Se ha escrito mucho sobre Leonora Carrington; es fácil perderse en los ambientes de sus cuadros y de sus cuentos; transportarse a mundos en donde los sueños y la realidad conviven en un mismo plano. Es fácil, también, caer en la tentación de convertirla en uno de sus personajes: mujer caballo, mujer hiena, mujer alada. ¿Qué pasaba por la mente de Leonora cuando creaba?
Desde muy joven, dejó claro que sus sueños no coincidían con los de su padre. Me imagino su infancia en la mansión victoriana, masiva y gris, que más tarde convirtió en Crookery Hall. Mientras sus hermanos jugaban en los jardines, a ella le enseñaban a ser una dama de sociedad. Si hubiera optado por esa vida, probablemente se habría casado con un hombre rico y ni siquiera hubiera tenido que abrir y cerrar ella misma las cortinas de su habitación. Mientras llevara a cabo su papel de esposa y ama de casa con diligencia, no habría nada que reprocharle. Nada más alejado de sus intenciones. El cuento La debutante es una alegoría de su renuencia a ser presentada en sociedad como si fuera un objeto. Prefiere intercambiarse con una hiena que asistir al baile, importa poco que el animal deba comerse a la criada en el camino.
Como todo en su obra, las pinturas de Leonora son también un pedacito de la historia de su vida que cada quien interpretará a su manera. En Crookery Hall, me llama la atención la mujer de blanco que corre sin tomar en cuenta a un personaje parecido a una sombra o a un fantasma. Tiene los brazos extendidos y los ojos muy abiertos, como si quisiera llamar su atención. Pero Leonora no se detiene y en cada palmo de su cuerpo, mientras se aleja, se nota determinación.

Leonora se distanció de su familia en el vasto sentido de la palabra, y el precio que pagó valió la pena. A Max Ernst le debió su encuentro con el surrealismo. A los 19 años se enamoró perdidamente del pintor y de la corriente de la que más adelante ella también sería una pieza fundamental. Cuando apresaron a Max Ernst durante la Segunda Guerra Mundial, cayó en una depresión terrible y su padre decidió internarla en un hospital para enfermos mentales. Su estancia en el psiquiátrico fue devastadora. Sin embargo, Leonora tuvo la capacidad de transformar en arte la experiencia. Down below, su novela autobiográfica, sorprende por la precisión de sus descripciones y por la absoluta falta de autocompasión.
Después de ver la exposición de su obra en el Museo de Arte Moderno, me pregunto una vez más qué pasaría por la mente de Leonora mientras creaba el mundo misterioso que nos dejó. De no haber sido por su padre que intentó subyugarla, por los cuentos celtas que le contaron en su infancia, por su relación con los grandes surrealistas, por México y la familia que formó aquí, ¿qué clase de persona hubiera sido? Con el proyecto de vida que su padre tenía para ella, ¿hubiera logrado lo que no logró? Ni siquiera el terrible tratamiento del hospital psiquiátrico, pudo matar su creatividad artística.