Arte y Cultura

¿México sin artistas?

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Me pareció imposible no comprar el argumento. Claro, es justo pedir que se incremente el presupuesto a arte y cultura. Así como la película de Un día sin mexicanos (2004) decidí perseguir el impulso de pensar qué pasaría si no hubiera creación. Increíble pero cierto, mi primer pensamiento fue que no sería realmente grave: la creación no persigue fines utilitarios que pudieran ser notados por quienes no han dependido de ella (y no me refiero económicamente) para vivir.

Vi el video que difundieron quienes están vinculados al MOCCAM (Movimiento Colectivo para la Cultura y el Arte de México). En él, una chica aficionada al arte y la cultura se percata de que algunas de sus manifestaciones empiezan a desvanecerse: la Piedra del Sol desaparece de internet y del anverso de una moneda de 10 pesos, la música de Cri Cri no se reproduce en el tocadiscos, las páginas de un libro de Rulfo se hallan en blanco y las imágenes de un libro de historia del arte mexicano se desdibujan. La narrativa me pareció algo lenta y entorpecida al principio, máxime por el aura de misterio que iba construyendo la banda sonora y que me hacía esperar un desenlace más rápido y dramático. En la medida en que el video continuaba su curso y que la protagonista interactuaba con su familia, me di cuenta de un argumento muy poderoso –pero muy peligroso– para la causa perseguida por el MOCCAM: en efecto, para algunos, el que no exista el arte no es un gran problema. Y esos “algunos” están en el seno de nuestras propias familias.

La chica del video advierte la desaparición de una máscara sobre el televisor, justo después de que su película no pudiera verse y de que la familia la increpara (por cambiarle a la telenovela, por hacerle algo al televisor y privar a todos de tan grande invención). Lo que me pareció interesante es justamente eso: que el resto de la familia de la protagonista aficionada al arte y la cultura no parece estar en la más mínima tribulación. Para ellos no desaparece nada ni echan nada de menos. Mientras tengan telenovelas, futbol y TV notas, mientras tengan entretenimiento al alcance, parecen no darse cuenta de aquello tan esencial que suponen elementos como la máscara sobre el televisor, la Piedra del sol o las letras de Rulfo. ¿En verdad es esencial?

Otra mirada a la argumentación del video: las manifestaciones (diré) populares como las telenovelas y el futbol (pero curiosamente no la máscara), las revistas de la farándula, no se desvanecen: permanecen tan firmes en la narrativa como el pensar que no son “alta” cultura. “Estás loca”, le dice una de las mujeres a la protagonista, mientras lee su TV Notas. Esto pone a la chica en una situación de descrédito por parte de quienes la rodean, de alucinación (sólo ella parece darse cuenta de las desapariciones) y de aislamiento (a los demás no les importa lo que a ella le importa). Curiosamente, el video pone de manifiesto, con su narrativa, que el arte y la cultura cohesionan a unos pocos que deciden apartarse del camino del consumo cultural popular.

arte y cultura en México
Imagen: travelbymexico.com.

Al final, la chica se da cuenta de que todo ha sido un sueño. Más tranquila, revisa su libro de Rulfo y todo está ahí otra vez. Cuando sale a la calle se encuentra con una librería que ostenta numerosos ejemplares con portadas idénticas y con leyendas tales como “Que se acaben las becas”, “hay otras prioridades”, “no hay presupuesto”: frases que se han pronunciado con mayor énfasis y frecuencia en esta administración y que hacen referencia a la pregunta que me hacía líneas más arriba: en verdad, ¿el arte y la cultura son esenciales? ¿Para quiénes y desde qué perspectivas?

MOCCAM está exigiendo un incremento sustancial al presupuesto dedicado a las artes y a la cultura. No sólo eso, sino que solicita también que se generen las condiciones necesarias para que los trabajadores del sector cuenten con seguridad social. El propósito es muy noble y claro: el arte y la cultura no son de adorno, no están restringidos a un ámbito socioeconómico privilegiado ni a los pueblos aborígenes. Parecería que es obligado: el arte y la cultura deben ser “el eje rector de cualquier verdadera transformación”, dice una de las actrices como parte de las conclusiones del video. “Invertir en la cultura es invertir en la transformación del país que soñamos”. Es ésta tal vez la frase de mayor impacto que subrayo y que nos permite pensar en qué pasaría si tuviéramos, más que un día sin artistas, un día sin manifestaciones artísticas y culturales, sin importar si son populares o académicas: es a partir de arte y cultura que construimos horizontes, identidades y capacidad de exceder nuestros constreñimientos y proyectarnos hacia metas insospechadas.

