El problema es que no hay una regulación de los espacios públicos y viales que cuide la experiencia sensorial de los habitantes. Las repercusiones sanitarias y psicosociales hacen que el asunto no sea un problema menor. Según el Informe sobre Desarrollo Humano México 2011 realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Distrito Federal posee el mejor Índice de Desarrollo Humano (IDH) del país, lo cual, como señalé en la primera parte de este artículo, no significa la mejor calidad de vida.
La regulación de los espacios públicos no debería prescindir de los planteamientos de la estética. Los urbanistas de la mayoría de las grandes civilizaciones de la antigüedad seguramente lo sabían. La influencia de las formas y el impacto subconsciente que el entorno provoca en la experiencia, produce un mensaje implícito que condiciona nuestro estado de ánimo y, por ende, nuestras relaciones interpersonales y sociales. Los arquitectos, los geógrafos y los antropólogos lo saben muy bien.
El crecimiento demográfico desmedido no es la principal causa de los problemas que enfrenta la Zona Metropolitana; eso sólo acrecenta algunas tendencias y vicios civilizatorios. La superficial indeterminación de los espacios públicos, principalmente viales y la apatía ciudadana frente a la “cosa pública” han generalizado algunas tendencias autodestructivas. Una calle es lugar de transito, pero también suele dar cabida al proselitismo, al comercio y la publicidad sin orden, y -a falta de mecanismos democráticos- espacios de manifestación política. También son espacios de socialización y recreación, y es común que en muchas zonas, las calles se convierten en en canchas de fútbol a falta de parques y deportivos.
En la actualidad, las definiciones del desarrollo humano han evolucionado bastante al ampliar su perspectiva en función de de la libertad individual y la promoción de la equidad por medio del gasto público. Esto quiere decir que la regulación económica del Estado es imprescindible para orientar el desarrollo social, más aún cuando se plantea la sustentabilidad económica y medioambiental.
El Informe sobre Desarrollo Humano México 2011 comienza con el siguiente argumento: “Sin duda, es gracias a las políticas públicas del Estado que a lo largo del siglo XX, México dejó de ser un país con una tasa de analfabetismo de 80%, una tasa de mortalidad infantil de 25% y una esperanza de vida al nacer de apenas 30 años, para convertirse en una nación con analfabetismo de 10%, mortalidad infantil menor a 2% y una esperanza de vida de 75 años. Este progreso social sin parangón en la historia se vincula con el gasto en educación, salud y seguridad social.”
Según este informe, el Distrito Federal posee el mejor IDH del país superando la media nacional; sin embargo, a pesar de que el gobierno capitalino ha asumido el criterio distributivo basado en el IDH, el documento también señala que “si las delegaciones fueran consideradas como municipios, el Distrito Federal tendría la más inequitativa asignación del gasto de las entidades federativas al desviarse 172% de lo recomendado, según el coeficiente de concentración del gasto. ”
La posibilidad de mejorar nuestra experiencia de vida en la ciudad no puede reducirse a las iniciativas provenientes de las instituciones. Ser ciudadano implica asumir y tomar parte en la resolución de los problemas de la ciudad, desde las acciones individuales más simples hasta la participación en los grandes procesos políticos y la toma de decisiones colectivas.
Lo que hoy es costumbre no siempre lo fue, y al parecer el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación, pero cuando el hartazgo mina nuestra tolerancia a la frustración y uno simplemente no tiene ganas de adaptarse a una situación que lo reduce y socava, surge entonces el espíritu de cambio y de progreso; pero eso es algo que no brota desde las instituciones, sino desde los individuos que las financian. En el DF muchas cosas han mejorado en términos sociales, políticos y económicos en los últimos años, pero valdría la pena no conformarnos y avanzar aún más.