Tu mente infantil es una esponja y hay frases que se quedan marcadas ahí de por vida, lo que es peor delimitaron la persona eres ¿quieres saber cómo te convertiste en el monstruo que eres hoy?
Para examinar la conducta humana en su contexto social, desde el punto de vista psicoanalítico, es necesario investigar la forma en que el individuo evoluciona desde la infancia hasta la madurez. Este fue el postulado de Melanie Klein, gran precursora de la ciencia, que logro con sus investigaciones cambiar la idea que mantenía el propio padre del psicoanálisis sobre la infancia como un estado perfecto de inmensa felicidad. Al final, fue el mismísimo Freud quien terminó admitiendo de forma tajante: “infancia, es destino.”
¡Así que cuidado! Todo lo que dices -o haces- a tus hijos es absorbido, catalogado y fielmente guardado en el inconsciente. La mente infantil y su relación con los procesos mentales que mantiene el adulto, han sido el tema de estudio de miles y, mientras que hace muchos años, se pensaba que los diversos signos de dificultades en el niño -estados de rabia, falta de interés por el mundo circundante, incapacidad para tolerar frustraciones y fugaces expresiones de tristeza- eran consecuencia de factores orgánicos, actualmente, se sabe que son procesos que acompañan a la pequeña persona que crecerá para convertirse en un ente más grande pero, a menudo, no para resolver los pequeños conflictos existenciales que sus padres ayudaron a cimentar dentro de su cabeza.
¿Cómo te convertiste en el monstruo que eres hoy?
Bien, no todo puede ser culpa de los padres ¿cierto?… ¡¿CIERTO?! La verdad es que los vínculos primarios -papá y mamá- marcan la pauta para determinarnos, relacionarnos con otros y con el ambiente -aunque realmente sostenemos la idea de que llega una edad en tu vida en la cual debes dejar de culpar a tus padres por todo y descubrir, como dice el buen Jung, ¿qué harás con eso que hicieron de ti?-.
Pero si lo que buscas es no repetir los mismos errores, o entender de dónde vienen los tuyos, te traemos una lista con las cosas que te dicen cuando pequeño y que se mantienen como dolorosos traumas en la vida adulta:
¡No! ¡Te vas a lastimar!
Ahhhh… las mamás que ven peligro hasta en usar cuchillo para cortar la carne, si por ellas fuera mantendrían a su hijo en una burbuja de plástico hasta los diez años -y como quiera lo haría usar casco-. Cuando tu le dices a un niño, sin importar los meses o la edad que tenga, una negativa seguida de “lo que le va a pasar” (ese augurio pesimista tuyo) lo que intentas hacer es protegerlo, lo que en realidad termina entendiendo es que hay cosas muy malas que van a lastimarlo y él no tiene la capacidad para lidiar con eso. Sentimientos de inutilidad, falta de confianza y miedo comienzan a desarrollarse y, aunque el bebé aprende a no acercarse a las escaleras o balancearse en la silla, también aprende que no podrá manejar las adversidades que se presenten porque no puede hacerlo ¿o tu por que crees que nunca te subiste a la patineta?
¿El remedio? Explica con calma algo como: “espera, ten cuidado porque podrías caerte y A MI me da miedo que te lastimes”. Todo es cuestión de usar el lenguaje correctamente.
Déjalo, mientras más caso le hagas peor se pone
Y en algunos casos es verdad… pero en otros los padres deben entender que la búsqueda de atención por parte del niño hacia la madre o el padre es un efecto completamente natural de… bueno, ser una persona. El niño al nacer experimenta, lo mismo en el nacimiento que en la adaptación postnatal, una ansiedad de naturaleza persecutoria, es decir, cuando eres pequeño crees que todo puede hacerte daño. Su mente infantil no puede captarlo intelectualmente pero si sensorialmente y experimenta cada molestia como si le fuera infligida por fuerzas hostiles y cuando no son atendidos termina por caer en un hoyo infalible de incomprensión y falta de apoyo junto con una constante necesidad por buscar la conexión y atención que no logra encontrar en forma de rabietas o mala conducta.
¿El remedio? Brinda consuelo al pequeño sin tardanza -pero cuidado, únicamente cuando el niño lo pida, no intentes suturarlo de esto porque tampoco le vas a hacer ningún bien- particularmente dale calor, sosténlo de forma amorosa y abrázalo pues esto generará gratificación instantánea y el infante siente que tal consuelo proviene de fuerzas bondadosas por lo que en el futuro logrará establecer relaciones de amor sanas.
Es un niño, no sabe lo que dice
Si has usado esta frase alguna vez, fracasaste como padre. ¿Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad? ¡Claro! en ambos casos la inhibición se encuentra al máximo y en el particular caso de los niños, el superyo aún no se encuentra bien delimitado por lo que cuestiones como responsabilidad, juicios morales o reglas aún no están del todo desarrolladas y los niños son, bien a falta de mejores palabras, igual que pequeñas bestias que mantienen las pulsiones al máximo. Los niños siempre saben de lo que hablan y si los adultos no les entienden es sólo porque no cuentan con las estructuras del lenguaje para expresarse como ellos desearían; minimizar sus expresiones y opiniones sólo les da el mensaje claro de que en esa casa y con esas personas no son valorados, ni atendidos o tomados en cuenta y crecen para creer que su opinión no tiene lugar en ese mundo, generalmente terminan cayendo en actos dependientes o su autoestima y resiliencia se ven afectadas.
¿El remedio? Considera que los niños ya son personas y no pienses en ello como una masa gelatinosa que va a convertirse en una persona algún día. Háblales normal -háblales mucho y sobre muchas cosas- y responde lo más sinceramente posible a sus preguntas; escúchalos con atención y descubre qué es lo que te piden en realidad y cuales son sus deseos y miedos para que puedas ayudarlos a procesar todo aquello que no entienda y para que logres cambiar todo aquello que tú aún no has entendido sobre como criarlo.
¿Por qué no puedes ser cómo…?
Ah, el eterno conflicto fraternal… que si tu hermano se acaba toda la sopa y hace la tarea sin que se le pida, que si logró entrar en la universidad que deseaba, que si consiguió el carro y la novia antes de los 25, que si se llevo a los padres a París para que celebraran su aniversario… y todo el mundo que ha pasado por tu vida tiene la misma pregunta ¿por qué no puedes ser más como tu hermano? -el pariente o selecto en cuestión varia de familia a familia- ¡Deja de comparar a las personas! esto es terrible para la autoestima y confianza de cualquiera, forma enemigos secretos y, de acuerdo con el psicoanálisis, estimula poderosas zonas de nuestro cerebro primitivo que se mantienen ocultas, y bien controladas por nuestro superyo, que responden a un deseo inconsciente por ser el único objeto de amor de nuestros padres -complejo de Edipo o Electra- y que, de poder hacerlo, desearían asesinar al individuo que le resta brillo y lo posiciona como el segundo más amado.
¿El remedio? Aprende a aceptar a cada individuo como tal y entiende que cada ente nace con su propio temperamento y esta mejor predispuesto a hacer ciertas cosas y a no hacer otras. En lugar de perder el tiempo deseando cosas que no van a pasar comienza a descubrir cuales son los atributos únicos de ese ente y estimúlalo desde ahí, aprende su funcionamiento particular y no dejes de lado ninguna oportunidad para aplaudir estos aspectos de su persona. De esta forma, aseguras un individuo seguro y capaz de funcionar sin sentir todo el tiempo que se encuentra bajo la sombra de alguien, que tiene que hacer actos heroicos para acceder a un poco de atención o que necesita probar algo.
