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Emergencia económica: llamado urgente

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El 2020 cerrará como uno de los años con peores resultados económicos en la historia contemporánea de nuestro país. Pero lo más grave es que la recuperación podría ser más tardada y compleja que en otras crisis y recesiones. Máxime si no hay unión en lo esencial, a fin de que afrontemos el temporal con coordinación y sinergias entre el sector público y el privado, así como la ciudadanía.

La polarización agudiza los problemas. Es tiempo de sumar y de poner las diferencias políticas o ideológicas de lado.

Por lo pronto, los pronósticos son altamente preocupantes. Para el PIB en 2020, la estimación oficial de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se ubica en un rango amplio de entre -3.9 y 0.1%. Los de otras instituciones van a la baja. El de la encuesta de Banco de México a analistas es -3.99%, el de Bank of America -8%, el de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) -6 %, y el último del Fondo Monetario Internacional -6.6%.

Resulta altamente probable que se supere la contracción de 2009, de cerca de 6%, e incluso la de 1994, de -6.29%. Ya no digamos la de 1983, cuando la contracción fue de -4.36%, con la crisis de deuda y el desastre económico que dejó el sexenio de José López Portillo, cuando pasamos de una promesa de “administrar la abundancia” a la llamada “década perdida”.

Hay muchos otros indicadores que dan cuenta del gran reto que tenemos enfrente, porque la pandemia llega cuando la economía ya daba muestras claras de debilitamiento y avería en varios aspectos.

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Ilustración: Perry Tse.

Indicadores en rojo

Inversión fija bruta: cayó 4.9% en 2019 respecto a 2018. Arrancó 2020 con una contracción anual de 9.2%: 12 meses en terreno negativo (Inegi).

Inversión pública: registró en 2019 su peor nivel como porcentaje del PIB desde 2000, al quedar en 2%. Hay que tomar en cuenta que hacia 2009 alcanzaba el 6% (informes de Finanzas Públicas).

Inversión total: en 2019, como proporción del PIB fue el 20.9%, la más baja desde 2005 (20.7%) La meta, si aspiramos a crecer al 3 o 4 por ciento de forma sostenida, como necesitamos y podemos hacerlo, sería 24% (México, ¿Cómo Vamos?).

Empleo: en 2019 se crearon 342 mil puestos de trabajo formales incorporados al IMSS (cerca de la mitad del ritmo usual). Desde el primer caso confirmado de COVID-19 en México se han perdido más de 346 mil plazas. Eso tan sólo del 13 de marzo al 6 de abril, según se informó. Para comparar, en 2018 se generaron 660 mil puestos y en 2017 más de 800 mil.

Confianza empresarial: Al cierre del 2019, en los tres principales pilares se mantuvo por debajo de los 50 puntos, en niveles de 49 unidades. En cambio, en marzo de este año ya estaban por debajo de 45, excepto comercio (45.3%).

Subejercicio: a diciembre de 2019 se acercaba a 150 mil millones de pesos.

Subejercicio en salud: En 2012, el gasto total respecto a PIB llegó a un pico histórico de 2.8 por ciento. A partir de ahí ha disminuido hasta 2.4 por ciento. En infraestructura sanitaria: en 2019, de un monto aprobado de 17 mil 247 millones de pesos sólo se gastó el 65% (México Evalúa).

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Ilustración: Foreign Policy.

¿Finanzas públicas en equilibrio? En 2019 se cumplió con el objetivo de superávit primario de 1.1%, pero usando 45% del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP).

Pérdidas de Pemex: 346 mil 135 millones de pesos en 2019, un aumento de 92% respecto a las de 2018.

Calificación de deuda soberana: el 26 de marzo, Standard & Poor’s (S&P) degradó la de moneda extranjera a largo plazo de BBB+ a BBB. Le siguió Fitch, el 15 de abril, que la colocó a un peldaño de perder el grado de inversión, pasando de BBB a BBB-.

Aquí hay que recordar que en 2018 muchos refutamos lo que se dijo en algún momento, al calor de las campañas por la Presidencia, en el sentido de que México estaba en vías de bancarrota. Lo hicimos con datos técnicos, incluyendo destacadamente los buenos y estables ratings de las tres grandes calificadoras. En el caso de S&P traíamos BBB+ desde el 2013, mientras que en el de Fitch no teníamos BBB- desde 2002. Dos años después de ese debate, hay una clara tendencia de deterioro y mayor riesgo en las finanzas públicas.

