Del color azul. Azul, blue, bleu, blau… Parte II

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Siguiendo por el camino azul vamos a ubicarnos en el punto exacto en el que nos quedamos la vez pasada: el azul cobalto; y haremos un alto ahí sólo para comentar que este tono del azul tiene un alias que deviene de la preferencia que el pintor americano Maxfield Parrish tenía por su uso en los paisajes celestes que pintaba. ¿Se te ocurre cuál es el alias que le proporcionaron a este tono? ¡Claro! Azul Parrish.

Ahora, déjame seguir contándote sobre el desarrollo de otros pigmentos azules. El que sigue en esta narrativa histórica es el azul cerúleo. Compuesto de estannato de magnesio, este color cielo se perfeccionó cuando Andreas Höpfner, por allá en 1805, calentó cobalto con dióxido de estaño en 1805. Hasta este primer lustro del 1800, el cerúleo no estaba disponible para el trabajo artístico. Le llevó 75 años y la participación de la empresa Rowney and Company para su fabricación y comercialización como “coeruleum”. Berthe Morisot, en su reconocida obra Día de Verano de 1887 utilizó en el diseño cromático del abrigo de una de sus protagonistas, la combinación de cerúleo y ultramar, que son distintivas en esta prenda que se distingue en la coloratura de la pieza.

La Gran Ola de Kanagawa, Katsushika Hokusai
“La Gran Ola de Kanagawa”, Katsushika Hokusai, 1830-33.

Además, me llama la atención que una de las canciones más sentidas de la crónica social que hacía Salvador “Chava” Flores (1920-1987), prolífico compositor mexicano que se llama “La Misma Cara de Jula” hace referencia a la Virgen María y la capa que la cubre definiéndola por el color azul de la vestimenta. “En la iglesita vivía la Virgencita más chula, era la Virgen María con una capa cerúlea.”

El siguiente azul en el repertorio es el índigo que se extraía de la planta indigofera tinctoria que era de fácil cosecha en prácticamente cualquier lugar del mundo. Ya no era necesario utilizar el carísimo lapislázuli. El comercio textil se vio revolucionado por la importación de esta planta. Incluso, en el siglo XVI provocó guerras comerciales entre América y Europa.

Por primera vez un color era democrático, el índigo se utilizó para teñir ropa de hombres y mujeres de todas las clases sociales. Del origen natural a su versión sintética producida en 1880 y que se utiliza hoy en día para teñir los pantalones de mezclilla, se ha descubierto que la bacteria Escherichia coli, al ser modificada biológicamente para producir una reacción química igual que la que producía el índigo de origen vegetal. Este método se conoce como “bio índigo” y seguramente va a jugar un papel muy importante en la fabricación ecológica de la mezclilla en el futuro.

Picasso, arte
“La sopa”, Pablo Picasso, 1902-1903.

Después del índigo sigue el repertorio del azul marino que es una de las tonalidades más obscuras de la gama y matices de loa azules. Su nombre, que podríamos pensar está asociado a la mar y sus pecesitos, no tiene nada que ver. En realidad se denomina azul marino porque los uniformes de la Marina Real Británica, desde 1748 utilizan este elegante tono. El ambiente militar ha sido fuente de nombres y contexto para esta gama del azul, de manera que distintas variedades de marino han recibido su nombre a partir de términos o cargos militares. Por ejemplo, en 2007 se nombró, en honor a una marina espacial ficticia, como “Space Cadet” (cadete espacial) a una de sus variedades.

La creación de colores ha llevado a una gran cantidad de experimentación en la búsqueda de tonos y colores nuevos. Así fue como Johann Jacob Diesbach, fabricante alemán de tintes, descubrió por accidente el Berliner Blau (azul berlinés), más conocido como azul Prusia. Resulta que Diesbach estaba intentando crear un pigmento nuevo que fuera intensamente rojo. En su experimentación mezcló, aparentemente por accidente, potasa con sangre de animal provocando una reacción química sorprendente que dio lugar a este nuevo y vibrante tono de azul.

John Herschel
“Still in My Teens”, Cianotipia, Herschel.

El Prusia tiene además un lugar especial en la pintura. El pintor y grabador japonés Katsushika Hokusai lo utilizó en su icónica estampa, La Gran Ola de Kanagawa y en la serie Treinta y Seis Vistas del Monte Fuji. Por su lado, el famoso español Pablo Picasso, lo empleó de manera exclusiva durante su período azul. Además, las aplicaciones del Prusia han sido variadas. Cuando se descubrió la forma de producir este tono de azul se difundió la fabricación y empezaron a denominarlo de acuerdo a su lugar de origen, así se tenían tonos de este azul que se llamaban Azul París, Azul Amberes, de Sajonia, de Milori, de Turnbull, etc.

Posteriormente, en 1842 John Herschel, astrónomo inglés, descubrió que una propiedad ideal de este azul era su sensibilidad a la luz, por lo tanto servía notablemente para hacer copias, de manera que los arquitectos comenzaron a utilizarlo en sus planos y diseños que hacían en “blueprint”. Otra de las propiedades químicas que se vinculan al azul Prusia es la de incorporar materiales pesados tóxicos de forma tal que se utiliza para desintoxicar a personas que tienen cargas dañiñas de este tipo de materiales, incluso radioactivos.

¿Quién, cuándo, cómo y dónde se te hubiera ocurrido que los azules tengan tantos distintos orígenes, historias y aplicaciones? Yo lo encuentro fascinante, todo tiene una historia y una evolución en el tiempo. Hoy, aquí en esta columna estamos explorando los azules y, con toda la capacidad de asombro posible, ilustrándonos con sus múltiples aplicaciones y desarrollo en el arte y hasta en la medicina. Un mundo lleno de colores, en el que el protagonista de este cuento es el azul. ¿Será un color de ensoñación como el príncipe azul de las princesas en los cuentos de hadas?


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