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Violencia de género e injusticia social: crece encono de la acción colectiva

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Acciones colectivas frente a situaciones límite

¿Por qué en fechas recientes miles de mujeres se han movilizado en las calles de las ciudades mexicanas armadas con palos, martillos, pinturas y cadenas exigiendo un freno a la violencia machista al grito de el violador eres tú? ¿Por qué millones de mexicanos votaron el año pasado por una opción política que prometía cambios en torno a la justicia social? Estas preguntas, por muy disímiles que parezcan, tienen un elemento en común a la hora de responderlas. Ambos fenómenos parten de una fuente de indignación y enojo frente a situaciones límite de violencia de género o injusticia social. Tales situaciones límite se ilustran con cifras como las siguientes:

~ En México, la violencia machista acabó con 3,742 mujeres en 2018, lo que significa más de 10 víctimas diarias (Reina y Zerega, 2019).
~ El 66% de las mexicanas mayores de 15 años ha sido víctima de violencia según una encuesta de 2016 sobre relaciones en el hogar (Barragán, 2019).
~ De enero a septiembre de 2019, dos mil 833 mujeres han sido asesinadas en México; pero, de esta cifra, sólo 25.6% (726 casos) son investigados como feminicidios (homicidio por género), mientras que los otros 2,107 asesinatos, son calificados como homicidios dolosos (Animal Político, 2019).
~ En México, 4 de cada 10 personas son pobres, es decir 52.4 millones de mexicanos o 41.9% de la población (Riojas y Ortega, 2019).
~ La pobreza se agudiza en el sureste del país (tres estados concentran el 20% de individuos en esa situación), y afecta a pueblos indígenas, adultos mayores, personas con discapacidad, así como niños y adolescentes (Riojas y Ortega, 2019).
~ Según cifras de 2018, el 48.8% de la población mexicana tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza; mientras que 16.6% está por debajo de la línea de pobreza extrema (CONEVAL).

En un panorama así, no es extraño que las mujeres, por un lado, estén furiosas y que, no vislumbrando otra alternativa mediante la cual fueran escuchadas, se lanzaran a las calles a protestar con muestras de gran enojo contra la violencia de género -haciendo referencia a las marchas anteriores cuando se manifestaban sólo con gritos, una alumna de la UNAM argumenta “¿De qué servía que gritáramos? ¿De qué sirvió hacernos las buenas? Nos están matando, carajo” (Reina y Zerega, 2019)-. Por el otro lado, tampoco es extraño que millones de mexicanos, hartos de que los políticos siguieran robando impunemente, mientras amplios sectores poblacionales no contaran con las condiciones mínimas para vivir dignamente, hayan votado por un candidato que prometía la tan anhelada justicia social.

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Ilustración: Golden Cosmos.
Desigualdad: de la naturalización del problema

A lo largo de los años hemos encontrado discursos que justifican la violencia de género o la pobreza en México con frases como: “la culpa fue de ella por vestirse así” o “son pobres porque quieren”. Estos discursos se fundamentan en una desigualdad estructural, de género y socioeconómica, que atraviesa a toda la sociedad mexicana. Tal desigualdad ha provocado, de un lado, la naturalización de la violencia y la injusticia social. Con ella, las violaciones o los asesinatos de mujeres, así como las contrastantes tasas de desnutrición o mortalidad entre el campo y la ciudad aparecen como escenarios “normales” en la vida de México. Pero, del otro lado, la desigualdad también ha gestado encono social. Impulsadas por movilizaciones globales o arropados por las palabras de un carismático líder, quienes han vivido la violencia y la pobreza en carne propia o la han visto de cerca han encontrado en las manifestaciones feministas y en el voto/apoyo a un candidato/gobernante que promete una transformación, una vía para sacar el enojo contenido durante años.

Es por ello que no resulta raro encontrar entre las mujeres que se manifiestan y entre los seguidores del presidente, palabras y acciones de ira difíciles de comprender si no consideramos el contexto más amplio. Lo lamentable es que también, y como contraparte de este encono social, encontramos palabras y acciones de quienes no comparten tales sentires. De ahí que, en el discurso y la práctica, estemos viviendo una polarización de visiones que parecen irreconciliables. De un lado están las mujeres que gritan, golpean, pintan y cantan para acusar a los (potenciales) delincuentes que las atacan; mientras que, del otro, están los hombres (y algunas mujeres) que las acusan de ser ellas mismas violentas y exageradas en su reacción. De igual forma, de un lado están los seguidores del presidente quienes alaban todas las acciones tomadas por su líder a la vez que descalifican cualquier crítica en su contra y, del otro, están los adversarios que buscan el menor resquicio para criticar, con o sin razón, al presidente y sus seguidores.

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Ilustración: Victor Solís.

¿Qué hacer en un escenario con estas características? ¿Debemos tomar partido e incrementar las filas de aliados o adversarios? Sin duda alguna, si nos sentimos agraviados eso haremos. Pero ¿hacia dónde llegaremos como una sociedad enojada, como una sociedad polarizada? La respuesta no es sencilla. Lo cierto es que frente a situaciones límite parece que ya no hay vuelta atrás. Lo que hemos estado viendo los últimos dos años en términos de acción colectiva (con protestas o con el voto) también se puede leer como el despertar de una sociedad que, a pesar de estar agraviada, por décadas permaneció en la sombra, dormida e indiferente frente a situaciones tan lamentables como la violencia de género y la injusticia social.


Fuentes consultadas:
Animal Político-Redacción (2019), “Suman casi 3 mil mujeres asesinadas en México en 2019; solo 726 se investigan como feminicidios”, Animal Político.

Barragán, Almudena (2019), “La frustración y el enojo: la ruta para denunciar el abuso sexual en México. Cuatro mujeres relatan las dificultades para llevar ante la justicia sus casos de abuso sexual”, El País.

Reina, Elena y Georgina Zerega (2019), “Las mexicanas gritan basta a la violencia machista. Miles de manifestantes exigen poner fin a la violencia machista, que acaba diariamente con la vida de 10 mujeres en el país”, El País.

Riojas, Cristóbal y Ariadna Ortega (2019) “4 de cada de 10 mexicanos son pobres, anuncia el Coneval”, Expansión.