El arte hace posibles ámbitos de transformación personal y colectiva; la educación artística permite construir relaciones, conexiones cerebrales e inteligencia emocional; los imaginarios nos pueblan y nos dan la medida de nuestras aspiraciones; cierto es que fuera de ellos, nada es posible. Pero, como se ve en el video, parece que si no hay arte y oferta cultural, no hay por qué preocuparse. El arte es un ámbito de transformación que rinde frutos que esta administración federal ni siquiera calcula. Más allá de salas de cine cerradas (lo cual, a ojos de la mayoría, sólo implicaría menos opciones de entretenimiento), de teatros sin programación, de salas de concierto vacías o de museos cerrados o sólo con operación mínima; más allá de que la cultura sea un derecho, la capacidad de canalizar presupuesto a algo que la mayoría ve como parte de la industria del entretenimiento no se antoja parte de un panorama sostenible. Las condiciones laborales de muchos de los trabajadores del sector son más que precarias y la opción de abonar un camino en las instancias públicas parece cada vez más lejana.

Telar.
Fotografía: Coolhunting.

Abril Alcalá Padilla, diputada del PRD y quien participa en las comisiones de Cultura y Cinematografía, Educación y Ciencia, Tecnología e Innovación (https://www.informador.mx/cultura/Cultura-y-ciencia-ante-el-desafio-presupuestal-20190917-0012.html) señala la oportunidad de invertir en turismo para desarrollar áreas de oportunidad que vinculen a las regiones con su legado artístico y cultural. Suena bien, pero no hay una política de sostenibilidad ni una proyección que dure más de los años que dura el gobierno municipal, estatal o federal. Un proyecto de desarrollo comunitario por regiones debería contemplar la estricta vinculación con los sectores turísticos y de comunicación, pues si no se cuenta con infraestructura capaz de recibir, canalizar y posibilitar una experiencia placentera para los visitantes, el flujo de éstos decaerá.

Alcalá Padilla hace referencia al potencial de la “economía naranja”, es decir, la industria de lo creativo en donde arquitectura, filmes, artes plásticas y escénicas están al mismo nivel que videojuegos, software, moda y publicidad. Esta economía comprende al sector de las industrias culturales productivas, lo cual genera dividendos que contribuyen al Producto Interno Bruto y que permiten su comercio a nivel mundial. Invocar el modelo de la economía naranja es esperanzador, pero no es sencillo plantear su introducción a la política gubernamental actual ni poner en circulación dentro de este esquema al considerado “patrimonio”, debido a que los derechos de reproducción, de uso y las solicitudes de autorización que es preciso cubrir encarecen la producción y no permiten la circulación de la ganancia.

Para cerrar: me sumo a la iniciativa de exigir que se den más recursos para arte y cultura, pero para convencer habría que ser más elocuentes en todos los sentidos. Soy la primera convencida de que invertir en la cultura es indispensable, pero hay que generar en nuestros gobiernos el sentido de inversión a largo plazo y de ver más allá de su administración. De igual manera, eliminar las antiguas categorías de “alta” cultura y cultura “popular”, artesanía y “arte de los pueblos originarios” sería de tremenda utilidad para que los prejuicios no fueran los que sesgaran el destino de los presupuestos, sino la calidad vinculativa y estética, capaz de hacernos creer que podemos tener escenarios de futuro muy distintos.

