artistas mexicanos

De la imaginación a la permanencia

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Así como en nuestro interior se conserva la parte más primigenia que es la percepción o el mundo de las sensaciones, es decir, que antes de tener la idea como principio motor del homo sapiens, el ser fue capaz de sentir emociones y reaccionar frente a ellas. Esto me lleva a la reflexión de que, en la evolución milenaria de nuestro recorrido por la Tierra, lo que nos separó o, mejor dicho, con lo que nos comenzó a diferenciar del resto de los seres vivos, fue cuando por medio de las habilidades se lograron las primeras representaciones de los sentimientos. La abstracción emocional dio al ser la capacidad de sentir por medio de los objetos que el día de hoy sin distinción alguna los llamamos indistintamente arte. Este tema es de enorme profundidad, digno de ser analizado por cualquiera las disciplinas del conocimiento humano, lo que para una nota breve como ésta es prácticamente imposible.

Mi interés se encuentra por ahora concentrado en comprender que esta manera de la producción desde que inició hasta nuestros días no se ha detenido, no importa si contemplamos lineal o multidimensionalmente la historia conocida de nuestros ancestros y de nosotros mismos, debido a que la transmisión o la herencia ha permanecido concatenada en las diferentes generaciones. Estas maneras o manifestaciones que por el momento llamaremos “arte”, se han dado no necesariamente por la transmisión de conocimiento o métodos, también de muchas otras formas, a veces inexplicables, se producen en las mujeres, y en los hombres, aparentemente de forma espontánea, a lo que llamamos comúnmente “talento”, porque somos capaces de generar emociones o comunicar sentimientos por medio de expresiones corporales o distintos objetos. Así, este fenómeno o acto creativo se debe a nuestra herencia histórico-genética y que a partir de nuestra práctica cotidiana existe el eslabón creativo que nos relaciona directamente por la vía de las de las percepciones al conocimiento de nuestro universo interno, conectándonos en tiempo y espacio con el resto del cosmos.

arte Autorretrato Kena
“Autorretrato Kena”, de Arturo Rivera.

Es por esto que estoy convencido de la importancia que el arte contiene y da a la vida humana, que los medios a través de los que se producen estos actos son a veces los propios materiales tanto físicos como espirituales, no se requiere de ir muy lejos, se obtienen de tomar elementos cercanos, tan cercanos como es posible, su transformación depende de la capacidad de cada grupo o individuo. No importa cómo hoy dividamos las disciplinas artísticas, todas igual de importantes y complementarias entre ellas, lo que resalta es la inminente necesidad del legado del alma. Se trata de construir, colocar y contribuir con lo que antes no existía y ahora puede permanecer en el imaginario colectivo.

Sarcásticamente el decimonónico economista Keynes (1883-1946) escribió “todos en el largo plazo esteremos muertos”, seguramente toda su generación lo está, sin embargo, hoy nos contamos más de siete mil millones de habitantes. ¿Cómo es posible esto? Hoy somos un número inmensamente mayor a la suma total de muertos en toda la historia humana, tal vez Keynes consideró el largo plazo como el fin de la humanidad, el cual continúa siendo impreciso, prefiero la frase del físico Stephen Hawking cuando le preguntaron acerca de su libro Breve historia del tiempo, cuál era el límite del largo plazo, a lo que él respondió, “mientras exista vida, habrá esperanza”.

De la misma manera, mientras la creación artística no se detenga, tenemos esperanza de permanecer conectados con esa parte primigenia y actual de la creación.

Sirvan estas reflexiones para comprender que destacados artistas en las diversas disciplinas del mundo han dejado de respirar, de latir sus corazones, de no acompañarnos más con su existencia, pero que dentro de esos miles de millones de seres humanos han dejado profunda huella con sus obras, firmes pilares de la construcción histórica.  

Adan y Eva segun Rembrandt
“Adán y Eva según Rembrandt”, de Gilberto Acevez Navarro.

En nuestra comunidad inmediata durante estos últimos meses o escaso un año, han fallecido entrañables creadores tanto de las artes como de la ciencia; iniciaré con mi amigo de aventuras el cineasta Gabriel Retes (1947-2020), el pintor Arturo Rivera (1945-2020), el pintor y escultor Manuel Felguérez (1928-2020), el escultor Pedro Cervantes (1933-2020), el escritor Sandro Cohen (1953-2020), y el cantante Óscar Chávez (1935-2020); con cada uno de ellos mi vida estuvo relacionada, distintas edades, diferentes periodos. A poco más de un año de distancia mi amigo el pintor Gilberto Aceves Navarro (1931-2019) y a muy poco tiempo Francisco Toledo (1940-2019). De los científicos destacan Guillermo Soberón (1925-2020) y el modesto Premio Nobel en Química, Mario Molina (1943-2020).

