Sociedades del Siglo XXI

Honduras y la renovación de cuadros políticos

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Honduras se apresta a celebrar este domingo 14 de marzo las elecciones primarias en donde tres instituciones políticas (partidos liberal, nacional y Libertad y Refundación, LIBRE) elegirán a lo interno de sus organizaciones las autoridades que competirán en noviembre en las elecciones generales, por lograr ubicarse en cargos ejecutivos, legislativos y municipales. Esto se hace en el contexto de la pandemia COVID-19 y para ello el Consejo Nacional Electoral (CNE) activará los mecanismos de bioseguridad pertinente a fin de contribuir a la contención de la pandemia en eventos de esta naturaleza.

Para comenzar, es interesante observar los eventos electorales desarrollados en nuestra región en el contexto de la COVID-19. Al respecto, en un artículo de septiembre 2020 escrito para el medio The New York Times por Kevin Casas, secretario general del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), sugiere cuatro lecciones elementales que los países latinoamericanos debemos aprender para el desarrollo de elecciones durante esta contingencia sanitaria y que por su importancia estratégica retomo aquí:

a) La importancia del consenso político en torno a las decisiones sobre el calendario electoral y los procedimientos electorales;
b) la necesidad de ofrecer una gama diversa de mecanismos de votación;
c) la necesidad de apoyar a las autoridades locales con suficientes recursos financieros y humanos; y,
d) que al final, las elecciones exitosas dependen en última instancia del control de la pandemia.

biopolitica elecciones
Imagen: Sr. García.

No cabe duda de que la eficacia en el desarrollo de los comicios venideros en tierras “catrachas” depende de una férrea disciplina y una amplia y desplegada coordinación interagencial a escala nacional, con el propósito de la observancia irrestricta de los protocolos de bioseguridad, lo cual evidentemente requiere de la formación en la materia de todos aquellos agentes ubicados en los más de cinco mil centros de votación. Es evidente que este proceso requiere de mayores esfuerzos para posibilitar la inclusión de sectores ciudadanos más “vulnerables” a la enfermedad.

A mi parecer, los cambios políticos siempre son buenos en tanto el “desgaste” experimentado a lo largo de cuatro años como acaece en Honduras –sexenio federal en México– imposibilita en cierta manera el desarrollo de prácticas evolutivas y progresistas, debido a los diversos intereses creados en torno a los servidores públicos, y que en consecuencia crea una suerte de “statu quo”.

Ahora bien, en este escenario podemos ver operable el discurso contemporáneo de la biopolítica señalado por el pensador francés Michel Foucault, en tanto se gestiona el bienestar de la colectividad a partir de la gestión de las vidas humanas desde lo político por nuevos dirigentes que conducen y remozan las esperanzas del bienestar social y el florecimiento humano.

En definitiva, el cambio de autoridades está en consonancia con las nuevas expectativas que se renuevan naturalmente en la búsqueda de máximas humanas como la justicia social, la equidad y el comportamiento fraterno entre nuestras comunidades.

Posdata: De acuerdo a datos de la organización IDEA, en el contexto de la pandemia, al menos 18 países han celebrado en América Latina elecciones nacionales o subnacionales, lo cual denota que la vida democrática electoral avanza a pesar de los pesares.


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A medida que avanza el tiempo y nos alejamos aún más de diciembre 2019, decenas de países llevan a cabo –unos en mayor medida que otros– jornadas de inmunización poblacional a través de la adquisición de vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2, generadas a lo largo y ancho del planeta por diversas casas farmacéuticas. Vemos, por ejemplo, cómo México levanta la voz para pedir mayor igualdad global en el acceso al medicamento (a propósito, el país norteamericano ha inyectado a la fecha al menos una dosis a poco más de un millón de habitantes, de acuerdo con los datos de prensa). En el caso de la región centroamericana solamente Costa Rica, Panamá y últimamente El Salvador, han empezado el proceso de vacunación. El caso hondureño ha estado revestido de cierta demagogia pues se aseguró a través de sus autoridades estatales que a fines de febrero estaría el fármaco en el país. Ahora estará en territorio nacional a finales de marzo.

Me parece que estas “fallas” en la gestión del medicamento tiene su génesis en cierta falta de empatía con el dolor del prójimo, sobre todo con aquellos que han estado “sobre el terreno” al frente de la respuesta a la pandemia, pero también con todos aquellos sectores vulnerables a la enfermedad. En mi opinión, a la actual ministra de salud hondureña Alba Consuelo Flores y su equipo de trabajo les falta sensibilidad y formación humanista en la materia –que, por cierto, ella es pedagoga con formación en administración de empresas–, lo cual va en contraposición a la posibilidad de accionar en pro de mitigar sufrimiento de ciertos sectores de la sociedad hondureña.

vacunas en honduras
Imagen: Expresión Política.

Ya lo revelaron hace unas semanas representantes del conglomerado empresarial nacional en el sentido de que, ya desde mediados del año pasado, empresas farmacéuticas extranjeras hizo ofrecimientos preliminares de facilitación temprana de la vacuna y las autoridades sanitarias hicieron caso omiso al asunto. Claro está que la vacuna debe ser certificada con los criterios de seguridad y verificación de los niveles de eficacia, pero siempre en eventos como los actuales, es necesario activar tempraneramente procesos de gestión para lograr en consecuencia resultados satisfactorios.

