Arte

Sí, un loco

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“Esto sólo lo pudo haber pintado un loco”, y sólo lo pudo haber visto y sentido un loco, ése el que está caminado solo en un puente, el que se toma la cara entre las manos y aúlla. La voz reverbera en anaranjados, azules, amarillos, grises, verdes, ondulantes, no se detiene, un aullido largo, doloroso, que nadie escucha. Estaba melancólico, palabra divina que los psiquiatras cambiaron por la bastarda y acomodaticia “depresión”.

Melancólico, es más que triste, más que solo, más que una incontrolable sensación de insatisfacción que carcome la voz y la expulsa, así, en ondulaciones amargas y azules. Munch escribió con lápiz una frase, unas palabras, en la esquina izquierda de su pintura, de su eterno alarido, dijo que lo pintó un loco, y ese loco es él, en la contra esquina de su firma trazada en rojo, E. Munch, 1893, ocultar y declarar, abajo firma el artista, arriba afirma el alma. Qué impudicia haber mostrado ese escrito, qué violación tecnológica, dejen los secretos en la paz de la oscuridad.

El grito de Edvard Munch
“El grito” de Edvard Munch, 1893, Galería Nacional de Noruega, Oslo.

El artista, el dibujante, el hombre abandonado en un puente, lugar de tránsito, entre la cordura y la demencia, entre la muerte y la eternidad. El ocaso vomita un cielo rojo, se desangra, y estallan las venas del ser que grita, la voz brota y nada dice, no hay palabras, no existen. La boca aullante, para escuchar su propia voz, para saber que está ahí, se abre desorbitada, es un túnel, es un abismo. En el extremo del puente dos siluetas indiferentes, dan la espalda, caminan, no escuchan, ese grito es sordo, no ven los colores que emana, no ven esas ondulaciones que son el alma, esas oleadas que marcan y marcan y marcan, una vez, otra vez, cubren el paisaje, trastornan el sonido. El grito sigue gutural, profundo, mueve el agua fría, y es una piedra que rompe el espejo, mueve el puente y es viento que arranca árboles. Munch estaba loco, él lo dijo, y dijo verdad, por eso tuvo la lucidez de pintarlo, es “el autorretrato de su alma”, es la descripción más clara de la condición humana: estamos solos, y ningún grito será escuchado.

Miedo de llevar en la sangre la locura, miedo de que los doctores lo juzgaran, miedo de pintar, grita, miedo de arrojarse desde ese puente, al agua que lo espera para tragárselo. “Es mi autorretrato” escribió, es nuestro autorretrato, el de todos, el de la tristeza, el del vacío. No hay pastillas, no hay medicinas, no hay doctores, nada cura ese grito, nada lo calla, porque nadie lo escucha. Al que grita un día lo “curaron” y su pintura cambió, imágenes “felices”, curaron el estremecimiento, la angustia, la pelea, pintura sin revelaciones, sin pasiones. El Grito se quedó ahí, en el puente, la reverberación eterna, expansiva, cada ocaso, nunca cruzaremos ese puente, jamás conoceremos la otra orilla, la vida se queda ahí, sin retorno.

Reportan robo de arte de Galería Oscar Román

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A través de su cuenta de Facebook e Instagram, la Galería Oscar Román, ubicada en Polanco, en la Ciudad de México, reportó el robo de nueve piezas de arte, en hechos que se desarrollaron el pasado 22 de diciembre.

Las obras, publicadas en imágenes por la Galería, son las siguientes: “Alitas Miniatura”, escultura de bronce de Javier Marín; el busto de un gladiador de barro, sin título, también de Marín; “Dos Pericos”, gouache sobre papel china, de Chucho Reyes; “El Bop de Mallorca” y “Viva la Pintura”, óleos sobre tela, de Jazzamoart; “Barca con Chango”, “Luna Muda” y “El Nahual del Mono (Híbrido con ave)”, esculturas de bronce de Leonora Carrington; y un dibujo sin título de tinta sobre papel de Jorge Marín.

Foto: Facebook – Galería Oscar Román

“Queridos amigos de la Galería Oscar Román, en esta ocasión queremos compartirles que lamentablemente el martes 22 de diciembre de 2020 ocurrió un incidente en donde robaron las siguientes obras de arte. Si se las llegan a ofrecer, les pedimos nos lo hagan saber, ya que están reportadas como ROBADAS”, fue el mensaje con el que acompañaron sus imágenes en redes sociales.

