Este año se cumplen 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que dejó a Francia, Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Soviética y China, como las cinco principales potencias vencedoras. Pero hubo también un gran número de países que contribuyeron a la victoria aliada y que su participación ha quedado algo olvidada, sobre todo fuera de sus países, como es el caso de Brasil o México. Para la República Mexicana su participación al lado de las victoriosas potencias aliadas significó muchas cosas positivas: se empezó a consolidar la industrialización del país, se dio inicio a un gran crecimiento económico que duraría hasta 1970 –el llamado “desarrollo estabilizador”– y llegó “la edad de oro del cine mexicano”; pero también se consolidó una mayor dependencia, comercial y política con los Estados Unidos de América.
El gobierno de Lázaro Cárdenas criticó la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939; pero pocos días después declaró la neutralidad de México; a pesar de que su gobierno había apoyado a la República Española y abierto el país a los refugiados republicanos. En México, como muchos otros países, había una división entre la gente que era pro aliada y la que apoyaba los regímenes fascistas. En aquellos momentos, las relaciones con Estados Unidos no eran muy buenas y Gran Bretaña había retirado su embajador tras la nacionalización de la industria petrolera de 1938. En el país había una fuerte oposición a entrar en el conflicto, por un lado, desde los sectores más conservadores cercanos al entonces recién fundado Partido de Acción Nacional (PAN) –y desde algunos intelectuales, como José Vasconcelos–, el cual defendía intensificar las relaciones con la Alemania nazi y sus aliados. Vasconcelos era muy crítico con el imperialismo estadounidense, al que consideraba el causante de los males de América Latina. Además, tampoco se veía con simpatía a Gran Bretaña, debido a las décadas de explotación por parte de empresas inglesas de los recursos naturales nacionales.
Desde la parte de la izquierda, tampoco se quería involucrar en el conflicto, ya que la URSS no había entrado en guerra todavía; el Partido Comunista Mexicano no apoyó la causa aliada hasta que la Unión Soviética entró oficialmente en el conflicto en mayo de 1941. Veían el enfrentamiento como una lucha entre países imperialistas, en la que era mejor no inmiscuirse.
En 1941, las cosas empezaron a cambiar. Las relaciones de Japón con Estados Unidos eran cada vez peores y México empezó a negociar nuevos acuerdos comerciales con su vecino del norte. México decidió prohibir el comercio con países que no fueran del continente americano, por lo que Estados Unidos empezó a consolidarse como su principal socio comercial. En abril del mismo año, el gobierno anunció la incautación de 12 barcos que navegaban bajo pabellón alemán e italiano en los puertos de Veracruz y Tampico, ya que había preocupación de que pudiera haber sabotajes en territorio mexicano. Mucha gente empezó a pedir una mayor implicación con las fuerzas aliadas como el sindicalista Vicente Lombardo Toledano.
Propaganda mexicana durante la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, el 7 de diciembre, las fuerzas japonesas atacaron la Base Naval de Pearl Harbor en el archipiélago de Hawái. En las semanas siguientes diversos países declararon la guerra a Japón, México lo hizo en mayo de 1942; tras el hundimiento de dos barcos petroleros mexicanos en aguas del golfo a manos de submarinos alemanes: el Potrero del Llano y el Faja de Oro. Se envió una protesta a Alemania a través del gobierno de Suecia y como no hubo respuesta se declaró el estado de guerra a finales de mayo de 1942. Desde la izquierda hasta el PAN apoyaron la decisión gubernamental; aunque desde algunos medios de extrema derecha se dijo que México había tenido la culpa al comerciar con un país en guerra, e incluso surgió la teoría de que el barco había sido hundido por Estados Unidos o Inglaterra.
La contribución mexicana en el conflicto fue al principio limitada, el ejército tuvo tareas defensivas y no se envió ninguna fuerza a combatir. Pero se estableció el Servicio Militar Nacional y se nombró a Lázaro Cárdenas como Secretario de Defensa. En aquel momento las relaciones con Estados Unidos empezaron a hacerse más estrechas, se intensificó el comercio de materias primas y mucha gente de origen mexicano, residente en Estados Unidos, se enroló en las filas de su ejército. También se inició el Programa Bracero en el que miles de mexicanos fueron a trabajar a su vecino del norte, bajo contrato, en el campo y el ferrocarril; y unos sectores que necesitaban mano de obra, ya que la industria estadounidense se había centrado en la producción bélica y muchos trabajadores se habían alistado en el ejército. Las relaciones entre los dos países se fueron intensificando y en 1943 el presidente Roosevelt visitó al presidente Ávila Camacho en Monterrey. Finalmente, se decidió enviar una pequeña fuerza militar a luchar al lado de los aliados, el famoso Escuadrón aéreo 201, que luchó en la Campaña de Filipinas durante la Batalla de Luzón.
Al acabar el conflicto, México, como país vencedor, fue miembro fundador de las Naciones Unidas; además, la infraestructura del país estaba intacta, ya que no había habido acciones militares dentro de su territorio.
El crecimiento económico del país fue cada vez más alto y se sentaron las bases de su industrialización; de hecho, en 1952 en México se estableció la doctrina económica del “desarrollo estabilizador”, que duró hasta 1970 y durante la cual el Producto Interno Bruto creció a una media anual del 6%, la inflación se mantuvo baja y la balanza comercial fue positiva; aunque esto último implicó algo de tiempo conseguirlo, ya que al acabar el conflicto, la industria y la agricultura estadounidense volvió a su situación de antes de la guerra. En esos años, México tuvo que importar gran parte de lo que necesitaba de Estados Unidos y exportaba poco, de manera que la dependencia comercial con el país vecino pasó a ser cada vez mayor. Finalmente, a principios de los años 50, se consiguió mejorar la balanza comercial. Pero la relación con Estados Unidos comenzó a marcar mucho la política mexicana.
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