Una política que no ayuda

Debemos ser reiterativos: urge generar confianza en lo que debe estar antes que todo, la vida y la salud de los mexicanos. Existe confusión en la población, que compara lo que se hace en otros países y el manejo de la emergencia sanitaria nuestro país

Preocupa la polarización política: lejos de aligerarse ante el desafío común, aumenta. Hoy es claro el distanciamiento con segmentos importantes del sector empresarial, y en particular hay angustia en las micro, pequeñas y medianas empresas, así como buena parte de la clase media. Una gran inconformidad por la rigidez en el trato fiscal, ante una situación en que millones pueden pasar de enfrentar un problema de falta de liquidez a uno de insolvencia.

Todo apunta a que no habrá apoyos gubernamentales al nivel que se requiere para las empresas, y cientos de miles de PyMEs tienen un panorama muy difícil. Estamos hablando del 99.8% de las unidades económicas del país, que aportan más de dos cuartas partes del PIB y 78% de los puestos de trabajo. Muchos de estos negocios podrán pagar sus nóminas completas, más rentas y gastos fijos, en abril, tal vez mayo, pero sin ingresos, no mucho más. 

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Ilustración: Romania Insider.

No contaremos con facilidades como diferimientos en pago de impuestos, ya no hablemos de condonaciones. Para retos extraordinarios, no habrá medidas extraordinarias, a diferencia de lo que se está haciendo en Europa, Estados Unidos y otras naciones de América Latina, en un necesario resurgir de la intervención del Estado en la economía.

Al mismo tiempo, empieza a evidenciarse un conflicto en el federalismo, el reclamo de varios estados y municipios en materia de ingresos tributarios, pero también de coordinación para atender los retos de salud y la economía. Incluso se oye el llamado a un nuevo acuerdo de coordinación fiscal o de ruptura con el vigente.

Nuevamente hay que proteger y ayudar a las familias más desprotegidas, por supuesto, pero también a la economía, en general: la que hacemos y de la que vivimos todos, los pobres y los más pudientes, las empresas y el gobierno.

Aquí no podemos equivocarnos, viene una dura recesión, eso es seguro. De hecho, ya comenzó. Pero sí podemos mitigar el golpe y, sobre todo, hacer que la afectación sea temporal y no duradera o permanente, como ocurre cuando se cierran empresas, se pierden empleos y se cae la recaudación de impuestos.

Las empresas, como los ciudadanos en general, podemos y debemos tomar medidas para salir adelante en lo individual. Se pueden hacer cosas importantes, y se están llevando a cabo ya acciones desde el sector privado y la sociedad civil organizada. Sin embargo, es indispensable el papel del gobierno, como elemento potenciador de las sinergias y depositario de los recursos y facultades públicas para afrontar los desafíos colectivos.

Evitemos una crisis multifactorial que afectará a todos y aún más a las capas vulnerables de la población: sanitaria, económica, financiera, política, de seguridad pública, social e inclusive en muchas familias. 

Es tiempo de dejar al lado la polarización política y los afanes ideológicos para enfrentar esta emergencia de salud y económica con realismo, responsabilidad y oportunidad.


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El Banco Central y la emergencia económica

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Históricamente al Banco Central (BC) se le ha asignado de manera institucional la responsabilidad, entre algunas otras, de concurrir ante situaciones generalizadas de falta de crédito y liquidez, actuando extremadamente como “prestamista de última instancia”. Dada la evolución financiera, su acción ha ido profundizándose como quedó manifiesto en la pasada crisis financiera; actuación identificada como política monetaria no convencional.  

Ahora, como consecuencia de la emergencia económica que ha desatado la pandemia del COVID-19, se estima que el BC puede actuar más allá de la estabilización del tipo de cambio, swaps de monedas y operaciones de mercado abierto, entre otras acciones que no implican gasto fiscal alguno, tal como se está efectuando en casi todo el mundo.  Así, se ha recomendado que el BC desempeñe una suerte de prestamista emergente para asegurar que los préstamos puedan llegar a las empresas e individuos que los requieran.

Los instrumentos más importantes de política macroeconómica son la política fiscal, de ingreso-gasto, y la política monetaria. La primera corresponde en esencia al poder Ejecutivo de un país y la segunda al BC, actualmente autónomo en casi todos los países del mundo. En este contexto, con la emergencia la política fiscal se ha abocado a aumentar el gasto público y generar más deuda, y la política monetaria a estabilizar los mercados financieros e inyectar liquidez. 

banco internacional de prestaciones
Fotografía: Economía Digital.