Coro Informal en el Centro Histórico

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Entro al recinto de manera abrupta y me sorprendo al encontrar una serie de cajitas de madera, tipo joyeritos, cerrados y cuidadosamente dispuestos sobre unos pedestales alineados a lo largo de las paredes del lugar. El fuerte olor a humedad que se desprende de los muros antiguos y el intenso frío de la mañana, entorpecen mis sentidos. Todo es silencio. En este momento, soy la única visitante en los alrededores. Tentada por la curiosidad, mi niña interior sucumbe de inmediato al impulso natural de abrir una de las cajas y desvendar su contenido, no sin antes buscar la mirada aprobatoria del vigilante encargado del salón. ¡Las cajas son para abrirse! Mis manos ansiosas buscan el deleite del contacto con la primera pieza a mi alcance, lisa y bien labrada. Procedo a abrirla. De súbito, un sobresalto. Mis ojos miran el forro de terciopelo azul que cubre su fondo. ¡La caja está vacía! Al instante capto la imagen de una tarjeta postal pegada a la parte interior de la tapa al mismo tiempo que un fuerte sonido retumba en el espacio y en mis oídos. “…todo para su mascota, páááááááseleeeeeeeeeee, tenemos todo para su perrito, su gatito, ropa, zapato, pechera, páááááááseleeeeeeeeeee …”. ¡El grito de una pregonera! Abro la siguiente cajita, que ahora reproduce la voz de un vendedor de bolsas. Atrapada en una especie de frenesí curioso, voy abriendo todas las tapas, que poco a poco inundan el lugar con la oferta de toda clase de productos, desde toallas, refrescos y arreglos de navidad, hasta calcetines. Voces de hombres y mujeres, todas sonando al mismo tiempo y formando un contrapunto cacofónico que a la vez entreteje un entramado sonoro de carácter textural. Con un pase de magia, de pronto me encuentro inmersa, de lleno, en el paisaje sonoro de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México que acabo de cruzar hace apenas unos minutos. ¡Una delicia!

Coro Informal (2016) de Félix Blume (Francia, 1984) y Daniel Godínez Nivón (México, 1985) [Fragmento]

La obra Coro Informal (2016) de Félix Blume (Francia, 1984) y Daniel Godínez Nivón (México, 1985) forma parte de la exposición “Modos de oír. Prácticas de arte y sonido en México”, que actualmente se lleva a cabo en el Ex Teresa Arte Actual.[1] Aunque se podría decir que Coro Informal se aproxima conceptualmente de la icónica Box with the Sound of its Own Making (1961) de Robert Morris (E.U.A., 1931-2018) en la que una caja de madera proyecta los mismos sonidos –grabados y amplificados‒ generados durante su propio proceso de construcción, es la obra musical Le Cris de París (c. 1530) de Clément Janequin (Francia, 1485-1558) la que detona el proceso creativo de Blume y Godínez Nivón. En su famosa obra polifónica a 4 voces, Janequin inmortalizó a principio del siglo XVI los “gritos” de los vendedores ambulantes que ejercían sus actividades en las calles de la capital francesa, mediante la utilización de 42 pregones. Cabe mencionar que la tradición de los pregoneros franceses, iniciada en la Edad Media, continuó durante varios siglos hasta decaer con la Primera Guerra Mundial. En una reapropiación contemporánea de esta idea, Blume, artista sonoro e ingeniero de sonido, realiza un minucioso trabajo de captura de las voces de los pregoneros de la bulliciosa Calle de Moneda.  A través de grabaciones individuales llevadas a cabo en un espacio confinado, cada “canto” es registrado de manera descontextualizada del entorno urbano en el que originalmente conviven de manera simultánea. En una propuesta de creación colaborativa, Coro Informal se complementa con la representación de estos pregoneros a través de las ilustraciones del artista visual Godínez Nivón. Las tarjetas anexadas al interior de las tapas de estos cofrecitos sónicos sirven como un registro visual de estos individuos. Y, por si fuera poco, cada postal incluye un pequeñísimo pentagrama con la transcripción musical de la línea melódica de su respectiva tonadilla.

coro informal
coro informal

Cada una de estas “cajitas gritonas” encierra a un vendedor, o a una vendedora. A un integrante más de este coro de capitalinos que, día tras día, tratan de sobrevivir mediante el comercio informal callejero. Las singularidades de cada pregón ‒tesitura, color, ritmo, cadencia‒ se combinan con el mensaje que hace referencia a cada mercancía en particular, y son registradas y depositadas en los diferentes estuches de madera. Cabe al espectador, peatón empoderado, despertar o no a cada uno de estos personajes voceadores; traer hacia dentro del espacio museístico, un tramo completo o apenas una parte de las resonancias de la vía pública. La sala puede permanecer en silencio o se podrá reconstruir el paisaje sonoro de la ciudad en diversos órdenes, de manera parcial o total, creando distintos planos sónicos, dependiendo del número de cajas accionadas. La obra de Blume y Godínez Nivón logra capturar de manera poética estas marcas sonoras del centro de la ciudad, elevándolas a la categoría de música en su sentido más canónico. Cada cajita encierra verdaderas joyas que invitan a ser develadas de manera lúdica e infinitamente placentera.

