El estado del malestar

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Desde 2008 el mundo occidental ha manifestado un malestar ciudadano generalizado contra el sistema capitalista vigente. En los países desarrollados esto se inició con las afectaciones inmobiliarias y bancarias que la crisis en sí generó; dando paso a quiebras y niveles de desempleo no vistos desde la gran depresión de 1929. Millones de estadounidenses y europeos vieron perdidas sus viviendas y se enfrentaron con obligaciones crediticias imposibles de cubrir. En los países en desarrollo, como los latinoamericanos, la crisis financiera al haber afectado la producción y el empleo de los países desarrollados generó una caída en el precio de materias primas y el comercio, subiendo el desempleo y abatiendo los ingresos fiscales, además de perpetuar con ello la pobreza a ciudadanos.

La atención de la crisis conllevó a socializar las pérdidas financieras en Estados Unidos y Europa, al salvar a las instituciones financieras, abultando así sustancialmente las deudas públicas. En los países como el nuestro de pronto se descubrió una deuda pública que había venido incrementándose conforme se creyó que la expansión económica y el aumento de la demanda de materias prima era infinita. Hoy, después de la voracidad en el gasto, hay que enfrentar la trampa de la deuda, que se ha obviado con relativo éxito, en tanto se mantengan las tasas de interés a la baja y los bancos centrales de los países ricos sigan inyectando dinero. Si los ingresos crecen menos que las deudas habrá la eventualidad de repudiarlas o no pagarlas; una trampa recién vivida con la crisis inmobiliaria y sufrida en México en 1995.

Deuda.
Ilustración: El País.

El malestar social ha mudado a la esfera política, alentando las promesas de las soluciones fáciles, pero que son irrealizables o más costosas a lo esperado. Ello explicaría el neopopulismo que se ha generalizado en el discurso y acción por doquier, agudizando las carencias sociales e incrementando aún más el desencanto ciudadano, no sin antes polarizar a la sociedad.

Cuando haya que pagar las deudas, en una condición de actividad económica a la baja y altas tasas, como en México, se descubrirá el elefante que se crio y alimentó en la cocina desde antes de la crisis. La única solución es sacar de la cocina al elefante muerto, que fue prohijado desde el capital financiero y el gobierno, alentando la inequidad y la pobreza. La solución para un fin de ciclo es iniciar otro ciclo. Los paliativos sólo elevarán los costos ciudadanos e incrementarán su malestar.

Migrantes.
Fotografía: SWI.

El Estado del malestar sufrido en los pasados 10 años, ha migrado en la identificación original de sus causas. “Los otros, no nosotros, han sido y son los culpables”, pareciera el regreso a solucionar el pasado. Los migrantes que hacen perder el trabajo; los que producen y nos venden ilegalmente desde el extranjero sus productos; los políticamente contrarios que abusaron del gobierno lapidando las arcas públicas y engañándonos; son los culpables de nuestros males pasados, presentes y de los que pronto vendrán.

El adagio al ladrón ha sido siempre una buena estratagema para buscar culpables y crear distracciones. La otredad siempre será la culpable de todos nuestros males. Mientras la domeñamos para resolver la crisis se incrementan las deudas sociales y monetarias, e impávidos comenzamos a ver el tsunami que no escuchamos a tiempo por el clamor de nuestros malestares y la abulia de nuestros desencantos. ¿Mal de muchos, consuelo de tontos? O ¿aviso de nuevos males?

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