Una crisis eterna y el fantasma de la Gran Depresión

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México atraviesa por una situación extremadamente complicada debido a la presencia de diversos factores internos y externos, que han significado una caída abrupta de la actividad económica. Es difícil hacer una evaluación precisa del impacto conjunto de este entorno sobre la economía mexicana, pero se puede anticipar una caída importante del PIB. En este sentido, vale la pena echar una mirada a las peores crisis que se han vivido en nuestro país para tener una idea del terreno en el que estamos incursionando.  

Hacia finales de la década de los veinte y principios de los treinta, la actividad económica mundial se desplomó como resultado de la crisis surgida en Estados Unidos, y que más adelante se conocería como la “Gran Depresión”. La caída del mercado bursátil en 1929 impactó al sistema bancario estadounidense, que ante una fuerte corrida de recursos, colapsó por problemas de liquidez. En los siguientes tres años que siguieron al famoso “jueves negro” el 24 de octubre de 1929, cuando la bolsa de Nueva York cayó 13.47%, las condiciones de la actividad económica mundial se deterioraron de manera significativa.

Al finalizar 1932, el comercio internacional se contrajo 66%, la producción mundial cayó 40 y se registró una deflación de 50%. En Estados Unidos, epicentro de la recesión, quebraron alrededor de 110,000 empresas en el periodo 1929-1932 y cerca de 14 millones de personas perdieron su empleo –30% de la población activa– y 30 millones en los países industrializados.

México no se pudo abstraer de esta tendencia de depresión a nivel mundial. En 1929 el PIB cayó 3.6%, en 1930 disminuyó 6.6% y después de un crecimiento de 3.5% en 1931, la economía mexicana se desmoronó 14.9% en 1932, la peor recesión económica registrada en nuestro país.

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Fotografía: Emaze.

A finales de la década de los setenta se presentó un periodo de expansión impulsado por el crecimiento de los países industrializados y el aumento de los precios del petróleo. En los ochenta, México entró en una etapa de aletargamiento; en el periodo 82-89 el crecimiento promedio del PIB fue de sólo 0.5%, por lo que a este lapso se le conoce como “la década perdida”. No fue hasta el periodo 90-94 cuando la economía mexicana recobra la senda del crecimiento, gracias a una serie de cambios estructurales de gran calado que se reflejaron, no sólo en una mayor actividad económica, sino también en el abatimiento de la inflación de niveles superiores a 150% en 1987 a 7% a finales de 1994.

No obstante, la devaluación del peso frente al dólar en diciembre de 1994 ocasionó una fuerte caída del PIB al cierre de 1995 (-6.3%). Este derrumbe fue de tal magnitud que significó un retroceso en el valor del producto de siete años.

En 2008 el mundo enfrentó nuevamente un escenario económico muy complicado, luego de la quiebra de Lehman Brothers en septiembre, lo que desató una crisis económica mundial que se incubó en el sector hipotecario estadounidense y se propagó por el mundo debido al default de bonos que fueron adquiridos en buena parte por bancos europeos. El incremento en la aversión al riesgo a nivel global y la fuerte contracción de la demanda global ocasionaron que el PIB en nuestro país cayera 5.3% en 2009.

Es importante destacar que existe una diferencia muy importante entre la crisis de 1995 y la de 2009. La primera tuvo un origen interno, toda vez que los diferentes acontecimientos políticos que se presentaron en ese año –surgimiento del EZLN, el asesinato de Colosio, etc.– mermaron la confianza de los agentes económicos, mientras que la de 2009 nos vino de afuera.

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Imagen: Vértigo.

Hoy tenemos quizá una crisis “nueva” que podría ser de proporciones mayúsculas, ya que cuenta precisamente con los dos catalizadores, el interno y el externo, lo que significa que estamos entrando en terreno desconocido.

En 2019, la economía mexicana registró una contracción de 0.1% derivada de una serie de medidas que el sector empresarial percibió atentaban contra el estado de derecho, lo que mermó la confianza, paralizó la inversión y condujo incluso a que la empresa S&P recortara la calificación de la deuda soberana de México.

A la desaceleración manifiesta de la actividad económica en México, se sumó en este 2020 la pandemia del coronavirus y la disrupción que causó de las cadenas de suministro a nivel mundial, lo que paralizó la actividad productiva ante la falta de insumos, y la contracción del consumo debido a las medidas de aislamiento que se han tenido que adoptar en todo el mundo.

México enfrenta dos circunstancias que hacen aún más sombrío el escenario económico en este 2020. La caída en los precios del crudo debido a la guerra petrolera entre Arabia Saudita y Rusia, y el recorte a la calificación de la deuda soberana de México y Pemex por parte de las principales agencias calificadoras. Si se llegara a materializar la pérdida del grado de inversión, las consecuencias sobre el peso, la inflación y, en general sobre la economía, serían terribles.

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Imagen: RT.

Ante la atroz coincidencia de malas noticias, la pregunta que todos se hacen es de qué tamaño será la recesión en este 2020. Me temo que la respuesta será muy desagradable toda vez que el escenario descrito se ve aderezado por la falta de un plan económico gubernamental que permita hacer frente a una crisis que se percibe aterradora.

El 26 de marzo la correduría JPMorgan fue la primera institución en prever un severo desplome de la economía mexicana en este 2020 (-7%). De acuerdo con JP, el distanciamiento social, paros en sectores económicos claves y un golpe a los sistemas de salud, sugieren que los riesgos a la baja permanecen.

En días recientes, Santander dio a conocer su estimado para este año, previendo una caída de 6.4%, mientras que Bank of America proyecta que la economía se hunda 8.0%. Es previsible que el resto de los analistas ajusten a la baja sus proyecciones hacia una caída superior a 6% en la medida que se den a conocer los datos de actividad económica del segundo trimestre.

El efecto conjunto sobre la economía mexicana de la falta de inversión, el colapso del consumo y las cadenas de producción, el desplome de los precios del petróleo y la mayor aversión al riesgo por el recorte a la calificación de la deuda soberana, sugieren que la contracción del PIB de México en este 2020 será de 6.7%, la más funesta desde la Gran Depresión.


Manuel Guzmán M. es Vicepresidente de Negocios Estratégicos de Samurái Capital. manuel@samurai.science. Agradezco la valiosa colaboración de Lucero Jiménez de la Universidad de la Américas Puebla. La opinión aquí expresada es responsabilidad del autor.


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