En los próximos días, semanas y meses, es muy probable que cada uno de nosotros deberá enfrentar las consecuencias del avance del COVID-19, algunos podremos enfermar ligera o gravemente, tener familiares y amigos hospitalizados, en estado muy delicado, o incluso fallecidos.
Viviremos momentos de gran incertidumbre, agobio y temor. Por ello debemos tener presente que el pánico es, ante todo, un virus irracional. El principal camino para enfrentarlo es ponderar lo que ocurre con sentido de realidad.
De acuerdo con los principales epidemiólogos que están trabajando para frenar el avance de la pandemia, hay una regla porcentual para dimensionar lo que ocurre: 80/15/5. Según ella, hasta el 80 por ciento de la población se infectará sin casi darse cuenta; la enfermedad será tan leve que ni le prestarán atención más allá del uso ocasional de un paracetamol. El 15% puede sufrir neumonía y necesitará tratamiento especializado. Y el otro 5% enfermará gravemente. Es este potencial 5% el que debe ser nuestra principal fuente de preocupación ya que la infraestructura mundial no cuenta con las suficientes Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y Unidades de Terapia Intensiva (UTI) para atender a una oleada de pacientes de esa magnitud. Por ello, aplanar la curva de contagio, es decir, lentificar la velocidad con la que la población se infecta es clave. En la medida en que los casos de gravedad vayan ingresando a cuidado hospitalario a un ritmo menor que el actual, habrá mejores posibilidades de tratar a un mayor volumen de población.
Lo que estamos viviendo con el COVID-19 no hace de éste el momento más difícil de la historia de la humanidad; ha habido, sin duda, muchos infinitamente peores. Mantener la calma, cuidarse físicamente siguiendo las pautas de la OMS y de las autoridades de salud locales es fundamental. La salud mental jugará un papel central en la forma en que soportemos y nos adaptemos al nuevo escenario en el que nos encontramos. Esta pandemia está poniendo a prueba a las sociedades y a cada uno de nosotros. Mantenerse informados y proactivos nos ayudará a paliar en parte la incertidumbre; contar con espacios para descargar nuestras emociones como tristeza, miedo y enojo serán necesarios para protegernos de cuadros depresivos severos o crisis de angustia significativas, que se dan comúnmente en momentos complejos como el que estamos transitando.
También debemos permitirnos momentos de soledad y ensimismamiento, no hay nada de malo en ello, salirnos un poco del vértigo de los acontecimientos nos aliviará. Leer, escuchar música, ver películas y series, conectarnos a través de móviles y chats con nuestros amigos y seres queridos, nos hará particularmente bien. Acompañar y acompañarnos, respetando los tiempos y ritmos de comunicación individuales nos será de gran utilidad. La solidaridad, paciencia y generosidad son valores absolutamente necesarios en estos tiempos, cultivémoslos.
Nadie sabe con exactitud cuánto tiempo durará la crisis epidemiológica que estamos viviendo, pero sin duda tendrá fin. Y con más fuerza, resiliencia, entusiasmo y creatividad que antes nos volveremos a poner de pie.
Confiemos que al superar al coronavirus, con todo lo que habremos vivido, nos demos el tiempo para repensar y replantearnos el valor de nuestra vida cotidiana y de las cosas sencillas. Tal vez, a partir de ello, comenzaremos a construir un modelo de vida más responsable y amable con nosotros mismos y con el planeta; y, con ello, los totalitarismos y populismos que nos acechan dejen de ser la solución fácil para enfrentar los cambios políticos, económicos y sociales que nuestros países iberoamericanos requieren y que se habían hecho tan patentes en el último tiempo.
Hoy tenemos la oportunidad de dialogar desde otro lugar, no la dejemos ir.
También te puede interesar: De las pandemias. Hoy en día, los virus viajan en avión
Me encantó el artículo. ¡Muchas gracias!