Gobernar no es mandar,
por mucha mayoría que se tenga.
Juan Luis Cebrián.
El COVID-19 es un hecho real. No es invento de la imaginación de James Cameron, en su trabajo como escritor-guionista para la creación de El Exterminador, Titanic o Avatar, entre otras.
Por lo pronto, estamos en una situación espasmódica en el que para unos –gobernantes– puede ser poner en riesgo el poder que lo ven como el sueño de mandar bien frente ante un coronavirus que desnuda su dilema de entrar o no en los conflictos inevitables con los electores, sobre todo ante flagelos como la presente pandemia.
Sea como sea, requieren tomar resoluciones. No se pueden quedar en el pensar y vender la falacia que somos inmunes, que basta con tener buenas intenciones y buena vibra; que somos fuertes y buena gente, que podemos contra el “bicho feo” que anda matando gente, parecen frases motivacionales del cine gringo, como las de Tony D´Amato –Al Pacino– en la película “Un domingo cualquiera”, cuando vieron que estaban a punto de perder el campeonato a causa de la terquedad e individualismos de los veteranos del equipo.
Él, motivando a su equipo, les infundió lo importante que es saber hacer bien las cosas, y lo necesario de estar presentes en la misión de cada uno. Les decía que en el campo de futbol se lucha por cada pulgada de terreno. ¡En este equipo, peleamos por esa pulgada! ¡En este equipo, nos hacemos pedazos por esa pulgada! ¡Clavamos las uñas por esa pulgada! Porque sabemos que cuando sumemos todas esas pulgadas haremos la diferencia. ¡Eso hará la diferencia entre ganar o perder! ¡Entre vivir y morir!
Abrirse a las posibilidades de cambiar conductas es fundamental donde reina la terquedad. Si de algo sirven esas palabras de Al Pacino en el personaje del entrenador Tony D´Amato, a propósito de terquedad y de experiencia, es ver lo que está sucediendo en el mundo ante una realidad pandémica de la cual no tenemos ni idea de los resultados finales en este juego por la vida, que no es un juego.
Si hoy con algo contamos en el mundo, y de manera especial en México, es con el privilegio de saber qué ha sucedido y está sucediendo en los países que lamentablemente están sufriendo ya las pérdidas de tantas vidas. Por lo que, tenemos la oportunidad de actuar con responsabilidad y prudencia, no sólo el gobierno federal y estatal, sino todos.
Pero, a propósito de gobiernos, me parece complicado para unos y otros. De izquierda y derecha; de norte y sur. En Asia, Europa, África, Oceanía, América; sin importar donde inició ni dónde tendrá mayor incidencia. Todos van a pasar por el tamiz de la confianza electoral, porque la mayoría han actuado con cierta tardanza perdiendo oportunidades –las pulgadas en el terreno–, eso no les importó al principio.
Jugaron –juegan aún– con los supuestos. ¿Cierto o falso? ¿Qué pensará la gente? ¿Qué va suceder si aceptamos que estamos vulnerados por la realidad? ¿Y si tomamos decisiones drásticas y fallamos? Nos van a mandar a la fregada en las próximas elecciones…
Estamos ante un hecho sin precedentes. No hablo del COVID-19; eso ya lo sabemos, mucho se ha publicado. Lo que no sabemos, porque no lo hemos vivido, es la angustia patética de oler a muerte porque un virus ronda los hogares.
Desconocemos eso, apenas si lo imaginamos por lo que nos llega de afuera. Y me refiero, como un hecho sin precedentes, a tomar la situación tan a la ligera hablando de las vidas humanas.
Y si en efecto tenemos fe, creemos en la fuerza que mueve nuestros corazones altruistas fuertes, grandes y nobles, entonces por qué no actuamos pensando en el futuro verdadero para una vida mejor.
Ya la historia nos ha dicho que sí se pueden saltar obstáculos. Que es mejor tomar decisiones difíciles ahora, para que los daños inevitables sean los menos posibles, aunque pudiera salir averiado el proyecto político personal de algunos, que según mido, es eso lo que en verdad temen. Vulnerar su proyecto personal.
Temen tomar las disposiciones que corresponde porque en su versión del golpe económico que todos recibiremos, también ineludible, aquellos suponen que les puede afectar políticamente, por lo que es preferible garantizar el voto vendiendo el supuesto de paz social –eso creen–, aludiendo que es mejor que hoy la gente esté a salvo en su economía.
Pero les recuerdo, salvo que hagan que los muertos voten –como antes–, pueden estar cavando su fracaso en las próximas elecciones, pues aunque parezca un tantito distante, ya están a la vuelta de la esquina. El pueblo requiere, sí dinero, pero de nada sirve sin seguridad, sin paz y sin salud.
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