En el ADN de los Estados está su aspiración de proyectar su influencia y poder. Para lograrlo en la muy compleja escena internacional, hoy los estrategas optan por la política suave (que Joseph Nye bautizó como softpower). La Federación de Rusia el país más extenso del planeta, potencia militar y jugador energético global, apuesta a ese poder suave con el futbol para lograr dos objetivos estratégicos. Uno, cambiar la correlación de fuerzas geopolíticas, y dos, situar a Rusia entre los cinco países más desarrollados del mundo.
Al ganar la sede de la XXI Copa Mundial de Fútbol de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), el país euroasiático y las aún superpotencias militares, dejan el ajedrez estratégico por el balompié. Y como observa el analista argentino Roberto Parrotino, ahí la FIFA “funge como un Estado supranacional”.
En este torneo, Rusia proyecta un rostro amable y de potencia emergente sin pretensiones, justo cuando crece la tirantez de Occidente por el conflicto en Siria. Además, cientos de millones de espectadores atrapados en un juego de 90 minutos, significan jugosos ingresos además de absorber y difundir la cultura y modo de vida rusos. Por tanto, hoy el Kremlin, como en su momento hicieron Estados Unidos, Surcorea, Alemania y otros, apela a los malabares de una pelota con diámetro de 22.29 centímetros y peso no mayor de 453 gramos, para conquistar mentes y espíritu de aficionados al soccer.
Con ese torneo, Rusia busca erradicar la hostil narrativa de los últimos meses y Putin se perfila como diplomático y audaz estadista, lo que justifica que por cinco años la revista Forbes mantuviera en el primer sitio en su lista de personas más poderosas del mundo.
“El fútbol es el primer imperio auténticamente global y, a diferencia de otros, se ha ido extendiendo por todo el planeta de manera pacífica y sin necesidad de imponerse”, estima el director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, Pascal Boniface. Y en ello coinciden los 32 países cuyos equipos jugarán en Rusia; ese deporte que trasciende los contextos de guerra como de paz. Así, desde el 14 de junio y por 32 días, introducir el esférico en la zona de gol será objeto del deseo de las piernas, músculos y pensamiento estratégico de los futbolistas de cinco continentes.
A esa contienda llegan Estados Unidos y México, cuya relación pasa momentos difíciles por lances migratorios y comerciales en el contexto de inminente elección presidencial en nuestro país. Por América Latina va Argentina, potencia futbolística que vive intensas protestas antigubernamentales; el otrora gigante del balompié Brasil, hoy en recesión y cuya impugnada clase política no convence al electorado para votar en octubre por un nuevo Ejecutivo. También llega Colombia, rica en biodiversidad y carbón de envidiable ubicación geográfica, que elegirá en segunda vuelta a su presidente. Con ellos van los poderosos atletas de Chile, Costa Rica, Honduras y Uruguay.
Europa aporta la mayor cifra de futbolista a este torneo. Van: el equipo de la Inglaterra del Brexit, de la España que ha cesado a Mariano Rajoy y que hoy gobierna el PSOE (Partido Socialista Obrero Español); así como Italia, que estrena gobierno heterogéneo sui generis (de populistas y conservadores). Con ellos va el equipo de una Alemania poderosa, paradigma del motor industrial europeo, al que sigue el conjunto de Ucrania que vuelve a escena tras su conflicto con Rusia. Los acompañan prestigiados jugadores de Francia, Polonia, República Checa, Dinamarca, Holanda, Polonia y Ucrania.
Sin duda, otro gran atractivo geopolítico en ese torneo es la escuadra de la República Islámica de Irán. Tras el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Nuclear G5+1, la milenaria nación persa enfrenta la reedición de las sanciones en su contra. El fútbol mediterráneo lo representa Argelia, primer país que se independizó de Francia en los años 60 y uno de los más estables del Magreb. Y del dinámico bloque asiático, llegan Surcorea (que ha ganado atractivo internacional tras acercarse con Norcorea, su nación hermana), y el gigante tecnológico-industrial: Japón. Por África, único continente con crecimiento constante en los últimos años, estará el equipo de Nigeria la potencia petrolera y otros ricos recursos además de ser el país más poblado de la región.
También va Ghana, cuyo crecimiento atrae a inversionistas globales. Con ellos va el potente equipo de Camerún, un Estado que pese a su riquísima biodiversidad, pasa apuros para desarrollarse. Complementa el conjunto africano con Costa de Marfil, la potencia mundial productora de cacao que abastece a las fábricas de chocolate de Europa.
A Australia se le espera con curiosidad. Ese enorme estado de Oceanía con tradición de acogida a migrantes ha dado un giro en sus intereses y hoy veta la inmigración al tiempo que apuesta a situarse como primer exportador mundial de armas.
Vemos pues que el uso de eventos deportivos con fines geopolíticos no es nuevo. En los últimos años, los estados que organizaron esa gesta estaban en su cúspide geopolítica (Brasil 2014 y Sudáfrica 2010), a los que hoy se suma Rusia este 2018, todos miembros del bloque BRICS de economías emergentes y prometedores actores del siglo XXI. ¡Por muchos goles, sin autogoles ni penaltis geoestratégicos!
Excelente análisis sobre el mundial en Rusia
Ya me está empezando a gustar el futbol. ¡Qué buen artículo!
Pero USA no clasifico!! Grave error.
Buen análisis, pero no se informó suficientemente sobre los equipos que van al mundial, lo que provoca que sea desviado. No va Estados Unidos, no van Chile, ni Ghana, Camerún, Costa de Marfil o Argelia; en cambio si van Egipto, Túnez, Marruecos, Senegal y Nigeria (que si menciona la autora), y por si fuera poco excluye a México de Latinoamérica (si bien México participa en las eliminatorias con Estados Unidos y Canadá, también lo hace con Centroamérica y el Caribe)
Felicidades, excelente artículo
Como siempre Nydia Egremy presentando una perspectiva interesante de los asuntos cotidianos: el fútbol no puede verse como un simple deporte, es un ejercicio de trascendencia comercial, social y sobre todo política.