Gabriel Figueroa

Gabriel Figueroa, el cinematógrafo del arte luminoso

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La Época de Oro del cine mexicano transcurrió desde 1936 hasta finales de la década de 1950, consiguiendo su punto álgido en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hollywood se centró en la producción de películas bélicas y propagandísticas. La industria cinematográfica mexicana se centró sobre todo en rodar melodramas que tuvieron un gran éxito por toda América Latina. En este periodo tan largo, fueron muchos los directores que se hicieron famosos: Emilio “El Indio” Fernández, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel, e intérpretes como Jorge Negrete, Pedro Infante, Arturo de Córdoba María Félix, Dolores del Río, Katy Jurado y Silvia Pinal, entre muchos otros.

Pero hubo, además, un director de fotografía que adquirió una fama similar a la de los nombres mencionados: Gabriel Figueroa (1907-1997), que debutó como director de fotografía en Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes, la obra que dio inicio a estos años de gloria del cine mexicano. Este film tuvo mucha fama fuera del país, ganando incluso un premio especial a la contribución artística en el Festival de Venecia de 1938. La carrera de Figueroa, abarcó 50 años, durante los cuales participó como responsable principal de la fotografía en 213 películas, el 75% de ellas en blanco y negro. También realizó trabajos en producciones hollywoodienses con realizadores de la talla de John Ford y John Huston.

bunuel y figueroa
Luis Buñuel y Gabriel Figueroa (Fotografía: Entorno a Buñuel).

La formación artística de Figueroa se inició en la Academia de San Carlos y en el Conservatorio Nacional donde estudió pintura y música, respectivamente; pero cuando conoció a José Guadalupe Velasco se interesó más por la fotografía. Influenciado también por el fotógrafo estadounidense Alex Phillips, empezó a trabajar en estudios fotográficos. A principios de los años 30, inició su andadura en la industria cinematográfica, como iluminador y como responsable de las fotos fijas de algunas películas, las que después se utilizaban para promocionar el filme. En 1935, la empresa Clasa Films le dio una beca para ir a estudiar a Estados Unidos con el reputado director de fotografía Gregg Toland, quien ganaría un Óscar con la película Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights, 1939) de William Wyler y participaría en Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). Toland estaba muy influenciado por el expresionismo alemán de los años 20, lo que también repercutió en su pupilo mexicano. De vuelta en México, y después de su exitoso debut no paró de trabajar; ya que en el inicio de su carrera, participó en una media de ocho películas al año.

En 1943 dio inició a su colaboración en 24 películas con Emilio “El Indio” Fernández como Flor Silvestre (1943) y a la que le siguieron otras también importantes: María Candelaria (1944), La Perla (1945), Río Escondido (1947) y La Bienamada (1951).En 1950 empezó otra famosa relación profesional, esta vez con Luis Buñuel, en seis aclamadas obras: Los Olvidados (1950), Él (1953), Nazarín (1958), Los ambiciosos (1959), La Joven (1960), El Ángel Exterminador (1962) y Simón del Desierto (1965). Fue una relación un tanto curiosa, ya que siempre tenían opiniones enfrentadas en cómo se tenía que hacer la película. Buñuel buscaba en muchas películas el máximo realismo posible, mientras que Figueroa era mucho más plástico y estético. Es famosa la anécdota durante el rodaje de Nazarín, cuando Figueroa estaba preparando un encuadre increíble en el que se podía ver el Volcán Popocatépetl con nubes blancas al fondo; el director español le pidió que diera la vuelta a la cámara para tomar un paisaje totalmente anodino y sin atractivo, ya que el director español creía que estaba más en consonancia con la película.  

flor silvestre
Fotograma de la película “Flor Silvestre” (Imagen tomada de Revista Código).

Figueroa tuvo un estilo muy personal en su carrera. Utilizaba a menudo, la técnica del claroscuro, debido a su admiración por Rembrandt, sobre todo al hacer primeros planos de los rostros de los intérpretes. Era una manera de mostrar los contrastes entre el paisaje y los personajes. Un ejemplo de esto lo encontramos en Los Olvidados (1950), en la escena de la pelea final entre El Jaibo y Pedro vemos cómo la cámara se centra sólo en los personajes, apenas percibimos cómo es el gallinero donde están luchando. También mostraba un claro contraste en Río Escondido (1947), en este caso, entre el paisaje y los personajes. En esa película de “El Indio” Fernández, María Félix interpreta a una maestra enviada a una aldea perdida de Coahuila, cuando baja del tren en medio de una planicie desértica, la vemos caminando por ella con un cielo cubierto de nubes; su figura se ve pequeña en este espacio, acentuando su llegada a un lugar que le ofrecerá dificultades.

