Las personas estamos acostumbradas a plantear los problemas a partir de su acotamiento espacial. Por ello, lo primero que preguntamos al afrontarlos es: ¿Dónde está el problema?
Esa pregunta denota una clara preocupación por focalizar el espacio o lugar en el cual se produce un conflicto o una situación problemática. Normalmente llamamos a ese focus: “localización”. Por ejemplo, es evidente que una estrategia de seguridad pública, preventiva o represiva de la criminalidad, no puede plantearse en términos abstractos ni ambiguos. No es suficiente con decir que “se atacará el problema por todos los medios a nuestro alcance”, ni que “falta mucho por hacer en el combate a la delincuencia”, menos aún utilizar otras frases similares, como suelen hacerlo muchos políticos y gobernantes en sus pomposos discursos en materia de prevención y seguridad.
Es necesario, por tanto, diseccionar el espacio para definir focos rojos, situaciones de conflicto y lugares donde se producen éstas con mayor frecuencia. Es así como se despliegan mapas del territorio nacional y se colocan señalizaciones o semáforos que definen prioridades y permiten establecer estrategias graduales, alcanzables y ‒aparentemente‒ realistas.
“Deslocalización” de los problemas
Sin embargo, hoy nos enfrentamos a un problema que nos lleva a terrenos de mayor complejidad en cualquier política pública que emprendamos, sea una estrategia de prevención, de control organizacional o de gobernanza. Me refiero a la “deslocalización” de los problemas. La pregunta, ¿dónde está el problema? ya no es posible responderla con meros indicadores espaciales, que permitan tener una “visión estratégica” basada en la distribución de áreas, zonas, sectores o regiones.
Hoy nos enfrentamos a una consecuencia directa de ese fenómeno al que el sociólogo polaco Zygmut Bauman (en su obra La globalización. Consecuencias humanas) llamó “sociedad líquida” o “Estado líquido”. La expresión ha cobrado cada vez mayor fuerza en la medida en que se escapa de nuestro control la “territorialización” como base de cualquier estrategia o política pública.
Volviendo al caso antes mencionado para ilustrar el fenómeno, el de la criminalidad, afirmamos que ésta se comporta ahora de una manera totalmente distinta a la de hace no más de veinte años. Podríamos hablar de una licuefacción del crimen, por cuanto se diluyen los esquemas y los límites a que antes se sujetaban. La criminalidad no respeta límites espaciales, fronterizos ni territoriales, los excede y se monta sobre las vías del “ciber-espacio”, de las transacciones comerciales supranacionales, y de los sistemas de intercambio cada vez más sofisticados.
Licuefacción del crimen
El crimen, dicho en palabras de Bauman, se ha “desmaterializado” en la medida en que las relaciones humanas se han hecho cada vez más líquidas, es decir, más efímeras, más globales o, si se quiere, mucho menos territoriales. Incluso, dice el sociólogo polaco, la nueva extraterritorialidad ha afectado al patrón de comportamiento criminal: “en otros tiempos, el rico exhibido como héroe para la adoración general y patrón de emulación universal era el ‘self made man’, el hombre que al triunfar por su propio esfuerzo constituía el ejemplo vivo de los efectos benéficos de la adhesión estricta y tenaz […] pero esto ya no es así”. Los grandes criminales han desaparecido para dejar el liderazgo a seres anónimos (Anonymous) sin rostro ni sitio localizable. Podrían estar en Nueva York, Argentina, Madrid o en Jutlandia. Da exactamente lo mismo.
Otro tanto sucede con los grandes crímenes, que cada vez resultan más difíciles de detectar, investigar y perseguir debido al carácter líquido y efímero de las relaciones personales e institucionales en el mundo global. El crimen, como dice el mismo Bauman, se ha vuelto “incorpóreo”, carece de sustancia física, existe en el “espacio etéreo”, es literalmente “invisible”.
Baste con señalar, como lo hace el sociólogo polaco, los llamados “delitos empresariales”, que se vuelven inasibles, como lo sería el aire o el agua que intentamos retener con la mano. La materia líquida escurre, se diluye, se evapora. En el “Estado líquido”, “los defraudadores y evasores de impuestos tienen posibilidades de arreglos extrajudiciales infinitamente mayores que los carteristas y ladrones de casas”. Los primeros se escurren de la justicia en el anonimato que les brinda el ciber-espacio o las formas de evasión extraterritorial, mientras que los segundos, tienen la desgracia de permanecer atados al espacio material. Siendo éste el único al que tienen acceso viable las policías del “Estado territorial”, que actúa esencialmente en espacios o lugares como caminos y calles materiales.
Estado líquido vs. Estado territorial
Indudablemente resulta hoy más importante seguir definiendo ciertas coordenadas de “localización” de problemas, emanados del fenómeno criminal, que estar alertas para entrar a ese mundo líquido o invisible de la red, e incluso de los sótanos o inframundo de la red o la nube, donde se dice que son perpetradas terribles atrocidades delictivas sin que “el Estado” pueda alcanzar ni siquiera un soplo del velocísimo ritmo de los poderosos criminales. Redefinir coordenadas es cambiar el paradigma de la criminalidad, de la seguridad ‒pública, interior y nacional‒, así como de la prevención del delito. Tarea sin duda urgente, que a la vista de los honestos ciudadanos parece imposible de lograr.
Una pregunta final, y tú país, ¿en qué tipo de Estado se encuentra?
Estimado señor Requena, Gracias! por su atinadísimo artículo, aunque apoyado en el hasta ahora desconocido para mí pero veo que indispensable trabajo de Zygmut Bauman. Ha dado usted en el clavo: en México el crimen ya no está “localizado”, no está “territorializado”. Está, yo diría, en estado totalmente fluido gracias al uso del ciberespacio como usted lo señala. Me resulta claro que el paso inmediato a dar es exigir a Navarrete Prida y al propio AMLO que acepten este hecho, porque es un HECHO, no una teoría más. Y frente a ese HECHO, el de la conversión del crimen organizado a un estado líquido como el agua que se escurre entre los dedos, exigirles que su estrategia contra el crimen adopte ese mismo estado FLUIDO. Solamente así el Estado estará en condiciones de acopiarse los recursos indispensables para vencer al crimen y dar seguridad auténtica a todos los ciudadanas y ciudadanos. Muchas gracias de nuevo!
Pido mil perdones a la concurrencia por incurrir en el CRASO error de confundir a Alfonso Navarrete Prida con Alfonso Durazo el próximo Srio de la SSP en el nuevo gobierno. Puede haberse debido a la sobrecarga de trabajo de esta obrera de oficina. De cualquier manera, este artículo es indispensable tomarlo en cuenta y utilizar sus conclusiones para el bienestar y la seguridad futuros de México. Gracias!
FELICIDADES !!! Es gratísimo sorprenderme que en nuestro país claro que existen gentes que SABEN DE LO QUE HABLAN. Coincido con su exposición del tema. Ya por lo menos somos más los que queremos otros enfoque del problema. Más los que se acumulen claro está.
FELICIDADES !!! Es gratísimo sorprenderme que en nuestro país claro que existen gentes que SABEN DE LO QUE HABLAN. Coincido con su exposición del tema. Ya por lo menos somos más los que queremos otro enfoque del problema. Más los que se acumulen claro está.