crónica

La nevada sin fin

Lectura: 4 minutos

Cuando empiezo a escribir este artículo, ya han pasado 10 días desde que comenzara a nevar en Madrid. El primer aviso llegó el jueves 7 de enero al mediodía. Aquel día la nieve no llegó a cuajar. El viernes por la tarde y casi todo el sábado la historia fue completamente distinta. La nieve alcanzó hasta medio metro de altura, dejando la ciudad intransitable para automóviles. Varios autobuses y coches particulares se quedaron varados en las principales vías de la ciudad como, por ejemplo, la M-30 que viene a ser el periférico local. Además, muchos árboles de hoja perenne cayeron por el peso de la nieve o, al menos, perdieron varias de sus ramas, haciendo que transitar las calles en los siguientes días, se convirtiera en una labor de riesgo. Era tanta la nieve que hubo techos que se desplomaron o perdieron sus canalones. Algunos conductores tuvieron que esperar hasta 16 horas para poder llegar a sus casas. Aquellos días se pudo ver a esquiadores recorriendo esas avenidas como si estuvieran en los Alpes. Una imagen que dudo volver a contemplar en mi vida. Posteriormente, esa nieve se convirtió en hielo.  

A partir de ahí, las autoridades y los ciudadanos han buscado quitar la nieve y las ramas caídas y retomar la normalidad en la ciudad. Por fortuna, todos los días ha lucido un sol espléndido, aunque las bajas temperaturas han impedido un mayor deshielo. Poco a poco se han vuelto a hacer transitables las principales vías de la ciudad, así como sus aceras. Sin embargo, al día de hoy son varias las calles que se mantienen cubiertas por un manto blanco. Amén del peligro que conlleva para los peatones y la imposibilidad de sacar el coche del garaje, este obstáculo deslizante conlleva otro problema de salud pública: la imposibilidad de recoger la basura.

Nieve en Madrid
Imagen: El País.

De esta forma, los contenedores se han convertido en montañas de bolsas de basura. Además, los primeros días ir al hospital era una auténtica odisea tanto para enfermos como para médicos. Por otra parte, los niños que tenían que volver a clase el 11 de enero, se han tenido que quedar en casa, lo que conlleva que al menos uno de los progenitores tenga la obligación legal de quedarse con él. Afortunadamente, en estos tiempos de pandemia se ha popularizado el teletrabajo o home office y hay mucha comprensión por parte de los patronos. Sin embargo, es un hecho, no todo el mundo puede realizar sus labores desde el hogar, lo cual es otro problema añadido.

Ante el caos ocasionado por el fenómeno atmosférico, se ha producido una competencia por parte de nuestros mandatarios, por ver cuál decía la mayor absurdidad. El alcalde de Madrid, el popular Martínez Almeida, dijo que ninguna ciudad estaba preparada para una nevada de esta categoría. Entonces, él pensará que en Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca e Islandia nadie trabaja durante el invierno y se quedan confinados en sus domicilios. El Ministro de Transportes, el socialista José Luis Ábalos, dio como única explicación que no esperaban un temporal tan fuerte. Me pregunto qué esperaba entonces el Ministro: ¿El autobús? Finalmente, la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, quien cree que la mejor defensa es siempre un buen ataque, acusó a los meteorólogos de no haber avisado de la precipitación. Lo cierto es que una semana antes del fenómeno atmosférico, ya sabíamos que iba a caer una nevada histórica.         

Nieve en Madrid
Imagen: OK Diario.

Como decía al principio de este artículo, han pasado 10 días desde que comenzó a nevar y los niños aún no han regresado a clase, la basura se sigue amontonando y muchas calles siguen tomadas por el hielo. Es cierto. Esta ciudad no está preparada para una nevada de estas proporciones y sería absurdo que se hiciese acopio de muchas máquinas quitanieves para una situación que se presenta cada cincuenta o cien años.  Sin embargo, el problema no radica en la ausencia de medios, sino en la falta de previsión por parte de los dirigentes. Dicho sea de paso, sospecho que este problema es más universal de lo que se pudiera creer a simple vista. A principios de año, cuando veíamos  cómo Italia se convertía en el principal foco de la enfermedad, el gobierno permitió el desplazamiento de aficionados del Valencia a Milán que, por aquellos días, era el lugar más castigado de Europa por la pandemia. Además, se siguieron permitiendo todo tipo de eventos deportivos y culturales, así como manifestaciones, y el transporte público continuaba atestándose un día sí y otro también. El resultado ya lo sabemos.

