Un nuevo grupo que defiende el derecho a decidir el final de la vida (en inglés estos grupos se conocen como right-to-die societies; en español como asociaciones por el derecho a morir dignamente) se ha formado en el Reino Unido. Su nombre es NINETY PLUS, el cual podría traducirse como “Más de noventa” entendiendo que “noventa” se refiere a los años de edad. El coordinador de este grupo será Michael Irwin, quien ha sido presidente de Dignity in Dying, del Reino Unido, así como de la World Federation of Right to Die Societies y en dos años cumplirá 90 años.
Los antecedentes de esta asociación están en la organización Society for Old Age Rational Suicide, SOARS (Sociedad a favor del suicidio racional en la vejez), fundada también por Irwin en 2009, precisamente el 10 de diciembre, considerado el día de los derechos humanos. Más tarde, la organización cambió a su actual nombre, My Death, My Decision (Mi muerte, mi decisión). Por un lado, este cambio obedeció al interés de ampliar sus objetivos más allá de la “vejez” y, por otro, para no utilizar la palabra “suicidio” que suele evocar una muerte violenta, solitaria, trágica que nada tiene que ver con la que la organización defiende: una muerte racional y elegida, acompañada de asistencia médica para que sea en paz y sin dolor. Aunque esta asociación comprende también el tema de la vejez, tal parece que con NINETY PLUS se quiere volver a atender de manera específica esta condición de vida y buscar que la muerte médicamente asistida sea una opción para personas competentes de 90 años y más que han llegado a una etapa de “vida completa”.
¿Cómo definir una “vida completa”? Desde luego, es algo que toca definir a las personas individualmente y tal definición puede variar enormemente. Cuando se discute si sería válido ayudar a estas personas a morir con el respaldo de un marco legal, se piensa que serían personas mayores de edad, mentalmente competentes que tienen un problema de salud crónico o una combinación de problemas (pérdida de la mobilidad, de la vista, del oído, cansancio, apatía, incontinencia) que les causan un sufrimiento cada vez más insoportable e irreversible, con la pérdida adicional de independencia, dignidad y sentido en sus vidas. Para ellas es preferible morir que seguir viviendo, sobre todo porque temen el futuro que les espera. Desde luego, hay personas padeciendo infinidad de problemas de salud que están agradecidas de estar vivas; evidentemente la “vida completa” no aplica para ellas.
Hay que mencionar que en el Reino Unido no se permite la muerte médicamente asistida (eutanasia o suicidio médicamente asistido) ni siquiera en los casos en que una persona padece una enfermedad terminal (la condición que es requisito en la mayoría de las jurisdicciones que la permiten). En los últimos años ha habido diversos intentos que han fracasado por aprobar una legislación que permita el suicidio médicamente asistido. Éste es un hecho que llama la atención porque uno pensaría en el Reino Unido como una sociedad liberal, más dispuesta a respaldar el derecho de las personas a tomar decisiones sobre su propia vida, incluida la de ponerle fin, y recibir la ayuda médica necesaria para hacerlo en las mejores condiciones. Alguna vez he expresado mi extrañeza por este hecho a personas de nacionalidad británica y me han explicado que en realidad los legisladores y jueces en su país son bastante conservadores. El resultado es una enorme distancia entre lo que la sociedad quiere en relación a la muerte médicamente asistida (según las encuestas, alrededor de un 80% a favor de que se despenalice) y lo que obtiene de su gobierno. Puede ser que las cosas empiecen a ser diferentes a partir del reciente cambio que se ha dado en la posición del Colegio Real de Médicos que por primera vez ha adoptado una posición neutral en el Reino Unido (en lugar de una posición en contra) hacia la muerte médicamente asistida.[1] Terminar la propia vida es una decisión que corresponde tomar a las personas y, por tanto, el que se permita la ayuda para morir es un asunto que compete decidir a la sociedad y no a la profesión médica. Sin embargo, puesto que la participación de los médicos es indispensable, en tanto son los que dan la ayuda (al menos es la forma en que se ha discutido y legislado hasta ahora en todos los países, a excepción de Suiza), la posición de las organizaciones médicas influye en las decisiones políticas sobre el tema.
Desde hace muchos años, se viene discutiendo en Holanda la muerte médicamente asistida en personas con una “vida completa” (este término se ha considerado preferible a los utilizados previamente: “sufriendo por la vida” y “cansados de la vida”). Fue Huib Drion, profesor de derecho y vicepresidente de la Corte Suprema de ese país, quien se ocupó del tema por primera vez en 1991 con la publicación del artículo “El final voluntario de la vida de las personas mayores” en un periódico holandés (NRC Handelsblad). En él reflexionaba sobre el sufrimiento de estas personas y la gran tranquilidad que supondría para muchas de ellas contar con una manera aceptable de despedirse de la vida en el momento que así lo decidieran.[2]
La razón principal porque este tema sigue en discusión, es porque en Holanda los principales criterios legales para ayudar a morir son: 1) que la persona sea competente para poder hacer un pedido voluntario, y 2) que padezca un sufrimiento intolerable causado por una enfermedad o una condición médica. Este segundo criterio no se cumple en las personas con una “vida completa”. Están en una situación muy diferente a la de un paciente que pide ayuda para morir porque sufre de manera intolerable por una enfermedad terminal, por ejemplo.
