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La cocina mexicana en el mundo

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Cuando una persona viaja a un país nuevo como turista o para vivir, una de las maneras más fáciles de adentrarse o conocer su cultura es a través de su cocina. Esto se puede conseguir con la gastronomía, una disciplina –considerada un arte y una ciencia–  que estudia las relaciones de las personas con su modo de alimentación y con su entorno cultural y ambiental. Hay muchos países en el mundo, que al pensar en alguna de sus características más importantes nos viene a la cabeza la gran calidad y variedad de su comida: Perú, Francia, Italia, España o Japón son claros ejemplos, pero también hay otro país con el que pasa lo mismo: México.

Su arte culinario es conocido en todo el mundo, prácticamente en cualquier ciudad del planeta podemos encontrar restaurantes o cantinas mexicanas. A lo largo de su historia, el país ha tenido un gran mestizaje cultural, reflejándose en su gastronomía. La cocina prehispánica se ha ido mezclando con otras de diferentes orígenes; primero con los españoles que trajeron nuevos alimentos, entre ellos: arroz, aceite de oliva, numerosas especias y nuevos animales de ganado: el cerdo, el caballo, vacas y aves de corral. La cocina española ya había tenido una mezcla importante después de siglos de convivencia con la cultura árabe. Posteriormente, el mestizaje siguió, gracias a la inmigración libanesa, china y la influencia francesa durante el largo gobierno de Porfirio Díaz. En 2010, la cocina mexicana fue considerada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, aunque la declaración de dicho organismo hace referencia concretamente a la cocina tradicional.

mole, comida mexicana
Fotografía: México Desconocido.

La cocina mexicana ha tenido una variante: la cocina Tex-Mex, muy popular en Estados Unidos y en diversas partes del mundo. En España, hemos podido ver la llegada desde hace algunos años de cadenas de estos locales, parecidos a los de “fast food”.

Este tipo de comida, cuyo origen está en Texas, despierta mucho enojo en México cuando se compara con su gastronomía. Pero si dejamos de lado los numerosos locales de comida rápida, la cocina Tex-Mex tiene su historia. Cuando Texas formaba parte del Virreinato de la Nueva España, ingresaron en su territorio colonizadores canarios que llegaron con esclavos o sirvientes de origen bereber que traían sus propias recetas y preferencias por determinadas especias: el comino, el cilantro, la pimienta o la canela. Con el paso de los años, incluyendo los primeros años de México como estado independiente, llegaron a Texas numerosos colonos de origen europeo: alemanes e ingleses, que también trajeron sus ideas sobre cocina. En cierta manera, la gente que llegaba a Texas se adaptaba a lo que había en la zona, por ejemplo: el tomatillo o determinados chiles –como el chile verde, que eran difíciles de encontrar en el norte de las tierras mexicanas–. Cuando Texas se independizó y posteriormente fue anexionada a Estados Unidos, su cocina siguió desarrollándose, basándose sobre todo en las grandes barbacoas de carne de res debido a que es un lugar de grandes ranchos y del famoso “chile con carne”, muy popular en el estado de la estrella solitaria.

leyenda del Tren Texas-México, Tex-Mex
La Leyenda del Tren Texas-México, mejor conocido como Tex-Mex (Fotografía: Blog “La Leyenda Vigo”).

Cuando en la década de 1870 se inauguró una línea de tren entre México y Texas,  muchos mexicanos emigraron hacia el norte; el tren era de la compañía Texas-Mexican Railway, y se referían a él como: Tex-Mex. Allí, las dos cocinas comenzaron a fusionarse; por un lado, se introdujeron las tortillas en la comida o el taco, pero por otro lado, se utilizaban productos estadounidenses como el queso amarillo o también el cheddar.

Una diferencia significativa entre las dos cocinas es la manera en que se comen los tacos; en la cocina Tex-Mex suelen ser fritos o si no es una tortilla crujiente. En México, los tacos no se fríen, exceptuando las tradicionales “flautas” y los tacos dorados; estos últimos son unas tortillas que envuelven distintos ingredientes: carne, patatas o frijoles; cubiertas con crema agria de leche, lechuga, queso fresco, salsa casera al gusto, o pico de gallo.

tacos al pastor, comida mexicana
Fotografía: México Desconocido.

Los burritos son tradicionalmente de los estados norteños del país, surgieron en la época de la Revolución como una manera fácil y barata de alimentar a las tropas: una tortilla de trigo que envuelve la carne con algún aderezo o de lo que se tuviera a mano. En la cocina Tex Mex ha sido un plato muy popular, sólo que rellenado con ingredientes distintos: arroz, frijoles o lechuga. En el vecino del norte, el burrito frito en aceite es: la chimichanga. Igual que este último, las fajitas son también un plato originario de Texas: una tortilla rellena con carne o pollo y verduras salteadas y que se suelen servir con arroz y frijoles.

chiles de mexico
Fotografía: Universidad del Claustro de Sor Juana.

Volviendo a la cocina mexicana, en muchas ciudades, como es el caso de Barcelona, se pueden encontrar muy buenos locales: taquerías, cantinas y restaurantes donde ofrecen gran calidad y una variedad de platillos que hacen que te puedas sentir como si estuvieras en el propio México; aunque a un precio más alto. El problema es que, en muchos casos, la cocina mexicana ha sido víctima de algunos tópicos: siempre es picante, ponen demasiados condimentos y que todo lo que lleva una tortilla es un taco. Es cierto que el picante está presente en la gastronomía, pero no todos los platillos lo llevan o son muy condimentados. Esto hace que muchos locales prefieren ir a lo seguro y ofrecer solamente los guisados más típicos: tacos, tortillas, enchiladas o los típicos totopos con guacamole. También se pueden hallar buenas tiendas de abarrotes en las que existen una gran variedad de productos mexicanos importados.