Las piezas están valuadas en 250 mil dólares. Fueron robadas el 22 de diciembre, alrededor de las 11:30 horas, durante su transporte para una posible compra, detalló Oscar Román en entrevista con Excélsior.

Román explicó que ya hizo la denuncia. Todo comenzó cuando una persona visitó la Galería para posteriormente hacer una cita en un domicilio en Lomas de Chapultepec, a donde llevarían las obras. Ahí, sujetos armados se llevaron el vehículo con las piezas.

Foto: Facebook – Galería Oscar Román

Hasta el momento, no han recibido respuesta de las autoridades. Román, dijo a Excélsior que primero difundieron la información en otras galerías, para luego hacerla pública en redes, donde pidieron apoyo para difundir el mensaje y buscar información que pudiera ayudarlos.

Apuntes de memoria, Manuel Serrano el restaurador científico

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Me preguntó mi fraternal amigo, el pintor Fernando Leal Audirac, si estaba enterado del fallecimiento de nuestro entrañable Manuel Serrano. Consternado y entristecido le contesté que no. Bajo qué circunstancias o cuánto tiempo del suceso ya no era lo determinante, sin embargo, comentó que quedaría como una víctima más de esta pandemia, que se encontraba muy conmovido. ¡Una enorme pérdida!

Desde una larga distancia telefónica en la que por ahora tenemos siete horas de diferencia entre ambos países, de inmediato vinieron los recuerdos, las anécdotas y datos más personales de nuestra amistad con el querido Manuel.

Su imagen de un hombre íntegro que siempre tuvo una enorme disposición hacia todas las personas, pero en particular a los artistas; su calidad humana hacía de Manuel ese ser de misterio, conocimiento y de un alto grado de ironía. De trato afable, directo y siempre claro de sus ideas.

restauracion
(Foto: Televisión Metropolitana).

Sus trabajos de restauración son de relevancia mundial, como el desprendimiento del mural de Siqueiros, Ejercicio plástico, en Argentina. Para dicho desprendimiento y futura reubicación fue necesario “desmontar” –piedra por piedra– la residencia en donde se encontraba, a fin de salvarlo. Hoy en día se encuentra en La Casa Rosada, sede de la presidencia de la República Argentina y es considerado el monumento artístico más importante de dicho país. Trabajos sobresalientes como el del ex-Convento de Santo Domingo en Oaxaca, que le valiera compartir, con el arquitecto Iturriaga, el Premio Reina Sofía, el rescate de los frescos de Malinalco y Cacaxtla, su presencia como parte del comité de rescate de la Catedral Metropolitana y como conservador de la colección Banamex, entre otros muchos cargos en México y Sudamérica, lo colocan, con justificada razón como uno de los más importantes restauradores de nuestro tiempo, a nivel global.

Manuel Serrano se puede considerar como el digno heredero de la gran tradición de la restauración científica, iniciada en México por el maestro Guillermo Sánchez Lemus, director y fundador del Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas del INBA, como se le llamaba en esa época.

A Manuel Serrano y su equipo se debe también la asesoría técnica a artistas del relieve de Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Sergio Hernández, Fernando Leal Audirac, Gabriel Orozco y Gabriel de la Mora.

Manuel también asistía a la tertulia intelectual de los “Viernes”, que se desarrollaba en vieja casa de Fernando Leal Audirac. Fue a principios de los años ochenta, que en una reunión nos conocimos. Por ahora sería difícil recordar los nombres de todos los que participamos, me vienen a la memoria los de Arturo González Cosío, Juan Acha, Ernesto de la Peña, Pancho Liguori, Jan William, Ana Rosa González Matute, Jorge Pablo de Aguinaco, José Luis Cuevas, Jacobo Borges, Rocío Mireles, Roberto Tejada, Gabriel Bernal, Lorna Scott-Fox, Francis Alỹs, Kurt Hollander, Oscar Gutman, Álvaro Díaz, María Sada, entre muchos otros. Fue en el seno de los Viernes que nació una generación de nuevos artistas e intelectuales determinantes en la política cultural mexicana de ese decenio.

Manuel Serrano Cabrera
(Foto: Televisión Metropolitana).