Ciertamente, los criterios legales en Holanda, igual que en Bélgica, son más abiertos que en otros países y no establecen un tiempo de expectativa de vida, como sí lo hacen el resto de jurisdicciones que permiten alguna forma de muerte médicamente asistida. Por tanto, en estos países se puede ayudar a morir a personas con un sufrimiento intolerable debido a una enfermedad mental o a una enfermedad neurológica con la que las personas podrían vivir muchos años. El problema es que en las personas con una “vida completa” no hay una condición médica que, por sí misma, cause un sufrimiento intolerable. Para solucionar este obstáculo y no abandonar a personas que querrían terminar con su vida (y se verían obligadas a hacerlo por sus propios medios, arriesgándose a tener una muerte violenta y a fallar en el intento), se ha propuesto que en estas personas pueda contar como criterio equivalente al sufrimiento intolerable causado por una condición médica, la pérdida irreversible de la dignidad (que corresponderá establecer, evidentemente, a las propias personas). Por ahora, no se ha establecido legalmente una categoría de “vida completa” que pudiera incluir este criterio, pero sí se ha dado ayuda a personas en esta condición considerando que el criterio legal se cumple al considerar que hay un sufrimiento causado por la suma de diferentes condiciones médicas (ninguna de las cuales sería suficiente por sí misma). En cuanto a la edad, siempre es muy debatible establecer límites, pues al final resultan arbitrarios, pero al mismo tiempo, son necesarios. Desde que habló por primera vez del tema, Drion propuso que la ayuda para morir a causa de una “vida completa” se pudiera recibir a partir de los 75 años y ésta es la edad que se ha seguido considerando. Por su parte, el grupo NINETY PLUS parece proponer que la edad se fije a partir de los 90.
¿Qué pasa con las personas que consideran que tienen una “vida completa”, pero no tienen ningún problema médico? En Holanda (que es el país que ha discutido más ampliamente este tema) no se les puede ayudar. Hay que reconocer que siempre que se establecen criterios legales hay que precisar condiciones y límites, razón por la cual siempre habrá personas que podrían quedar injustamente fuera de la ley; en este caso de una que regula que un médico ayude a una persona a morir. Al no cumplir los criterios legales, las personas que quieren morir se ven obligadas a terminar con su vida sin la ayuda de un médico, razón por la cual, en Holanda, lo mismo que en otros países, algunas asociaciones right-to-die defienden que estas personas puedan tener acceso a medios seguros para poner fin a su vida, por sí mismas, sin dolor, cuando así lo decidan.
Suiza ha manejado la ayuda a las personas con una “vida completa” con más libertad (por esa condición fue a morir el año pasado el científico australiano de 104 años David Goodall). Esto se debe a que en ese país la ayuda al suicidio no está regulada para darse en el contexto de la atención médica como sucede en el resto de países en que se permite alguna forma de muerte médicamente asistida. Lo que sí ha pasado en Suiza es que las organizaciones que ofrecen el suicidio asistido (algunas incluso a extranjeros) deben de seguir ciertos lineamientos que establece el gobierno. Aun cuando no puedan ayudar a suicidarse a cualquier persona, cuentan con los criterios más amplios de todas las regulaciones, lo cual ha permitido que ayuden, no sólo a personas con una “vida completa”, sino a parejas en las que cada una de las personas se encuentran en esa condición y quieren morir juntas. También en Holanda, Oregon y Canadá, se ha dado la situación en que una pareja recibe la muerte médicamente asistida al mismo tiempo, pero no por una “vida completa”, sino porque las dos personas cumplen los criterios legales debido a la enfermedad que padecen.
La esperanza de vida está incrementando gracias a los avances científicos y tecnológicos y a los mejores servicios de salud, lo cual significa que la población está envejeciendo a un ritmo acelerado. En algunos casos, las personas disfrutan de vivir más años, pero en otros, las personas se ven obligadas a vivir en condiciones inaceptables, ante las cuales preferirían que su vida acabe antes y no añadir años a una vida que va a seguir empeorando. Desde esta perspectiva, es comprensible que muchas personas quieran contar con la seguridad de que, si llegan a esa situación, podrán recibir ayuda para morir de manera segura y sin dolor. No debemos olvidar que siempre han existido tradiciones en que se contempla, se acepta y se apoya la decisión de morir de personas de edad avanzada. La película La balada de Narayama (Narayama Bushiko)[3] se centra en una tradición japonesa según la cual, los ancianos que ya no tienen dientes van a morir al monte Narayama. Por su parte, los jainistas en India mantienen un antiguo ritual denominado Santhara que se practica en caso de vejez o enfermedad incurable con el permiso de un líder religioso para ayunar hasta morir.
https://www.youtube.com/watch?v=_xqpMYzjWNs
Como decía John Hardwig en su artículo Going to Meet Death. The Art of Dying in the Early Part of the Twenty-First Century (Encontrarse con la muerte. El arte de morir en la primera parte del siglo XXI),[4] aunque algunas personas temen morir prematuramente, en la actualidad muchas otras temen que su muerte llegue demasiado tarde. Algo debemos hacer para que la vida pueda disfrutarse sin el miedo de quedar atrapado en ella en condiciones marcadas por el sufrimiento o la indignidad.
Sus comentarios respecto a la muerte, para mi manera de pensar, son algo sumamente bello. lastima que un porcentaje muy alto de la sociedad, lo sigue teniendo como un tabú, algo que nadie quiere comentar,no obstante que es lo único seguro que tenemos en la vida.
Gracias Maestra
Súper interesante! Es un tema que a todos nos atañe.