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García Luna: ¿policía o delincuente?

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Manuel Payno (1810-1894) escritor y político mexicano, autor de la novela Los Bandidos de Río Frío, que en mis lejanos años de preparatoria me hizo leer mi maestro de literatura (la obra consta de 900 páginas) narra, entre otras cosas, los episodios de una banda de asaltantes a viajeros que operaba entre el puerto de Veracruz y la hoy Ciudad de México, y era considerado como un grave problema de inseguridad que vivía la sociedad del siglo XIX. Lo trascendente en este caso es que los policías, cuando no eran bandidos, pertenecían a los mismos cuerpos de seguridad o ambas cosas a la vez.

Este antecedente literario me lleva al caso del exjefe policiaco Genaro García Luna, que ascendió desde empleado del CISEN –al que ingresó a los veintiún años de edad–, y se encumbró a los puestos de mayor relevancia durante los gobiernos panistas de los presidentes Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa; y que justamente el diez de este mes fue aprehendido en el suburbio de Dallas, Grapevine, Texas, bajo los cargos de perjurio –en México es el delito de falsedad en declaraciones ante la autoridad– y tráfico de drogas, que se desprenden de las declaraciones de testigos en el caso de Joaquín Guzmán, alias “El Chapo”, a quien se juzgó en un tribunal de Brooklyn del estado de Nueva York.

La detención de García Luna ha sacudido los altos círculos de la política y a los medios de comunicación; solamente fue neutralizada de manera parcial porque el día citado a juicio se celebró en Palacio Nacional, con bombo y platillo, la aprobación del T-MEC con sus agregados o sus adendum, motivo de otro debate nacional.

genaro y calderon
Fotografía: Nación321.

El tema ha encendido los focos rojos en la escena nacional porque la actuación alto exjefe de seguridad ha ligado a tres expresidentes, aunque se pone el mayor acento en Calderón Hinojosa, quien se apresuró a declarar que él desconocía las actividades de su subalterno y pide se le aplique todo el rigor de la ley, lo que lo pone en mayúsculo predicamento, pues era público y notorio que sus actos eran hartamente criticados y conocidos. Hoy, aquellos rumores se han vuelto realidad, aunque exista a favor del acusado la presunción de inocencia hasta que se le prueben sus ligas con el cartel de Sinaloa y otros delincuentes.

Las conjeturas han desatado una tormenta política y mediática. García Luna fue, en su tiempo, funcionario consentido del gobierno de los Estados Unidos de América. En esto, hay que considerar que tanto en México como en Estados Unidos los gobiernos han cambiado. Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, cada uno con sus propios estilos de gobernar, marcaron la diferencia. No falta entre la comentocracia, quienes atribuyen una venganza contra Calderón Hinojosa, que en 2006 se le atribuyó haber llegado a la presidencia de México, mediante fraude electoral y que AMLO consideró como un robo. ¿Ni perdón ni olvido?

Arquitecto (aunque en realidad sea ingeniero egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana), de la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, García Luna junto con Calderón Hinojosa, hicieron salir inconstitucionalmente de los cuarteles al ejército para combatirlos y provocó la sangrienta guerra que perdura hasta nuestros días. Últimas noticias del imperio yanqui, informan que en su comparecencia ante el juez texano que conoce del asunto, se vio a un García Luna, muy nervioso y modesto –aunque vestía un suéter de marca–, y a pesar de que se le afama como un individuo que siempre demostró gran seguridad, aún en el momento que el diputado federal, Gerardo Fernández Noroña, lo calificó como cobarde, asesino y cómplice del “Chapo” Guzmán en las comparecencias en la Cámara de Diputados, nadie lo tomó en cuenta.

Manuel Payno tenía razón. Policía o delincuente, en este caso, puede ser semejante.