Para los amantes de la cocina mexicana es fácil diferenciar si un plato es mexicano o Tex Mex; sin menospreciar a esta última. El problema radica en haberla convertido, en algunos casos, en una comida de un estilo de “comida rápida” o “comida chatarra”. Un burrito Tex Mex puede ser muy bueno y de gran calidad, sólo que será de finalización distinta a los mexicanos; el problema es cuando éste se encuentra congelado o se prepara en un local fast food, ya que se utilizan productos industriales para su elaboración que afectan su sabor. Desde mi punto de vista, la cocina mexicana ha tenido y tiene aspectos muy atrayentes: como la variedad, versatilidad, las fusiones entre lo dulce y lo salado que se pueden encontrar en los 31 estados del país y en la Ciudad de México.

el mole, cocina mexicana
Fotografía: Blog UNITEC.

Otro manjar culinario de la cocina mexicana es “el mole”, una salsa que tiene más de 50 variedades como el mole verde, negro, rojo y pipián, la palabra proviene del vocablo náhuatl molli,que significa salsa o manjar. Es un platillo que tradicionalmente se sirve acompañado de carne de guajolote o pollo –dependiendo del territorio– y arroz, además de las indispensables tortillas de maíz. Es una salsa de compleja elaboración por la cantidad y variedad de ingredientes, en promedio veinte o más, como: chiles de diferentes clases, chocolate de metate, y diversas especias, entre muchos otros.

Incluso la artista surrealista Leonora Carrington, que vivió buena parte de su vida en México, sentía pasión por el mole; dedicándole una obra teatral: “La invención del Mole” (1960). A la pintora y escritora de origen británico le fascinaba la variedad y cantidad de ingredientes que contenía dicho platillo y también cómo la fusión de todos ellos conseguían un sabor tan especial e impresionante. Otro libro muy recomendable es “De la Olla al Mole” del periodista barcelonés Xavier Domingo, un ensayo que trata sobre la comida antes y después de la llegada de los españoles a América y los cambios que supuso tanto para los europeos y los habitantes originarios.

Leonora Carrington y el mole
“La cocina aromática de la abuela Moorhead”, 1975, Leonora Carrington.

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Gabriel Figueroa, el cinematógrafo del arte luminoso

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La Época de Oro del cine mexicano transcurrió desde 1936 hasta finales de la década de 1950, consiguiendo su punto álgido en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hollywood se centró en la producción de películas bélicas y propagandísticas. La industria cinematográfica mexicana se centró sobre todo en rodar melodramas que tuvieron un gran éxito por toda América Latina. En este periodo tan largo, fueron muchos los directores que se hicieron famosos: Emilio “El Indio” Fernández, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel, e intérpretes como Jorge Negrete, Pedro Infante, Arturo de Córdoba María Félix, Dolores del Río, Katy Jurado y Silvia Pinal, entre muchos otros.

Pero hubo, además, un director de fotografía que adquirió una fama similar a la de los nombres mencionados: Gabriel Figueroa (1907-1997), que debutó como director de fotografía en Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes, la obra que dio inicio a estos años de gloria del cine mexicano. Este film tuvo mucha fama fuera del país, ganando incluso un premio especial a la contribución artística en el Festival de Venecia de 1938. La carrera de Figueroa, abarcó 50 años, durante los cuales participó como responsable principal de la fotografía en 213 películas, el 75% de ellas en blanco y negro. También realizó trabajos en producciones hollywoodienses con realizadores de la talla de John Ford y John Huston.

bunuel y figueroa
Luis Buñuel y Gabriel Figueroa (Fotografía: Entorno a Buñuel).

La formación artística de Figueroa se inició en la Academia de San Carlos y en el Conservatorio Nacional donde estudió pintura y música, respectivamente; pero cuando conoció a José Guadalupe Velasco se interesó más por la fotografía. Influenciado también por el fotógrafo estadounidense Alex Phillips, empezó a trabajar en estudios fotográficos. A principios de los años 30, inició su andadura en la industria cinematográfica, como iluminador y como responsable de las fotos fijas de algunas películas, las que después se utilizaban para promocionar el filme. En 1935, la empresa Clasa Films le dio una beca para ir a estudiar a Estados Unidos con el reputado director de fotografía Gregg Toland, quien ganaría un Óscar con la película Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights, 1939) de William Wyler y participaría en Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). Toland estaba muy influenciado por el expresionismo alemán de los años 20, lo que también repercutió en su pupilo mexicano. De vuelta en México, y después de su exitoso debut no paró de trabajar; ya que en el inicio de su carrera, participó en una media de ocho películas al año.

