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“Los burros no son como los pintan”. Sólo una cuestión de inteligencia

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“Es un mito. El burro es más inteligente que el caballo, y con diferencia. Si tienes siete caballos y metes un burro, a la semana todos los caballos siguen al burro. Cuando no había topógrafos ni ingenieros de caminos mandaban a un burro y, por donde pasaba, construían el mejor camino. Son tremendamente inteligentes”.
Dilfenio Romero. Creador de Burrolandia: Asociación Amigos del Burro, en España.

En la búsqueda por entender y medir la inteligencia humana, dos especialistas en psicología intentaban explicar por qué algunas personas mantienen mayores resultados en pruebas o test de conocimiento general. Uno de ellos era el francés Alfred Binet, quien a principio del siglo pasado intentó definir un instrumento capaz de medir una escala de “inteligencia” para detectar a niños cuyo proceso de aprendizaje no fuera ideal. El resultado en este caso fue el Test de Predicción de Desempeño Escolar, con el cual se podía definir en una prueba lo que el niño podría o no resolver en cuanto a sus conocimientos.

Casi a la par, el inglés Charles Spearman definía en su teoría Bifactorial que la inteligencia depende de un factor general (factor hereditario) y otros especiales (como las habilidades desarrolladas por cada persona).

Aunque ambas posibles teorías no han sido del todo avaladas, se han utilizado diversas partes de sus investigaciones para definir ciertos parámetros como el Coeficiente Intelectual (CI), o en pocas palabras, para definir la inteligencia de cada ser humano. A pesar de que no todo el mundo comulga con estas investigaciones, la realidad es que cuando leemos en las noticias que un niño tiene un CI arriba que el de Albert Einstein o Stephen Hawking, damos por hecho que el futuro de este niño será brillante, aunque no sabemos si en realidad será así, o si el niño en cuestión utilizará su habilidad mental para hacer nuevos descubrimientos. Quizás el niño o niña en cuestión quisiera ser chef, pintor o dedicar su vida a viajar por el mundo. ¿Qué pasaría con esa mente “privilegiada”?

coeficiente intelectual
Ilustración: Pinterest.

El contexto es otra de las características que los estudios no han podido resolver para que exista una relación con la inteligencia “más” desarrollada. William Kamkwamba, es uno de los muchos ejemplos que existen por ahí, donde no es tan importante la escuela o colegio donde asistes. Kamkwamba creó el primer sistema de riego en una comunidad africana golpeada por la hambruna sólo con un viejo motor, una bicicleta y piezas de metal que funcionaban a modo de hélices.   Historias como éstas han roto de nueva cuenta esa idea de que la inteligencia sólo se puede desarrollar de manera exitosa en escuelas de prestigio.

En el mundo empresarial, hay personas sumamente exitosas que no concluyeron estudios universitarios, o si lo hicieron, no todos estuvieron en una escuela de renombre. Empresarios sin demasiadas bases administrativas, pero con gran sentido innato para crear negocios o empresas capaces de mantener a cientos y miles de familias.

Lo que hemos aprendido es que si se estudia o no, ya no es una condicionante para definir el éxito de una persona. De hecho, Howard Gardner publicó en 1983 un libro donde habla más allá de la inteligencia, él habla de las inteligencias múltiples, donde cada ser humano es capaz de destacar en ciertas esferas; por ejemplo, las personas que son buenas para las matemáticas, las que tienen una capacidad especial para crear como los artistas, los que son buenos para los idiomas, etc. Para él, las personas tenemos diferentes contextos con los cuales hemos desarrollado más ciertas partes de nuestro cerebro, lo que da pie a nuestras capacidades para ser exitosos en uno u otro contexto, e incluso, la forma en que vemos el éxito suele ser diferente en cada empresario. Recordemos que no siempre somos exitosos por tener una casa, autos o cotizar con nuestra empresa en la Bolsa de Valores. Pero también podemos ser exitosos si somos felices al pasar tiempo con la familia. La inteligencia, entonces es tan subjetiva como el éxito; así han nacido términos tan injustos como los de ser “inteligente” o ser “burro”.

niño burro
Ilustración tomada del cuento “Pinocho”.
¿Los burros son tan burros?

Cuando fuimos a la primaria, ser “burros” era una de las ofensas más terribles. Algunos profesores incluso avergonzaban a los niños y niñas que no eran lo suficientemente inteligentes como el resto del grupo, poniendo en la cabeza una diadema con dos grandes orejas, comparándonos así con esos animales. La realidad con el paso de los años nos ha enseñado que la inteligencia de los burros es mayor para ciertas situaciones donde los caballos huyen despavoridos. Se ha observado incluso que los burritos suelen ser más cautelosos y con buena capacidad de memoria para reconocer cuando una persona les ha tratado mal, y es por ello, que muchas veces utilizan esa terquedad característica para no hacer lo que les piden. En otras palabras, los burros también son inteligentes.

Así, si aún no tienes muy claras tus metas del próximo año en cuanto a lo que quieres dedicarte, o bien, sigues con ese miedo constante a que te cataloguen como “burro” por hacer algo equivocado, es mejor que lo pienses de nuevo, porque ni los burros son como los pintan, ni la inteligencia de un ser humano puede ser comparada con la de otro; todos tenemos características diversas y eso en gran medida es lo que hace la vida interesante.


Fuentes:
Los burros son tremendamente inteligentes“, (2019) Sergio C. Fanjul, El País.
¿Son tontos los burros?“, Muy Interesante.