Desde los pioneros de los años 20, pasando por los colonos de finales de los años cuarenta, el desarrollo del sistema de kibbutzim (el movimiento sionista de orientación socialista) y el surgimiento de la nación israelita, plural, relativamente incluyente, moderna y competitiva, se traza una continuidad que hace enorgullecer a los connacionales israelitas independientemente de su origen o credo.
En Israel conviven culturas, religiones, muchas etapas de la historia humana y las más diversas formas de organización social. Los conservadurismos más radicales y la modernidad más vanguardista; todo esto otorga al país una visión singular del mundo cada vez más aparentemente aprehensible en que vivimos todos.
Las fronteras de Israel vinculan África y Europa, Oriente y Occidente, hemisferio norte y hemisferio sur, oficialmente el mediterráneo, Siria, Egipto, el Líbano, Palestina, Jordania y aún en disputa, con Arabia Saudita. Sin duda alguna la posición geográfica de Israel es clave para interpretar el equilibrio de poderes en el mundo.

Hace 20 años hice mi primer viaje a Israel y puedo percibir en esta nueva incursión un cambio sustantivo en todos los órdenes. Económicamente Israel es un país próspero, a pesar de que el crecimiento del PIB se ha desacelerado, en los últimos 30 años ha sido de alrededor del 5% anual. Por su tamaño, sin embargo, la variación es significativa de año a año. El PIB per cápita es de unos 42 mil dólares anuales, es decir, casi cuatro veces el de México.
Desde el punto de vista de infraestructura se percibe en el país un desarrollo singular, autopistas, ampliación del aeropuerto Ben Gurión (aquél prócer que terminó sus días viviendo modestamente en un Kibutz en el desierto), una hotelería profesional, con personal capacitado y para todas las categorías, construcciones en prácticamente todas las ciudades, museos impresionantes. En Jerusalén se construye la gran biblioteca nacional junto al Knéset.
La oferta turística de Israel está en pleno desarrollo, desde los parajes extraordinarios del Néguev, donde aún aparecen de cuando en vez escenas pastorales que aseguran la continuidad de milenios, beduinos y caravanserais, hoteles lujosísimos y modestos campamentos. El Néguev, es un orgullo del país, con sus formaciones caprichosas y sus paisajes sobrecogedores, oasis y microclimas. Moisés, Isaac, Jesús, son figuras históricas cuyos relatos nos hacen revivir este paisaje donde se vuelve irrenunciablemente al interior introspectivo. Desde la fortaleza nabatea de Avdat, en Nizpe Ramón y que rivaliza a las capitales nabateas de Petra, hoy Jordania o de Palmira hoy Siria. El recorrido hasta el sur de la península arábiga es de 65 días: la ruta del incienso, de la mirra y las especias que comunica con el mediterráneo y que durante 700 años se animó con la sabiduría del pueblo nabateo que fue sometido por los romanos en el segundo siglo de nuestra era.

El mar muerto, uno de los puntos de más baja altitud en el planeta, parece resucitar con un turismo que busca en estas talasoterapias únicas, un confort de mayor quietud que el de las estridentes playas del mediterráneo donde un hotelería estival se ha instalado a gran escala en los principales puertos Haifa, Tel Aviv, Acre.
Con 9 millones de habitantes, Israel asegura una educación de primer nivel tanto en sus derivadas religiosas y laicas; yeshivas en Safed, madrasas en Nazaret, seminarios y conventos en Jerusalén, grandes universidades laicas en, Haifa y Tel Aviv. El país destila un afán de bienhacer y de ejemplaridad que contagia a los migrantes de todas nacionalidades y confesiones.
Pero Israel vive en una tensa calma, que anima a los jóvenes a vivir y asumirse en la delta de ortodoxias, milicia y permisividad; razón por la que de manera estruendosa y célebre las personas se ejercen de manera libertina incluso, en los barrios más encumbrados de las capitales, particularmente en Tel Aviv, cuya marcha es legendaria y ha permeado en las juventudes occidentales al punto de ser uno de los principales motores para visitar Israel.
Los restaurantes se abarrotan, la oferta culinaria es excelente en barrios y restaurantes de todos los niveles. Esta condición, sin embargo, no alcanza a inhibir la percepción de un cierto miedo ancestral, permanente, enquistado, real. Miedo a la nueva forma de la guerra, al evento, definido como variación estridente en un medio ambiente estable. La sospecha de todo se habla de tú con la inteligencia y la paz circunstanciales. Los vigilantes y las cámaras que proliferan, aventuran hipótesis de todo comportamiento desviado y fuera de norma y tolerancia.
Chicos y chicas, los mismos que frecuentan los bares y centros de diversión, llevan armas vistosas y agresivas, se pasean por todo sitio en un nonchalance, con cierta indiferencia aparente, simplemente sospechando de todo, mirando con garbo inquisidor, haciendo sentir su presencia, buscando, generalmente sin encontrar, una reacción sospechosa.