En 1943 dio inició a su colaboración en 24 películas con Emilio “El Indio” Fernández como Flor Silvestre (1943) y a la que le siguieron otras también importantes: María Candelaria (1944), La Perla (1945), Río Escondido (1947) y La Bienamada (1951).En 1950 empezó otra famosa relación profesional, esta vez con Luis Buñuel, en seis aclamadas obras: Los Olvidados (1950), Él (1953), Nazarín (1958), Los ambiciosos (1959), La Joven (1960), El Ángel Exterminador (1962) y Simón del Desierto (1965). Fue una relación un tanto curiosa, ya que siempre tenían opiniones enfrentadas en cómo se tenía que hacer la película. Buñuel buscaba en muchas películas el máximo realismo posible, mientras que Figueroa era mucho más plástico y estético. Es famosa la anécdota durante el rodaje de Nazarín, cuando Figueroa estaba preparando un encuadre increíble en el que se podía ver el Volcán Popocatépetl con nubes blancas al fondo; el director español le pidió que diera la vuelta a la cámara para tomar un paisaje totalmente anodino y sin atractivo, ya que el director español creía que estaba más en consonancia con la película.  

flor silvestre
Fotograma de la película “Flor Silvestre” (Imagen tomada de Revista Código).

Figueroa tuvo un estilo muy personal en su carrera. Utilizaba a menudo, la técnica del claroscuro, debido a su admiración por Rembrandt, sobre todo al hacer primeros planos de los rostros de los intérpretes. Era una manera de mostrar los contrastes entre el paisaje y los personajes. Un ejemplo de esto lo encontramos en Los Olvidados (1950), en la escena de la pelea final entre El Jaibo y Pedro vemos cómo la cámara se centra sólo en los personajes, apenas percibimos cómo es el gallinero donde están luchando. También mostraba un claro contraste en Río Escondido (1947), en este caso, entre el paisaje y los personajes. En esa película de “El Indio” Fernández, María Félix interpreta a una maestra enviada a una aldea perdida de Coahuila, cuando baja del tren en medio de una planicie desértica, la vemos caminando por ella con un cielo cubierto de nubes; su figura se ve pequeña en este espacio, acentuando su llegada a un lugar que le ofrecerá dificultades.

También en buena parte de sus películas podemos ver la influencia del muralismo mexicano, así como del grabador José Guadalupe Posadas. Figueroa mostraba los paisajes y a la gente olvidada del país, como lo hacían los grandes muralistas, ensalzando de manera alegórica el carácter nacional del México posrevolucionario. Diego Rivera le llamó “el Cuarto Muralista”, y junto con él mismo David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Con este último vivió una anécdota durante una proyección de Flor Silvestre. Siqueiros reconoció claramente una escena parecida a su obra, El Réquiem (1928), en un momento de la película. Figueroa le confirmó que había tomado influencia de dicha pintura, el muralista quedó encantado y le felicitó por la perspectiva que había conseguido y que él no había podido conseguir al pintar dicho cuadro. Mucha gente criticaba que los artistas oficiales de la época, mostrasen siempre un México folclórico; pero lo cierto es que Figueroa mostró, durante buena parte de su carrera, la pobreza y los problemas que padecían mucha gente. Como en Los Olvidados, donde refleja un México con grandes dificultades sociales, una imagen que mucha gente quería negar siempre en esos años de desarrollo posrevolucionario.

pintura de orozco
“El Réquiem”, José Clemente Orozco, 1928 (Imagen tomada de Revista Código).

Gabriel Figueroa fue una persona muy crítica con el sistema. En 1945, siendo secretario general de la Sección II del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), el cual formaba parte de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), denunció la corrupción que había y junto con otros artistas de la época, como Jorge Negrete y Mario Moreno “Cantinflas”, crearon una nueva organización: el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Poco después, mostró su apoyo a muchos represaliados por la “caza de brujas” de Hollywood y consiguió que algunos pudieran residir en México.

En 1947, tuvo su primer trabajo en la industria del país vecino con la película El Fugitivo (The Fugitive) de John Ford, recibiendo críticas muy positivas; pero Figueroa centró su carrera en México y América Latina. Mostró su simpatía por los guerrilleros de Fidel Castro y rodó una película sobre José Martí, La rosa blanca (Momentos de la vida de Martí) (1954). Esto le impidió trabajar durante mucho tiempo en Hollywood, ya que fue puesto en la lista negra. Pero a Figueroa nunca le faltó trabajo y realizó obras como: Macario (1959) de Roberto Gavaldón, Pedro Páramo (1966) de Carlos Velo, o Presagio (1975) de Luis Alcoriza. Sin olvidar algunas colaboraciones con producciones estadounidenses rodadas en México: Dos mulas y una mujer (Two mules and Sister Sara, 1969), Los Hijos de Sánchez (The children of Sanchez, 1978) de Hall Barlett, y las dos colaboraciones que tuvo con John Huston, La noche de la Iguana (The night of the Iguana, 1964) y Bajo el Volcán (Under the Volcano, 1984). Por la primera, recibió una nominación al Óscar a la Mejor Fotografía.

Gabriel Figueroa fue un artista, que durante su larga carrera recibió reconocimientos por todo el mundo y en su propio país ganó ocho Premios Ariel y recibió uno Honorífico en 1987; además del Premio Nacional de las Artes en 1971. Un año más tarde, obtuvo el Premio Salvador Toscano de Ciencias y Artes al mérito cinematográfico y fue nombrado Presidente de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México. Su obra contribuyó al desarrollo de la identidad visual de México, dejando para la posteridad imágenes increíbles.

