color azul

Mares, ríos, lagos, cielo… ¿azul? Parte III

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Vamos a rematar con el azul, ésta será la última nota sobre este color y entraremos a él hablando desde el punto de vista de la época de los inventores y científicos que, mirando al mundo se lo explicaban, y nos ayudaban a todos a entenderlo a través de su observación, experimentación y análisis, es decir, aplicando el método científico.

El azul es uno de los colores del espectro visible de luz, los cuales están delimitados por la longitud de onda que nuestros ojos pueden percibir haciendo un corte dentro de una ventana visible. Justo nos referimos a ella como una ventana porque delimita el alcance de la visión del sujeto que observa. Por ejemplo, ¿sabías que en la ventana visible de las abejas se encuentra la luz ultravioleta? La capacidad de ver esta tonalidad de luz permite a las abejas identificar el néctar en las flores y recolectar el polen para fabricar la miel en sus colmenas.

En la ventana de color que los seres humanos percibimos, que va de la luz violeta hasta la roja, llega a haber hasta 10 millones de colores. ¡Impresionante!

colores, toda la gama
Imagen: Ambientum.

Seguramenta las lectoras no estarán de acuerdo ya que se tiene la creencia, o se ha fomentado el mito de que los hombres no somos capaces de distinguir más de 10 colores. Todo es cuestión de pedirnos opinión sobre un tapiz o color de vestido y los azules son claro y fuerte y las tonalidades de rosa también. La variedad de nomenclatura no nos es familiar, ya que tendemos a ser, quizá, menos fijados en esos “detalles”.

¡Ah! Me fui por la percepción del color y había dicho que entraríamos a hablar del color azul a partir de la ciencia. Aparentemente el azul es entre los básicos o primarios, el color de más difícil manejo. Sobre todo por su falta de representación en la naturaleza. En flores y plantas podemos ver los otros dos colores primarios, rojo y amarillo, sin embargo, el azul es un color que nos imaginamos. El cielo, en realidad, no es azul. El mar tampoco, ni los lagos, ni los ríos, es nuestra percepción la que integra, con frecuencias electromagnéticas que percibe a través de los ojos, la experiencia del azul. Este tramposo y simpático color es difícilmente asible. No se puede tomar un pedazo de cielo o un poquito de agua color turquesa de los mares del Caribe y tener un trozo de azul en las manos.

planeta tierra
Imagen: Desde la Plaza.

Esta incapacidad de recolección del azul es uno de los motivos que provoca que este color tenga tantos significados simbólicos. Primero porque la materia prima para generarlo es escasa y segundo porque, dada su rareza, se presta para darle nombre a emociones, sensaciones y valores que nos hacen humanos.

Total que, para seguir en este discurso de la ciencia, es interesante contarles que se dice que en una actitud totalmente no científica, Newton forzó la idea de los siete colores del arcoíris. En un pensamiento totalmente cualitativo y arbitrario a partir de criterios culturales imperantes en su época que resultan, vistos desde aquí, un poco absurdos en su necesidad de encuadrar los colores en siete como los días de la semana, las notas de la escala musical y los siete planetas conocidos hasta entonces. ¿Por qué o para qué? Parece ser que Newton no lo explicó y, consternados, sus colegas de entonces sólo asumieron esta decisión, un poco caprichosa, del maestro.

Newton y el arcoiris
Imagen: Invdes.

Y, ¿por qué no seguir con esta lógica newtoniana? Mejor vamos para allá. Si es el último artículo sobre el azul, vamos a llevarlo a lo más profundo, trascendente y emblemático de éste. Por ejemplo, ¿de qué color te imaginas la paz? ¿Blanco, violeta, algún sutil tono de rosa? Pues el acuerdo, la convención cultural es que el azul es el color de la paz. La bandera de la paz, por lo menos en el mundo occidental es azul y parecería que hace sentido si valoramos que la vibración del azul se asocia a armonía y tranquilidad.