El servicio militar en Israel es parte de una cotidianidad en la que todos participan, varones y mujeres no se distinguen bajo el color verde oliva que caracteriza y hace reconocibles sus uniformes. El país, pequeño, hace que el servicio militar permita alternar sus entrenamientos con la cercanía de sus hogares, lo cual hace que el servicio sea más un procedimiento entrañable, como la escuela o la religión.
Todas las comparaciones son odiosas, cierto, pero son útiles también. Jerusalén y Tel Aviv se viven un poco como Manhattan o Brooklyn, los barrios son de alguna manera guetos de alta identidad y decantan cada uno sabidurías ancestrales revestidas en las formas moderna del marketing. Disfrutar un delicioso babka almendrado en la legendaria dulcería Marzipan, de la calle Agripas en Jerusalén, es un ineludible como el comer en el muy chic Machnehuda.
Hundirse en el laberinto religioso de Jerusalén es uno de los más grandes regocijos de la espiritualidad, tomar un chocolate en el hospicio Austriaco, visitar el monasterio ortodoxo etíope en los altos del convento de Santa Helena o escuchar una ceremonia religiosa en armenio, inglés, francés o latín en el Santo Sepulcro entre las 5 y 7 de la mañana, entre devotos de todas las especificidades y retruécanos del cristianismo, es acción de microscopía espiritual.

Recorrer la zona del muro de las lamentaciones y entender que esas piedras doradas que recogen tantos rezos y tantas peticiones de judíos devotos y solemnes, lo es también el de la tercera zona más sagrada del mundo musulmán, mueve a un ecumenismo difícil de digerir. Acceder como no musulmán en los horarios de visita, sólo exterior, a la muy sagrada mezquita de la piedra, Al Aqsa, es una experiencia de recogimiento. Como lo es una misa o una oración en el muro junto a las excavaciones del primer Templo datado en el siglo VI a.C.
El rizoma religioso de Jerusalén no tiene parangón en el mundo. Detrás de cada comunidad judía, de cada expresión del cristianismo, de cada fracción musulmana se expresa la historia de tres o cuatro milenios de espiritualidad.
Pero Jerusalén tiene el otro aspecto, el Jerusalén de los barrios, de las universidades, de los grandes hoteles y los extraordinarios museos. Es irrenunciable la vista al museo de Israel y en él, al santo sanctórum de los manuscritos del mar muerto espléndidamente protegidos y con una curaduría sui-generis de Adolfo Roitman, con quien tuve la enorme fortuna de coincidir y quien no se empacha en llamar a estos rollos la Gioconda de los museos de Israel. La visita a los manuscritos Qumrán implica internarse museográfica y arquitectónicamente en una de las vasijas en que estos rollos se conservaron. La visita en síntesis y el conocimiento de estos trabajos extraordinarios de calígrafos que se extiende por varias centurias sugiere más preguntas que respuestas nos ofrece.