Ahora bien, podemos recordar de G.W.F. Hegel (1770-1831) sus reflexiones acerca del arte que esclarecen de manera definitiva el tema de este artículo, sobre todo cuando afirma:

De manera general el fin del arte consiste en tornar accesible a la intuición, lo que existe en el espíritu humano. La verdad que abigarra el hombre en su interior, lo que mueve el corazón y agita el espíritu. El arte sirve para despertar en nosotros el sentimiento y la conciencia de algo más elevado.

Del mismo modo considero que este pensamiento hegeliano engloba no tan sólo la idea del arte como la conocemos ahora, sino también envuelve el pensamiento científico.

Umberto Eco (1932-2016) diría que en el quehacer de los artistas o de los creadores, en cada obra está su propia vida, es decir, su personalidad, “su experiencia concreta”, su espiritualidad, entre otras manifestaciones.

En ese sentido, todos los artistas que mencioné y los que quedan implícitos e implicados en estos renglones por la trascendencia de sus actos, no debe preocuparnos, mi juicio o mi impulso por defender en cada uno de ellos la importancia de sus trabajos no depende de mí ni de nadie, sino de todos y que por sus obras sean recordados.


Arturo Rivera, Réquiem

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Arturo, ya eras eterno antes de morir, ya eras infinito antes de irte, ya habías exorcizado todas tus pesadillas, ya habías convocado todos los horrores. Arturo ya, ahí está, en tus autorretratos, rondando, te mira y la ignoras. No más. El enano y la boca desdentada, el grito y el pájaro descuartizado, ahí a tu lado, y tú, magnífico, los pintas, los reinventas, porque tú eres el Maestro. ¿Para qué tanto virtuosismo si la vida es una mierda? ¿Morirte? Arturo, eso sobraba, ya estabas en las manos de la inmortalidad, ya te habíamos perdido hace mucho, ya no eras de nosotros. Tenías décadas habitando sólo en tus pinturas, dialogando con tus personajes, arrancando a la oscuridad sus rostros, sacando del abismo sus delirios.

Eres de tus obras, eres de esa escuela que creaste, de ese demonio que sembraste en cientos de jóvenes pintores que tomaron los pinceles para imitarte, para encontrar el secreto de tu lenguaje. ¿Cómo es que no le temías a la fealdad? ¿Cómo te regodeaste en la representación de eso que nadie quiere para sí mismo? Tus pinturas son una venganza, son una afrenta. No deberíamos mirarlas, no deberíamos tolerarlas, porque pintaste eso que odiamos. Pintaste a Tamora que se traga a pedazos a sus hijos, y lo hiciste con una maestría que denuncia el placer que sientes al recrear y llevar lo más lejos posible esas imágenes, esos estados de enajenación y éxtasis. Los huesos, los rostros contrahechos, los ojos desorbitados, las bocas aullantes, el dolor incontenible, creaste el canon del estremecimiento. La belleza es efímera y el horror es eterno.  

pintor mexicano Arturo Rivera
Autorretrato, 1981, Arturo Rivera.

Te miran los enanos de Velázquez, la miseria del Caravaggio, regresas al oscuro Barroco de donde vienes, y el cordero de Zurbarán te espera. La belleza se extingue, se degenera, la belleza persigue ser horrible algún día, en cambio el horror es inalterable, se detiene, es pétreo, por él no pasa el tiempo. Arturo, has utilizado esa tragedia, la manipulaste, para que tus obras traspasen las épocas, alcanzaste la genialidad que se esconde de sí misma, tus pinturas se pelean con esta condición, pintaste como poseído por una fuerza que fue más allá de ti mismo, te negaste a crear algo que no perturbe. Maestro, la muerte te arrojará con fuerza a la inmortalidad, porque eres, y serás, con tus obras, la leyenda del hombre que vivió y pintó en la orgía extraordinaria de la creación más absoluta.   

Arturo Rivera, pintor
Autorretrato, 2003, Arturo Rivera.

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Adiós a Don Manuel ‘El Loco’ Valdés

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Manuel ‘El Loco Valdés’ muerte a la edad de 89 años víctima de cáncer

Una lamentable noticia conmocionó al mundo del espectáculo en México la mañana del 28 de agosto al confirmarse la muerte de Manuel ‘El Loco’ Valdés, uno de los actores mexicanos más afamados de la época de oro.

El fallecimiento de Manuel ‘El Loco’ Valdés fue confirmado por su hijo Pedro Valdés. El actor murió a las 3:40hrs., del viernes después de luchas duramente contra un cáncer de pulmón diagnosticado años atrás.

