1.- Ponga grandes cucharadas de lucidez, de alegría por la vida, curiosidad, perseverancia y, sobre todo, resistencia.
2.- Agregue gotas de bailarina incansable, otras tantas de actriz, unas más de empresaria y chorritos de escritora revoltosa.
3.- Eche todo en el alma de una mujer y agite fuerte, pero fuerte… ¡Listo!
Poco antes de morir la bailarina, tiple, empresaria, escritora, periodista, promotora teatral y dueña del legendario Teatro Blanquita, Margarita Su López, conocida como Margo Su, nacida en la Ciudad de México en 1930, dijo en una entrevista:
Me interesa mucho la lucha de la mujer, todo lo que forma nuestro feminismo tardío: a qué hora empezamos a gritar, a pedir un voto, a qué hora empezamos a querer ser modernas y avanzadas, siempre luchando contra estas señoritas que se oponen, por ejemplo, o la Liga de la Decencia que una noche se subió a ponerle un fondito a la estatua de la Diana Cazadora. Así que las mujeres somos como fuerzas que se mueven para todos lados, esto lo vas viendo y lo adoras. No somos espontáneas hoy, sino que todo lo venimos formando desde antes (…).
De familia humilde, Margarita comenzó a trabajar a temprana edad como bailarina y corista, primero presentándose en los llamados jacalones, carpas improvisadas en lotes baldíos o vecindades, donde se ofrecían tandas a un público no precisamente de “alto pedorraje”. Ahí tuvo el gran contacto con la cultura popular, que más tarde sería la herramienta preferida de su oficio. Después pasó por todos los teatros de revista y vodevil de la época, el Follies, el Tívoli, el Abreu o el Colón, donde muchas veces alternaba con su hermana mayor, Rosa Su López, famosa exótica de tintes orientales (parecida a Tongolele), mejor conocida como La muñequita china, quien murió trágicamente asesinada en 1951.
Siempre inquieta, Margo Su le entró al teatro, a la televisión y al cine. En televisión se presentó en programas como Puerta al Suspenso, La Hora Nescafé y Cabaret Waikiki. También participó en dramones lacrimógenos, como Extraños caminos del ayer y El pecado de Oyuki, la primera telenovela mexicana que llevó la temática de un país extranjero. En películas actuó en Madres solteras, Las leandras, División narcóticos, El jurado resuelve, Club de señoritas y Juventud desenfrenada, La guerrera vengadora, muchas de ellas hechas cuando el cine mexicano ya iba en caída libre con sus churros. Aquí cae bien una buena definición del churro mexicano:
Una producción masiva y sin ningún esfuerzo de películas carentes de imaginación, rutinarias y en muchos sentidos vulgares, que se elaboraban meramente por la ganancia artística y no por la propuesta artística.
Como empresaria teatral, Margo Su no fue la primera en México, aunque sí una de las más versátiles y emprendedoras. Antes de ella se puede recordar a las hermanas Genara y Romualda Moriones, quienes a la muerte de sus maridos, a principios del siglo XX, tomaron las riendas del afamado Teatro Principal. Trabajadoras a más, perfeccionistas y rigurosas, pero sobre todo poseedoras de una visión empresarial aguda y atípica para las mujeres de su tiempo, las hermanas Moriones supieron dar cabida a los creadores mexicanos del llamado género chico, que eran desplazados por las compañías españolas.
Pero llegó el momento en que las obras se repetían tanto, que el público prefirió practicar el fino arte del jitomatazo. Fue ahí donde entraron las Moriones, convirtiéndose así en las primeras mujeres empresarias en apostar por los escritores y compositores mexicanos como proveedores de espectáculos. De ahí salieron grandes creadores, como José F. Elizondo, autor de más de cuarenta zarzuelas y revistas musicales, como Chin-Chun-Chan, que obtuvo más de mil representaciones.
Con un género teatral renovado, las Moriones demostraron que lo mexicano también podía ser taquillero, y vaya que lo fue: de 1912 el Teatro Principal fue el grito de la moda, hasta su incendio en 1931.
En 1948, Margo Su y su marido, Félix Cervantes, con diez mil pesos en mano compraron una carpa de tandas en el centro de la ciudad, donde estaba el legendario Circo Orrín. Fue una carpa grande donde cabían ochocientas personas y a la que llamaron Carpa Margo o Teatro Margo. En su libro Escenas de pudor y liviandad, Monsiváis escribe:
“8 de abril de 1950 (…) ¿Cómo olvidarlo? Ese día conseguí por puritita suerte un boleto para el Teatro Margo, cuando debutó Dámaso Pérez Prado (…) Recuerdo que allí se estuvo por lo menos un año sin una butaca vacía”.
Monsiváis evoca que no sólo lo electrizó el estilo y espectáculo mambístico de “La Foca” Pérez Prado, sino que también le hizo reconocer que en materia de bailongo se declaraba “paralítico”. Jaime Sabines, en su letra A estas horas aquí, dice:
Habría que bailar ese danzón que
tocan en el cabaret de abajo,
dejar mi cuarto encerrado
y bajar a bailar entre borrachos.
Uno es un tonto en una cama acostado,
sin mujer, aburrido,
pensando,
sólo pensando…
Teatro del pueblo, justicia social arriba del tinglado, las mujeres como protagonistas en el rompimiento de costumbres, las presentaciones en la Carpa Margo comenzaron a escandalizar a la persignada sociedad. Entonces vino la “era del hierro” con aquel “Regente” enemigo número uno del jolgorio y la vida nocturna: Ernesto P. Uruchurtu, quien desde 1952 emprendió una campaña que él mismo denominó La cruzada de la decencia. De esta manera, durante catorce años, por la noche un comando especial caía de sorpresa en teatros y antros para detectar amenidades lujuriantes. Para Uruchurtu, que tenía el humor de una monja pastoreando cocodrilos, las empresarias de espectáculos estaban en “un ambiente ideológico de libertinaje al ofrecer al público obras de argumentos disolventes en las que con frecuencia se usaban palabras crudas…”. Así fue como el “Regente de hierro” mandó a demoler el Margo, último refugio del teatro de carpa.