Nazaret es una capital culinaria, la ciudad más islámica de Israel despliega una gastronomía singular y una pastelería única; disfrutar de una compra de pastelitos melosos en Nazaret, es reconocerse inmediatamente en una adicción, inténtelo incrédulo lector, lectora, y vuelva conmigo después de la experiencia. Nazaret es un sitio de santuarios cristianos, lugar donde la familia de Jesús se establece, y sitio de la moderna basílica de la anunciación, construida sobre los vestigios de antiguas moradas y capillas. El sitio impresiona por sus dimensiones que convidan pese a su modernidad a una devoción clara y homenajeada desde todas latitudes, el viajero no debe dejar de ver el hermoso mosaico de la virgen de Guadalupe realizado por el recientemente desaparecido maestro García Ocejo.
Nuestro viaje continúa en Safed, en la alta montaña de Galilea, donde nos tocó una granizada infame que no nos impidió, sin embargo, gozar de la tradición hebraica en materia de Cábala y gastronomía. Allí sin duda el mejor Shakshuka (huevos sumergidos en una salsa tomatada y bien especiada) de Israel. Safed despierta todo nuestro interés resuelto en una muy superficial mirada a la profundidad de mundos insondables.

El mar de Galilea, el lago Tiberiades, espléndido con sus colores que tornan del verde oliva al esmeralda, entre montañas y jardines que hicieron a Jesús deslumbrarse con la belleza de Cafarnaúm que hizo su ciudad preferida, cerca donde vivió María Magdalena. En Magdala, a unos cuantos kilómetros de Cafarnaúm, los Legionarios de Cristo, comandados con energía por el Padre Solano, han hecho gracias a las contribuciones de la familia de don Antonino Fernández de México o de España, ya no sé, algunas excavaciones que han puesto en relieve una sinagoga del siglo I que probablemente visitó Jesús y mantienen un bellísimo templo con un altar singular en forma de barca.
Queda en el camino la hermosísima y multicultural ciudad de Okko, o Acre, San Juan de Acre, a 150 kilómetros de Tel Aviv por la espléndida autopista No 6. Sobre una pequeña elevación se distribuye este puerto bellísimo que evoca épicas fenicias, aventuras de cruzados, ingenierías de templarios, mixidad de todas ilustraciones y oscurantismos, modernos Baha’is, que custodian el sitio donde está enterrado Bahá’u’lláh, religión que reconoce ya más de 7 millones de seguidores, la ciudad cuenta una historia de comercio, batallas y religiones que se extiende en un continuum de 3 mil quinientos años. Judíos, cristianos y musulmanes, ateos, agnósticos, buscadores de verdades, baha’is, coinciden en relativa armonía en estas tierras de hamams espléndidos, historias napoleónicas, faros legendarios y tesoros aún perdidos en los muros de esta antiquísima y bella ciudad patrimonio de la humanidad.

La política en Israel está viva, detrás de cada actitud hay una posición que se refleja absolutamente en el knéset, donde las representaciones constituyen un verdadero régimen parlamentario que incluye desde luego alrededor de 10 a 15 integrantes islámicos, de origen palestino la mayoría.
En Israel ya lo dijimos, se vive cotidianamente una tensa calma, nada pasa, pero todo puede pasar. Se vive en un permanente estado de alerta que sólo lo rivaliza la voluntad de expresarse en libertad.
Israel hoy, es un estado ejemplar, orgulloso de sí mismo, competitivo económicamente con uno de los más altos PIB per cápita en el mundo, tecnológicamente a la punta del desarrollo, turísticamente con una oferta única que le hace particularmente atractivo, políticamente estable, tolerante, relativamente incluyente y con una red de poder alrededor del mundo que le hace ser un jugador privilegiado en el delicado ajedrez planetario. México puede aprender mucho de sus prácticas de puesta en valor del patrimonio que como en Cesárea, no inhiben la presencia de jardines y modernidades de oferta turística junto a las vetustas construcciones que se aprecian mejor con estas facilidades.
Muy interesante artículo. Lo hace a uno querer visitar esos lugares. Felicidades
Es un viaje por demás ilustrador para quienes no conocemos esas tierras legendarias. Con un lenguaje sencillo e inteligible Gastón Melo nos recrea finamente aspectos sumamente interesantes de una cultura milenaria como es la israelí. Un gran mexicano contando experiencias para aprender como países de la persistencia de una gran cultura transformadora, y como personas la mística de la entrega.