Estas características generan sensación de seguridad y confianza. En la psicología del color, los diferentes matices y tonalidades de azul se asocian a atributos positivos que generan reacciones inconscientes en quien mira el color. Va otro ejemplo, un traje azul marino genera una imagen de elegancia y confiabilidad, de seriedad y formalidad. Una camisa o vestido azul claro genera sensaciones de comodidad, ligereza y suavidad. Estos estímulos permiten una respuesta orgánica de los sujetos que los portan y que miran el vestuario basado en estos tonos. Simpatía, amistad y confianza se pueden favorecer en tonos de azul.

flores azules en campos de Japon
Campos de flores en Japón (Imagen: Diario Ecología).

También se considera al azul como el color de la fidelidad. Este atributo se asocia al azul porque flores raras en sus tonos de azul como las madreselvas, las hortensias, la flor de cardo y el “no me olvides”, se acercan a esa gama de color. Son flores delicadas, distintas, poco frecuentes, y por ello cuidadas con devoción. Por eso la fidelidad es un bien preciado como estas flores, se debe cuidar, procurar en su fragilidad y respetar en su representación como un valor humano que se expresa en las relaciones personales y, sobre todo, en la capacidad de ser fieles a nosotros mismos.

Siguiendo el camino del azul, es necesario hacer la reflexión de que también es el color que representa lo divino, lo eterno, la fantasía. El azul en la naturaleza se percibe como una especie de ilusión, de espejismo –está de más poner el ejemplo del cielo o el mar ¿cierto?–.

vestido azul en el mar
Imagen: IstockPhoto.

Este color es un género musical, es un estado de ánimo, es el asombro y la emoción. Es el color de la banda que utilizan los reyes europeos en las ceremonias de gala como máximo distintivo y, en los aros olímpicos se determinó que este mismo continente fuera representado en azul porque sus diferencias políticas, económicas e ideológicas no permitían más que el contraste. Sin embargo, el azul atravesaba las religiones y se eligió con la intención de encontrar un valor superior que, de manera laica y deportiva, representara a Europa, el color de la paz.

Ya para rematar, sólo quiero hacer una última reflexión: visto desde el espacio, nuestro planeta es el planeta azul. ¿Qué significa para ti esto?, ¿vivimos en un espejismo, en un sueño de planeta y tenemos la oportunidad de hacerlo más azul?, ¿más pacífico?, ¿más armonioso? ¡Así sea! Los dejo pensando en azul… azul… azul… construyamos ilusiones y sueños azules.


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Siguiendo por el camino azul vamos a ubicarnos en el punto exacto en el que nos quedamos la vez pasada: el azul cobalto; y haremos un alto ahí sólo para comentar que este tono del azul tiene un alias que deviene de la preferencia que el pintor americano Maxfield Parrish tenía por su uso en los paisajes celestes que pintaba. ¿Se te ocurre cuál es el alias que le proporcionaron a este tono? ¡Claro! Azul Parrish.

Ahora, déjame seguir contándote sobre el desarrollo de otros pigmentos azules. El que sigue en esta narrativa histórica es el azul cerúleo. Compuesto de estannato de magnesio, este color cielo se perfeccionó cuando Andreas Höpfner, por allá en 1805, calentó cobalto con dióxido de estaño en 1805. Hasta este primer lustro del 1800, el cerúleo no estaba disponible para el trabajo artístico. Le llevó 75 años y la participación de la empresa Rowney and Company para su fabricación y comercialización como “coeruleum”. Berthe Morisot, en su reconocida obra Día de Verano de 1887 utilizó en el diseño cromático del abrigo de una de sus protagonistas, la combinación de cerúleo y ultramar, que son distintivas en esta prenda que se distingue en la coloratura de la pieza.

La Gran Ola de Kanagawa, Katsushika Hokusai
“La Gran Ola de Kanagawa”, Katsushika Hokusai, 1830-33.

Además, me llama la atención que una de las canciones más sentidas de la crónica social que hacía Salvador “Chava” Flores (1920-1987), prolífico compositor mexicano que se llama “La Misma Cara de Jula” hace referencia a la Virgen María y la capa que la cubre definiéndola por el color azul de la vestimenta. “En la iglesita vivía la Virgencita más chula, era la Virgen María con una capa cerúlea.”