De esta manera, ante la crisis económica desatada por la pandemia, ambas políticas están concurriendo relativamente coordinadas en buena parte de los países para tratar de atender la caída en la i) producción, ii) el empleo, para iii) mantener el financiamiento, y iv) la liquidez de los mercados. 

Sin embargo, todo deja indicar que el Banco Central aún puede asumir un papel más profundo como prestamista para paliar la emergencia económica. Así, en el contexto de la necesidad de una política monetaria más activa y diferenciando las circunstancias de la crisis pasada y la emergencia actual, el Dr. Agustín Carstens, Gerente General del Banco Internacional de Pagos, dio a conocer su “opinión sobre el coronavirus”, en el contexto de los bancos centrales, con un artículo denominado Bold steps to pump coronavirus rescue funds down the last mile (“Pasos audaces para inyectar fondos de rescate de coronavirus hacia la última milla”), cuyo subtítulo es Central bank liquidity has to reach affected individuals and companies urgently (“La liquidez del Banco Central tiene que llegar urgentemente a las compañías e individuos afectados”). 

El Dr. Carstens significó que en la crisis de 2008 fue necesario el financiamiento directo de los bancos centrales a los bancos en dificultades, pero que ahora los bancos centrales deben llegar a las personas y empresas en problemas. En el mismo tenor, indicó que mientras en la crisis pasada los bancos jugaban un rol importante en el financiamiento, hoy es más importante el financiamiento a través de los mercados, en razón de los inversionistas institucionales y otros intermediarios no bancarios.  

De esta manera, las empresas e individuos que han recurrido a los mercados para su financiamiento no pueden solventarlo en tanto sigan rotas las cadenas de venta-compra-proveeduría, por lo que a pesar de contar con cuentas por cobrar, enfrentan cuentas por pagar no atendidas. De esta forma, dice el Dr. Carstens, el vacío dejado por el mercado financiero no está siendo llenado por los bancos. Así, “los bancos deben ser parte de la solución, no del problema”.

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Dr. Agustín Carstens, Gerente General del Banco Internacional de Pagos

“Hay que convencer a los bancos para que presten utilizando el financiamiento de los bancos centrales”, enfatiza el Dr. Carstens. Por lo que los gobiernos deberán asumir parte del riesgo con garantías, para evitar que se traslade totalmente a los bancos o al banco central. En su propuesta, el Dr. Carstens define inicialmente mecanismos a seguir con la posible titularización de los préstamos y otras acciones específicas, como suspender la distribución de dividendos y recompra de acciones, y llegar a la “última milla” del financiamiento. 

Casi en su conclusión, en el documento aludido, se indica claramente que Para que la liquidez de los bancos centrales llegue hasta el último rincón del sistema financiero, debe destinarse directamente a las personas y a las empresas que más la necesitan.

La propuesta del Dr. Carstens, en el contexto global y sin ser una receta para un banco específico, puede sonar audaz. Pero a la luz y resultados de la política monetaria no convencional aplicada, especialmente por los países desarrollados, que significó la expansión de las operaciones (hoja de balance) del BC, compra de activos (operaciones de mercado abierto) y préstamos objetivo, es hoy dable instrumentarla. Un programa emergente de crédito del BC que haga partícipe a los bancos comerciales no parece descabellado, aunado a un programa de operaciones de mercado abierto, que en 2009 permitió a Banxico adquirir bonos del IPAB (Instituto para la Protección al Ahorro Bancario).

En la circunstancia netamente nacional, es decir del Banxico, es posible pensar que la política monetaria seguida es realmente convencional, habiéndose centrado en tratar de atemperar el tipo de cambio, operar swaps y actuar rutinariamente en materia de la tasa de interés. Por lo que, ante la emergencia económica, no pareciera efectuar operaciones de mercado abierto y de financiamiento que su normatividad le permite realizar, acciones que pueden ser realizadas en el marco de su autonomía constitucional y de su ley normativa. 

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Fotografía: Diario de Yucatán.

Indiscutiblemente, todo deja indicar que el BC mexicano tiene potencialmente un espacio de política monetaria tal como está siendo asumido en el resto del mundo y la posibilidad de atender la recomendación del Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements, BIS), según el breve documento suscrito por el Dr. Carstens. El no hacerlo puede ser el resultado de la sobre-simplificación técnica de lo que puede hacer el Banxico o de la falta de atingencia del gobierno federal para alentar que la política fiscal y la política monetaria actúen coordinadamente ante la emergencia económica. 

De tal coordinación y de una mayor “audacia” de Banxico dependerá el éxito en la atención de la emergencia económica y del rescate del país. 


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