Su carrera no sólo sobrevivió a la Edad de Oro, sino a las numerosas crisis que vivió el cine mexicano. Fue uno de los directores de fotografía más importantes de la historia del cine, siendo admirado por muchos realizadores y compañeros de profesión, como Vittorio Storaro, a quien le impactó que el nombre de Figueroa apareciese siempre en los carteles de las películas, junto con el del director y los actores, confirmando la importancia y éxito que había conseguido a lo largo de su carrera cinematográfica.


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La Ciudad de los Palacios

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La ciudad de Roma es conocida como: “La Ciudad Eterna”, París es llamada: “La Ciudad de la Luz”, y la ciudad de Nueva York tiene el apodo de: “La Gran Manzana”. La expresión: “La Ciudad de los Palacios”, se utiliza para describir a la Ciudad de México; ya que en toda ella, podemos admirar un gran número de construcciones increíbles. Esta cita se atribuyó durante muchos años al científico alemán Alexander von Humboldt cuando visitó lo que aún se llamaba Nueva España en 1804, pero en realidad la frase la dijo el viajero inglés Charles La Trobe en 1835, cuando el país ya era independiente.

La Trobe publicó un libro titulado El paseante en México (The Rambler in Mexico, 1836), en el que explicaba que se quedó maravillado al ver la capital de México. En uno de los escritos de esta obra afirma: Mira sus obras: Las moles, acueductos, iglesias, caminos y la Lujosa Ciudad de los Palacios. El Barón Von Humboldt también se había impresionado al ver la capital de la Nueva España, tal como había escrito en su obra: Ensayo político sobre el reino de la Nueva España (1811); consideraba que era la urbe más desarrollada y moderna de las colonias españolas. En la época que realizó su viaje, la ciudad tenía 113 mil habitantes y algo más de 1 millón con las áreas circundantes.

En el mismo Zócalo capitalino podemos encontrar ejemplos que justifican el apodo de la Ciudad de México: el Palacio Nacional –sede del poder ejecutivo–; el Antiguo Palacio del Ayuntamiento o la Catedral Metropolitana; y por todo el Centro Histórico –Patrimonio de la Humanidad desde 1987– hay también obras destacadas, como el Palacio de Minería –construido en los últimos años del Virreinato–; o el Palacio de Bellas Artes (1904-1934) y el Palacio de Correos (1902-1907), ambas construcciones del arquitecto italiano Adamo Boari y realizadas en tiempos del Porfiriato. No solamente en el centro vemos este tipo de construcciones, en el Bosque de Chapultepec, podemos ver el Castillo que lleva el mismo nombre y que fue la residencia del emperador Maximiliano (1864-1867), desde el cual puede contemplarse una vista impresionante del Paseo de la Reforma. Muy cerca, también encontramos obras realizadas en la segunda mitad del siglo XX: el Museo Nacional de Antropología, el Auditorio Nacional o el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, las cuales destacan por su maravillosa arquitectura.

palacio de bellas artes
Palacio de Bellas Artes (Fotografía: TimeOut).

Los diferentes gobiernos, tanto federales como locales, han intentado siempre dejar su impronta en alguna obra espectacular con la que puedan ser recordados, dejando de lado, muchas veces, las verdaderas necesidades de los habitantes de la ciudad.

La urbe ha tenido un crecimiento acelerado desde finales de la década de 1940 cuando empezó a consolidarse la industrialización del país. Mucha gente se trasladó de todas partes de la República a la capital en busca de trabajo y una vida mejor. La urbe se fue expandiendo en muchas ocasiones de manera desordenada y con poca planificación para poder sostener al rápido crecimiento de la población, lo cual provocó carencias de servicios básicos en muchas colonias, sobre todo de agua potable. Por otro lado, los graves terremotos que ha sufrido el antiguo Distrito Federal en los últimos 60 años –1957, 1985 y 2017–; afectaron a su desarrollo. Aunque se empezó a invertir en construcciones que pudiesen resistir un temblor de tierra, lo cierto es que la explotación urbanística propició el rápido crecimiento de edificios en varios casos mal cimentados. Muchas construcciones que sustituyeron a inmuebles derrumbados en el temblor de 1985, tuvieron problemas con el que ocurrió en el 2017, e incluso muchos quedaron inhabitables.

Es cierto que durante la segunda mitad del siglo XX se proyectó un urbanismo moderno en donde la gente pudiera vivir en buenas condiciones. Uno de sus mayores promotores fue el arquitecto Mario Pani, quien siguió una arquitectura funcional y moderna. El Conjunto Habitacional Miguel Alemán (1947-1949) o el Conjunto Urbano Tlatelolco (1957-1964) fueron dos de sus proyectos de vivienda y urbanismo más famosos; además fue uno de los responsables en la creación de Ciudad Universitaria (C.U.) de la UNAM junto a los arquitectos Enrique del Moral y Mauricio M. Campo, en las cercanías del Pedregal de San Ángel. Aunque Pani y otros arquitectos, urbanistas e ingenieros, como Pedro Ramírez Vázquez o Bernardo Quintana, realizaron grandes obras que modernizaron diversas ciudades de México, lo cierto es que también se siguieron desarrollando asentamientos irregulares y mal planificados.

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Museo Nacional de Arte INBA (Fotografía: @nadi_djg).

