Una nueva condición de la vinculación social está emergiendo, la cibersociometría y la autodidaxia cunden a la par que la pandemia COVID-19 y a un ritmo que ya habrían querido los fracasos del boom del dot-com al comienzo del siglo.
Algunos estudios demuestran cómo es que la productividad aumenta hasta en 13% en las actividades de home office, una nueva confianza y ética de las relaciones virtuales está haciendo aparición y su consideración mueve inversiones y genera nuevas oportunidades.
Las ventajas ergonómicas se reflejan directamente en la productividad y el confort de los individuos. Haciendo el trabajo desde casa, crea una mejor atmósfera laboral. Una más eficaz supervisión basada menos en actitudes y más en resultados, está tomando lugar. Desde el punto de vista ergonómico, el diseño más vanguardista de oficinas no puede compararse con el espacio diseñado, ajustado y concebido por el propio individuo que es en casa un especialista en el uso del espacio.
Algunos problemas ligados al ambiente laboral simplemente no tienen cabida en el ejercicio del teletrabajo –abusos sexuales, agresiones, discriminación, etc.–. Los fenómenos concomitantes telepresencia y teleacción son una función de la conectividad, por lo que en este sentido puede haber diferencia en el sistema de supervisión y de trabajo en equipo, pero no en la productividad general como lo demuestran diversos estudios.
La telepresencia, teleacción o presencia a distancia, es decir, la presencia vicaria y acción presente de cosas ausentes, la representación por el producto del trabajo materializado, por una parte, o de la instrucción expresada por medios mecánicos o electrónicos, son consecuencia lógica de la nueva condición productiva. Dos condiciones nuevas aparecen, las materiales e impersonales de supervisión y performance, y las inmateriales, como la percepción y los estados anímicos.
El mayor riesgo de empleabilidad se presenta para los funcionarios de nivel medio. Los llamados gerentes o supervisores cuya función tiende con el teletrabajo a desaparecer, los altos mandos y los trabajadores de menor rango están obligados a producir, los primeros porque un componente importante de su ingreso está en la productividad, ligada está al performance en las ventas, y los segundos porque su pendular se juega entre tener y no tener trabajo.
Uno de los problemas, sin embargo, que se perciben en el trabajo domiciliado sobre todo en países del primer mundo, es el relativo a la falta de socialización de las personas, “me siento solo(a)” es una referencia si no generalizada, sí recurrida. En todo lugar el hacinamiento puede ser también un problema, “no tengo espacio para trabajar”, “hay mucho ruido-ambiente”.
Sin embargo, la relativamente nueva condición que aparece con el aumento y la confiabilidad en las redes y en la calidad de las conexiones, implica también nuevas conductas. Trabajar a distancia permite distanciarse del lugar de trabajo y encontrar mejores condiciones de hábitat.
Por otra parte, los sistemas de conectividad, la calidad de la óptica, los estudios ergonómicos están siendo integrados por compañías especializadas en la provisión de servicios. Estos ejercicios están dando resultados y creciendo exponencialmente en todo el mundo.
La reciente reunión extraordinaria del G-20 fue llevada a cabo en una de estas plataformas y funcionó muy bien logrando que los Jefes de Estado se sintieran más a gusto con su uso que en los constreñidos espacios oficiales, e híper-mediados de los centros de conferencias, u hoteles en donde por lo general se llevan a cabo. Al término de esta pandemia –porque debe tener un fin– el mundo tecnológico habrá dado un giro importante, orientándose ahora paralelamente a las comunicaciones interpersonales para favorecer las grupales. Esto está muy caliente; durante el fin de semana he recibido varios mensajes de advertencia con relación a las fragilidades en seguridad de la plataforma Zoom, por ejemplo, que he estado utilizando para algunas de mis comunicaciones de trabajo y alternándola con Avaya Spaces, que siendo más robusta para presentaciones, es todavía menos amigable para las conversaciones que no requieren la constante consulta a documentos, archivos o imágenes.