Tuve la fortuna de contar con su confianza, ya que en algunas ocasiones me hablaba para consultar sobre materiales o técnicas para restaurar esculturas, lo que permitió tener acceso a su estudio de restauración y a él, en los momentos en que también visitó mi taller. Hace apenas unos años fui convocado por la H. Cámara de Diputados, querían saber si estaba interesado en hacer la limpieza de los relieves en bronce del Pluralismo Político, del maestro José Chávez Morado. Recuerdo que hablé con diferentes especialistas debido a que se trata de tres cuerpos de gran tamaño y peso, por una parte, el edificio, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, una enorme estructura metálica patentada por el ingeniero Heberto Castillo como tridilosa, la cual une y carga el relieve escultórico de más de 60 toneladas de peso a toda la construcción.

Este edificio sufrió un incendio devastador en el año de 1989, fue el maestro Serrano quien participara en los trabajos de restauración del ya citado relieve; sin mayores preámbulos, me citó en “Restauro” para platicar y poderme mostrar cómo se habían logrado la reincorporación de las enormes placas de bronce torcidas por el fuego, los daños que aún conserva la estructura metálica a causa del desastre y además por su ya pronunciado desnivel que se está produciendo por el hundimiento del edificio, así también una parte del Centro Histórico de la Ciudad de México. Ésta fue la última tarde que compartimos.

La comunidad artística y científica de México ha sufrido con su deceso una pérdida irreparable.


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De la imaginación a la permanencia

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Así como en nuestro interior se conserva la parte más primigenia que es la percepción o el mundo de las sensaciones, es decir, que antes de tener la idea como principio motor del homo sapiens, el ser fue capaz de sentir emociones y reaccionar frente a ellas. Esto me lleva a la reflexión de que, en la evolución milenaria de nuestro recorrido por la Tierra, lo que nos separó o, mejor dicho, con lo que nos comenzó a diferenciar del resto de los seres vivos, fue cuando por medio de las habilidades se lograron las primeras representaciones de los sentimientos. La abstracción emocional dio al ser la capacidad de sentir por medio de los objetos que el día de hoy sin distinción alguna los llamamos indistintamente arte. Este tema es de enorme profundidad, digno de ser analizado por cualquiera las disciplinas del conocimiento humano, lo que para una nota breve como ésta es prácticamente imposible.

Mi interés se encuentra por ahora concentrado en comprender que esta manera de la producción desde que inició hasta nuestros días no se ha detenido, no importa si contemplamos lineal o multidimensionalmente la historia conocida de nuestros ancestros y de nosotros mismos, debido a que la transmisión o la herencia ha permanecido concatenada en las diferentes generaciones. Estas maneras o manifestaciones que por el momento llamaremos “arte”, se han dado no necesariamente por la transmisión de conocimiento o métodos, también de muchas otras formas, a veces inexplicables, se producen en las mujeres, y en los hombres, aparentemente de forma espontánea, a lo que llamamos comúnmente “talento”, porque somos capaces de generar emociones o comunicar sentimientos por medio de expresiones corporales o distintos objetos. Así, este fenómeno o acto creativo se debe a nuestra herencia histórico-genética y que a partir de nuestra práctica cotidiana existe el eslabón creativo que nos relaciona directamente por la vía de las de las percepciones al conocimiento de nuestro universo interno, conectándonos en tiempo y espacio con el resto del cosmos.

arte Autorretrato Kena
“Autorretrato Kena”, de Arturo Rivera.

Es por esto que estoy convencido de la importancia que el arte contiene y da a la vida humana, que los medios a través de los que se producen estos actos son a veces los propios materiales tanto físicos como espirituales, no se requiere de ir muy lejos, se obtienen de tomar elementos cercanos, tan cercanos como es posible, su transformación depende de la capacidad de cada grupo o individuo. No importa cómo hoy dividamos las disciplinas artísticas, todas igual de importantes y complementarias entre ellas, lo que resalta es la inminente necesidad del legado del alma. Se trata de construir, colocar y contribuir con lo que antes no existía y ahora puede permanecer en el imaginario colectivo.

Sarcásticamente el decimonónico economista Keynes (1883-1946) escribió “todos en el largo plazo esteremos muertos”, seguramente toda su generación lo está, sin embargo, hoy nos contamos más de siete mil millones de habitantes. ¿Cómo es posible esto? Hoy somos un número inmensamente mayor a la suma total de muertos en toda la historia humana, tal vez Keynes consideró el largo plazo como el fin de la humanidad, el cual continúa siendo impreciso, prefiero la frase del físico Stephen Hawking cuando le preguntaron acerca de su libro Breve historia del tiempo, cuál era el límite del largo plazo, a lo que él respondió, “mientras exista vida, habrá esperanza”.