El problema, independientemente de lo contagioso de la enfermedad o de lo tupido de la nevada, pareciera ser la total falta de previsión por parte de los mandatarios. La impresión que uno saca de sus procederes es que esperan a que se presente el problema para reaccionar. Y claro, a esas alturas, el problema se ha multiplicado de tal manera que su solución requiere de medidas drásticas y de mucho tiempo. En el caso que nos ocupa, unas dos semanas, si los meteorólogos vuelven a acertar, y llueve a media semana.

Me despido desde estas gélidas tierras, esperando no tener que hablar en mi próximo artículo de una inundación fruto de las cuantiosas lluvias y de la inoperancia de nuestros responsables políticos.   


También te puede interesar: El loco imaginario.

Prólogo de Las crónicas del coronavirus

Lectura: 4 minutos

No llevábamos ni una semana de estado de alarma, cuando Miguel Ángel de Rus nos propuso a algunos autores de Ediciones Irreverentes publicar en el blog de Sexto Continente relatos sobre el coronavirus. En poco tiempo, dos docenas de autores habíamos entregado nuestros cuentos, que fueron leídos por más de mil personas. Tan buenos resultados alentaron a Miguel Ángel a publicar nuestras obras en un libro en papel titulado Los relatos del coronavirus, aparecido en julio pasado.

A partir de ahí, me surgió la idea de escribir breves crónicas acerca de la evolución de la enfermedad en Madrid y empecé a mandar a mis amigos mis textos a razón de uno cada dos días. Sin embargo, llegué a la conclusión de que mi visión de los hechos era tan sólo una diminuta ventana acerca de esta tragedia que, por primera vez en la historia de la humanidad, detuvo al mundo entero al mismo tiempo; algo que no consiguieron ni la peste bubónica del siglo XIV ni la mal llamada gripe española hace 100 años.

Al tratarse de una enfermedad global, se requería de una visión lo más universal posible. Las crónicas del coronavirus reúne a 12 autores de seis países y tres continentes. Este libro arranca en la zona cero del coronavirus: China. Daniel Rodríguez nos habla de sus experiencias como extranjero en una China que, a principios de siglo, parecía estar en un proceso aperturista y, en la actualidad, cada día se muestra más autoritaria y xenófoba. En ese contexto, el coronavirus viene a ser un pretexto para reforzar la represión y el odio a los extranjeros. Desde Seúl, el profesor de la Universidad de Kyung Hee, Soo-hyun Hwang refiere las dificultades que conlleva compartir 60m² con 3 hijos y una esposa, al grado de obligarlo, ocasionalmente, a huir a su despacho en una facultad vacía o regodearse con un partido de béisbol.

coronavirus libro

Una de las primeras personas en compartir voluntariamente sus escritos sobre la materia, fue el doctor Manuel Cortés Blanco, epidemiólogo para más señas. Desde León, España, él nos habla de su agotador enfrentamiento diario contra la enfermedad, al mismo tiempo que busca entretener y explicar la situación a sus hijos. Sinceramente, no sé de dónde saca tanta energía para compaginar sus labores como médico y escritor. Por su parte, Pascal Buniet describe desde Tenerife cómo será la nueva normalidad; enmascarada, incompleta. Con unos ojos y el pelo como toda visión de los otros seres humanos. Al mismo tiempo, nos recomienda que, a pesar de todas las desgracias y el confinamiento, no dejemos de vivir nuestras vidas.

Desde Francia, el filósofo José Amezcua Bravo nos invita a reflexionar acerca de nuestra responsabilidad en el contagio de la enfermedad y de cuán libre somos o creemos serlo. Por su parte, también desde Francia, Cyril Jouhannet expone, en un diálogo entre dos ambiguos interlocutores, las consecuencias del proceder egoísta del ser humano en esta y otras crisis. No aprendemos.