En la actualidad, la Ciudad de México tiene una gran variedad arquitectónica y urbanística, por eso podemos encontrar barrios que aún conservan características propias. Uno es el Centro Histórico de Coyoacán en el que podemos ver edificaciones como: la Casa Alvarado (sede de la Fonoteca Nacional), construida en el siglo XVIII; el Antiguo Palacio del Ayuntamiento de Coyoacán o Casa de Hernán Cortés; o la Iglesia de San Juan Bautista. Durante la época de Porfirio Díaz, se construyeron grandes casas para familias ricas, imitando el estilo colonial; algunas calles aún conservan el piso empedrado de entonces. En la actualidad, se considera el centro bohemio de la ciudad. En esta zona residieron Diego Rivera y Frida Kahlo en la Casa Azul (situada en la calle Londres); y en la Avenida Río Churubusco, está la Casa donde residió y fue asesinado León Trosky; hoy es la sede del Museo que lleva su nombre y del Instituto del Derecho de Asilo.

Otro barrio similar es el Centro Histórico de Tlalpan, situado en el norte de la alcaldía homónima. Esta villa había formado parte del Estado de México, llegando incluso a ser su capital en 1827; pero en 1855 pasó a formar parte del Distrito Federal. Conserva una distribución parecida a la de diversos pueblos o ciudades mexicanas. La Plaza de la Constitución, con el Palacio del Ayuntamiento a un lado, con un pequeño parque en medio –incluido el típico kiosco de estilo francés–, un edificio con pórticos, diversos lugares de restauración y la Iglesia de San Agustín de las Cuevas en el otro extremo de la plaza. Justo detrás del ayuntamiento, está el Mercado de La Paz, similar a los que se pueden ver en todo el país. Muchas de sus vías aledañas, conservan también la calzada empedrada, como la calle Miguel Hidalgo o la calle Magisterio Nacional, y tienen una cierta tranquilidad que parece que no estamos en una de las ciudades más pobladas del mundo.

Es un lugar con construcciones notables del siglo XVIII, como la Casa Chata o la Casa de Moneda; y otras más nuevas como la Casa Frissac, que fue propiedad del ex presidente Adolfo López Mateos y hoy es sede del Instituto Javier Barrios Sierra; o la Casa de la Cultura de Tlalpan (1986-1988), cuya fachada pertenece a un edificio que había en la Colonia Condesa: la Casa de Bombas (1907). 

Casa Frissac
Casa Frissac de Tlalpan (Fotografía: MxCity).

Estos dos barrios contrastan con la modernidad y el rápido crecimiento urbanístico del Barrio de Santa Fe, ubicado en las alcaldías de Cuajimalpa y Álvaro Obregón. Anteriormente, era una zona de minas de arena y un enorme basurero; pero cuando se clausuraron ambos, tuvo una rápida urbanización desde la década de 1980, ya que durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se planificó un distrito financiero similar a La Defense, en París, pero también con zonas residenciales. Su crecimiento acelerado no ha ido de la mano con el desarrollo de una buena infraestructura y vías de comunicación y también de servicios básicos; ya que Santa Fe está en el extremo poniente de la ciudad. Sus calles están pensadas sobre todo para coches, con aceras estrechas y hay poco transporte público, lo que provoca que las vías siempre tengan un gran flujo vehicular.

En definitiva, la Ciudad de México siempre será “La Ciudad de los Palacios”. La majestuosidad de muchos de sus edificios, los ha convertido en iconos de la ciudad y desde hace algunos años, es muy visitada por los turistas. Ya no es solamente un punto de enlace para viajeros que hacen escala para ir a las playas de Cancún o de Puerto Vallarta, sino un lugar donde poder quedarse unos días y conocer una ciudad increíble con gran actividad cultural y comercial.

Pero es cierto, la gran metrópoli debe establecer políticas que ayuden a que su desarrollo urbano sea más ordenado; donde la corrupción urbanística –presente en todo el mundo– no tenga cabida, en la que el acceso a los servicios más básicos sea algo fácil y llegue a todos sus habitantes.


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Barcelona en estos días

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Desde hace algunas semanas en buena parte del mundo se han visto ciudades vacías y sin apenas tráfico o personas, a causa del aislamiento y de las medidas de contención que se han decretado por la pandemia del COVID-19: vemos ahora Nueva York, Londres, Milán, Buenos Aires o la Ciudad de México, con un aspecto fantasmal, es algo que nunca hubiéramos imaginado. En Europa, al menos, no ocurría desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial. En España llevamos desde el sábado 14 de marzo aislados en nuestras casas y sólo saliendo para poder ir a comprar a las tiendas de alimentación, a las farmacias y otros servicios básicos; exceptuando los trabajadores con empleos considerados esenciales, sobre todo sanitarios o repartidores.

Desde luego, la principal tragedia de lo que está sucediendo son las miles de pérdidas humanas y que tristemente sus familiares han tenido que despedir desde la distancia. Muchos nos estamos preguntando cómo será la progresiva vuelta a la normalidad: retorno al trabajo, poder acudir a restaurantes o bares, ir a toda clase de comercios o eventos, etc. Las medidas de distancia entre personas, tanto en la calle como en los comercios, que se han tenido que establecer y que seguramente seguirán en el resto del año es algo totalmente nuevo.

En Barcelona, donde siempre hacemos mucha vida social en la calle, sea cual sea la época del año, nos ha sido difícil; ya que cuando llega la época estival lo que nos gusta hacer con el buen tiempo a nuestro favor, es poder estar en la terraza de un bar, restaurante, heladería o ir a las playas. Muchos locales tuvieron que reducir su aforo a la mitad y los camareros llevar mascarilla. Pero estas medidas se han aplicado a toda clase de comercios. El ámbito educativo –colegios, institutos o universidades– también se ha tenido que replantear al finalizar el curso escolar; optando en buena medida por clases online o enviando indicaciones por correo electrónico. En todo caso, la vuelta presencial a las clases será en el próximo curso, en el mes de septiembre.

barcelona con covid
Fotografía: La Voz de Almería.