Manuel ‘El Loco’ Valdés mantuvo su lucha contra el cáncer de pulmón por tres años y en los últimos meses su salud se complicó, pero sin perder el humor que siempre lo caracterizó, según fueron las declaraciones de su hijo mayor Manuel G. Valdés, en una entrevista otorgada el 14 de agosto.

 “Nos cuesta mucho trabajo ver a nuestro padre enfermo, un hombre tan vital y que lo están sacando con imágenes desagradables, que lo exhiban en silla de ruedas. No queremos preocuparlo, por lo mismo no salimos muy seguido en los medios de comunicación”, indicó.

Manuel Valdés Castillo, conocido como ‘El Loco Valdés’, nació el 29 de enero de 1931 en Ciudad Juárez, Chihuahua, en el techo de una familia artística: su padre Rafael Gómez Valdés Angellini y su madre fue Guadalupe Castillo originaria de Aguascalientes.

Su infancia, adolescencia e incluso en el ámbito laboral pudo compartir con sus dos hermanos Germán Valdés «Tin Tan» y Ramón Valdés («Don Ramón» del Chavo del Ocho), ambos destacados artistas mexicanos.

Su vida en la infancia la desarrolló como cualquier otra persona, entre juegos y peleas con sus hermanos, entre los estudios y cientos de sueños que se planteaba para el futuro.

Cumplidos los 7 años, su familia decide viajar a ciudad de México para buscar una mejor oportunidad de vida, a los 13 años y junto a su hermano Germán participa en la primera película “El niño desobediente”, donde a pesar de no tener unos de los roles principales, Manuel Valdés sintió un fuerte apego con el ámbito artístico.

A sus 19 años, joven y ansioso por mostrarse ante los ojos del espectáculo de su país natal, en los años 50, incursionó en el mundo del espectáculo como bailarín de conjunto y acompañando a «vedettes» y cantantes en el ballet de Televicentro.

Tras cinco años de baile en el espectáculo televisivo, en 1955, sus compañeros le bautizaron con el apodo de “El loco” Valdés y las puertas no tardaron en abrirse para él y su buen sentido del humo.

A los 24 años, tuvo su primera oportunidad estelar en el programa de televisión “Variedades del mediodía” por su gran capacidad para improvisar y hacer reír a la gente sin necesidad de guion

A sus 35 años, en 1966 participó en la comedia “Operación jaja”, donde nuevamente demostró su capacidad de improvisación y gran sentido del humor.

En 1970, cuando Manuel Valdés cumplió los 40 años y fue nuevamente invitado a participar en la serie “Ensalada de locos” una comedia donde personajes como Héctor Lechuga, Manuel «Loco» Valdés y Alejandro Suárez realizaban sus distintas interpretaciones y sketch televisivos.

Manuel Felguérez. In memoriam

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Perteneció a una generación de artistas que se hermanó en torno a lo que consideraba moderno. Dando la espalda a la enunciación artística que privilegiaba la figuración y la búsqueda de identidad, Felguérez optó por otro camino. La geometría, la textura y el color pronto se le revelaron como los vocablos fundamentales para articular una poética visual que sentó precedentes. Como explicó alguna vez Jorge Alberto Manrique con una claridad meridiana, la Ruptura nunca constituyó, de suyo, un movimiento, pero historiográficamente se han construido preocupaciones similares que han agrupado a diversos artistas en el cultivo de un arte que, como pedía José Luis Cuevas, viera más allá de una cortina de nopal.

Con Felguérez se abre una senda compuesta de muchas búsquedas individuales. Una senda que trató de perseguir la luz que independizaba la pintura de las figuraciones que adoctrinaban, que se podían vincular con programas políticos y con teleologías mal compuestas, como lo fue, en sus inicios, el muralismo. En ese desbrozar, Felguérez alzó la voz echando mano de armas como la pintura y la escultura, para continuar explorando con nuevas tecnologías. Resultado de esto es La máquina estética.

Desde lo profundo de su región y heredero de convulsos hitos históricos en México, Felguérez abrazó lenguajes que no correspondían con sus primeros imaginarios. Cuando contaba pocos años, viajó con su familia a la Ciudad de México y se compenetró con el movimiento Scout, en donde trabó una estrecha amistad con Jorge Ibargüengoitia.

Con él realizó un viaje a Europa: su relación no era desde lo artístico, era desde el interés del descubrimiento de nuevas experiencias. Ambos vieron una Europa recién salida de la Segunda Guerra Mundial, viajaron en trenes de carga, visitaron lugares en donde había quien los alojara y, estando provisionalmente en el Discovery, un barco aportado en el Támesis, los jóvenes vieron nacer una vocación pictórica cuando Felguérez hizo un dibujo y proclamó que ya era artista. Lo que comenzó como una locura y una provocación, se convirtió en el inicio de una fructífera carrera que no careció de estudios y sacrificios. Después de tres meses en la Academia de San Carlos, la formación le pareció insuficiente. “En tres meses, dibujé un carrito”, manifestó en entrevista el año pasado, y decidió irse a estudiar a Europa.

