#ElEstudiante
El 23 de mayo se celebra el Día Internacional del Estudiante. Ese que estudia, ese que “cursa estudios en un establecimiento de enseñanza”, como lo define la Real Academia Española (RAE). Es interesante ver que, ahora, el estudiante tenga su propio día para celebrarse. Tengo que confesar que no tenía la más peregrina idea de que se hubiera instaurado un día para celebrar al estudiante. Cuando me enteré, decidí darle más foco al tema; no porque sea o no relevante el que se “festeje” al estudiante en cierto día, sino por la colosal relevancia misma del estudiante, como lo explicaré más adelante.
La verdad es que no estoy muy atento a las celebraciones del calendario. Aquellas más arraigadas –el Día de la madre y del padre, por ejemplo– de repente se convierten en días de pleito familiar, en melancolías no buscadas o en pretexto para no volverse a ver hasta el siguiente año; total, ya vimos a la mamá o al papá ese día (como si eso nos hiciera mejores hijos). Luego, están los Días del niño, de los abuelos y no sé si haya del primo o del hermano o de la suegra, pero también tenemos aquellos días en que se celebran las diferentes profesiones: el Día del ingeniero, del médico, del abogado, del maestro y, más recientemente, del mercadólogo. Realmente cada día vemos más y más celebraciones que nos recuerdan que existimos y que nos dan una buena razón para reunirnos y hasta enfiestarnos. Pero… ¿el día del estudiante? Interesante, por decir lo menos. ¿Quién es un estudiante? ¿Cómo se define? ¿Qué alcance tiene esa palabra?
Si tomamos a la RAE, es muy simple su definición: “Aquel que cursa estudios en un establecimiento de enseñanza”. Por principio, el estudiante es receptor de conocimiento. Es vasija del conocimiento que se vierte en él, de esa luz que bien definen los Cabalistas. Pero, si el estudiante sólo se limita a recibir conocimiento o enseñanza, no puede definirse como tal. Para llegar a serlo, debe de estudiar todo lo que recibe. Eso significa cuestionar, investigar, revisar diversas fuentes de conocimiento, hacer análisis, desarrollar tesis y llegar a respuestas.
El estudiante no termina su función en las aulas, sigue abierto y hambriento a seguir aprendiendo nuevas cosas. A quien realmente debemos festejar como estudiante, es a quien, sin importar si tiene diez o noventa años, sigue estudiando.
Hoy le quise poner foco a esta celebración porque, sin lugar a duda, estoy seguro de que debería ser la celebración más importante del año. Sí, lo leyó bien querido lector; no es el día de la mamá, ni del papá, ni las celebraciones religiosas. Si analizamos lo que es un estudiante, en toda la extensión de la palabra, veríamos que es el fiel de la balanza entre un país desarrollado o no, entre un país tolerante o no, entre un país en paz o no, y lo más importante, entre un país educado o no.
Tremenda importancia le estoy dando al “estudiante”, pero tiene muchas razones de ser. Primero, porque me estoy refiriendo al estudiante de verdad. No al que va a la escuela a calentar un asiento, o a repetir como loro lo que alguien “enseña” (y lo escribo entre comillas porque en ocasiones me cuestiono si quienes tienen esa gran responsabilidad de pararse frente a un grupo de estudiantes realmente están haciendo su parte en el proceso de enseñanza o sólo están repitiendo como loros lo que en su momento alguien les repitió a ellos como loros, y así sucesivamente). Tampoco me refiero a aquel que, por su soberbia, no escucha ni aprende de los demás porque cree que ya lo sabe todo; ni a aquel que no hace un mayor esfuerzo por escuchar con curiosidad, para aprender del de enfrente y obtener información que pueda utilizar, precisamente para estudiarla y sacar sus propias conclusiones.
Al estudiante que hay que celebrar es:
- Al que todo el tiempo está revisando quién es (estudiándose profundamente) para ser una mejor persona.
- Al que no se queda con lo que le dicen los demás y cuestiona (estudia) la información que recibe.
- Al que se esfuerza por ser empático con las ideas y opiniones de los demás porque, una vez estudiados sus comentarios y comportamientos, y aunque no necesariamente coincidan con los suyos, puede discernir de una forma pacífica y educada.
- Al que es estudioso de tantas cosas y de tantos temas; es decir, tanto quien estudia a las mariposas monarcas, como quien estudia las reacciones químicas o el comportamiento humano. En realidad, el tema no importa, mientras que el individuo sea un verdadero estudioso que constantemente trata de superarse y de buscar más y mejores respuestas que le sirvan a él y al mundo que lo rodea.
Si celebramos estos tipos de estudiantes, que podemos ser todos, es porque una nación ya se volvió grande, porque sus ciudadanos razonan, porque es una sociedad educada y, por lo mismo, una sociedad próspera.
No podemos pensar que el estudiante es sólo aquel que va a las aulas y recibe conocimiento, únicamente como consecuencia de haber asistido a sus cursos. Entonces, ni perdamos tiempo en celebrar este día.
Hay que pensar mejor en aquel estudiante que pone el estudio por encima de todo, como una base para desarrollarse, educarse, analizar, entender la vida, informarse, tomar decisiones acertadas y transformarse a sí mismo y a los demás. Ese, que al conocer, analiza, piensa, cuestiona, construye y propone. Al que no va por la vida sólo siguiendo a los demás, sino que se toma el tiempo de estudiar los escenarios, las creencias, los dogmas, etc.
Si empoderamos al estudiante y le damos el justo valor que tiene en el desarrollo de la sociedad, tendremos un México mucho más educado y, sin duda, mucho más próspero. Yo estoy convencido de que todos los problemas que tiene este país, más tarde que temprano, apuntan a un mismo origen: un gravísimo problema de educación. Así que celebremos la grandeza del que estudia, se prepara, y no lo deja de hacer; sino que es siempre parte de su vida. Enseñemos con el ejemplo, desempolvándonos nosotros mismos y estudiando nuevas cosas. Entre más personas nos sintamos identificadas con “el día del estudiante” será porque estamos contribuyendo a que nuestro país mejore.
Hagamos de este festejo el más importante de todos, por el bien de México.
Recomiendo ver la espléndida película mexicana “El Estudiante”, la última de Jorge Lavat. Entrañable historia de un hombre viejo que vuelve al aula y luego de su compleja relación con sus compañeros jóvenes se convierte en su guía. Al perder a su mujer el viejo, su papel y el de los jóvenes se invierten. El guión es de Gastón Pavlovich y la dirección de Roberto Girault.
Estimado Pepe:
Espléndida reseña de lo que debe ser un verdadero Estudiante y de por qué la celebración de este día sea considerada como la más importante en nuestro querido México, este México que necesita reinventarse sobre una base de verdaderos estudiantes, (de lo positivo que se imparte en las instituciones educativas y en general de las experiencias que ofrece la vida), responsables y conscientes de que nunca se termina de aprender y de que no basta estudiar, sino de que debe ponerse en práctica y difundir lo aprendido, para bien de todos.
PS: ¿Y esa nueva foto con cambio de apariencia? Usted simpre será joven de espíritu por las ideas que comparte.
Saludos.
Totalmente de acuerdo, empoderar al estudiante y sobre todo que comprenda el concepto, yo estoy contratando ingenieros que tristemente no honran su universidad. Muy buen articulo.
Excelente artículo.
Seamos todos estudiantes de tiempo completo.