De la misma manera, mientras la creación artística no se detenga, tenemos esperanza de permanecer conectados con esa parte primigenia y actual de la creación.

Sirvan estas reflexiones para comprender que destacados artistas en las diversas disciplinas del mundo han dejado de respirar, de latir sus corazones, de no acompañarnos más con su existencia, pero que dentro de esos miles de millones de seres humanos han dejado profunda huella con sus obras, firmes pilares de la construcción histórica.  

Adan y Eva segun Rembrandt
“Adán y Eva según Rembrandt”, de Gilberto Acevez Navarro.

En nuestra comunidad inmediata durante estos últimos meses o escaso un año, han fallecido entrañables creadores tanto de las artes como de la ciencia; iniciaré con mi amigo de aventuras el cineasta Gabriel Retes (1947-2020), el pintor Arturo Rivera (1945-2020), el pintor y escultor Manuel Felguérez (1928-2020), el escultor Pedro Cervantes (1933-2020), el escritor Sandro Cohen (1953-2020), y el cantante Óscar Chávez (1935-2020); con cada uno de ellos mi vida estuvo relacionada, distintas edades, diferentes periodos. A poco más de un año de distancia mi amigo el pintor Gilberto Aceves Navarro (1931-2019) y a muy poco tiempo Francisco Toledo (1940-2019). De los científicos destacan Guillermo Soberón (1925-2020) y el modesto Premio Nobel en Química, Mario Molina (1943-2020).

Ahora bien, podemos recordar de G.W.F. Hegel (1770-1831) sus reflexiones acerca del arte que esclarecen de manera definitiva el tema de este artículo, sobre todo cuando afirma:

De manera general el fin del arte consiste en tornar accesible a la intuición, lo que existe en el espíritu humano. La verdad que abigarra el hombre en su interior, lo que mueve el corazón y agita el espíritu. El arte sirve para despertar en nosotros el sentimiento y la conciencia de algo más elevado.

Del mismo modo considero que este pensamiento hegeliano engloba no tan sólo la idea del arte como la conocemos ahora, sino también envuelve el pensamiento científico.

Umberto Eco (1932-2016) diría que en el quehacer de los artistas o de los creadores, en cada obra está su propia vida, es decir, su personalidad, “su experiencia concreta”, su espiritualidad, entre otras manifestaciones.

En ese sentido, todos los artistas que mencioné y los que quedan implícitos e implicados en estos renglones por la trascendencia de sus actos, no debe preocuparnos, mi juicio o mi impulso por defender en cada uno de ellos la importancia de sus trabajos no depende de mí ni de nadie, sino de todos y que por sus obras sean recordados.


Arturo Rivera, Réquiem

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Arturo, ya eras eterno antes de morir, ya eras infinito antes de irte, ya habías exorcizado todas tus pesadillas, ya habías convocado todos los horrores. Arturo ya, ahí está, en tus autorretratos, rondando, te mira y la ignoras. No más. El enano y la boca desdentada, el grito y el pájaro descuartizado, ahí a tu lado, y tú, magnífico, los pintas, los reinventas, porque tú eres el Maestro. ¿Para qué tanto virtuosismo si la vida es una mierda? ¿Morirte? Arturo, eso sobraba, ya estabas en las manos de la inmortalidad, ya te habíamos perdido hace mucho, ya no eras de nosotros. Tenías décadas habitando sólo en tus pinturas, dialogando con tus personajes, arrancando a la oscuridad sus rostros, sacando del abismo sus delirios.

Eres de tus obras, eres de esa escuela que creaste, de ese demonio que sembraste en cientos de jóvenes pintores que tomaron los pinceles para imitarte, para encontrar el secreto de tu lenguaje. ¿Cómo es que no le temías a la fealdad? ¿Cómo te regodeaste en la representación de eso que nadie quiere para sí mismo? Tus pinturas son una venganza, son una afrenta. No deberíamos mirarlas, no deberíamos tolerarlas, porque pintaste eso que odiamos. Pintaste a Tamora que se traga a pedazos a sus hijos, y lo hiciste con una maestría que denuncia el placer que sientes al recrear y llevar lo más lejos posible esas imágenes, esos estados de enajenación y éxtasis. Los huesos, los rostros contrahechos, los ojos desorbitados, las bocas aullantes, el dolor incontenible, creaste el canon del estremecimiento. La belleza es efímera y el horror es eterno.  

pintor mexicano Arturo Rivera
Autorretrato, 1981, Arturo Rivera.