Una vez allá, un escultor ruso que se dedicaba al cubismo lo tomó por alumno en 1949. Problemas familiares impidieron que se quedara por largo tiempo, pero el germen ya estaba sembrado y realizó una exposición de terracotas a su vuelta a México. Comenzó a buscarse como escultor, pues sabía taxidermia por una inquietud juvenil: los animales lo conectaron con la anatomía, con la geometría de los cuerpos, con la idea del volumen.

En 1956, una galería mexicana lo aceptó, junto con Lilia Carrillo, como artista legitimado y se asumió como tal. La suma de sus talentos lo llevó a publicar, incluso, ciencia ficción. Como es habitual, hubo temporadas en las que tuvo que hacerse de trabajos fuera del mundo del arte para poder vivir.

in memmoriam
Fotografía: La Silla Rota.

Protagonista fundador del Salón Independiente, Felguérez se irguió como una figura prominente de la abstracción a finales de los 60. Después de hacer artesanías para sobrevivir, su búsqueda plástica despuntó hacia el descubrimiento de sí mismo, es decir, de esa vocación que surgió casi veinte años atrás, pero desde un horizonte mucho más reflexivo y crítico. Se definió como un hombre con una suerte extraordinaria. El mural de 3 x 9 m que pintó para las Naciones Unidas en Nueva York lo enorgullecía muchísimo. Su vida, su carrera y su obra, son un ejemplo de cómo el arte, la apertura a las vivencias y la educación artística formal e informal conducen a cambios significativos.

Felguérez fue un enunciado de los muchos que se pronunciaron por un arte al margen de la “escuela mexicana de pintura”. Péndulos, palancas, trozos de hierro, vidrio o cobre, lo mismo que madera laqueada y trabajada delicadamente, se articularon en su obra con el color y con la luz. El pasado 8 de junio, Manuel Felguérez dejó este mundo y se inscribió en el libro de los nombres de quienes han dejado un gran legado para la historia del arte mexicano y mundial.


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Se guarda el pincel de Manuel Felguérez

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Muere Manuel Felguérez: obras y biografía corta del pintor y escultor mexicano

La noche del domingo 7 de junio se cerró la caja de pinceles el pintor y escultor mexicano Manuel Felguérez. El artista zacatecano murió a la edad de 91 años.

La lamentable noticia la dio a conocer Alejanra Fausto, titular e la Secretaría de Cultura, a través de su cuenta de Twitter.

“Anoche murió el maestro Manuel Felguérez, artista total de México. Su legado es vasto y diverso, su obra, reconocida mundialmente, nutrió la obra de otros artistas. Generosa y extraordinaria persona, entrañable. Mi sentido pésame y acompañamiento a su familia, en especial a Meche”, escribió la secretaria.

Muere Manuel Felguérez: obras y biografía corta

Manuel Felguérez nació en Valparaíso, Zacatecas, en 1928, y a los siete años de edad se trasladó con su familia a la ciudad de México. Desde niño demostró inclinación por las artes, pero no es, sino hasta los 19 años, en su primer viaje a Europa, cuando descubre que lo más importante en el mundo era el arte; es entonces que decide iniciarse como escultor.

Desde 1956 se desempeñó en el ámbito académico, impartió clases en la universidad Iberoamericana, participó en la elaboración del proyecto de creación de la carrera de Artes Visuales, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de México (1970) donde fue maestro e Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas. Fungió como investigador huésped en la Universidad de Harvard (1976) y como profesor invitado en la Universidad de Cornell, en los Estados Unidos. Incursionó también en el campo de la escenografía, como parte del grupo de Teatro de Vanguardia.

Felguérez es un artista que ha transitado entre la pintura y la escultura; del lirismo al geometrismo y a la esquematización, que conjuga la tecnología con la tradición pictórica y que ha llegado a la perfección de la forma mediante los colores, las texturas, los volúmenes y las dimensiones.

Manuel nace como escultor y es en esta línea donde cosecha sus primeros frutos; realiza su primera exposición individual en el Instituto Francés de América Latina de la ciudad de México en 1954. En 1955 obtiene su primer premio de escultura en la Casa de México en París.

La producción pictórica y escultórica  de Felguérez es vasta y se encuentra diseminada en museos y colecciones particulares de México y del extranjero. Su labor creativa es inagotable.

Como un reconocimiento a su trayectoria y aportación artística, en 1998 se fundó el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en un edificio del Siglo XIX, que fuera el Seminario Diocesano, en Zacatecas, cuyo acervo, en buena parte, fue donado por el propio artista.

Ha realizado más de 50 murales y esculturas en espacios públicos.