Compradores o Ciudadanos: ¡Ése es el dilema!

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Los intereses geopolíticos de un Estado también pasan por proteger los derechos de los consumidores que, también, son sus ciudadanos. ¿Cómo defender el derecho ciudadano a adquirir bienes y servicios de buen precio y buena calidad? ¿Cómo evitar las prácticas abusivas? Parece difícil en esta era de capitalismo corporativo cuando las agroindustrias deciden qué se cultiva, dónde, cuándo sacar al mercado y a qué precio. También lo es, con prestadores de servicios que monopolizan el mercado como aerolíneas, hoteles, restaurantes u hospitales. Y fundamentalmente, tal protección se complica en un Estado débil.

Proteger, informar y ofrecer bienes de buena calidad al consumidor es salvaguardar y respetar los derechos de la ciudadanía. Evitar abusos en las designaciones de las mercancías y adjetivos que no corresponden a la realidad, como: magno, ultra, súper, dietético, light, 0 grasas, contribuirá a formar consumidores más conscientes y responsables.

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No obstante, hoy los ciudadanos adquieren productos y servicios ‒a muy alto precio‒ cuya calidad oscila entre pésima o regular. Pocos saben que los bolillos que expenden tiendas de autoservicio sólo duran seis horas, que no se identifica a los frutos genéticamente modificados y las fechas de caducidad de los alimentos están en sitios inaccesibles de los envases.

Las distribuidoras de agua no garantizan su pureza, las instrucciones de uso son inexistentes o están en idiomas extranjeros; la vida útil promedio de los electrodomésticos es de meses, los “chocolates” ni siquiera tienen cacao y los resultados erróneos en estudios médicos forman la interminable lista de bienes y servicios que defraudan al consumidor.

No siempre fue así. El 22 de diciembre de 1975 salía a la luz en México la Ley Federal de Protección al Consumidor (LFPC), que reconocía como principios la protección de la seguridad, vida y salud del consumidor, el derecho a la información, a reparar daños y acceso a órganos administrativos.

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Hoy que los griegos, mexicanos y centroamericanos adquieren productos cuya vigencia ha vencido, vale remontarse a la historia de un proceso inédito en nuestro país, hace cuatro décadas. Hasta entonces, no existía obligación de informar qué cantidad de mercancía recibía un consumidor a cambio de su compra. Envases y etiquetas no indicaban la extensión del papel sanitario, composición y forma de conservar textiles ni se incluían instructivos en castellano y garantías en electrodomésticos.

En alimentos procesados no figuraba el peso drenado (el producto neto sin el medio de conservación) y muy rara vez se detallaban los ingredientes o la dosis letal (LD) de insecticidas.

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En 1979 la Dirección de Normas de la entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi), lograba una proeza: industriales y prestadores de servicios acataban las normas oficiales para brindar a los consumidores bienes y servicios con calidad garantizada.

A partir de esa fecha y por primera vez en la historia del comercio nacional, todos los productos de consumo inmediato o duradero cumplían con la obligación de informar al consumidor ‒de forma veraz y suficiente‒ su contenido y composición.

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Foto: www.emprendedores.es

¡Por fin! Tal información aparecía en tipografía clara y proporcional al tamaño del envase, resultado de largas y aleccionadoras debates entre Secofi con empresas mexicanas y filiales de trasnacionales que, en principio, rechazaban cumplir los requisitos y, en contraste, acataban sin cortapisas en Estados Unidos, Europa o Canadá.

Pequeñas y medianas empresas expresaban su deseo de cumplir, aunque hacían ver lo precario de su presupuesto y pedían plazos. Se concedió. Y así, alimentos procesados, juguetes, textiles, productos de aseo y electrónicos informaban al consumidor qué eran, qué tenían y qué riesgos había en su uso.  Además, se detallaban los ingredientes en orden porcentual decreciente y en los servicios ofrecidos se explicaban las condiciones y modalidades de los servicios ofrecidos.

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Foto: http://environmentalprofessionalsnetwork.com

Llegarían los Acuerdos de Libre Comercio y con ellos, bienes extranjeros en otros idiomas que los distribuidores sustituyeron con mini-etiquetas que reducen la información a nivel microscópica. Hoy, los consumidores son rehenes de un fenómeno inequitativo y ofensivo al derecho al bienestar, pues para obtener un bien de buena calidad deben pagar altos precios.

Tanto las llamadas “tiendas de conveniencia”, supermercados y mercados, modifican diariamente sus precios al alza; a cambio, ofertan mangos cundidos de antracnosis, uvas importadas con residuos tóxicos prohibidos en su lugar de origen, aguacates que maduran hasta pasados 15 días, manzanas de suculenta apariencia podridas en su interior, productos cárnicos de dudosa frescura y sin etiquetado de hormonas y legumbres con plagas en distintos estadios.

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Foto: Nydia Egremy Pinto.

