Moverse en la ciudad no tiene porque ser un infierno

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Ya sea en transporte privado o público, cada día nos enfrentamos a salir a una ciudad llena de personas literalmente desesperadas por llegar a su destino; en medio de carros, camiones, combis y microbuses, las calles se convierten en un caos que muchas veces nos arruina gran parte del día. A pesar de las condiciones adversas, existen diversas soluciones que podemos tomar en cuenta.

La ciudad de México, la más grande del mundo, ocupa en realidad un territorio muy pequeño. Quien ha tenido la oportunidad de atravesarla de madrugada, en automóvil, podrá comprobar que no se lleva más de 30 minutos el trayecto de norte a sur, o de sur a norte, de Indios Verdes a Xochimilco, por ejemplo. Y eso sin tomar en cuenta que las zonas donde está la “acción” abarcan apenas una tercera parte de todo el DF. Delegaciones como Tláhuac, Milpa Alta o Xochimilco permanecen teniendo cierto toque rural, muy lejano al ajetreo del centro.

Por tanto, resulta increíble que, a las nueve de la mañana, uno pueda tardarse hasta dos horas en llegar a su destino, en un trayecto que normalmente tomaría quince o veinte minutos. Es impresionante el nivel de densidad al que hemos llegado; día tras día, no hay línea del metro, Metrobús o avenida principal que no experimente, aunque sea por un rato, la desesperante acumulación de personas o vehículos.

Hablemos de un día típico para el ciudadano medio que no tiene –o no quiere- un automóvil o motocicleta, por lo que se ve obligado a utilizar el transporte público para llegar a su destino. Para fines prácticos, podemos hablar de la vida de uno solo de esos habitantes: Juanito Pérez es un joven de 24 años, que vive en las inmediaciones de la ciudad de México, cerca de Indios Verdes.

Todos los días tiene que asistir a la escuela, por la mañana, y al trabajo, por la tarde. La escuela no le queda muy lejos -está en Montevideo, muy cerca de Lindavista- pero el trabajo está un poco más retirado, cerca de Mixcoac.

Aunque sin tráfico ni hacinamientos le tomaría quince minutos llegar a su destino, tiene que salirse una hora antes de su casa –es decir, a las seis de la mañana- para poder ser puntual. Una vez sorteado el embotellamiento, le espera una línea verde del metro llenísima, en la que lograr subirse al tren será todo un triunfo. En medio de golpes, empujones y cierta sensación de asfixia, logra llegar un tanto de malas, un tanto angustiado, a la escuela.

Este trayecto no fue tan difícil, pero al llegar las dos de la tarde y tener que ir a trabajar, atravesar la ciudad en metro debería ser considerado un deporte olímpico. Entonces, Juanito opta por tomar el Metrobús, que lo dejará directamente hasta el sur, sin necesidad de hacer tres transbordos. El problema es que este transporte también va sumamente lleno, y se puede volver muy lento si hay tráfico en las intersecciones.

Cansado, hambriento, acalorado, por fin llega a su trabajo, donde el simple hecho de pensar en la hora del regreso –a las siete, otra hora pico- lo angustia y lo enoja sobremanera.  Total que las horas pasan, Juanito realiza su inevitable viaje y va llegando a casa cerca de las nueve de la noche. Estamos hablando de que en total pasa cuatro horas o un poco más al día transportándose, ¡lo suficiente para ir y volver a la ciudad de Puebla! –sin tráfico, claro-.

Situaciones como esta se viven todos los días en el DF y su Área Metropolitana, lo que influye gravemente en los estados de ánimo de la población. Y eso sin hablar de su economía. En esta ciudad, las tarifas del transporte público son relativamente bajas –sin comparar con los niveles del salario-, pero aún así representan una parte importante del gasto total cada quincena.  Ahora, si hablamos de tener un coche, la situación se torna un poquito más difícil.