Roberto Víctor Luna nos invita a contemplar Iztacalco, un barrio del Oriente de la Ciudad de México, desde la azotehuela de su departamento, al tiempo que hace un recorrido a través de la historia de su barrio. La psicología chilanga aplicada al coronavirus también está presente en su texto que tiene la facultad de hacernos agua la boca con sus recomendaciones gastronómicas. En contraposición, Susana Corcuera describe con gran maestría la vida en la lejana población rural de Estipac, donde el trabajo nunca se para, especialmente si la zafra está lista para ser cortada. Por su parte, el poeta sudcaliforniano Rubén Rivera Calderón nos habla de los tropiezos en un barco lleno de fantasmas que resulta ser su propia casa, situada en La Paz, capital del estado de Baja California Sur.

miedo al covid
Imagen: Pinterest.

También está presente en esta antología otro escritor que ha combatido en primera línea la epidemia, desde otra trinchera diferente a la médica. Desde Nueva York, Fernando Morote nos habla de su labor desinfectando edificios en una de las ciudades más castigadas del mundo por el coronavirus, especialmente cruel con los latinoamericanos y los afroamericanos. Pese a su heroicidad, nadie le aplaude, sino que, por el contrario, lo miran con recelo.

Por último, Jorge Majfud expone su visión de los hechos a través de un original relato, narrado por un personaje de inquietante oficio. Al mismo tiempo nos habla del asesinato de George Floyd y su incidencia en la salud mental de Donald Trump.

Como pueden ver, hemos seguido aproximadamente el recorrido cronológico de la enfermedad. Cada uno de los autores ha aportado su visión acerca de la evolución de la epidemia en su respectivo país de residencia, así como la forma en que este virus les ha afectado en su vida cotidiana. No obstante, han conseguido dejar atrás los elementos que vemos a diario en las noticias (número de enfermos y muertos, medidas a tomar, avances en la búsqueda de la vacuna, etc.), para aportar una visión caleidoscópica acerca de la tragedia más importante que hemos vivido en décadas como especie. Espero que los lectores disfruten tanto de su lectura como yo compilando los textos.


También te puede interesar: La Tierra y el humano.

La mordaz crónica de Carlos León

Lectura: 4 minutos

El 17 de abril me percaté que el periodista capitalino, Carlos León, hubiera cumplido 110 años –y que se nos adelantó en el paseíllo de la vida en 1981–, entonces me pareció oportuno recordar a una de las plumas privilegiadas de la crónica taurina. Como buen escritor, incursionó en diferentes giros literarios. Fue epigramista, guionista de cine y autor de diálogos en las películas de Mario Moreno “Cantinflas”, entre otras, “El Padrecito”.

Hoy por la extensión de sus crónicas, los días de corridas, tal vez sería imposible que le cedieran el espacio en los diarios, como el que ocupaba desde su fundación en el diario Novedades, haciendo crónica primero en el Toreo de la Condesa –hoy El Palacio de Hierro Durango–, ocupando un lugar en el palco de Maximino Ávila Camacho –hermano del presidente Manuel–, y  posteriormente en La México, así como ocasionalmente en Cuatro Caminos –hoy terminal del Metro–, destacando por su elegancia al vestir, inefable bigote, nariz aguileña y mirada gélida.

De profesión fue abogado, pero nunca ejerció. Fue caricaturista en El Universal y con algunos más y otro gran caricaturista, Ernesto “Chango” García Cabral, fundó la revista “Don Timorato”. Tradujo obras de teatro y escribió el guion “Yo Colón” en 1953, que por mucho tiempo presentó “Cantinflas” en el Teatro Insurgentes.

La que fuera esposa de Justino Compéan, Hilda O’Farril, socia en su tiempo del Novedades, leí que lo describía como “implacable en sus escritos”. Su crónica semanal, “Cartas boca arriba”, tenía la característica de dirigirse a alguna persona y por ahí creo que aprovechaba para tener listo mucho del contenido, e iba tramando la crónica después de la corrida, con gran chispa y conocimiento, no sólo en el tema taurino, sino en el político y social, con su colaboración dominical “Titirimundi”.