De pronto me doy cuenta que, desde hace ya un buen rato, la pequeña sala del Ex Teresa está escandalosamente saturada por las 10 cajitas que he activado simultáneamente. Repentinamente, la imagen del vigilante entra en mi campo visual.  Desconcertado, me pregunta gesticulando con las manos: ¿ya? Reprimo una sonrisa traviesa y con la cabeza le confirmo que sí. Amablemente procede a cerrar las piezas, una tras otra, como quien ya fue testigo de esta misma escena demasiadas veces durante los últimos días…

Coro Informal (2016) de Félix Blume (Francia, 1984) y Daniel Godínez Nivón (México, 1985)


Notas:
[1] “Modos de oír. Prácticas de arte y sonido en México” se lleva a cabo en el Ex Teresa Arte Actual y en el Laboratorio Arte Alameda, ambos recintos del Instituto Nacional de Bellas Artes. La exposición estará hasta el 31 de marzo de 2019 y contará con actividades paralelas.

Los 40 años del Foro Internacional de Música Nueva (Parte II)

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Hacia finales de los años 70, al comenzar a visualizar la creación en México de un certamen especializado en la música de reciente creación, Manuel Enríquez buscó un nombre que pudiera distinguirlo de los términos “festival” o “música contemporánea” utilizados con frecuencia en otros encuentros artísticos vigentes en la época. Concibió un espacio único que pudiera no sólo expandir la oferta de la música de concierto mexicana, incluyendo diferentes géneros musicales y tendencias estéticas, sino también fungir como una vitrina tanto para la creación nacional como para lo más novedoso producido en otras latitudes. Así, en 1979 surgió el “Foro Internacional de Música Nueva”[1], el cual cumple 40 años de programación anual ininterrumpida. Entre 1979 y 1994, bajo la curaduría de su fundador, fue posible apreciar en la programación del Foro toda una serie de conciertos temáticos que pusieron de relieve un repertorio que a menudo desafiaría los paradigmas de la música occidental de concierto y su canon. Durante este periodo se escucharon por primera vez en México un gran número de obras –tanto de compositores extranjeros como nacionales‒ que oscilarían entre las diferentes expresiones de distintos géneros y subgéneros musicales, los cuales se encontraban en plena efervescencia en la segunda mitad del siglo XX. Algunas de estas manifestaciones se amalgamarían en propuestas interdisciplinarias de creciente complejidad y de difícil categorización, que a la vez reflejarían los resultados de la experimentación llevada a cabo –en ocasiones hasta sus últimas consecuencias– por las vanguardias musicales de la posguerra.

Foro Internacional de Musica Nueva

En las primeras ediciones del certamen destacaron presentaciones como las de Cathy Berberian, cuya revolucionaria exploración de la voz se pudo apreciar a través de su interpretación de obras de Claude Debussy, Luciano Berio y los Beatles, del pianista y performer español Carles Santos, en donde se desacralizó al piano en una especie de anti-recital en el cual la ejecución instrumental no sería el centro del gesto sonoro sino el piano como objeto, la voz, el canto, la danza, el teatro y los recursos electrónicos, o de la puesta en escena del monodrama sobre el secuestro y la tortura, Un Jour comme un Autre (1975) de Vinko Globokar con la partición especial de la cantante multifacética Diamanda Galás. Reconocido por su actitud iconoclasta y provocadora, el grupo MW2 de Cracovia, especializado en música experimental, pionero en la interpretación de música gráfica, de teatro instrumental y de happenings, junto con el ecléctico grupo Kiva del Center for Music Experiment de la Universidad de California en San Diego, dedicado a la improvisación, la experimentación con nuevos instrumentos acústicos, medios electrónicos y la danza ritual, fueron algunas de las agrupaciones que integraron la participación del público en los conciertos, llevando su capacidad de respuesta y apreciación al límite.