Sí, por un lado vas cómodo, sentado, escuchando tu música, quizá sin frío ni calor, pero hay que reconocer que ir por Viaducto o Periférico en hora pico, donde nada avanza ni para atrás ni para adelante, no es nada agradable. Sin tomar en cuenta que en los embotellamientos se gasta mucha gasolina, que cada mes está más y más cara. Luego, llegas a tu destino y encontrar lugar para estacionarte suele ser un triunfo: las calles están llenas –y son inseguras-, y ni hablar de pagar estacionamiento a diario o una pensión.

Todos estos factores nos llevan a tener  un panorama realmente pesimista en cuanto a la movilidad en nuestra ciudad. Según datos de la AC. Ciudadanos con Visión, cada día se trasladan en el DF 20 millones de personas, en aproximadamente 49 millones de viajes –tomando en cuenta que se tenga una sóla actividad al día-.

Del total de estos viajes, el 53% se hacen en transporte público, y 17% en privado –en 5.5 millones de automóviles-. El 30% restante se traslada en transporte no motorizado, es decir, 29% a pie y sólo 1% en bicicleta.

Para una persona que vive en el DF, el promedio de tiempo utilizado en transportarse es de dos horas, mientras que para alguien que viene de las zonas conurbadas, puede llegar a ocupar hasta cinco horas al día, es decir, casi la mitad de su tiempo “productivo” –tomado a razón de 12 horas al día-. Esto se debe a que la velocidad promedio de viaje es de 17 kilómetros por hora, mientras que en 1990 esta era de 38.5 kilómetros por hora.

En cuanto al dinero, en promedio se gastan 28 pesos al día en pasajes, y hasta 100 en gasolina, cuando el salario mínimo es de 65 pesos diarios en promedio. Y el costo en salud es mucho mayor: cada año, 4,000 personas mueren por enfermedades respiratorias asociadas a la mala calidad del aire en el DF y Zona Metropolitana.

Hablando de vidas perdidas, cada año 1,065 personas mueren en accidentes viales, el 51.7% de las cuales son peatones. Los accidentes viales son la primera causa de muerte en los habitantes de entre 5 y 35 años de edad.

Estos apabullantes datos nos muestran donde estamos parados: nuestra ciudad enfrenta una crisis de movilidad, pues en verdad hay días en que el nivel de ajetreo parece insostenible. Los usuarios consideran que tanto los transportes como las vías y rutas son inseguros, lentos, costosos y muchas veces incoherentes con las verdaderas necesidades de los habitantes de la ciudad.

Para que una ciudad pueda brindar un entorno seguro a sus habitantes, necesita cumplir con varias condiciones que, desgraciadamente, en el DF no están presentes. Primero que nada, lo ideal sería que cada quién pudiera trabajar en el lugar más cercano y cómodo posible. Esto haría posible que pudiéramos en realidad seguir la jerarquía recomendable de transporte, que prioriza los trayectos a pie, seguidos de la bicicleta, el transporte público de calidad, el transporte de carga, y por último, los cómodos pero dañinos automóviles.

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Sin embargo, el alarmante nivel de desempleo que se atraviesa sobre todo en las zonas conurbadas, obliga a los habitantes a recorrer grandes distancias en busca de mejores oportunidades de empleo y educación. El ingreso diario de millones de personas provenientes del Estado de México, principalmente, es la principal variable que hace que el transporte se sature y se vuelva infernal.

Otra cuestión es que la mayoría de los centros educativos y de trabajo inician y terminan sus actividades casi a la misma hora, lo que genera las terribles “horas pico” que parecieran no tener fin.

Y mientras estamos en esas, también hay que ir deseando con todas nuestras fuerzas que no vaya a haber un asalto –sobre todo en los microbuses, autobuses y combis-, o que no vayamos a ser víctimas de algún diestro carterista que en un instante nos despoje del celular que con tanto esfuerzo compramos.

En entrevista con El Semanario sin límites, la coordinadora de Proyectos del Centro de Colaboración Cívica Nadjeli Babinet Rojas afirmó que “lo que más preocupa a los ciudadanos se puede dividir en tres grandes áreas: unos están más preocupados por la eficiencia, por llegar rápido a un lugar. A este respecto, el gobierno necesita ponerse a pensar ¿qué tipo de políticas se necesitan para reducir el tráfico?”.