Uno de los principales sectores que también se ha visto afectado en España, es el turismo. La temporada de primavera y verano suele empezar en las vacaciones de Semana Santa y dura hasta finales de septiembre; pero este año, ya se da por perdida. El confinamiento se está empezando a relajar durante este mes de mayo; y apenas va a haber viajes internacionales este verano y el turismo será sólo dentro del país. Mucha gente optará por permanecer en su localidad o irán a lugares cercanos de su residencia; además, muchos eventos de los que suelen haber en verano como festivales musicales, eventos deportivos, fiestas de los pueblos, no se celebrarán, y la visita a muchos museos o monumentos permanecerá cerrada.

En Barcelona, residen más de 1 millón 600 mil habitantes y en 2019 recibió casi 12 millones de turistas. En cualquier día del año se puede ver multitud de personas en cualquier rincón de la ciudad, en los edificios modernistas, el puerto o en las vías más importantes como Paseo de Gracia, la Avenida Diagonal o la Plaza Cataluña; pero hoy, en estos lugares apenas se ve gente. Esto es algo que muchos no habíamos visto nunca, nuestra urbe vacía.

Otra población que ha ofrecido una imagen similar es la Ciudad de México, con casi 9 millones de habitantes y más de 21 millones en la zona metropolitana del Valle de México, hemos podido ver imágenes de sus vías principales, prácticamente vacías; sin el enorme tráfico que las caracteriza. Uno de los cruces peatonales por donde pasan más transeúntes de América Latina es el que está situado en el centro de la capital; justo donde convergen la Avenida Juárez, el Eje Lázaro Cárdenas con el inicio de la Avenida Francisco I Madero; a las personas que pasan por él, hay que sumarles los miles de coches que circulan en todo momento. En las imágenes que se han podido ver ahora, no se aprecia apenas movimiento.

covid en mexico
Fotografía: Televisa.

Con la progresiva vuelta a la normalidad se irán abriendo de nuevo los comercios y las industrias reiniciarán su producción. Pero será un año difícil, ya que muchos sectores no podrán estar al 100% de su capacidad debido a las restricciones, que aunque menos duras que al inicio de esta crisis, seguirán estando presentes. Además, falta saber si los diferentes negocios que han tenido que cerrar sus puertas durante las últimas semanas, podrán recuperarse con facilidad o si algunos tendrán que hacerlo de forma definitiva.

Lo cierto es que esta crisis posiblemente llevará a replantearse muchas cosas, entre ellas las relaciones humanas; mucha gente será cauta antes de salir y preferirá quedarse en casa; o las relaciones laborales, en algunos negocios o empresas, si es posible se podrá hacer uso del trabajo “online”; y sin dejar de considerar las dificultades que podría tener el mercado laboral, no solamente este año, sino también los próximos. Esperemos que la recuperación sea rápida y exitosa en su totalidad.


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Recordando a Pedro Infante

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El 15 de abril de 1957, hace 63 años, el llamado “Ídolo del Pueblo” nos dejó en aquel fatídico accidente aéreo. Pedro Infante murió convertido en leyenda. Dejaba tras de sí, una carrera artística consolidada; la cual despuntó en 1943, cuando tuvo su primer papel protagonista en la película: La feria de las flores (1943) de José Benavides Jr. y grabó su primer gran éxito musical: El soldado raso. Su carrera abarcó 61 largometrajes como actor y más de 300 canciones; todo esto antes de cumplir los 40 años. Infante triunfó en la “Época de Oro” del cine mexicano, donde fue contemporáneo de artistas como Mario Moreno “Cantinflas”, Jorge Negrete y María Félix. Trabajó con cineastas de la talla de Emilio “El Indio” Fernández, Rogelio A. González, o Ismael Rodríguez con quien realizó 16 películas. Su figura sigue siendo muy recordada; de hecho, la plataforma Netflix estrenó una película inspirada en el artista en diciembre pasado: Como caído del cielo.

película de Pedro Infante
Cartel de la película “A Toda Máquina”, 1951.

Su funeral fue masivo; cuando llevaron su féretro al Panteón Jardín de Ciudad de México, se calcula que había más de 100 mil personas sólo en el cementerio y centenares de ellas se desmayaron de la emoción. Pedro Infante era de familia humilde; pero nunca olvidó su procedencia y siendo famoso, nunca dejó que se le subiera la fama a la cabeza. Su imagen no era respetada por todo el mundo. Desde algunos sectores acomodados, se veía al actor y cantante como alguien que únicamente era para la clase obrera. De hecho, en la magnífica novela corta de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto, hay una parte en que la familia del protagonista habla de los gustos que deberían tener una familia de cierta posición como ellos. La madre del protagonista se refiere a Pedro Infante como alguien que tiene aspecto de chofer y que sólo gusta a las “gatas”, en referencia despectiva a las trabajadoras domésticas.

Pero hoy en día, el legado de “El ídolo de Guamúchil”, no es exclusivo de algún sector social, sino que forma parte de la historia de México y de América Latina. Infante siempre fue una persona sencilla, le gustaba recordar su juventud como carpintero, siempre tenía tiempo para saludar a sus seguidores y en muchas representaciones aceptaba la comida que le llevaban muchas de sus admiradoras. 