De igual manera, la presencia de grandes virtuosos privilegió nuestros escenarios con un importante número de estrenos mundiales. Tal fue el caso del flautista canadiense Robert Aitken con Ryoanji (1984) para flauta de bambú, percusión y cinta de John Cage, el contrabajista estadounidense Bertram Turetzky interpretando por primera vez en México Failing (1975) para contrabajo y voz de Tom Johnson, o el saxofonista francés Daniel Kientzy, que con su ensamble Barocko combinaría la música de concierto contemporánea, el potencial expresivo de la instrumentación del rock y el video-arte.

La gran participación de artistas latinoamericanos afiliados a los movimientos de vanguardia fue uno de los elementos distintivos que marcó fuertemente la programación de esta primera etapa del festival. La compositora y pianista brasileña Jocy de Oliveira traería a estas tierras su espectáculo multimedia Realejos dos Mundos, para voz, medios electroacústicos y visuales, así como los compositores cubanos Juan Blanco, Carlos Fariñas y Leo Brouwer quienes concibieron de manera colectiva al evento musical Arco Iris, para percusiones, electrónica, proyecciones de pinturas de Luis Martínez Pedro, poemas de Miguel Barnet, actores cantantes y cuatro bailarinas. También fueron varios los artistas mexicanos con orientaciones estéticas que buscaban desdibujar los límites disciplinarios que darían a escuchar por primera vez sus creaciones en el certamen.

Las esculturas sonoras de Gabriel Macotela sonarían en las manos de Vicente Rojo Cama y su grupo durante el concierto La Sonora Industrial, y la obra escultórica de Federico Silva conformaría el entorno perfecto para el performance con un desnudo integral de Graciela Cervantes sobre la obra electroacústica Misa Prehistórica (1980) del mismo Manuel Enríquez. Acciones coreográficas como las del Forion Ensamble, Jorge Domínguez y Graciela Henríquez en los jardines del Museo de Arte Moderno, el happening con la participación de fotógrafos, cámaras fotográficas, proyección de imágenes y medios electrónicos del grupo Música de Cámara de Arturo Márquez, Ángel Cosmos y Juan José Díaz Infante, o los acercamientos escénico-teatrales e improvisatorios de las obras D’un inconnu (1976) de José Antonio Alcaraz o Convocatoria a un rito (1986) de Alicia Urreta, serían sólo algunas de las intervenciones de artistas nacionales que traerían un nuevo aliento a la escena musical del momento.

Estas participaciones, así como tantas otras, revelarían la gran vocación interdisciplinaria y experimental con la que Enríquez distinguió al Foro durante sus primeros años, y a la vez serían testimonio de la consolidación de un largo proceso de modernización de la música de concierto mexicana. A principios de los años 90, el Foro ya había adquirido un perfil eminentemente cosmopolita, y una de sus consecuencias fue justamente la creación de lazos de intercambio entre artistas nacionales y extranjeros como propiciadores del desarrollo del talento nacional. En pleno siglo XXI, la vigencia del Foro Internacional de Música Nueva “Manuel Enríquez” sigue siendo incuestionable.  Fiel a su misión original, este festival se ha mantenido a lo largo de cuatro décadas como un referente de la práctica de la música contemporánea en México, permaneciendo como un espacio fundamental para la primera audición de obras de compositores mexicanos y extranjeros.