Te miran los enanos de Velázquez, la miseria del Caravaggio, regresas al oscuro Barroco de donde vienes, y el cordero de Zurbarán te espera. La belleza se extingue, se degenera, la belleza persigue ser horrible algún día, en cambio el horror es inalterable, se detiene, es pétreo, por él no pasa el tiempo. Arturo, has utilizado esa tragedia, la manipulaste, para que tus obras traspasen las épocas, alcanzaste la genialidad que se esconde de sí misma, tus pinturas se pelean con esta condición, pintaste como poseído por una fuerza que fue más allá de ti mismo, te negaste a crear algo que no perturbe. Maestro, la muerte te arrojará con fuerza a la inmortalidad, porque eres, y serás, con tus obras, la leyenda del hombre que vivió y pintó en la orgía extraordinaria de la creación más absoluta.   

Arturo Rivera, pintor
Autorretrato, 2003, Arturo Rivera.

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Jardín sin delicias

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El miedo que tenemos a la catástrofe es proporcional a la adicción que tenemos a la vida. La literatura, el arte, el cine, hemos creado infinidad de ficciones que pregonan el fin de esta civilización. Nuestra finitud, la fragilidad de nuestra condición radica en que no sabemos, si acaso intuimos, qué hacemos o por qué estamos aquí, y con la misma arbitrariedad podríamos desaparecer. Estamos atados a esa incertidumbre, que tal vez ése sea nuestro sentido de existir. La literatura y mística de la Edad Media eran una didáctica de la muerte, la noción del Ser estaba condicionada a la noción de no Ser.

El Jardín de las Delicias del Bosco, tríptico en óleo sobre tabla, tiene una lectura académica que lo reduce a una obra moralígena, y no es así. La pintura describe tres estados de la existencia. El central que nos llama con su prodigiosa orgía, los personajes desnudos son parte de la naturaleza. Es el reino de los sentidos, el cuerpo es insecto, planta, fruto, navegan sobre pájaros, abrazan peces, juegan con camellos, ciervos, conchas marinas, se aman, el tiempo no existe, la edad incierta, la juventud evidente, el placer es el reloj que rige esa incontenible carnalidad. Es desbordante la posibilidad del placer, imaginativa, inagotable, el cuerpo entregado a un juego infinito sin diferencias entre animales y humanos.

El Jardín de las Delicias, El Bosco

El Bosco decidió, en esta meticulosa y obsesiva obra maestra, ubicar la orgía en el panel central y más grande. Nos cautiva, maravillados, extasiados, cada uno de los insaciables cuerpos, entregados a la generosidad de la carne y la vida. En las pinturas laterales, estrechas y claustrofóbicas, habitan las advertencias de la catástrofe.

El lado oscuro deplora el cuerpo, lo martiriza, el aire es un humo denso, instrumentos musicales son patíbulos y torturas, castigos morbosos, monstruos que devoran lentamente seres enfermos, el reino del dolor. El extremo es la paz de la soledad, el mismo Jardín, sin Delicias, los animales sin juegos, la pareja que recibe una bendición para sobrevivir en ese vacío, en la peligrosa promesa de amarse sin entregarse, es el reino del egoísmo.

Las Delicias son el panel central, esas Metamorfosis de Ovidio. La máxima filosófica de Lucrecio en La Naturaleza de las Cosas: no hay razón para establecer la superioridad humana, todos los seres nacemos y morimos. El Bosco sabía de nuestra finitud, y por eso inmortalizó al placer, su oscuro abismo anuncia la catástrofe, la orgía terminará. En 1505, en el inicio del Renacimiento, el Bosco pintó esta obra en medio de la influencia de los textos grecolatinos que buscaban los eruditos en los monasterios. Creó la más provocativa invitación para gozar y llevar esa filosofía a cada momento de la existencia. En nuestra época moralígena, obsesionada con una hipócrita y tiránica pulcritud social, es inimaginable que podamos ver un fragmento de esas Delicias. Henos ahí, en el oscuro ángulo de la desolación, ahí, destruyendo nuestra esencia, el castigo somos nosotros.


