Santa Claus, el capitalismo y la ilusión

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Soy consciente que la imagen de Santa Claus representa una idea de consumismo, una expresión de ese capitalismo tan criticado y tan criticable. Sin embargo, el lado positivo es la ilusión que provoca en los niños, particularmente en los de menor edad.

Resulta imposible explicarle a un niño o niña de 2, 3, 4, o 5 años que eso que él ve en la imagen de un hombre barbudo y vestido ridículamente de rojo, con un gorrito (igual de ridículo) en la cabeza es, precisamente, una de las máximas representaciones del capitalismo. Los niños en su infinita ingenuidad, ven otra cosa, ven ilusión, ven promesa, ven una posibilidad de ser premiados por “haberse portado bien”.

¿Cómo podría un niño de tan escasa edad portarse mal? Ellos no lo saben, no saben que precisamente por su condición de niños, de párvulos, son necesariamente buenas personas. Es el tiempo, la realidad apabullante y la conciencia adquirida lo que eventualmente (insisto en la palabra “eventualmente”) nos convierte en malas personas.

Los niños son, pues, por naturaleza, gente de bien, seres humanos en formación que sin duda y a su forma, aspiran a un mundo mejor. En este contexto, he participado por tercera ocasión en un evento en el que me disfrazo de Santa Claus; las tres ocasiones me han llenado de placer y ternura hacia esas personitas que, en otros escenarios, ignoro por completo.

Santa Claus

No soy ni nunca he sido alguien “niñero” ni “muchachero”. Para mí, ensimismado en mi vida de adulto, los niños (así en general) no representan una de mis prioridades, ya que mi mundo se desenvuelve entre adultos o entre jóvenes y adultos, esto por mi trabajo como profesor universitario.

No obstante, una de mis aficiones, el paracaidismo, me llevó sin querer a representar a ese personaje extranjero, extranjerizante y símbolo máximo del capitalismo que es Santa Claus, la experiencia (insisto, no buscada por mí) ha sido excepcional.

Ver a los niños, particularmente a los de menor edad, cómo se maravillan al verme en mi papel de Santa, es una experiencia sin igual, una experiencia que sin duda alguna (independientemente de si lo vuelvo a hacer) me ha marcado para siempre. Lo más maravilloso es que en las tres ocasiones en que he participado, ha sido llegando en paracaídas a una zona de salto en Terán, Nuevo León, donde me aguardan reunidos cientos de niños y niñas esperando recibir un regalo directamente de las manos de Santa.

Antes de aterrizar, estando ya a baja altura, puedo escuchar la gritería, el entusiasmo y la algarabía de los niños al ver llegar a Santa no precisamente desde un trineo. Eventualmente, podría decir que para mí es un salto más a registrar en mi bitácora, pero para ellos es toda una nueva experiencia, una emoción indescriptible.

navidad y niños

Ya en tierra, necesito la ayuda del staff para quitarme el paracaídas, pues los niños en su prisa por saludar al Santa, serían capaces de desgarrar la copa del mismo, así de inocentes e ilusionados participan, así de prisa tienen por llegar junto a Santa. Cada uno tiene su petición particular, alguna vez uno de ellos me pidió un piano, un acordeón y una guitarra. El sábado 22 de este mes, muchas niñas me pidieron una muñeca, lo más simpático es que empezó una especie de competencia, pues una sólo pidió la muñeca, pero la de al lado agregó; “sí y que hable” y otra niña del entorno agregó también, sí, “que hable y cierre los ojos”, y así en la mente colectiva fueron describiendo la que sería la muñeca ideal.

Igual me pasó con los niños, unos pedían “un carrito” y otros agregaban: “sí, con todo y pista” y otros más pedían, “que les prendan las luces”. En fin, por azares del destino y por una votación arbitraria ente mis amigos paracaidistas, fui designado como el Santa, y no saben cuánto se los agradezco, no saben (mis amigos Divers) la gran oportunidad que me dieron al, democrática e impositivamente, designarme como el Santa de la zona de Terán, N.L.

salto en paracaídas
Fotos: FB Héctor A Mendoza C.

En situaciones como ésta, reitero y ratifico lo que ya creía, realmente es fácil hacer el bien, es fácil provocar la ilusión de los niños y es maravilloso contribuir a su felicidad.

Corolario: Debo decir que nada de esto sería posible sin el esfuerzo de mucha gente, los propietarios de la pista, los otros paracaidistas que, vestidos de duendes (uno de ellos de Grinch) saltaron conmigo, del esfuerzo de muchos amigos, familiares, estudiantes y ex-estudiantes, quienes dando muestras de gran generosidad, me hicieron llegar (con cálculos modestos) más de 400 juguetes.

Para concluir, no queda más que decir: gracias a todos y todas y, muy particularmente; gracias a los chiquillos y las chiquillas (diría Fox).

https://www.facebook.com/hectoraugustomendozacardenas/videos/10156765023190275/

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