom!”: El dedo en la llaga

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Yo espero que el escaso público de la segunda función del domingo de “Tic-tac ¡Boom!” sólo haya sido un evento aislado porque esta obra merece tener la sala llena cada función. Me asusta un poco la cancelación de todas las funciones de los viernes de diciembre; ojalá la decisión de quedarse sólo los sábados y domingos no sea por la poca venta de boletos.

Este montaje dirigido por Antonio Castro conjunta todos los factores necesarios para convertirse en un éxito. En primer lugar, tiene un extraordinario texto de Sabina Berman que habla sin tapujos de la doble moral en la cultura mexicana; nos arroja, como un balde de agua fría, todas nuestras hipocresías al relacionarnos con el otro; al callar una verdad y al decir una mentira.

Con estas líneas donde trato de desarrollar la tesis de “Tic-tac ¡Boom!”, alguien podrá sentirse susceptible y no querer ir a pagar un boleto donde sea agredido. Y mucho menos con la astucia de Sabina Berman que se oculta en cada diálogo, personaje y anécdota. Sin embargo, para la seguridad de todos, la obra es una comedia placentera de principio a fin.

Beto y Paty mantienen un matrimonio deseable para los ojos de los demás: una holgada vida económica, fuertes vínculos amorosos, una cooperación mutua. Cuando Gaby, la hermana de Beto, llega a su casa por una desastrosa circunstancia poco a poco las grietas de la relación se hacen evidentes.

Sale a la luz la verdad: la pareja ejemplar tiene un acuerdo donde Paty puede mantener una relación extramarital con un narco. De hecho, todos los lujos, esa honestidad en la comunicación y esta particular solidaridad entre ellos se deben, en gran medida, a la mediación hecha por el prófugo de la justicia. La única regla inquebrantable entre los tres es que Beto y Ramón nunca se conozcan.

Gaby, una católica desmedida, trata de enfrentar a su cuñada y hacer recapacitar a su hermano de no seguir viviendo en el “pecado”. A partir de esta discusión, Beto y Paty deciden sacar a flote las pequeñas incomodidades y los disgustos de mantener este acuerdo cuando Ramón está a punto de llegar al departamento.

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Sabina Berman pone el reflector en la moral tan frágil del mexicano. Las mentiras, de tanto decirlas, adquieren un color de verdad; la clandestinidad es la aliada para mantener un equilibrio entre los grandes modelos sociales y los verdaderos deseos personales. El dilema ético es actual: ¿el narco es más despreciable que este matrimonio de dientes para afuera? ¿dónde empieza la corrupción: en la casa o en los grandes delitos federales?

Las risas son las únicas válvulas de escape para resistir esta decepción cultural. Muchos críticos consideran a “Tic-tac ¡Boom!” como una obra que habla sobre el narco; para mí rebasa el tema para ahondar en la corrupción de valores a nivel personal y colectivo y, sobre todo, en las trampas sociales para encuadrar en un modelo viejo y anticuado.

La dirección de Antonio Castro le da volumen a la anécdota y a cada parlamento al privilegiar un detallado trabajo corporal  mediante ademanes, gestos y cadenas de movimiento complicadas. El ritmo es vertiginoso y en ningún momento se encuentran huecos energéticos.

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Jorge Ortiz de Pinedo, como Beto, ofrece una de sus mejores interpretaciones en comedia. Los años de oficio en este género lo pone como uno de los mejores compañeros en escena para colocar el estímulo preciso y lograr la rutina cómica adecuada.

La intervención de Rodrigo Murray, como Ramón, convence por su caracterización vocal y corporal. Claudia Ramírez, quien interpreta a Paty, logra matices sofisticados; nunca cae en lugares comunes y tiene el carisma necesario para entrar a este tipo de dinámica

Punto y aparte para Karina Gidi. Al representar a Gaby, hace una de las actuaciones más entrañables del año. Sus gestos y ademanes hacen un personaje con una presencia poderosísima en el escenario. Es increíble encontrarla en este trabajo que es tan diferente a los anteriores, en género y estilo, porque demuestra su amplio rango actoral.

“Tic-tac ¡Boom!” es una obra que se aleja de cualquier ñoñería para hablar de nuestra cultura y momento social. Toca, mediante la risa, la conciencia y la sensibilidad de cada uno de los espectadores para dejar al descubierto nuestros defectos como mexicanos, en nuestro ser y hacer. Sin ningún tipo de miramiento pone el dedo en la llaga.

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“Tic-tac ¡Boom!”

De: Sabina Berman

Dirección: Antonio Castro

Teatro López Tarso (Avenida Revolución 1773, esquina Francisco I. Madero, colonia San Ángel)

Sábados 18:00 y 20:00 hrs., domingos 17:30 y 19:30 hrs. 

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