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La pandemia de la superstición

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La enfermedad es compañera nefasta del ser humano, y más nefasta aun, es la superstición y la ignorancia que la rodea. Obsesionados con el autoengaño, buscando falsos paraísos que oculten la verdad, los seres humanos, desde hace millones de años hasta el día de hoy, preferimos seguir al pensamiento mágico que al conocimiento y la razón. Hemos atribuido las enfermedades a los demonios, a la brujería, a seres de otros mundos, y hacemos lo mismo con la curación, despreciamos la prevención, y dedicamos los esfuerzos a creer en los milagros.

La superstición actual es más folclórica y tecnológica, la delirante ignorancia atribuye esta pandemia desde a las antenas de celular, el G5, que con nuestro pésimo servicio de internet y telefonía tendríamos que estar a salvo y no es así; que al Covid-19 lo inventaron para “vender una vacuna innecesaria”, hasta la leyenda de que otra de las vacunas, que está en experimentación, tendría un chip de la tecnología de Bill Gates para espiarnos, de lo cual también debemos estar tranquilos, porque si es tan ineficiente como el Windows, sabrán de nosotros menos de lo que todo el mundo publica en su Facebook.

la ejecucion de una bruja en amsterdam,
La ejecución de la bruja Anne Hendricks, quemada en Amsterdam, 1571 (crédito: Jan Luyken).

La humanidad es necia, es ridículo el apego que tenemos a la ignorancia y la superstición. En el periódico New York Times se publicó un largo artículo documentando el movimiento antivacunas del Covid-19. La vacuna aún no está lista, está en pruebas aplicada en 30 mil personas, y ya tiene sus detractores, que argumentan lo mismo que los movimientos antivacunas desde el siglo XVIII.

María Antonieta de Francia, fue inoculada de la viruela en 1782, de una forma casi experimental, con la supuración de una vesícula de un enfermo. Muy criticada, decían que se enfermaría más gravemente y, sin embargo, esa decisión ejemplar permitió inocular más personas y seguir con el proceso de la vacuna. María Antonieta vio horrorizada, el cuerpo de Luis XV, quien murió de viruela sin dejar herederos, y obligados ella y su marido, Luis XVI, a ocupar el trono cuando eran casi unos adolescentes. La joven princesa se dijo a sí misma que no moriría de esa terrible enfermedad, murió de la filosa guillotina de la Revolución francesa.

superstición, brujería

Los argumentos antivacunas son un catálogo de las ideas retrógradas de la humanidad: la libertad de no cuidar de sus propios cuerpos, sus derechos humanos, las teorías de la ineficacia, los pseudocientíficos, los dogmas religiosos, y ahora los tecnológicos-político-conspirativos. Es decir, para una masa ignorante y ruidosa, la enfermedad tiene causas irracionales, su cura también deberá ser irracional. Entonces la vacuna y la prevención serán, como siempre, para la parte pensante, y las curas milagrosas, la providencia, la fe, las buenas vibras, romper antenas de celulares; serán para esa masa que hace de la superstición las razones de su escasa razón.


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De visita en el jardín de un artista. Monet y los nenúfares

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El artista francés Claude Monet trabajó en un gran proyecto durante los últimos años de su vida: recrear el jardín de su casa en una obra de arte. Lo consiguió y hoy tenemos oportunidad de visitarlo, de forma virtual, como parte de la colección del Museo de L’Orangerie, en París, Francia.

Se considera que son tres, los momentos más importantes en la pintura europea del siglo XIX, que provocaron un cambio revolucionario en la expresión artística cuyo influjo se observa hasta nuestros días.

Primero, el romanticismo que bajo el postulado de expresar la manière de sentir –en palabras de Baudelaire–, nos brindó una serie de posibilidades antes poco consideradas; en especial, la nostalgia y la melancolía.

Segundo, el realismo de Gustave Courbet quien en la representación de lo verdadero (que no involucró lo necesariamente bello), abrió el panorama de la temática del arte a escenas cotidianas (si bien, un siglo antes, el barroco con su costumbrismo ya había andado por ese camino).

