Lo sexual es político y jurídico. Éste es el título del último de los libros escritos por un buen amigo, se trata del filósofo del derecho Pablo de Lora, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.
El libro aborda, desde una perspectiva sincera y franca, diversos tópicos siempre candentes, analiza a partir de diversas perspectivas los siempre complicados temas relacionados con la sexualidad, entre otros: la identidad de género (ahora tan en boga) la homosexualidad, la transexualidad, la violencia de género y la perspectiva de género, el matrimonio (en sus nuevas y contemporáneas variantes), la identidad de género, la maternidad subrogada, la violencia machista o la prostitución.
Como se podrá apreciar, ninguno de los temas es en sí mismo pacífico, ni mucho menos neutral o fácil de tratar. Ésa es en principio la mayor aportación del autor, atreverse a analizar temas que eventualmente son complicados. Otro mérito indiscutible es que el autor sale de la comodidad de “lo políticamente correcto” cuestionando ideas y dogmas, viejos y contemporáneos.
Pablo –como decimos en México– “no tiene empacho en entrarle al toro por los cuernos” al cuestionar desde una perspectiva estrictamente académica, temas controversiales. Tampoco le quita el sueño poner en entredicho la corriente dominante que le tocó vivir.
Una preocupación evidente en su obra son las consecuencias jurídicas derivadas de que aceptemos, así sin más, la identidad que cada quien decida asumir respecto del género. Se pregunta si la voluntad es suficiente para que cada uno de nosotros pueda, libremente autodefinirse como varón o mujer.
Para este autor, la intromisión del Estado no debe ser algo que los ciudadanos entreguemos fácilmente, el Estado, en todo caso, tiene que justificar plenamente el “por qué” ha de intervenir en el plano más íntimo de los ciudadanos.
De Lora cuestiona, y me adhiero a ello, al paternalismo estatal como el que vivimos hoy en México, con un presidente que más que presidente, pretende ser mi papá, mi mentor, mi guía, y decirme cuáles son las virtudes morales a las que me debo adherir.
En ese sentido, los argumentos de Pablo me recuerdan mis años de estudio, aquellos que desvelándome para mi siguiente presentación en clase, John Rawls me hacía cavilar hasta dónde debía permitir la intervención del Estado en mi vida privada, en mis decisiones. Ese Rawls que aboga por el reconocimiento pleno de nuestra mayoría de edad.
Me parece (a riesgo de equivocarme) que Pablo se ubica en una posición precisamente rawliana, aquella del velo de la ignorancia, y es precisamente desde ahí que cuestiona, pregunta y medita.
Por último, debo decir que a Pablo de Lora lo han quemado en leña verde, como si estuviéramos en la época de la Santa Inquisición. A mediados de diciembre, Pablo (quien presumo ateo) supo lo que era la crucifixión cuando quiso dar una conferencia en un seminario sobre género, organizado por el Barcelona Institute of Analytical Philosophy (BIAP) en la Universidad Pompeu Fabra. Ahí, un grupo de intransigentes que, seguramente no habían leído su libro, o si lo hicieron no entendieron el mensaje, se opusieron a que dictara la conferencia a la que había sido invitado.
Cabe decir que así lo dijeron algunos titulares españoles: “Más de 200 profesores de Filosofía se unen en contra del boicot feminista a un docente en Barcelona”. No soy filósofo, ni español, ni madrileño, ni barcelonés. Soy apenas un admirador de personas como Pablo, de quienes se atreven, se cuestionan, por eso me sumo como el profesor 201 que se manifiesta en contra de este tipo de boicots, no sólo contra Pablo de Lora, sino en contra de las ideas, de la libertad de expresión y de la libertad de que los académicos podamos abordar cualquier tema sin miedo y sin tapujos.
Veo en lo que le sucedió a Pablo, el futuro inminente en mi sociedad, en mi país. Y debo decir que me aterra.
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