La imagen de Pedro Infante como una persona cercana al pueblo, se debe también por las características de los papeles que interpretaba en el cine. Normalmente daba vida a personas sufridoras que hacían todo lo posible para salir adelante. En la famosa trilogía de Pepe el Toro, dirigida por Ismael Rodríguez: Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe el Toro (1952), interpreta a un hombre que va padeciendo desgracias –incluida la muerte de un hijo y después de su mujer– y que siempre acaba demostrando su entereza. Igual que otro de sus grandes éxitos: Un rincón cerca del cielo (1952) de Rogelio A. González, una película donde Pedro Infante actuaba junto con Marga López y en la que interpreta a un pobre hombre que intenta salir de la pobreza, pero cuando consigue algo positivo las desgracias le azotan.  

Pedro Infante en la oveja negra
Pedro Infante con Fernando Soler y Andrés Soler en “La oveja negra”, 1949.

 En otras películas, interpretaba a personajes en mejor posición social, aunque debían enfrentarse a personas de su entorno –incluso familiares suyos– para poder progresar en la vida o para poder casarse con su enamorada; como en las dos películas que rodó también bajo las órdenes de Ismael Rodríguez: La oveja negra y No desearás a la mujer de tu hijo –ambas de 1949–; en ellas Pedro Infante tiene una difícil relación con un padre autoritario, jugador y alcohólico, con el que se disputa la buena administración de su finca y el amor de una mujer. El papel que interpretaba Infante en muchas obras, era el del “macho” mexicano por antonomasia; pero al mismo tiempo, era mostrado como una persona sensible. Eran personajes duros y aguerridos, pero que también eran capaces de llorar y emocionarse.

            A diferencia de otros artistas de la época, que cantaban y actuaban, Pedro Infante consiguió el reconocimiento como actor. Otros, como Jorge Negrete, tuvieron una exitosa carrera, pero nunca consiguieron el apoyo de la crítica o de las academias de premios. Infante consiguió ganar el Premio Ariel al Mejor Actor en 1956 por la película: La Vida no vale nada (1955) de Rogelio A. González; fue su sexta nominación.  Pero esta consagración le duró poco, ya que falleció el año siguiente en Mérida. Ese año se estrenó, póstumamente, la famosa película Tizoc: Amor Indio de Ismael Rodríguez, la cual ganó el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera e Infante obtuvo de manera póstuma el Oso de Plata al Mejor Actor en el Festival de Berlín de 1957.

Pedro Infante y Blanca Estela Pavon
Pedro Infante como “Pepe el Toro” con la actriz Blanca Estela Pavón, 1953.

            La vida de Pedro Infante no estuvo exenta de polémica en su momento. Se casó dos veces, la primera con María Luisa León, con la que adoptó a una sobrina suya; y en 1953 contrajo nupcias con la actriz Irma Dorantes, con quien tuvo una hija. Para poder casarse por segunda vez, el cantante falsificó un documento de divorcio de su primera mujer; y poco antes de perder la vida, la Suprema Corte declaró ilegal el segundo matrimonio. Además, entre sus dos matrimonios, tuvo una relación con la actriz Lupita Torrentera –empezó cuando ella tenía 14 años– con quien tuvo tres hijos. Después de su muerte, se descubrió que él había tenido una hija cuando tenía 18 años.

Pedro Infante con Irma Dorantes
Pedro Infante con Irma Dorantes (Fotografía: Archivo El Universal).

Igual que en otras muertes de personas famosas, surgieron teorías sobre si su accidente había sido organizado por orden de algunos políticos de la época, o por haber tenido un romance con la mujer de alguno de ellos. Otra teoría afirmaba que “El Inmortal” no murió y que el accidente fue una mascarada para poder fingir su muerte, desaparecer y poder vivir de manera anónima.

Pedro Infante, aviones
Pinterest.

El fallecimiento de Pedro Infante también coincidió con el fin de la “Época de Oro” del cine mexicano. En los años siguientes, la industria cinematográfica mexicana entró en un periodo de crisis. Después de la edición de los Premios Ariel de 1958, no se entregaron durante catorce años, hasta 1972.

            Pero la figura de Pedro Infante pasó a ser leyenda y es admirada por mucha gente. Cada 15 de abril, su tumba es visitada por miles de admiradores y por bandas de músicos, que entonan sus más famosas canciones como: Mi cariñito, No volveré o Cien años.

México en la Segunda Guerra Mundial

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Este año se cumplen 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que dejó a Francia, Estados Unidos, Inglaterra, la Unión Soviética y China, como las cinco principales potencias vencedoras. Pero hubo también un gran número de países que contribuyeron a la victoria aliada y que su participación ha quedado algo olvidada, sobre todo fuera de sus países, como es el caso de Brasil o México. Para la República Mexicana su participación al lado de las victoriosas potencias aliadas significó muchas cosas positivas: se empezó a consolidar la industrialización del país, se dio inicio a un gran crecimiento económico que duraría hasta 1970 –el llamado “desarrollo estabilizador”– y llegó “la edad de oro del cine mexicano”; pero también se consolidó una mayor dependencia, comercial y política con los Estados Unidos de América.

