Ciudad (h)ojaldre V o delirio de la ZMVM

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No hay quinto malo!, con este refrán, original de la fiesta taurina –pero ya completamente integrado al uso común-, que nació en los tiempos en los que no había sorteo para definir el turno de los toros y los ganaderos, conocedores de las virtudes de sus animales, reservaban para ese lugar, el quinto –y no para el sexto, que es el último-, aquel toro que sabían iba a dar mejor pelea; pues, con el mismo propósito del refrán, pero sin tanta certeza como la que los ganaderos demostraban, hemos concebido el quinto artículo de la serie Ciudad Hojaldre: 

Delirio de la ZMVM

 (Aunque, pensándolo mejor, debimos llamarle: Wal-Mart y su delirante búsqueda por la materialización de lo extraño, de lo exótico, de la conformación de la MEGALÓPOLIS ADVENTICIA)

 

Con el título Delirio de Nueva York (Delirious New York), el arquitecto Rem Koolhaas, realizó un ensayo sobre la isla de Manhattan, sobre su modelo urbano: el Manhattanismo. El mote –Manhattanismo– refiere a la búsqueda –a la INCLINACIÓN- de los isleños, por lo colosal, lo cuantioso, lo enorme, lo épico, lo espectacular, lo imponente, lo inmenso, lo majestuoso, lo monumental, lo ostentoso, lo portentoso y lo titánico. Nueva York es producto de un delirio, de la búsqueda reiterada de pensamientos anticanónicos –podríamos decir desviados de lo habitual, de lo natural, de lo propio de la época y del sitio, pero al mismo tiempo fuertemente enraizados en los espíritus de su ciudad: el zeitgeist y el genius locci de Manhattan y sus pobladores-, es producto de la búsqueda de una utopía, de un modelo territorial singular, delirante: un modelo de maximización y de saturación urbanas. Es resultado de la materialización del delirio colectivo por la consecución del modelo y la puesta en marcha y cristalización de un PLAN: convertir la isla de Manhattan en un laboratorio para la experimentación de la nueva cultura urbana: la cultura de la congestión, como la nombra el autor. El libro pretende ser un manifiesto retroactivo, una explicación a posteriori sobre lo ya consumado, una revelación de la symploké urbana de la ciudad, un testimonio de los hechos y sucesos –sociales, políticos, económicos y materiales- que supuso la puesta en marcha del proyecto de Manhattan, y que provocó la construcción de un inconsciente colectivo del nuevo modo de vida: el ámbito urbano saturado, abarrotado, el inicio de lo metropolitano y lo megalopolitano. En palabras de su autor:

¿Cómo escribir un manifiesto -sobre una forma de urbanismo para el último cuarto del siglo XX- en una época hastiada de ellos? La funesta debilidad de los manifiestos es su inherente falta de pruebas. El problema de Manhattan es todo lo contrario: es una montaña de pruebas sin manifiesto. Este libro se concibió en la intersección de estas dos observaciones: se trata de un manifiesto retroactivo para Manhattan.

El libro recorre, histórica y conceptualmente, las etapas y sucesos que dieron forma a la ciudad de Nueva York, desde el diseño de su retícula y, por lo tanto, el designio de su morfología, pasando, en su interludio, por la construcción del Central Park, hasta la materialización de los grandes conjuntos urbano-arquitectónicos –como el Rockefeller Center, el edificio Atlantic City y el Equitable Building, entre otros y, asimismo, la explicación amplia y gráfica –dejando constancia de su incorporación cultural y artística- de la Ley de Zonificación de 1916 (1916 Zoning Resolution), que  resolvió, a favor de la ciudad y de sus habitantes, el problema que se suscitaría por la falta de asoleamiento de la ciudad, en su nivel de banqueta –en su estructura urbana-, resultado de su modelo delirante, el de la congestión urbana, de la maximización constructiva de sus manzanas, por la construcción de edificios con alturas descomunales -que superaban los intersticios urbanos por los que debía asomarse la luz del sol- y que, ya desde finales del siglo XIX, eran factibles constructivamente gracias al desarrollo tecnológico utilizado en la isla –acero estructural y elevadores- y su crecimiento económico y, por lo tanto, el desarrollo y crecimiento de su industria inmobiliaria –la maximización del valor del suelo por la densidad e intensidad de construcción- y, que supuso, la modificación de la regulación urbana, para evitar la descomposición urbana y la caída del valor de su suelo. El libro expone, precisamente, el delirio de sus creadores, de quienes le dieron vida, de la materialización de un proyecto en permanente construcción, de un proyecto común: la materialización de la ultramodernidad de Manhattan.

Ahora bien, la zona metropolitana del valle de México (ZMVM), marco de referencia físico y material, laboratorio social, económico y político, en el que se ‘ensaya’ la realidad cotidiana metropolitana y en la que hemos puesto nuestra mirada, una mirada que busca esclarecer su SYMPLOKÉ urbana, conocer las capas ideológicas y físico-materiales que la componen y le han dado forma a la ciudad hojaldre, también ha sufrido un delirio.