Para esta edición conmemorativa, la cual se realizará entre el 21 de septiembre y el 14 de octubre, se han programado conciertos sinfónicos, de cámara, electroacústicos y se ha rescatado la visión interdisciplinaria que Enríquez había tenido del certamen. Tendrá un lugar destacado la interpretación de las obras de Alicia Urreta y Manuel Enríquez, así como las de algunos de los compositores que han tenido participaciones sostenidas desde los años fundacionales del festival, como Mario Lavista, Federico Ibarra, Carlos Cruz de Castro y Eduardo Soto Millán. Ensambles nacionales presentes desde los primeros años del certamen compartirán la programación con otros surgidos más recientemente como Ónix Ensamble, CEPROMUSIC, Cuarteto Arcano y Duplum. Entre los invitados internacionales estarán presentes el Cuarteto Arditti de Inglaterra, los ensambles estadounidenses Dal Niente y Hypercube, así como el cuarteto de saxofones español Sigma Project, con la presentación de la sui generis La bocca, i piedi, il suono (1997) del compositor italiano Salvatore Sciarrino para “104 saxofonistas en movimiento”. El compositor franco-argentino Daniel Terrugi, pionero de la música electroacústica, presentará un concierto multicanal con obras acusmáticas en el propositivo Espacio Sonoro de los jardines de la Casa del Lago. También se podrán apreciar las actuaciones de la compañía mexicana Delfos Danza Contemporánea, la proyección de la película Metrópolis (1930) de Fritz Lang con música interpretada en vivo del compositor argentino Martín Matalón, y la reposición de la ópera Aura (1989) de Mario Lavista. Además de una serie de conciertos que buscan satisfacer a los diferentes gustos del público asiduo a las expresiones sonoras de nuestro tiempo, también se ha programado la exposición conmemorativa “Foro Internacional Manuel Enríquez, 40 Años de Música Nueva en México” en el Palacio de Bellas Artes.

¡Enhorabuena y larga vida larga al Foro!


Notas:
[1] A partir de 1994, a raíz del fallecimiento de Manuel Enríquez (1926-1994), el Foro Internacional de Música Nueva pasa a llevar su nombre.

COMUNES: las voces del 68 y otros diálogos

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Después de la caminata por el Bosque de Chapultepec en un día soleado y caluroso, mis pupilas se contraen al adentrarme en la oscuridad de la sala. Un entramado de cacofonías invade el espacio, conformando una masa informe en el territorio acústico que teje la penumbra. En las diversas pantallas que cuelgan de las paredes se aprecian videos de edificios que evocan a ciclópeos monumentos monolíticos. Transeúntes, coches y autobuses pasan incólumes ante estos monstruos arquitectónicos que fungen como telón de fondo para un torrente de imágenes en movimiento. Poco a poco mis oídos empiezan a desmenuzar las voces y paisajes sonoros de las diferentes latitudes representadas en cada una de las escenas. Ciudad de México, Budapest, La Habana, Praga, Bratislava, Sarajevo, Belgrado, Varsovia, Berlín, Bucarest y Liubliana. ¿Qué comparten estos lugares tan distantes, de golpe aquí reunidos? Tlatelolco y el 2 de octubre de 1968 son el punto de partida para Israel Martínez. Artista jalisciense que trabaja a partir del sonido hacia distintos medios o soportes como la instalación, video, fotografía y el performance, Martínez busca generar una reflexión crítica en torno a sistemas sociopolíticos y modelos económicos de la cultura occidental. COMUNES (2014-2018) es su más reciente trabajo, en el cual plantea un análisis comparativo entre el Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco y una serie de unidades habitacionales de Europa del Este y de La Habana, las cuales comparten, además de similitudes arquitectónicas y paisajísticas, el hecho de haber sido escenarios de manifestaciones sociales y de actos de represión a movimientos estudiantiles o de protesta contra las invasiones del régimen soviético a países bajo su hegemonía.

Tlatelolco, CDMX
Tlatelolco, Ciudad de México.

Israel Martínez traza un recorrido audiovisual a través de la selección de materiales recopilados en grabaciones de campo realizadas durante sus viajes a estas distintas ciudades a partir de 2014. Estos microdistritos habitacionales, que en su momento de construcción pretendieron ser símbolos de progreso y bienestar social, eventualmente se convertirían en la sede de masacres o actos de violencia contra la sociedad civil, principalmente contra jóvenes, estudiantes e intelectuales en resistencia contra los sistemas políticos vigentes. Diversos fragmentos de registros sonoros de distintos momentos históricos, como un discurso de Gustavo Díaz Ordaz, el anuncio de la entrada de la OTAN a Belgrado o la transmisión radiofónica de la incursión de tanques a Budapest durante la Revolución Húngara, se contraponen a los paisajes sonoros actuales de estos espacios arquitectónicos, que combinados con sonidos electroacústicos parecieran comunicar, de manera muy sutil, una sensación de desasosiego profundo. A pesar de la belleza de los sonidos diseñados para la obra, la dislocación entre el contenido sereno de las imágenes y lo aural sugiere, casi de manera sinestésica, el pasado funesto de estos lugares. Pareciera que, aún no estando presentes, los sonidos de la multitud que corre, los disparos, estallidos, clamores, gritos, llantos, quejidos y gemidos siguieran reverberando, de forma fantasmal, por debajo de la historia silenciosa de estos parajes.