Y, por último, el impresionismo que abrió la puerta al arte moderno y cambió la forma de pintar hasta ese momento. ¿Cómo lo hicieron? El artista se trasladó al lugar de representación del objeto mismo, es decir, salió de su taller y se dedicó a plasmar, a partir de una pincelada suelta (otra innovación), numerosos paisajes, personas y todo aquello que veía a su alrededor. Si bien continuó la línea del arte figurativo, rompió con los cánones establecidos hasta ese momento, a partir de forjar acentuados contrastes de luz y procurar mayor importancia al color sobre la forma.

Claude Monet y nenufares
Claude Monet, pintor francés y uno de los creadores del impresionismo (Fotografía y retocado: Dana Keller).

Monet fue uno de sus artífices, junto con Manet, Renoir y Degas. Cuatro hombres que cambiaron la visión del arte hasta ese momento. Célebres fueron las exposiciones impresionistas en París, entre 1774 y 1886. Hacia principios del siglo XX, el entusiasmo por este grupo disminuyó. Sin embargo, su influencia permanecería por siempre.

En 1918, el jefe de gobierno Georges Clemenceau, convenció a su amigo Monet de donar algunos cuadros para el gobierno francés. En especial, dos lienzos de una serie que se convertirá en la nombrada “Capilla Sixtina del impresionismo”. El artista, años atrás, había comprado una casa en Giverny, un pequeño poblado a las orillas del río Sena, en la región de Normandía. Sauces, álamos y nenúfares rodeaban lo que se conoce como el Jardín de agua del artista. El propio pintor se encargó del cuidado del mismo y lo complementó con un “puente japonés” que también representó en varias de sus obras.

Ocho lienzos en 22 paneles curvos, de casi dos metros de altura, conformaron su programa que pintó entre 1895 y 1926, un año antes de su muerte. Los también llamados Water Lilies o Nymphéas fueron instalados en un nuevo museo que se había construido en la parte de un invernadero con árboles de naranjos (de ahí su nombre) en un extremo del jardín de las Tullerías. Monet ya no alcanzó a ver el proyecto concluido. La idea original fue que el espectador pudiera adentrarse a su jardín, de ahí que su petición principal para la museografía fue que estuvieran dispuestos en forma de rotonda. Así el público podría disfrutar de ese lugar que tantas veces contempló y que incluso se encargó de embellecerlo.

Al inicio, el resultado fue poco comprendido pues el concepto de obra completa no existía. Los paneles mostraban los sauces llorones –como también se conocen en México–, pero no completos además de que se fundían con el agua y las flores de múltiples colores. No mostraban un panorama horizontal sino partes fragmentadas que uno iría completando en la mente. Los críticos señalaban que se había olvidado de pintar “los bordes” del cuadro. En realidad, y esa es una de las maravillas del sitio, la intención del creador fue precisamente eso. Que no sintiéramos que había una terminación, sino que tuviéramos la sensación de estar inmersos en ella. Y lo consiguió.

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Japanese Footbridge Giverny. 1895. Museo Metropolitano de Nueva York, Estados Unidos.

Entre 2000 y 2006, el Museo de L’Orangerie fue remodelado arquitectónicamente. Una parte fue demolida, se agregó un espacio subterráneo para la colección Walter-Guillaume que completa el acervo del recinto y se diseñaron dos salas de planta elíptica donde se colocaron los distintos paneles de Monet. El nuevo recinto recibe con un letrero que invita a hablar en voz baja. Como si entráramos a un templo del arte.

Todas las obras reciben el nombre inicial de “Las ninfeas (o nenúfares). Estudio de agua” y el artista los captó en distintos momentos del día y posiciones, como también fue costumbre en los artistas impresionistas. El color se veía distinto a distintas horas y ésa era parte de la búsqueda pictórica.

Cuatro en cada sala. En la primera: “sol poniente”, “las nubes”, “reflejos verdes” y “la mañana número 1”. En la segunda: “los dos sauces”, “la mañana número 2”, “reflejos de árboles” y “la mañana con sauces”.

Se puede ver tanto en un dispositivo electrónico como en la computadora; se puede seguir el plano de la planta u ocultarlo para ir directo a las salas. Las flechas nos permiten recorrer la sala e incluso acercarnos a algunos detalles. Disfruta de una de las grandes obras del impresionismo y de un bellísimo estanque y jardín a un click de distancia: Museé de l’Orangerie.

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Claude Monet. Puente sobre un estanque de nenúfares. 1889. Museo Metropolitano de Nueva York, Estados Unidos (Fuente: The Met).

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