La conformación de la ZMVM, de la metrópolis y megalópolis, está llena de hechos afortunados, de victorias –como la del Paseo de la Reforma, con alas-, de momentos de gloria y de actuaciones ejemplares, que han dado cuenta de la búsqueda social del proceso continuo de mejoramiento y de crecimiento ordenado de su territorio; casos, aunque aislados y escasos, como lo supuso, aunque un poco tarde, la expedición de una norma de ordenación urbana específica –la norma de ordenación general “29. MEJORAMIENTO DE LAS CONDICIONES DE EQUIDAD Y COMPETITIVIDAD PARA EL ABASTO PÚBLICO” (GODF No. 1099, 20 de mayo de 2011)-, cuyo principal objetivo fue regular y limitar –la excesiva y delirante construcción de un ingente número de cadenas comerciales, esparcidas por todo el territorio de la Ciudad de México-, exclusivamente para el territorio del Distrito Federal, la ubicación de las grandes cadenas comerciales, como las de la empresa Wal-Mart; sucesos relevantes que dejan huella y porque su pelea, por la eliminación de las asimetrías y desequilibrios impuestos naturalmente por las leyes del mercado, buscó resolver los desequilibrios e inequidades, impuestas por un modelo de competencia imperfecta, en la ubicación, distribución, uso y destino del suelo de la ciudad, en relación con las actividades de abasto público y del abasto popular de la ciudad.

Pero también, la ZMVM, está compuesta de hechos desafortunados, desechos ideológicos concretados, de fracasos y momentos de abyección, de momentos del DELIRIO egocéntrico de quienes trastocan las leyes que la rigen y, por lo tanto, de sus principios más esenciales –la búsqueda del interés general y la utilidad pública-, de todos aquellos sucesos sociales, políticos, económicos, físicos y ambientales, que le han conferido cierta excentricidad a la ciudad, a su área metropolitana, al delicado y frágil tejido de su symploké urbana; el conjunto de actuaciones morfológicas e ideológicas delirantes que la hacen ser una MEGALÓPOLIS ADVENTICIA (Del latín adventicĭus. extraño o que sobreviene, a diferencia de lo natural y propio).

El manifiesto retroactivo de la ZMVM, de la megalópolis mexicana, de la ciudad de México y sus municipios vecinos y conurbados -vinculados territorial, social y económicamente-, la montaña de pruebas sin manifiesto -sin un plan, sin estrategia vigente, sin consensos sobre su futuro y destino-, recientemente ha puesto en evidencia su delirio, se ha manifestado, se le han sumado sucesos a la montaña, más pruebas de lo delirante de quienes actúan en la ciudad y que forman parte de su transformación física y ambiental; la ZMVM –la región central del país- ha quedado desnudada, desvestida vulgarmente.

La nota de David Barstow y Alejandra Xanic von Bertrab, de The New York Times, del 18 diciembre 2012, sobre el caso Wal-Mart de Teotihuacán, puso en evidencia, puso de manifiesto –un manifiesto retroactivo- la evolución delirante –involución de los actores- de la transformación de su territorio, de los procesos de ‘negociación’ de su destino y, asimismo, mostró la singularidad de la construcción de una realidad y de una parte de la megalópolis, en este caso, de una capa ojaldre de la ciudad adventicia, de la ciudad DELIRANTE:

En Teotihuacán, el diario (The New York Times) descubrió que ejecutivos de Walmart aprobaron al menos cuatro sobornos por más de 200 mil dólares a distintos funcionarios del Estado de México, para erigir en 2004 una tienda en un predio ubicado a kilómetro y medio de las Pirámides…

El plan era sencillo. El mapa de zonificación no se convertiría en ley hasta que fuera publicado en la Gaceta del Gobierno mexiquense. Así que Walmart hizo un arreglo para sobornar a un funcionario para cambiar el mapa antes de que fuera publicado, y así permitir la construcción de comercios…

La investigación revela que Walmart no fue la víctima de una cultura corrupta que insistía en sobornos como el costo de hacer negocios, y tampoco pagó sobornos simplemente para acelerar aprobaciones rutinarias; más bien, fue un corruptor agresivo y creativo que ofrecía grandes pagos para obtener lo que la ley prohibía…

La construcción de estos componentes exóticos, extraños, la materialización -artificial y adulterada- de un modelo de MEGALÓPOLIS ADVENTICIA; la consecución de lo insólito o antinatural a la ZMVM; de aquello que no reconoce su vocación natural, el desconocimiento de los hechos físicos –urbanos y ambientales- históricos y actuales, que le han dado forma, que forman parte de su memoria histórica, social, antropológica y del devenir de su pueblo; la torpeza e ineptitud por la inconsciencia e incomprensión del valor de sus reliquias urbanas; sucesos delirantes, guiados por la búsqueda de lo exótico, lo extraño, lo antinatural, la intencionalidad de corromper y desvirtuar los acuerdos y pactos sociales que se han materializado en las leyes, los planes y los programas de desarrollo urbano, en una palabra, sucesos del proceso DELIRANTE y egocéntrico de la construcción de la capa ojaldre, la capa delirante de la MEGALÓPOLIS ADVENTICIA.

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