Pero Margo Su y su esposo no tardaron en construir un nuevo teatro, que nombraron en honor a su hija Blanca. Se dice que lo obtuvieron por medio de un dinero que ganaron en la lotería. Así nació, en 1960, el Teatro Blanquita, símbolo del teatro de revista, de la sátira política y la comedia: quien no pasara por su sagrado suelo no estaba consagrado.
Reina del teatro popular para goce de la libre expresión, doña Margo Su hizo del Blanquita, como anota Monsiváis, “un centro de encuentro entre dos formas de acción: la dinámica del teatro frívolo y la reconsideración, un tanto museográfica, de la cultura popular. La tendencia habría de prosperar, y su clímax es la orquesta de Pérez Prado en Son, de Juan Ibáñez, tocando mambo admirable, mientras alguien recita las Décimas a la muerte, de Villaurrutia”. En su escenario se presentaron mujeres interesantísimas y equidistantes, desde Liza Minelli, hasta Mercedes Sosa, sin olvidar a la exquisita Raquel Welch, la variopinta Celia Cruz o la tequilera Lucha Reyes.
Sin embargo, durante las décadas siguientes y aferrado a su vena popular, el Blanquita se fue transformando en sinónimo del entretenimiento vulgar, aunque Margo Su, con integridad intachable, apoyó espectáculos que de otra manera jamás se hubieran presentado en México, como el show del travesti Francis, un espectáculo que rompió los cánones y que estuvo en cartelera exitosamente durante diecisiete años, convirtiendo a Francis en la verdadera Reina de la Noche.
Dentro de su faceta como escritora y periodista, Margo Su fue, en 1984, cofundadora del periódico La Jornada. Ella misma explica cómo nació:
En la práctica vivíamos en una nación autoritaria, ritualista, centralista hasta la paranoia, obsesivamente presidencialista y violadora de los derechos humanos. El grueso de la sociedad, por su parte, toleraba poco las singularidades y diferencias y no estaba muy al tanto de su creciente diversidad. Ese entorno marginaba a los indígenas, a los no católicos, a las mujeres, a los no priístas, a los homosexuales, a los sindicalistas autónomos, a los artistas ajenos a la cultura oficial, a los migrantes, a los académicos, a los activistas de las más diversas causas sociales, a los que pregonaban la viabilidad de la democracia en el país, a quienes pugnaban por el establecimiento de un estado de derecho, a los que veían en la justicia social y la redistribución de la riqueza algo más que reglamentarias escalas discursivas. Esas porciones de la sociedad simplemente no existían para los medios informativos.
La Jornada no tuvo socios capitalistas sino, como Margo explicó, “socios artistas y, como aliados y amigos, figuras destacadas de la cultura (…). Gabriel García Márquez regaló un reportaje salido de su pluma, Vicente Rojo realizó el diseño del diario, Juan Sepúlveda nos rentó el edificio de Balderas 68, Alberto Bitar puso su imprenta a nuestra disposición, Manuel Barbachano Ponce nos dedicó la premiere de la película Frida, producida por él, dirigida por Paul Leduc, con Ofelia Medina en el papel estelar, etcétera…”.
Margo Su fue también un fructífero enlace entre la intelectualidad reinante y la vena popular. Junto con Carlos Monsiváis e Iván Restrepo fundaron el Ateneo de Angangeo, origen de la tertulia entre intelectuales y políticos de donde salió la famosa foto de Pedro Valtierra con Carlos Salinas de Gortari y la muñeca tetona.
Como escritora escribió dos grandes libros: Alta Frivolidad (1989) y Posesión (1991).
Desgraciadamente en 1993 el cáncer interrumpió la movida vida de esta comprometida mujer de mil farándulas, muriendo allá en Portland, Oregon, tan lejos del tequila y el tablado.
Que bárbaro Gerardo! esta muy muy interesante el artículo, la mayoría de lo que escribes me gusta, me relaja, me sorprende y en general me deja un buen sabor de boca, pero éste artículo tiene magia! me movió a muchos momentos en la historia y a la vez parece que se detuvo el tiempo.
Genial!! aplausos de pie para ti!!
Doña Angeles, sinceramente le aprecio muchísimo su comentario y que me lea. Le agradezco enormemente, como siempre, se tome el tiempo de escribirme…
Reciba un gran abrazo de mi parte!!!
Te volaste la barda con este artículo mi estimado Gerard. Es en si mismo tan rico que da para desglosar y desmembrar mas temas a partir de el. Síguenos cultivando para que no se pierda esta historia que permanece subterránea y extiende sus tentáculos en la historia de nuestro país. Gracias
Ah!, mi gran Luis Enrique…., perdón mi tardanza en contestar!
mil gracias por tu comentario y por leer. Tenemos en México tanta gente tan valiosa y que la gente y su historia pasan por alto que vale mucho la pena dedicar unas cuantas líneas a su rescate, ¿no crees?
Mil gracias nuevamente y un abrazo!
No es cierto Lucha Reyes no se presento en el blanquita, porque ya habia muerto. Mas bien creo que Felix Cervantes compro el blanquita aun con dinero que le pertenecio a Lucha Reyes, fruto de cuando habia sido su eaposa.