Platón no se equivocó cuando postuló que “el orden social es una réplica en gran escala de las personas”. Al entender que el orden social da como resultado el Estado que lo gobierna, podemos observar que éste no solo es un producto que viene de un proceso histórico, sino que deriva de la mente de sus ciudadanos.
En pocas palabras, la suma de las mentes individuales da como resultado la totalidad de las características de la gobernación humana. Por supuesto, todo esto no lo creamos conscientemente, sino desde el inconsciente colectivo. La frase “tenemos el gobierno que merecemos”, es correcta por la realidad que representa. Aunque se usa para enjuiciar al grupo de individuos que creemos -entre otras cosas- decide mal su voto, no participa o no actúa honradamente; es la evidencia de la diferencia entre lo que queremos y lo que creamos.
Es así que la capacidad de poder observarnos para aprender a crear un mejor orden social y, por lo tanto, un mejor gobierno, va a surgir de la evolución que tengamos como una sociedad consciente. Para ello podríamos decir que estamos iniciando apenas el camino, donde poco a poco se suman despertares individuales que van impactando -en algunos casos- a lo colectivo.
Preguntarnos “¿por qué no me gustan mis gobernantes?” y “¿qué tengo que ver con esto?”, es un primer paso para entender nuestro inconsciente. Si lo hacemos en auto-referencia (sin juicio, sin mente, observándome) nos daremos cuenta que somos parte de esa realidad que creamos inconscientemente y que al final no queremos.
La realidad dinámica del día a día que vamos creando desde nuestros paradigmas, nos separa de las posibilidades de evolucionar esa consciencia de forma rápida, y nos va poniendo trabas para seguir aprendiendo en el camino. Como no nos damos el tiempo para observar y aprender, volvemos a vivir la experiencia una y otra vez hasta que la aprendamos conscientemente. Al final, como dirían nuestros mayas, “creer es crear”, el reto es entender por qué y para qué creemos lo que creemos.
Como sociedad podemos observar que cada vez suceden -de forma más cercana- situaciones o accidentes que no nos gustan. Lo importante es cómo reaccionamos a estos sucesos. Nuestra respuesta inconsciente normalmente es entrar a enjuiciar y buscar culpables, y esto sucede porque no queremos sentirnos parte del suceso, aunque lo somos sin saberlo de forma consciente. Todo lo que sucede, lo estamos creando entre todos… ¡Todo!
Por tal razón, si sólo nos quejamos de nuestros gobiernos es un reflejo de una sociedad inconsciente. No estoy hablando de que en colectivo aceptemos todo lo que venga de nuestros gobernantes, sino que podamos observarnos en cada situación que no nos gusta, y de ahí en lugar de “engancharnos” en la guerra de siempre buscar culpables, tomar acciones de lo que queremos como sociedad y hacer nuestro papel de ciudadanos. Es claro que, si decidimos seguir en esa guerra, volveremos a vivir lo mismo una y otra vez.
Es momento de pasar de la participación ciudadana al “engagement ciudadano”. Hay una diferencia clave entre estos dos conceptos y es desde dónde lo hacemos. Si queremos cambiar más rápidamente nuestro orden social es necesario hacerlo desde el “engagement ciudadano” que significa volvernos aliados de acción con los gobiernos actuales para que al no dejarlos solos, el resultado sea desde una plataforma conjunta y con posibilidades de hacerlo de forma consciente bajo metas colectivas que son concretas y reales.
Sabemos que la participación ciudadana hoy es muy baja y por eso existe la posibilidad de que un trabajo de “engagement” se vea más difícil de lograr. La idea es entrar en acción y en conjunto con quienes nos gobiernan. Si los volvemos a dejar solos, simplemente serán parte de la realidad que entre todos inconscientemente estamos creando.
Quejarnos es el arte inconsciente de la comodidad. Actuar es el arma de una evolución consciente para la sociedad. Decidiendo libremente, ¿de qué lado quieres estar?