Sarajevo
Sarajevo, Bosnia-Herzegovina.

Martínez pertenece a una generación de artistas sonoros y multidisciplinarios mexicanos cuya trayectoria se ha proyectado en la esfera internacional del arte contemporáneo. En 2007 recibió en Austria el Award of Distinction de Ars Electronica, uno de los concursos más importantes de artes y medios tecnológicos en el mundo. Asimismo, ha expuesto de forma individual y colectiva en espacios como el MACBA, MuseumQuartier, Bienal de Moscú, daadgalerie, Haus fur Elektronische Kunste Basel, Mission Cultural Center for Latino Arte, Museo Universitario de Arte Contemporáneo, Museo Universitario del Chopo, Museo de Arte Carrillo Gil, MAZ, entre otros. En 2012 y 2017 formó parte del Programa de Artistas de la DAAD en Berlín y en 2014 del programa de residencias MuseumsQuartier en Viena. Ha publicado trabajo discográfico y editorial a través de Sub Rosa, Errant Bodies Press, Aagoo, The Wire, Hatje Cantz, además de ser cofundador de los sellos discográficos colectivos Abolipop y Suplex. COMUNES también es el nombre de la exposición en la que Israel Martínez integra obras de su producción desde 2008, y que forma parte del Programa Conmemorativo por los 50 años del Movimiento Estudiantil de 1968 (M68) de la UNAM, que se presenta en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec, hasta el 1 de julio.

Camino un rato más entre las pantallas colgantes y no dejo de sentir, a pesar de la distancia temporal y geográfica de los hechos históricos ahí representados, la relación directa entre esa realidad y los ominosos tiempos que vivimos en la actualidad. Mientras camino de regreso rumbo al estacionamiento, inmersa en los estridentes gritos de los ambulantes y a pesar del calor, una sensación de escalofrío insiste en acompañarme.

Commons (mono-channel sample) from Israel Martínez on Vimeo.

Chopin y la clase de música

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Se sube al coche. Como de costumbre, le pregunto cómo le fue en la escuela.

‒ Hoy tuvimos clase de música…
‒ Y…
‒ La miss nos preguntó si sabíamos quién era Chopin. Le dije que era un viejito que se metía un micrófono en la nariz y que cantaba en francés… Pero me contestó que en la época de Chopin no había micrófonos…

Claro está que la maestra, pianista cubana sólidamente formada en los modelos del Conservatorio de Moscú implementados en la Habana, se refería al compositor polaco Frédéric Chopin (1810-1849), conocido por su extenso repertorio pianístico romántico. Sin embargo, para mi hijo, Chopin era alguien más. Durante algún tiempo nos dio por escucharlo casi a diario en el trayecto de regreso a casa. Su voz retumbando de manera alternada en el sistema estéreo del automóvil: rouge, rouge, rouge, un, deux, trois, quatre… mientras nos divertíamos repitiéndolo al unísono con voz gutural. Le había platicado de Henri Chopin (1922-2008) innumerables veces. Sobre su excepcional historia durante la Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada, cuando tuvo que evacuar París para ser capturado más tarde por los nazis y llevado al campo de trabajos forzados de Olomouc en la entonces Checoslovaquia. De cómo, después de un bombardeo, lograría huir y juntarse temporalmente al Ejército Rojo, para una vez más acabar siendo capturado por los alemanes y enviado al oeste en una marcha que esparciría la muerte en su camino. Las memorias de esta lúgubre caminata sonora lo marcarían por el resto de su vida. Voces, llantos, sollozos, gemidos, gritos, susurros, suspiros, lamentos, quejas y súplicas… Chopin conseguiría regresar sano y salvo a su natal París para trazar una larga y pionera trayectoria en el campo de la poesía sonora.

