El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no sabe que ya se acabó la fiesta y por lo tanto, se comporta como el amigo enfiestado que no se quiere ir y que, mientras tumba algunos tragos, discute y pelea con los que se quedaron hasta el final. Seguro va a dejar una huella que todos recordarán, aunque el próximo día él no pueda refrescar su memoria.
Se va a levantar preguntándose: ¿Qué hice ayer para sentirme así? ¿Por qué no me acuerdo de nada? ¿A caso hice alguna locura? ¿Trate mal al alguien en la fiesta? Y después de algunos minutos se dará cuenta de que lo sacaron del grupo de WhatsApp.
Cuando vas en la vida pisando a los demás para lograr tu ambición, no puedes dejar huella más que encima del zapato del otro. Lo más interesante de la vida de Trump aún no lo ha vivido. Él está en el umbral de un cambio que le afectará mentalmente y no será sencillo darse cuenta por el ego que se ha apoderado de él. Un par de aspirinas no serán la solución a la cruda que le puede durar un largo tiempo.
Así como aquel día en que Obama, cuando era presidente, lo puso en ridículo frente a los empresarios en un evento público y sembró la semilla que hizo que Donald Trump llegara a la presidencia, habrá un día muy cercano que lo regresará a aquella silla lejos de ser el hombre con el poder que llegó a tener.
La fiesta tuvo un inicio y un fin y el vivirá su cruda de acuerdo a los tragos que decidió tomar y a las acciones que realizó de forma inconsciente. Podrá recordar lo que hizo mal en el momento en que aparezcan las respuestas en esta nueva realidad, y darse cuenta del nivel de daño que causó su festejo inconsciente.
El ser humano ha demostrado que el poder lo hace ciego y lo aleja de la realidad que le rodea. En lugar de evolucionar a un súper humano se convierte en un súper ego. Lo primero que desecha el ego cuando se cree poderoso es la pureza del ser que vive sin ambiciones ni separación de los demás. Pierde la consciencia de poder sentirse unido y ser parte de un juego universal que no tiene fin y se encierra en su propia fiesta buscando la felicidad en donde no la hay.
Trump tendrá siempre dos opciones. Podrá decidir seguir en su fiesta inconsciente o aprender de su “mala copa” para regalarse una nueva forma de participar en este planeta, más allá desde el ego. Se podrá dar cuenta de que engañar a otros y autoengañarse no dura para siempre. Como diría Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todas las personas alguna vez y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo”.
La cruda de Trump no sólo será para Trump, sino para todos los que vivimos esta era. Un gran aprendizaje que nos mostró que vivimos separados sin darnos cuenta. Esa separación del ego por creer que la fiesta era su fiesta y no darse cuenta de que estaba como invitado es un gran regalo que todos tenemos la oportunidad de recibir para observarnos.
Es momento de darnos cuenta de que la separación que vivimos es la peor cruda que nos trae el ego. Esta polarización social que existe en México está siendo creada desde este prisma que no nos permite ver que vamos en el mismo barco, y que dividirlo en dos seguramente provocará que se hunda. Es claro que se requieren nuevos liderazgos que cambien el paradigma para no terminar en una cruda que nos lleve a un peor escenario del que hoy estamos viviendo.
Cada uno tendremos que decidir cómo participar de la fiesta de la vida. Lo hacemos de forma consciente como invitados siendo parte y fluyendo o inconsciente separados de todo. Dicen por ahí que la fiesta debe continuar, pero la pregunta es, ¿cómo queremos amanecer el día siguiente?
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