Detrás de cada hondureña, libio, salvadoreño, afgana, maliense, colombiano, sirio, guatemalteca, kosovar o mexicano que emigra hacia Estados Unidos o costas europeas, está su urgencia por dejar atrás la ingobernabilidad e inseguridad en sus países de origen y que amenaza su vida. Si es cierta la premisa de que todos los gobiernos son responsables del éxodo masivo de sus ciudadanos, habría que atribuirles la mayor oleada migratoria de la historia que atestigua este siglo XXI.
Hoy, desde el río Suchiate al mar Mediterráneo, tanto los Estados “expulsores”, los de “acogida” y de asilo de migrantes, evaden los intereses de sus nacionales y dirimen su responsabilidad en la arena mediática y foros políticos. La violencia multifuncional es la constante en Estados fallidos donde la democracia ya ni siquiera es utopía y en regiones enteras cooptadas por las redes trasnacionales delictivas.
Hombres y mujeres huyen de la Libia inviable políticamente, tras la eliminación de Muammar el Khadafi con apoyo de la OTAN; escapan del Triángulo Norte de Centroamérica, donde Guatemala, Honduras y El Salvador son enclave estratégico para la trata de personas, tráfico de drogas y armas. Personas de todas edades escapan de la sequía y falta de alimento en el Cuerno de África, así como del desencanto político en el este europeo y la balcanización de Afganistán y Siria.
Ante la ineptitud e insensibilidad de los políticos, la sociedad civil sale en auxilio de los migrantes. Así ha sucedido con la odisea del buque Aquarius de la ONG francesa SOS Méditerranée, que desde 2006 ha realizado 140 misiones de rescate y salvamento a cientos de inmigrantes de Nigeria, Sudán, Pakistán, Irak, Libia y Afganistán.
La reciente travesía del Aquarius fue epicentro de una crisis política en Europa, tras el rechazo de Malta e Italia a acoger a 629 inmigrantes rescatados ante costas Libia. Ante la situación de emergencia, Valencia (España) recibía a esos olvidados de la tierra (como los llamó Franz Fanon), y les concedía el estatus de refugiados.
Ese peregrinaje del Aquarius y la imposición de la estrategia anti-inmigrante Cero Tolerancia del Gobierno de Donald John Trump, exhiben el hipócrita discurso del mundo industrializado de defensa a los derechos humanos de los migrantes. Estados Unidos ‒la superpotencia militar y económica mundial‒, arrebata los hijos a padres inmigrantes para desanimar a otros a viajar a ese país. Sólo entre el 19 de abril y el 31 de mayo la política de Cero Tolerancia, denunciada como “cruel e inhumana” por abogados y senadores demócratas, ha separado por la fuerza a casi 1,995 menores de 18 años de sus familiares adultos. Esa cifra, que admite el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), es el primer saldo de la xenofobia declarada del Gobierno de Donald John Trump.
Adicionalmente, esa política de Cero Tolerancia impuesta por los “halcones” del gobierno de Donald John Trump contra la inmigración indocumentada, exhibe la perversión de un sistema que se beneficia de la mano de obra barata migrante y, a la par, separa a los menores de sus familias.
Europa ‒la antes llamada ‘humanitaria’ y ‘culta’‒, blinda sus fronteras y paga a terceros países, como Turquía, para alojar temporalmente a los inmigrantes. Las antiguas potencias coloniales y sedes del capitalismo corporativo contemporáneo evaden su responsabilidad en las causas político-económicas del éxodo forzado de millones de personas.
Esa visión, no sólo ha endurecido la tradicional política de asilo, sino que apunta a desvanecerla. Hace más de siete años que la migración cruza transversalmente la agenda política de países opuestos a recibir más inmigrantes, como España, Francia, Italia, Grecia, Alemania, Austria, Hungría, Suecia, Dinamarca y Holanda. Por ello será decisiva la Cumbre de Líderes Europeos del 28 y 29 de junio, que debatirá la modificación al Reglamento de Dublín, sobre el sistema de asilo.
México, importante expulsor global de migrantes y tradicional receptor de los miles de desposeídos centroamericanos, es el país más peligroso en su tránsito hacia Estados Unidos. Así lo evidencia el rastro letal que han dejado en todo el país los impunes homicidas de inmigrantes o el sistemático crimen de género que perpetran agentes migratorios y elementos de seguridad locales contra las migrantes.
Tampoco es válido cerrar los ojos a la articulada práctica de secuestro, extorsiones y discriminación que se inflige a esos inmigrantes en territorio mexicano. De ahí la importancia del compromiso, asumido por el secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, en Ciudad del Vaticano, de firmar a final del año el Pacto Mundial de Naciones Unidas sobre protección de migrantes y refugiados.
El actual juego geopolítico global, anticipa que la migratoria es una crisis que no mejorará sino que cada vez empeorará. Su eventual solución requiere soluciones urgentes y sostenibles, donde los Estados recuperen su razón de ser al garantizar la vida y bienestar de sus habitantes y los países de tránsito y destino de migrantes se comprometan a proteger la dignidad de todas las personas en movimiento. ¿Un reto nada fácil, verdad?
Admirada Nydia Egremy, qué buen artículo. Bien comprensible es que los alcances de esta ONG SOS Meditérranée sean limitados ante el despiadado juego geopolítico. Anoto que las aventuras de colonialismo, división y conquista de las grandes potencias, primero Francia y Gran Bretaña y actual y principalmente Estados Unidos, han causado lo que se ha dado en llamar “blowback” o efecto búmerang. Al intervenir y derrocar régímenes en Centroamérica principalmente para imponer a los gobiernos marioneta que les convienen para la imposición del capitalismo neoliberal, han generado a través de décadas una violencia brutal principalmente en El Salvador, Guatemala y Honduras, esta última nación salvajemente destrozada por el golpe militar de 2009 que llevó a cabo Micheletti pero fue urdido por EEUU bajo el gobierno de Obama con Hillary Clinton como Secretaria de Estado. La verdad fue publicada en español por el boletín del Programa de las Américas y otras publicaciones gracias al internet. Igual postura adoptan las potencias europeas que hoy se niegan a aceptar su responsabilidad con los emigrantes de sus antiguas colonias que prefieren exponerse a un sufrimiento indescriptible con tal de escapar de una pobreza y violencia peores que puede resultar en su muerte y la de sus familias.
Marisol, gracias por su interesante comentario. Encantada de compartir nuestras reflexiones sobre un fenómeno que cruza transversalmente las agendas globales.