La semana pasada la juez Décimo de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México sentenció a la empresa tecnológica Google por daño moral en perjuicio del abogado Ulrich Richter, el hecho marca un precedente importante en materia de justicia en México, donde queda en entredicho la libertad de expresión.
La razón de la sentencia en contra de Google es porque el gigante informático permitió la publicación de un blog de Alejandro Gutiérrez Torres, quien también fue sentenciado, donde difunde información falsa usurpando la identidad de otras personas.
Esto abre la puerta para que más ciudadanos, políticos, empresarios, sociedades, etc. puedan poner una denuncia ante cualquier Fiscalía y que cualquier contenido en Internet se baje de la plataforma por presunto daño moral.
Más allá de la decisión de este caso, esto es algo inédito en donde se responsabiliza directamente a una de las grandes empresas por afectar a un individuo, aunque no sea Google quien directamente comete el delito, entra en la ecuación por omisión, por no regular que cierto tipo de contenidos se publiquen y pueda ser visto por millones de personas.
Si algo le dio al mundo la llegada de Internet y las redes sociales es apertura de voces a todas las personas que tengan acceso a este, un espacio donde pueden compartir pensamientos, conocimiento, sentimientos y un sinfín de contenidos.
Este hecho, al menos en México, puede ser una señal hacia el futuro en temas de libertad de expresión, un derecho constitucional que está presente en los artículos 6 y 7 de la carta magna de nuestro país.
Se me hace pertinente marcar una diferencia antes de continuar, no estoy haciendo apología del delito de usurpación de identidad, penado en el artículo 430 del Código Penal Federal.
Un peligro latente al periodismo y la libre expresión de ideas
Sí, como hubo aspectos positivos con este megáfono de la sociedad que son Internet y las redes sociales, también existe el lado oscuro de Internet que abre la posibilidad al ejercicio de negocios ilícitos bajo el anonimato, pero, para efectos de este escrito, les da la oportunidad a los usuarios de mentir y ser leídos o escuchados.
Aquí ya estamos entrando en temas que deben agarrase con pinzas. Si partimos del hecho de que nadie tiene la verdad absoluta, entonces abre la posibilidad de que existan más mentiras que certezas en nuestras vidas.
Obviamente, bajo esta lógica no podemos justificar a quienes cometen delitos, pero abre la posibilidad a que personas que no les guste cierto tipo de contenidos pueda denunciarlos para que se bajen de internet y coartar la libertad de expresión.
Me refiero específicamente a la clase política, a quienes no les agrada las investigaciones periodísticas que ponen en evidencia sus abusos y despropósitos a costas del pueblo.
Son estos quienes buscan, de diferentes maneras, desacreditar el trabajo de los periodistas, con este hecho, se les da el derecho de silenciar de manera legal.
Esto es un claro ataque a la libertad de expresión que se ganó a base de lucha y esfuerzos contra gobiernos autoritarios, tratar de restringir quién dice qué cosa en Internet sería dar pasos hacia atrás y años de retroceso que llevarían a la voz oficia a ser la única válida.
Esta situación no sólo puede afectar al trabajo de periodistas y personajes de la comunicación, sino también a líderes de organizaciones civiles, personajes que alzan su voz contra los atropellos de gobiernos.
Esto le otorga muchísimas facultades rapaces a quienes ostentan el poder, pueden silenciar a quién deseen a su antojo sin derecho a réplica.
Una ley que debe caber para todos
Si bien, estoy de acuerdo que se castigue a quien mienta de forma fragante con toda la intención de perjudicar a un tercero, sea periodista, líder de asociación civil o quién fuese, también habrá que decir que esta ley debe ser aplicada con la misma severidad a la clase política.
Porque parecemos olvidarnos de esta otra parte quien también incurre en ataques a la moral de la otredad, políticos que incluso atentan contra la vida de personas que se oponen a sus gobiernos y propician el ambiente para que toda la opinión pública arremeta contra estos.
Si se le acusa a periodistas o blogueros de atentar contra la moral de personas, la clase política no queda atrás en esta dinámica, en todo caso ellos también deberían ser señalados.
Lastimosamente, como es costumbre en este país y el resto de Latinoamérica, la justica y el acceso a ella es un privilegio de la clase política y algo inalcanzable para los ciudadanos de a pie.
Ante estos momentos en donde los poderes quieren acallar nuestras voces es donde más debemos hacer frente para anteponer nuestros derechos humanos por sobre todas las cosas, siempre y cuando nos basemos en el respeto y sin mentir o manipular.
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El uso perverso de Internet por la clase política
Hay quienes celebran este tipo de leyes que buscan prohibir la libertad de expresión, pero, en secreto, son los mismos que utilizan Internet para perpetuar sus prácticas de manipulación y control de masas.
Como Internet les permite llegar a millones de personas ¿por qué dejar de lado esa oportunidad de amplificar el radio de recepción de los mensajes oficiales?, gobiernos pagan millones para promover campañas que defienden sus intereses políticos y económicos.
Este dinero va a empresas que se dedican a estudiar los comportamientos del público objetivo hacia el que va dirigido el mensaje con toda la intención de engañarlo o manipularlo intencionalmente para que compren la idea y apoyen el proyecto.
Hay un excelente documental en la plataforma de streaming Netflix que aborda el tema específico de las elecciones presidenciales en Estados Unidos de 2016 donde resulta como ganador Donald Trump.
El material ahonda en cómo los encargados de la campaña del candidato republicano usaron Internet a su favor para lograr votos de hasta los más liberales.
Entonces si intentan acallar las voces que no estén en la misma línea de pensamiento que la de ellos, que sean consecuentes con el mensaje y no realicen las mismas prácticas que los posiciona de mejor manera ante la opinión pública, sino sería una historia más de hipocresía de la clase política, esa misma que ha acabado con la vida de millones y derivan en la sumisión de otros.