“Otra gran preocupación es el tema de seguridad, tanto la relacionada con los accidentes de los peatones y los ciclistas, de los automóviles y de las motocicletas, como la que tiene que ver con la “alta tecnología” de los microbuses, en donde uno se sube pensando que en cualquier momento se puede destartalar. También, los asaltos y todo este tema de violencia en el transporte público”.

“Por último, están los que se preguntan ¿por qué elijo este transporte y no este otro? Así como por el tema de tener un transporte que, más allá de ser eficiente o seguro, sea de calidad, y que no se convierta en un tormento utilizarlo”.

Al cuestionarla sobre qué es lo que piensa que falla en el gobierno a la hora de decidir las políticas de movilidad en la ciudad, Nadjeli afirma que “la parte de coordinación entre obras, transporte, seguridad pública, entre muchos otros factores tanto en el DF como en el Estado de México, se encuentra muy inestable”.

Así mismo, señaló que, en un análisis realizado por su asociación sobre las condiciones del transporte público en distintas ciudades del país, el DF está reprobado, a pesar de que ha habido inversión en infraestructura, pero “hay preocupaciones más en cuanto a la coherencia del uso que a la cantidad de inversión”.

Sin embargo, existen soluciones que, si bien no resolverán de raíz los graves problemas que se tienen en la ciudad, sí nos pueden ayudar a mejorar nuestra situación. Es un hecho que el Sistema de Transporte Individual Ecobici ha tenido logros significativos desde su año de implementación en 2010. De acuerdo con los datos más recientes, al día circulan 1,723 ciclistas en promedio tan sólo en Paseo de la Reforma.

Si bien es cierto que este servicio se encuentra restringido a algunas zonas de la ciudad, también lo es que se puede encontrar la manera de armarnos rutas “intermodales” que nos faciliten el traslado a nuestros destinos.

Por ejemplo, en la zona de Polanco y Ejército Nacional laboran miles de trabajadores  que se quedan atascados en las avenidas aledañas, tratando de entrar al área, o que tienen como única alternativa la línea naranja, que va llenísima desde sus únicos tres transbordos en Rosario, Tacuba o Mixcoac y que suele ser bastante lenta. Una opción sería bajarse en Auditorio, o en San Joaquín, y terminar el trayecto en bicicleta.

Como esta, podemos encontrar cientos de alternativas por toda la ciudad, pues la red Ecobici se encuentra presente en las siguientes colonias: Centro, Juárez, Condesa, Doctores, Escandón, Guerrero, Buenavista, San Rafael, San Miguel Chapultepec, Santa María la Ribera, Polanco, Tabacalera y Roma, por lo que sólo es cuestión de fijarnos cuál cicloestación nos quedaría mejor, y adelante.

Si a nuestro destino no hay más opción que el metro, una opción muy recomendable es buscar el punto más lejano hasta el que podemos llegar en bicicleta, y de ahí continuar en metro. Por ejemplo, si sé que la línea rosa se vacía en Balderas o Insurgentes, lo que hace más fácil y rápido poder abordar un tren, dejo la bici en una de esas estaciones y la vida se vuelve más fácil.

En cuanto al precio, Ecobici es el transporte más barato de la ciudad, con un precio de 400 pesos por un año, lo que dividido entre los 365 días del año, da un total de 1.95 pesos por día.

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Ante esto, Nadjeli Babinet nos dice que la “intermodalidad” es un tipo integrado de transporte que no sólo se puede lograr combinando trayectos a pie con bicicleta, metro o Metrobús, sino que también hay sistemas como “Aventones” que proponen un uso más consciente del automóvil en los viajes cortos de la ciudad.

El punto de todo esto es darse cuenta de dónde estamos parados. Sabemos que el gobierno difícilmente podrá cumplir con todas las necesidades que como habitantes del DF o de la zona conurbada tenemos en el día a día, pero está en nosotros también el tener un lugar más tranquilo, más limpio y más disfrutable en el que no salgamos a sufrir, sino a ser todo lo felices que podamos.

Por Mariana Vega.

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