El gobierno de Lázaro Cárdenas criticó la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939; pero pocos días después declaró la neutralidad de México; a pesar de que su gobierno había apoyado a la República Española y abierto el país a los refugiados republicanos. En México, como muchos otros países, había una división entre la gente que era pro aliada y la que apoyaba los regímenes fascistas. En aquellos momentos, las relaciones con Estados Unidos no eran muy buenas y Gran Bretaña había retirado su embajador tras la nacionalización de la industria petrolera de 1938. En el país había una fuerte oposición a entrar en el conflicto, por un lado, desde los sectores más conservadores cercanos al entonces recién fundado Partido de Acción Nacional (PAN) –y desde algunos intelectuales, como José Vasconcelos–, el cual defendía intensificar las relaciones con la Alemania nazi y sus aliados. Vasconcelos era muy crítico con el imperialismo estadounidense, al que consideraba el causante de los males de América Latina. Además, tampoco se veía con simpatía a Gran Bretaña, debido a las décadas de explotación por parte de empresas inglesas de los recursos naturales nacionales.

José Vasconcelos, antisemita
José Vasconcelos (Imagen: Reporte Índigo).

Desde la parte de la izquierda, tampoco se quería involucrar en el conflicto, ya que la URSS no había entrado en guerra todavía; el Partido Comunista Mexicano no apoyó la causa aliada hasta que la Unión Soviética entró oficialmente en el conflicto en mayo de 1941. Veían el enfrentamiento como una lucha entre países imperialistas, en la que era mejor no inmiscuirse.

En 1941, las cosas empezaron a cambiar. Las relaciones de Japón con Estados Unidos eran cada vez peores y México empezó a negociar nuevos acuerdos comerciales con su vecino del norte. México decidió prohibir el comercio con países que no fueran del continente americano, por lo que Estados Unidos empezó a consolidarse como su principal socio comercial. En abril del mismo año, el gobierno anunció la incautación de 12 barcos que navegaban bajo pabellón alemán e italiano en los puertos de Veracruz y Tampico, ya que había preocupación de que pudiera haber sabotajes en territorio mexicano. Mucha gente empezó a pedir una mayor implicación con las fuerzas aliadas como el sindicalista Vicente Lombardo Toledano.

Finalmente, el 7 de diciembre, las fuerzas japonesas atacaron la Base Naval de Pearl Harbor en el archipiélago de Hawái. En las semanas siguientes diversos países declararon la guerra a Japón, México lo hizo en mayo de 1942; tras el hundimiento de dos barcos petroleros mexicanos en aguas del golfo a manos de submarinos alemanes: el Potrero del Llano y el Faja de Oro. Se envió una protesta a Alemania a través del gobierno de Suecia y como no hubo respuesta se declaró el estado de guerra a finales de mayo de 1942. Desde la izquierda hasta el PAN apoyaron la decisión gubernamental; aunque desde algunos medios de extrema derecha se dijo que México había tenido la culpa al comerciar con un país en guerra, e incluso surgió la teoría de que el barco había sido hundido por Estados Unidos o Inglaterra.

La contribución mexicana en el conflicto fue al principio limitada, el ejército tuvo tareas defensivas y no se envió ninguna fuerza a combatir. Pero se estableció el Servicio Militar Nacional y se nombró a Lázaro Cárdenas como Secretario de Defensa. En aquel momento las relaciones con Estados Unidos empezaron a hacerse más estrechas, se intensificó el comercio de materias primas y mucha gente de origen mexicano, residente en Estados Unidos, se enroló en las filas de su ejército. También se inició el Programa Bracero en el que miles de mexicanos fueron a trabajar a su vecino del norte, bajo contrato, en el campo y el ferrocarril; y unos sectores que necesitaban mano de obra, ya que la industria estadounidense se había centrado en la producción bélica y muchos trabajadores se habían alistado en el ejército. Las relaciones entre los dos países se fueron intensificando y en 1943 el presidente Roosevelt visitó al presidente Ávila Camacho en Monterrey. Finalmente, se decidió enviar una pequeña fuerza militar a luchar al lado de los aliados, el famoso Escuadrón aéreo 201, que luchó en la Campaña de Filipinas durante la Batalla de Luzón.

discurso de Manuel Avila Camacho para la guerra
Discurso del presidente Manuel Ávila Camacho para entrar a la Segunda Guerra Mundial.
declaracion de guerra Mexico
Documento de la declaración de guerra, firmado unos días antes (Fotografía: Héctor de Mauleón).

Al acabar el conflicto, México, como país vencedor, fue miembro fundador de las Naciones Unidas; además, la infraestructura del país estaba intacta, ya que no había habido acciones militares dentro de su territorio.

El crecimiento económico del país fue cada vez más alto y se sentaron las bases de su industrialización; de hecho, en 1952 en México se estableció la doctrina económica del “desarrollo estabilizador”, que duró hasta 1970 y durante la cual el Producto Interno Bruto creció a una media anual del 6%, la inflación se mantuvo baja y la balanza comercial fue positiva; aunque esto último implicó algo de tiempo conseguirlo, ya que al acabar el conflicto, la industria y la agricultura estadounidense volvió a su situación de antes de la guerra. En esos años, México tuvo que importar gran parte de lo que necesitaba de Estados Unidos y exportaba poco, de manera que la dependencia comercial con el país vecino pasó a ser cada vez mayor. Finalmente, a principios de los años 50, se consiguió mejorar la balanza comercial. Pero la relación con Estados Unidos comenzó a marcar mucho la política mexicana.


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