Fueron públicos sus diferencias con Carlos Arruza, Manuel Benítez “El Cordobés” y Manolo Martínez, al que le colgó el mote de “Manolo Telones”. También, por dar idea a un subalterno y hombre de la confianza de “El Ciclón” –conocido así Carlos Arruza–, le dedicó las siguientes líneas: “Salta un sapo a la arena; no perdón, es Cerrillo vestido de verde” –refiriéndose al banderillero Javier Cerrillo–.

Curiosamente en los años 50 del siglo pasado, pedía que se retirara Luis Procuna y el día de su despedida, el 10 de marzo de 1974, tituló la hazaña del torero: “Procuna en la despedida, da la tarde de su vida”. En carta que le dedicó a Esperanza Tapia, dueña de Las Delicias en el centro capitalino. Fue la tarde de esa fecha, con Chucho Solórzano y Eloy Cavazos en el cartel con toros de Mariano Ramírez.

Antes, tuvo una diferencia pública con Curro Rivera, al que le puso primero “Curro Cantinflas”. En la temporada 1970-71, y a sugerencia del mismo torero, quedó en “Currinflas”, porque le hizo más gracia al torero, e incluso le comentó por escrito que a su hijo así lo apodaban en la escuela.

Lo anterior se recoge en una carta que envió Curro a Carlos León en noviembre de 1972, donde afirma eso porque esa temporada que comenzaba le llamó “Paspartout” Rivera, y lo felicita en la misiva; incluso le comentó “se voló la barda” y le pide que “siga a mi persona con ese sobrenombre” y, además, le dedicó su actuación próxima en La México.

La presentación de la carta la titula con gran guasa: “Niega Curro ser del ‘Gang’ de Manolo Telones”, refiriéndose a un boicot para que Paco Camino no torease en México, y se refiere a Manolo Martínez y al periodista del Esto, Francisco Lazo.

Al domingo siguiente de publicar la carta de Rivera, titula su crónica “La regó Santaclos Dávila; oreja de aguinaldo para Rivera”. En carta que dirige a Salvador Allende, en aquel momento presidente de Chile.

paco camino
Paco Camino, torero español retirado (Fotografía: Todo Colección).

Una de dulce para Manolo Martínez fue el 23 de diciembre de 1979, después de la gran faena a un toro de bandera de San Miguel de Mimiahuapám, de nombre “Amoroso”, titulando la crónica: “Con el soberbio Amoroso Manolo estuvo en coloso”;  y subtituló “Apoteosis de Manolo y Baillères”, que en carta la remite a Pedro Illana, quien fuera dueño del Tío Luis, restaurante de La Condesa, y a quien nombra “Rey del Pollo”.

Y cierro porque habrá que hacerlo, recordando la tarde de la larga cordobesa de Alfonso Ramírez “Calesero”, del 10 de enero de 1954 que tituló: “El Calesero saturó de arte la Plaza México, cortó una oreja pero mereció el premio Nobel de la torería”. Esa imagen por muchos años la vimos en el programa de Toros y Toreros del Canal 11, y cuando estuve ahí, al verla me provocaba el deseo de gritar, y ahora cuando la visualizó en la mente, digo “¡Olé!” para mis adentros. Cada que tenía la oportunidad de apretar la mano del artista, se lo decía.

A la semana siguiente del triunfo en una gran fiesta, Carlos León inventó el Premio Nobel del Toreo para otorgárselo en medio de grandes honores.

Es pues justo recordar a uno de los cronistas taurinos más importantes de México y más aún que acaba de pasar el aniversario de su nacimiento.

Y así me podría seguir, pero es momento de desear que estén bien y hacer un recuerdo a quien recientemente partió a la Gloria; me refiero a Alejandro Algara, que de muy niño conocí, pues Arenero le dio clases de toreo de salón a uno de los mejores intérpretes de Agustín Lara; se llevaban muy bien según recuerdo. A sus seres queridos, un abrazo con gran afecto.


También te puede interesar: La antigua legua y recuerdos de una época taurina con Arenero.