Hoy, la industria farmacéutica enriquece con productos milagro “anti-vejez”, “anti-cáncer” y “complementos alimenticios” cuya oferta engañosa no controla ninguna institución, tras la desaparición de la antigua Dirección de Alimentos y Medicamentos de la Secretaría de Salud. Esa falta de regulación en la calidad, ha alentado el caos en la denominación de la naturaleza del bien o servicio. Es paradójico que, en Estados Unidos se mantenga la estricta supervisión de la célebre Food and Drug Administration (FDA) en Estados Unidos o de la Red de Centros Europeos del Consumidor (ECC-Net).

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marisol

Maestra Egremy, excelentemente informativo su artículo. Y ahora la Suprema “Corta” de Justicia acaba de rechazar la petición de académicos de la nutrición para que obedezca los intereses de los mexicanos y no de las trasnacionales, y dejó como estaba el deficiente, insuficiente etiquetado de productos al mismo tiempo que Uruguay establece etiquetado de advertencia para bien informar a sus ciudadanos sobre el contenido excesivo de azúcares, grasas y sodio que incluso niños pueden entender. (Información tomada de boletín de El Poder del Consumidor). Amplios sectores que votaron por un cambio el 1o de julio nos instan a esperar a que acabe el sexenio de Peña Nieto, que tengamos paciencia. Una tuitera dice incluso “¡Son 89 años de ratas!” Y yo pienso pues precisamente por eso, no deberíamos tolerar ni un día más en que trasnacionales desde la Bimbo y Coca-Cola hasta Exxon manipulen y paguen a quien bien vigila a sus intereses. Hay personas que recuerdan con nostalgia la felicidad de comerse un gansito, sin constatar el colosal costo que la proliferación de la diabetes inflige a la sociedad mexicana. Gracias!

Franz J Fortuny

Mi comentario es muy sencillo: se le está dando mucha importancia a azúcares, sodio y grasas.

El problema principal que afecta la salud del humano NO ESTÁ en ninguno de esos 3 elementos que se meten entre la comida.

No son sustancias deseable, no es lo que yo incluiría dentro de la nutrición deseable, pero NO SON las causas principales de los problemas de salud y obesidad que estamos viendo en la gente.

La gente desarrolla enfermedades crónicas (diabetes, cánceres, cardiovasculares, Alzheimer’s, osteoporosis, etc.) por el consumo de PROTEÌNA DE ORIGEN ANIMAL, que tiene mucha más metionina de la que toleran muchos organismos humanos (algunos toleran más que otros, según su DNA), además de la sustancia IGF-1, comprobada como correlacionada con con incidencia de cánceres.

La dieta humana debe ser rica en verdes, verduras, todo tipo de nueces, aguacates, calabazas, muchas leguminosas (frijoles, garbanzos, etc.)

Nydia Egremy

Estimada Marisol, gracias por su lectura y comentario. Efectivamente, la información al consumidor hoy es deficiente y confiamos que como ciudadanos logremos revertir esa situación.

marisol

Estimado Dr. / Sr. Fortuny. Bueno, yo he experimentado en carne y familia propias los efectos indeseables tanto de cárnicos como de azúcares mezclados con sodio y grasas.

En mi familia de las dos partes siempre ha habido diabetes, yo la he librado practicando la abstinencia de azúcares. ¿Por qué? Porque en mi caso, y el de numerosos familiares, el azúcar y productos que la contienen en conjunción de grasas, así como los carbohidratos, producen adicción. Ahora que hablamos de la proteína de origen animal, debo contarle la experiencia, de primera mano, de ver a uno de mis tíos paternos morir de diabetes a pesar de que se había vuelto vegetariano. La causa del recrudecimiento de su mal NO fue el haber vuelto a comer cárne: Fue que, dentro de su vegetarianismo, elegía siempre las opciones que contuvieran más azúcares y carbohidratos, así fueran integrales o en forma de miel.

Mi familia paterna procede de Guanajuato (Acámbaro). Ahí, cuando yo iba de chica de vacaciones, no había más que hacer que COMER (casi siempre azúcares, carbohidratos y alcohol, digno de considerarse porque se metaboliza como azúcar) y dormir. Ese lugar es un verdadero laboratorio de observación de la proliferación de la diabetes entre las familias.

Sí considero que la combinación entre las carnes rojas, grasas, sodio y azúcares, es importante factor para la formación de cánceres.

En resumen: yo ya no como carne roja. Ignoro qué nivel de metionina sería perjudicial para mí. Pero a través de mi vida he visto familiares de ambas ramas volverse diabéticos, morir de diabetes, por la afición desmedida a los azúcares y carbohidratos (entre estos últimos toda la llamada “comida chatarra”: papitas, “chicharrones”, charritos, etc. que se permite todavía vender en las escuelas). Igualmente por el alcoholismo.
Saludos y muchas gracias.

Nydia Egremy

Apreciado Franz J. Fortuny; coincido en el sentido de que una buena educación e información contribuyen a mejor salud de los ciudadanos.

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