Esto sugiere que hay paralelamente al uso de las plataformas, una guerra industrial desatada, voraz a veces en la industria y que algunas apps serán nulificadas o compradas por terceros más robustos y ágiles. Nada sorprendente en un mercado canibalizado y dominado por los grandes productores que están atentos siempre a la orientación de los mercados.
Otra de las tendencias mayores que hemos resentido en este período sui generis que acusa, entre otras cosas, la fragilidad biológica de la especie, es la tendencia a la autodidaxia. Durante mucho tiempo la educación, muy importante, había sido dejada en manos primero del clero y otras instituciones religiosas como la yeshiva o la madrassa, luego del Estado y más tarde de la industria privada que ha sabido desarrollar enormes consorcios y franquicias. Hoy, sin embargo, las personas están tomando en sus manos su formación y al hacerlo descubren su valor, se sorprenden de su potencial abriéndose a un nuevo mercado laboral. Los educandos están reconociendo que son la punta sumatoria de las fuerzas que animan sus vectores individuales, asumiendo con sorpresa a veces su diferenciación y las posibilidades que ésta les ofrece.
Así, vemos proliferar los cursos en línea, las charlas cortas como las que está proponiendo Air B&B sobre los más diversos temas, las que ofrecen individuos o consorcios como Khan o como Tedd, o más estructuradas didácticamente como las sugeridas por The Big Canvas. Así las cosas, veremos también después de la pandemia una fuerte tendencia a la autodidaxia, a la autoformación, las escuelas estarán más orientadas a la provisión de mecanismos de amalgamamiento del conocimiento decidido por los individuos, la educación será la forma y no el contenido del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La empleabilidad de las personas está pasando así por un proceso de autogestión a partir de la autoevaluación. En este período se ha acentuado la conciencia de los aprendizajes realmente adquiridos, bien cimentados y sobre todo el reconocimiento de las propias capacidades e intereses. Paralelamente a la conciencia de identidad, que ya hemos discutido en otros artículos, está la conciencia de las capacidades reales de las personas, ligada a una mejor percepción de las destrezas específicas que los sistemas tradicionales de evaluación y sanción de la educación tienen dificultad para reconocer.
La educación digital se hace esencial para la puesta en valor de las propias capacidades y para el acceso a la formación continua, la teleacción y las oportunidades. Hay un nicho importante entre el coding y los usos que no están siendo debidamente atacados, y que parte de la necesidad de proveer respuestas tangibles a problemas reales a partir de las propias capacidades de navegación en el ciberespacio.
En lo sucesivo hay un nuevo código cibernético de los valores, “ciber-honor”, es honrar los compromisos del espacio virtual de la misma forma que se honran los compromisos del mundo analógico. Hay aquí menos pretextos, “temprano es a tiempo, a tiempo es tarde”. Hay un costo temporal de la puesta en plataforma que debe ser considerado y que es menos propenso al accidente del tráfico de vehículos y los transportes públicos. La palabra empeñada en el ciberespacio es también palabra de honor.
Quizá las plataformas digitales sirvan particularmente a la cultura mexicana de negocios tan proclive a la procrastinación que hace perder recursos económicos y temporales. Decir no es tan apreciado como decir sí. Ambas condiciones implican un involucramiento de las personas y en ambos casos la relación personal debe quedar inafectada. Business as usual y tan amigos como siempre.
Está emergiendo una nueva sociometría donde el terreno se ha emparejado, en la red son menos eficaces las miradas inquisidoras y más recurridos los métodos productivos y objetivos; menos jerarquía y más eficacia parece ser la regla. Esto deberá beneficiar en gran medida a nuestro país tan proclive al boato, a la cursilería jerarquizante, heredada de épocas coloniales, ahora el “mande usted”está siendo remplazado por fórmulas menos entreguistas e igualmente respetuosas de la persona. Una cibersociometría vinculada al carisma y al conocimiento, a la solidez ética y moral aparece así, imponiéndose a las pirámides de autoridad.
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