Su trabajo revolucionario tendería un puente entre los primeros poetas sonoros dadaístas y futuristas de la primera mitad del siglo XX, y los artistas sonoros contemporáneos.  Exponente de la poesía concreta y sonora, Henri Chopin sería uno de los representantes más significativos de la vanguardia francesa de la posguerra. Su utilización de la poesía a través del énfasis en las propiedades acústicas de las palabras, más que en su significado, vendría a poner en relieve las cualidades sónicas del poema, por encima de sus cualidades semánticas. Sus composiciones, basadas en los sonidos del texto, generarían obras que utilizan la tecnología para la manipulación electrónica de la voz, dando lugar a una especie de literatura electroacústica. Su apropiación de recursos electrónicos, como micrófonos, consolas, cintas, grabadoras y amplificadores, crearía un arte de difícil clasificación, que iría más allá del experimentalismo de la música concreta de Pierre Schaeffer, para instaurar un universo sonoro basado en una constante metamorfosis espectral. Su exploración de las diferentes posibilidades sónicas de la voz lo conduciría posteriormente a la búsqueda de los insospechados recursos sonoros del cuerpo humano. Usaría diferentes tipos de micrófonos para investigar los sonidos de los sistemas respiratorio, gástrico y del aparato fonador, para encontrar las resonancias del aliento en ellos. Como resultado de su búsqueda, el cuerpo sería entendido, en última instancia, como un instrumento musical amplificado. Su poesía redundaría en un performance musical, en el que la teatralidad y el gesto del intérprete configurarían la obra a través del fenómeno acústico de la voz corporeizada y extendida electroacústicamente.

Henri Chopin. French Lesson (1974).

Chopin iniciaría su recorrido sonoro con la poesía y desembocaría en la música. Deconstruiría la lengua en sonido, llegando a identificar elementos menores a los que llamaría micropartículas fonéticas. Sus improvisaciones vocales electroacústicas estarían combinadas y muchas veces sobrepuestas a grabaciones de su propia voz generadas a partir de métodos de bricolaje. En ellas, efectos como el eco, la amplificación y la manipulación en tiempo real de cintas pregrabadas se combinarían con la ejecución de técnicas vocales extendidas, explorando el límite entre la inteligibilidad de las palabras y la distorsión del sonido. Seguiría haciendo presentaciones de su trabajo aún en una edad muy avanzada, sin perder jamás su fascinación por los sonidos. En algunos videos que ilustran su trabajo, se puede apreciar cómo sus ojos brillan de entusiasmo mientras escucha el desplazamiento de los diferentes objetos sonoros en el espacio, como un niño maravillado al mirar burbujas coloridas de jabón arrastradas por el viento.

Evidentemente Paulo, a pesar de su corta edad y de su falta de perspectiva histórica, dedujo que la maestra hablaba de alguien más. La enorme distancia cronológica que separa a los dos Chopins no resulta quizás tan evidente para él, pero sus respectivos mundos sonoros orbitan, desde luego, en galaxias totalmente distantes. Para un niño nativo digital, el sonido muy probablemente es aprehendido como una entidad virtual en sus propios términos. La delgada división entre música y fenómeno sónico, entendidos desde los paradigmas de las viejas generaciones, quizás se esté desdibujando poco a poco, para dar lugar a procesos de recepción abiertos e intuitivos a la vez. En una avalancha de datos que se hace cada vez más densa y disponible, han surgido nichos de información para grupos especializados en demanda de determinados conocimientos. Como mineros en busca del preciado oro, los freaks rastreamos joyas raras de las esferas sonoras alternativas en la creación musical occidental. Después de aclarado el malentendido ocurrido en la clase de música, decidimos oír a Chopin. Al “otro” Chopin. Mientras en las bocinas del auto se escucha el Nocturno Op. 9 No. 2 en mi bemol mayor, le pregunto maliciosamente:

‒ ¿Y cuál de los dos Chopins te gusta más?
‒ Ahhh… yo creo que el viejito francés del micrófono…

Mientras suena la bella melodía al piano, manejo por el Periférico sin poder disimular una pequeña sonrisa en mis labios, mixtura de culpa y orgullo materno.

Henri Chopin. En vivo en el Espace Gantner, Bourogne, Francia, 2005.