condición humana

La felicidad y el sentido de la vida

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La especialización de esta época, si bien ha llevado a un conocimiento y desarrollo nunca antes imaginado, también ha fragmentado el entendimiento de la realidad y de la persona misma con consecuencias concretas en todos los aspectos de la existencia.

La realidad se interpreta de forma aislada y la comprensión personal se entiende frecuentemente sin considerar las múltiples causas internas y externas que influyen en la vida diaria, o se hace exclusivamente cuando el equilibrio se rompe.

En este sentido, toda realidad humana, tanto física como psicológica, y/o espiritual, tiende hacia un mismo objetivo: la felicidad. Felicidad que se enmarca entre las grandes preguntas acerca del origen, sentido y finalidad de la existencia y que se desarrolla en tres irrenunciables tipos de relación: horizontal –con todo lo creado: personas, animales, plantas, cosas, etcétera–; vertical –con la trascendencia, que para los practicantes y creyentes de cualquier religión se entiende como Dios–; y hacia sí mismo –con la propia identidad–. 

Las tres dimensiones de la vida humana y los tres tipos de relación son igualmente importantes, se encuentran íntimamente relacionados y son corresponsables del estado particular y comunitario de cada uno de ellos. En efecto, la interrelación de la realidad integral de la persona, aunada a la naturaleza de su relacionalidad en las tres dimensiones son responsables de la calidad de vida y felicidad que experimenta.

barca de la felicidad
Ilustración: El Mundo.

Para el ser humano la felicidad es un aspecto fundamental en su existencia, por ello pasa la vida buscándola; sin embargo, usualmente la confunde con actividades agradables, relaciones afectivas, diversiones temporales, adquisición de objetos, momentos de compañía, metas a cumplir, estabilidad económica, placeres diversos, etcétera; desde luego, todo lo anterior es importante y genera cierto nivel de satisfacción, pero es insuficiente para lograr una felicidad profunda y duradera.

La felicidad no es un objetivo, es una actitud frente a la vida; es una capacidad a desarrollar que sostiene el gusto por vivir, contribuye a mantener la esperanza en momentos difíciles y, como vimos arriba, íntimamente relacionada por las tres grandes preguntas existenciales.

Para algunas personas, las preguntas por el origen y la finalidad de la existencia pueden carecer de importancia o les son suficientes los argumentos que recibieron en algún momento de su vida; para otras, son cuestiones altamente significativas, razón por la cual se viven de acuerdo a lo recibido o buscan explicaciones que les parezcan más lógicas a sus propios entendimientos. El sentido, en cambio, es mayormente significativo porque siempre acompaña la existencia independientemente de la reflexión e intención que acompañe su dirección.

Es decir, el sentido se vive durante toda vida, pero esto no significa que de suyo sea producto de una elección razonada y libre. De aquí la importancia de hacerlo consciente, autónomo e intencional para poder re-direccionarlo cuando la situación así lo amerite.

Sentido consciente

Para darse cuenta en dónde se está, para reconocer las circunstancias internas y externas que afectan la existencia en ese momento, para distinguir lo permanente de lo eventual, lo fundamental de lo efímero, lo propio de lo ajeno y lo inalterable de lo modificable, para elegir la dirección que se desea tomar en la vida o la actitud con la cual enfrentar la situación que se vive; en síntesis, para aplicar la oración de la serenidad tan repetida en reuniones de grupos de autoayuda: Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia.

sabotaje a la felicidad
Ilustración: Pinterest.

Sentido autónomo

Porque las consecuencias de la dirección tomada las experimenta la persona misma y son su responsabilidad; porque la autorregulación da libertad, sensación de autodominio y empoderamiento de la identidad.

Sentido intencional

Para encabezar la propia existencia en medio de la complejidad y dirigirla por senderos dignos y acordes con la persona.

La vida es compleja, con múltiples variables que interactúan simultáneamente, inesperada por más que se trate de prever, frecuentemente incierta, inevitablemente mudable e inexorablemente finita y, a pesar de ello, o precisamente por ello, impulsa a seguir existiendo porque la profundidad y la duración de la felicidad es posible en la medida que se acepta la realidad como es. Se busca integrar las tres dimensiones de la persona y se trabaja en la capacidad de establecer vínculos inteligentes, amorosos y sanos con todo y con todos.


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