También en buena parte de sus películas podemos ver la influencia del muralismo mexicano, así como del grabador José Guadalupe Posadas. Figueroa mostraba los paisajes y a la gente olvidada del país, como lo hacían los grandes muralistas, ensalzando de manera alegórica el carácter nacional del México posrevolucionario. Diego Rivera le llamó “el Cuarto Muralista”, y junto con él mismo David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Con este último vivió una anécdota durante una proyección de Flor Silvestre. Siqueiros reconoció claramente una escena parecida a su obra, El Réquiem (1928), en un momento de la película. Figueroa le confirmó que había tomado influencia de dicha pintura, el muralista quedó encantado y le felicitó por la perspectiva que había conseguido y que él no había podido conseguir al pintar dicho cuadro. Mucha gente criticaba que los artistas oficiales de la época, mostrasen siempre un México folclórico; pero lo cierto es que Figueroa mostró, durante buena parte de su carrera, la pobreza y los problemas que padecían mucha gente. Como en Los Olvidados, donde refleja un México con grandes dificultades sociales, una imagen que mucha gente quería negar siempre en esos años de desarrollo posrevolucionario.

pintura de orozco
“El Réquiem”, José Clemente Orozco, 1928 (Imagen tomada de Revista Código).

Gabriel Figueroa fue una persona muy crítica con el sistema. En 1945, siendo secretario general de la Sección II del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), el cual formaba parte de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), denunció la corrupción que había y junto con otros artistas de la época, como Jorge Negrete y Mario Moreno “Cantinflas”, crearon una nueva organización: el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Poco después, mostró su apoyo a muchos represaliados por la “caza de brujas” de Hollywood y consiguió que algunos pudieran residir en México.

En 1947, tuvo su primer trabajo en la industria del país vecino con la película El Fugitivo (The Fugitive) de John Ford, recibiendo críticas muy positivas; pero Figueroa centró su carrera en México y América Latina. Mostró su simpatía por los guerrilleros de Fidel Castro y rodó una película sobre José Martí, La rosa blanca (Momentos de la vida de Martí) (1954). Esto le impidió trabajar durante mucho tiempo en Hollywood, ya que fue puesto en la lista negra. Pero a Figueroa nunca le faltó trabajo y realizó obras como: Macario (1959) de Roberto Gavaldón, Pedro Páramo (1966) de Carlos Velo, o Presagio (1975) de Luis Alcoriza. Sin olvidar algunas colaboraciones con producciones estadounidenses rodadas en México: Dos mulas y una mujer (Two mules and Sister Sara, 1969), Los Hijos de Sánchez (The children of Sanchez, 1978) de Hall Barlett, y las dos colaboraciones que tuvo con John Huston, La noche de la Iguana (The night of the Iguana, 1964) y Bajo el Volcán (Under the Volcano, 1984). Por la primera, recibió una nominación al Óscar a la Mejor Fotografía.

Gabriel Figueroa fue un artista, que durante su larga carrera recibió reconocimientos por todo el mundo y en su propio país ganó ocho Premios Ariel y recibió uno Honorífico en 1987; además del Premio Nacional de las Artes en 1971. Un año más tarde, obtuvo el Premio Salvador Toscano de Ciencias y Artes al mérito cinematográfico y fue nombrado Presidente de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México. Su obra contribuyó al desarrollo de la identidad visual de México, dejando para la posteridad imágenes increíbles.

Su carrera no sólo sobrevivió a la Edad de Oro, sino a las numerosas crisis que vivió el cine mexicano. Fue uno de los directores de fotografía más importantes de la historia del cine, siendo admirado por muchos realizadores y compañeros de profesión, como Vittorio Storaro, a quien le impactó que el nombre de Figueroa apareciese siempre en los carteles de las películas, junto con el del director y los actores, confirmando la importancia y éxito que había conseguido a lo largo de su carrera cinematográfica.


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