El siguiente azul en el repertorio es el índigo que se extraía de la planta indigofera tinctoria que era de fácil cosecha en prácticamente cualquier lugar del mundo. Ya no era necesario utilizar el carísimo lapislázuli. El comercio textil se vio revolucionado por la importación de esta planta. Incluso, en el siglo XVI provocó guerras comerciales entre América y Europa.

Por primera vez un color era democrático, el índigo se utilizó para teñir ropa de hombres y mujeres de todas las clases sociales. Del origen natural a su versión sintética producida en 1880 y que se utiliza hoy en día para teñir los pantalones de mezclilla, se ha descubierto que la bacteria Escherichia coli, al ser modificada biológicamente para producir una reacción química igual que la que producía el índigo de origen vegetal. Este método se conoce como “bio índigo” y seguramente va a jugar un papel muy importante en la fabricación ecológica de la mezclilla en el futuro.

Picasso, arte
“La sopa”, Pablo Picasso, 1902-1903.

Después del índigo sigue el repertorio del azul marino que es una de las tonalidades más obscuras de la gama y matices de loa azules. Su nombre, que podríamos pensar está asociado a la mar y sus pecesitos, no tiene nada que ver. En realidad se denomina azul marino porque los uniformes de la Marina Real Británica, desde 1748 utilizan este elegante tono. El ambiente militar ha sido fuente de nombres y contexto para esta gama del azul, de manera que distintas variedades de marino han recibido su nombre a partir de términos o cargos militares. Por ejemplo, en 2007 se nombró, en honor a una marina espacial ficticia, como “Space Cadet” (cadete espacial) a una de sus variedades.

La creación de colores ha llevado a una gran cantidad de experimentación en la búsqueda de tonos y colores nuevos. Así fue como Johann Jacob Diesbach, fabricante alemán de tintes, descubrió por accidente el Berliner Blau (azul berlinés), más conocido como azul Prusia. Resulta que Diesbach estaba intentando crear un pigmento nuevo que fuera intensamente rojo. En su experimentación mezcló, aparentemente por accidente, potasa con sangre de animal provocando una reacción química sorprendente que dio lugar a este nuevo y vibrante tono de azul.

John Herschel
“Still in My Teens”, Cianotipia, Herschel.

El Prusia tiene además un lugar especial en la pintura. El pintor y grabador japonés Katsushika Hokusai lo utilizó en su icónica estampa, La Gran Ola de Kanagawa y en la serie Treinta y Seis Vistas del Monte Fuji. Por su lado, el famoso español Pablo Picasso, lo empleó de manera exclusiva durante su período azul. Además, las aplicaciones del Prusia han sido variadas. Cuando se descubrió la forma de producir este tono de azul se difundió la fabricación y empezaron a denominarlo de acuerdo a su lugar de origen, así se tenían tonos de este azul que se llamaban Azul París, Azul Amberes, de Sajonia, de Milori, de Turnbull, etc.

Posteriormente, en 1842 John Herschel, astrónomo inglés, descubrió que una propiedad ideal de este azul era su sensibilidad a la luz, por lo tanto servía notablemente para hacer copias, de manera que los arquitectos comenzaron a utilizarlo en sus planos y diseños que hacían en “blueprint”. Otra de las propiedades químicas que se vinculan al azul Prusia es la de incorporar materiales pesados tóxicos de forma tal que se utiliza para desintoxicar a personas que tienen cargas dañiñas de este tipo de materiales, incluso radioactivos.

¿Quién, cuándo, cómo y dónde se te hubiera ocurrido que los azules tengan tantos distintos orígenes, historias y aplicaciones? Yo lo encuentro fascinante, todo tiene una historia y una evolución en el tiempo. Hoy, aquí en esta columna estamos explorando los azules y, con toda la capacidad de asombro posible, ilustrándonos con sus múltiples aplicaciones y desarrollo en el arte y hasta en la medicina. Un mundo lleno de colores, en el que el protagonista de este cuento es el azul. ¿Será un color de ensoñación como el príncipe azul de las princesas en los cuentos de hadas?


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