Leo Messi o Diego Maradona

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Falso dilema, porque las épocas, los sistemas de juego, los medios de comunicación, el material de los balones, los criterios arbitrales y los propios aficionados somos diferentes. Porque, además, no hace falta contestar la pregunta. Para los que hemos vivido el futbol como una larga avenida en paralelo a nuestros días, la única respuesta posible es Messi y Maradona; y Cruyff, Platini, Zidane, Pelé y Garrincha.

Viví en vivo, a los 10 años, la magia de Pelé elevándose por encima de Facchetti para hacer el primer gol de Brasil en la final de 1970 en el Estadio Azteca. Y después, el genial pase acompasado que dio Pelé a Carlos Alberto para firmar el famoso “gol del presidente”, que sellaba la Copa del mundo a favor de Brasil con un contundente 4-1 frente a Italia.

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Imagen: Footy Fair.

Después, en 1986, la vida me regaló otro momento inolvidable para poder ver, otra vez en el Azteca, el histórico gol de Diego Maradona contra los ingleses, luego de burlar a seis enemigos en el camino. La “mano de Dios” que abrió el marcador, quedó en el terreno de lo anecdótico. Hoy me pregunto si el nefasto “VAR” la habría podido revelar al dominio público o también habría sido burlado.

Como León Gieco, “Sólo le pido a Dios” me conceda ver a Messi en vivo levantando la Copa del Mundo. Como Qatar está lejos, deberá ser en la Copa del Mundo que se celebrará en la tierra del T-MEC en 2026. Aunque Leo Messi ya tendrá 37, si el COVID no tiene planes para mí, espero no faltar a la cita.

De Maradona sólo puedo decir que su figura embelesó mi juventud con sus destrezas, pero aún más, su personalidad estridente no dejaba lugar para la duda. Siempre echado para adelante, siempre desafiante. Cuando escucho a sus detractores decir “mira nomás como acabó”, me repito en silencio que “como quiso”, “como pudo”, y que de hecho “no ha acabado”. Su lucha contra las adicciones es una más de sus gambetas extraordinarias. A veces, hay que claudicar ante la eficacia en beneficio de la estética. Lo dijo en una entrevista: “meter un gol así no sirve”. Tener la humildad de venir a dirigir a un equipo de división de ascenso en México y hacerlo con la misma pasión que el día de su debut como profesional “a los 14 años”, habla de la verdadera grandeza de un corazón que es más poderoso que dos piernas en estampida. Diego Maradona es para mí un amigo que nunca conocí, pero al que siempre quise.

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Imagen: Dribbble.

Y de Messi, qué decir. Si el juego ha alcanzado en una sola persona su mejor versión, su mejor justificación y su mejor promotor, es con este prodigio que no deja de entregarnos belleza en cámara lenta. Para los que hemos jugado este deporte, no hay forma de ignorar la exquisitez de cada decisión de Leo, basada en la intuición más infantil. La pelota es mía y primero la disfruto yo. Después, un perfecto pase al hueco demuestra que tiempo y espacio son los dos insumos que integran la ecuación, recordando que es un juego en equipo. Pero claro, meter de a 3 goles por jornada es también jugar en equipo.

Lo más memorable de Leo Messi es aquel día en que a una pregunta inquisidora de una periodista acechándole por sus nervios antes de una final de Champions, se limitó a decir: “al final, esto no deja de ser un juego, y yo un pibe con un balón”.

Hoy que las nuevas estrellas rutilantes inundan las ligas del mundo, en un intercambio de jugadores de todas las nacionalidades y orígenes, y que la globalización de la imagen nos alcanza en cualquier rincón, me pregunto si no será esta la esperada “diáspora del mundo”.


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