A Sergio Aguayo, #YoConAguayo.
A mediados de la década de los ochenta, Tommaso Buscetta, un mafioso siciliano miembro de la Cosa Nostra, se convirtió en el primer pentito. Buscetta fue el primer “arrepentido” en confesar su membresía a la mafia y explicar su funcionamiento. Aunque en estricto sentido no fue el primero –pues ya habían casos de mafiosos confesos en décadas anteriores–, el testimonio de Buscetta sí fue el primero que se registró judicialmente. Además, lo hizo en un momento determinante de la historia reciente siciliana: en medio del Maxiproceso, es decir, el juicio más grande contra la mafia jamás visto en la isla italiana. Las palabras de Buscetta fueron un terremoto. No sólo confesó que la mafia efectivamente existía en un momento en el que, todavía, había voces que decían que aquello no era sino un mito. También le permitió a los jueces a cargo del Maxiproceso reconstruir el entramado de redes y relaciones para entender qué era la mafia.
Ello dio las bases para construir el famoso teorema Buscetta con el que se pudo conocer cómo funcionaba aquel grupo criminal y, por tanto, cómo debilitarlo. En pleno 2020, de este lado del continente, ¿cuál es el potencial que el caso García Luna tiene para construir conocimiento sobre el fenómeno criminal mexicano y en general de la región? En otras palabras, ¿qué conocimiento puede generar el juicio que enfrenta el exfuncionario? El caso de García Luna nos retrae justificadamente hacia un periodo crucial: el gobierno de Felipe Calderón y la famosa estrategia de la guerra contra el narcotráfico. Aunque no todo empezó ni terminó ahí, a este periodo que está razonablemente bien explicado le faltan piezas para terminar de entender su relevancia, impacto y consecuencias –y, sobre todo, lecciones de errores que la política pública no debe repetir–.
La hipotética acusación de García Luna es pieza fundamental para terminar de entender qué pasó y cómo pasó, aunque también podría hacerlo su hipotética inocencia. Puesto de otra manera, los analistas del fenómeno de violencia criminal invariablemente incorporarán este elemento al análisis de esta coyuntura. A partir de ahí, se enfilarán nuevas rutas de entendimiento. Es un ejercicio indispensable. Sin embargo, por otro lado, la discusión sobre la situación actual en materia de violencia, delincuencia, criminalidad e ilegalidad corre el riesgo de quedar distraída, dispersa y confundida. Necesitamos construir las dos explicaciones, y este ejercicio debe realizarse simultáneamente. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha usado y abusado la referencia al pasado para explicar los niveles actuales de violencia. No es descabellado, pero realiza una conexión inmediata y lógica que no es tan lógica ni, mucho menos, inmediata.
En buena medida, la actual falta de estrategia se explica por la carencia de diagnóstico. Para saber qué hacer, necesitamos saber qué pasa en el país. El caso Buscetta terminó por ser la bisagra que enlazó un diagnóstico afinado, con la eficiencia de una acción judicial certera, eficiente y relativamente perdurable. Permitió reconocer de qué se estaba hablando y en qué términos. El caso García Luna puede sentar las bases para profundizar el entendimiento de lo que pasó en el muy reciente pasado mexicano, el mismo que alimenta el presente.
Por ejemplo, en construir un hipotético teorema García Luna. Cualquiera que sea el resultado del juicio, éste arrojará información que deberá incorporarse para construir conocimiento. Y luego, ese conocimiento deberá utilizarse para diseñar más y mejores estrategias que reduzcan los estragos de la violencia criminal. Ambos flancos deberán analizarse. Ya después será responsabilidad de quien gobierna tomar en cuenta ese conocimiento para diseñar estrategias que atiendan la crisis del presente.
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