Las crisis, como las que estamos padeciendo en el mundo entero, dejan al descubierto los problemas y pocas veces las soluciones, pero siendo profundas como la sanitaria, la económica y la geopolítica, dan lugar a la esperanza de que la nueva normalidad sea mejor que la que originó la crisis.
Entre la identificación de los problemas y la esperanza de cambios, el Washington Post quiso dejar muy clara su perspectiva al encabezar un editorial de la casa el 20 de marzo pasado señalando que, “O muere el capitalismo salvaje o muere la civilización humana”.
Se refería a una de las crisis contemporáneas que ha venido gestándose durante décadas, que es la del modelo económico causante de desigualdades extremas y polarización política y social en Estados Unidos y por extensión, a otras partes del mundo; ese modelo ya no tiene soluciones de fondo.
También el equipo editorial del New York Times se refirió el 9 de abril pasado al agotamiento de ese modelo y a la esperanza de que la nación vuelva a ofrecer seguridades de una libertad ciudadana basada en la estabilidad y la prosperidad. La seguridad humana a la que hay que aspirar, es a la ausencia de miedo, ausencia de necesidades, ausencia de víctimas de desastres, confianza en un estado de derecho y regocijo en la diversidad cultural, escribe Úrsula Oswald en un artículo indispensable.
Pero no sólo estamos ante el agotamiento del modelo económico, sino que se nos cruza otra crisis en peligroso estado de descomposición y polarización política, que es la decadencia de la hegemonía global que ha ejercido Estados Unidos desde 1945.
Tras el colapso de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría, el poderío militar y económico estadounidense conformó un mundo unipolar, pero China ya entró a la disputa por la hegemonía global con Norteamérica y cuenta, para ello, con capacidades científicas en respaldo de su competitividad comercial, que está convirtiendo en una estrategia monetaria para desafiar el monopolio del dólar estadounidense.
No se resolverá en pocos años ni estará ausente de caos y violencia.
China aprovechó el frenón económico global, forzado por la pandemia del COVID-19, para presentarse como la primera nación en operar una moneda virtual con respaldo del Banco Central, es decir, sustituta del papel moneda; el sistema se puso a prueba a fines de abril en cuatro ciudades.
El China Daily, periódico dirigido a la audiencia internacional que el gobierno suele usar como guía de su política, explicó que “Una moneda digital soberana proporciona una alternativa funcional al sistema de pagos en dólares” –cimiento y base de la hegemonía global estadounidense–, y agrega el diario que el dólar estadounidense y el digital soberano de China pueden operar como sistemas de pagos uno al lado del otro “o, si es necesario, de forma mutuamente excluyente”.
La buena noticia para México es que la guerra entre Estados Unidos y China por la hegemonía global, ampliará las oportunidades del sector exportador de nuestro país.
La mala noticia es que el sector exportador no jala al resto de la economía y que, en ausencia de una política industrial, el riesgo es que se profundice la integración asimétrica con Estados Unidos, cuyo desplazamiento gradual como potencia imbatible la hará cada vez más peligrosa; AMLO ha logrado sosegar al neofascista Trump, pero las estrategias estadounidenses serán cada vez más desesperadas, con Trump o un demócrata en el gobierno.
Una esperanza para México de tener un lugar en la recomposición geopolítica que causará el traslado del eje económico y político del mundo al Asia oriental, es que se recupere la presencia y liderazgo que perdió en gran parte de América Latina y ganar con ello peso en las negociaciones que vienen.
También puede interesarte: Créditos al salir de la pandemia.