Es inaudito que la llegada de la vacuna esté supeditada a las ejecutorias donativas que se hagan desde el mecanismo COVAX, cuando lo realmente importante sería generar medidas multisectoriales en donde se articulen los esfuerzos tendientes a la compra del producto farmacéutico. Pienso que el problema consiste en que los esfuerzos nacionales de adquisición de la vacuna se están haciendo disgregadamente –el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) comprará sus lotes; la dirigencia empresarial hará lo mismo–, lo cual evidencia una falta de jerarquía en el liderazgo por impulsar la inmunización “universal” de la ciudadanía.

Es importante acotar que en esta “carrera alocada” por hacerse de estas herramientas para la sanidad pública, siempre termina favoreciendo a potencias hegemónicas y grupos pudientes (veamos el caso peruano, por ejemplo, con las denuncias relacionadas al “vacunagate”).

vacunas en honduras
Imagen: Euronews.

Ahora bien, es necesario que hayan sólidos procesos de educación y concientización ciudadana respecto a la inoculación del antídoto, debido a que en los desplazamientos diarios que hacemos nos damos cuenta de ciertas reticencias en torno al medicamento y esto indudablemente es un ejercicio de bioética que debe liderar la Secretaría de Salud, pues lo que se percibe en ciertos imaginarios sociales son rasgos de conspiración contra el mismo pueblo como una suerte de “conspiración”.

En definitiva, Honduras podría “aprender” de la comunidad internacional los masivos procesos de vacunación llevados a cabo hasta el momento, no obstante, “ralentizar” la llegada de las vacunas se constituye en sí mismo en “amenaza latente” para los ciudadanos, en tanto se percibe un progresivo “relajamiento” social y esto es contraproducente a los esfuerzos locales por contener la propagación del coronavirus. Disciplina y vacunación deben “ir de la mano”, y lo constatamos cuando desde la OMS se advierte que “el freno de la pandemia aún no se debe a las vacunaciones”.

Posdata: A propósito, la mexicana Piedad Huerta Arneros, comunicóloga y experta en salud pública, representante en el país de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), ha reiterado en diversas intervenciones público-mediáticas que “la gobernanza en salud es uno de los pilares para identificar políticas, planes y estrategias para mejorar la salud pública”.

Estos esfuerzos están anclados obviamente en la Agenda 2030, específicamente en el Objetivo de Desarrollo Sostenible, No. 3, relativo a la Salud y Bienestar. “Si hablamos de bienestar hablamos de salud” ONG Envera.


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Activar resiliencia ante sueños “fallidos”

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“Los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen alumno no se perdería”. Al parecer esta memorable frase del pensador, poeta y escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson, la deberían meditar miles y miles de seres humanos que a falta de oportunidades “reales” a trabajos cualificados, conforme sus competencias, se ven impelidos a realizar emigraciones “forzadas” debido a las ingentes condiciones estructurales adversas en los países de origen en diversas partes de nuestro hábitat terrestre.

Como ejemplo de ello –y aquí cerca de nuestros entornos geográficos: Honduras–, las “desgastantes” imágenes generadas en Guatemala en el reciente enero sobre la contención de la primera caravana migrante que se forma espontáneamente y sale desde el triángulo norte centroamericano en busca del “sueño americano” y que, debido más a una “presión” por la supervivencia y el progreso, se aventuran a un camino en el cual obvian riesgos tan latentes como la COVID-19, tráfico de personas, exposición a los riesgos de las corruptelas de los mismos agentes de la seguridad pública durante su tránsito, etc.

resiliencia migrante
Imagen: Green European Journal.

Como en anteriores columnas he comentado sobre el derecho “natural” del ser humano a migrar, hay un derecho positivo que gestiona quien entra o no a determinado territorio. Bajo mi punto de vista, son las incongruencias del propio fenómeno globalizador pues el mismo potencia lógicas capitalistas de sobreexplotación de recursos y de los “cuerpos” humanos, generando en consecuencia una sobreacumulación de capital que produce una deshumanización en la convivencia; producto de la progresiva intensidad en las asimetrías que se han ido gestando “desde siempre”, pues a través de los tiempos la historia no hace más que reflejar la pervivencia de grupos dominados por élites gobernantes en contubernio con poderosos grupos económicos que se “alimentan” de favores desde la gestión de los territorios o países.

Ahora bien, como he manifestado en el principio de este escrito, me parece interesante el hecho de que todo está regido por movimientos ondulatorios –que hoy se gestionan de una forma y mañana de otra dependiendo de los propios condicionamientos contextuales– en las relaciones humanas y de ello puede aprender el conjunto de ciudadanos “excluidos” del desarrollo humano para “reinventarse” y entender que todo es producto de lo que yo llamaría “aprendizaje sistemático”. Esto precedido por las propias virtudes y tolerancias individualizadas, pero que luego toman cuerpo en la sociedad, producto de nuestras propias “capacidades” o “actitudes” para “romper” las autónomas barreras intrapersonales que nos “empujan” a la marginalidad.

resiliencia migrante
Imagen: Migrant Rights.

No cabe duda de que ahora, y particularmente bajo la actual pandemia, todos hemos estado actuando bajo los esquemas resilientes para –a través de prácticas elásticas o flexibilizadas– romper distintos muros desde los propios negocios, gestión política de los estados y ahora sobre todo con la comercialización de las vacunas contra la COVID-19 en donde distintos países del orbe “confían”–a través de sus dignatarios–en las “bondades del mercado”, apuntando a productos inmunizadores contra la actual pandemia por parte de potencias “emergentes” como China y Rusia, desoyendo de esta manera las “recetas” de potencias occidentales.

En definitiva, caminar en resiliencia significa no “ceder” en la conquista del bienestar para uno mismo y para las familias que sufren el “desarraigo” debido a las inclemencias del tiempo económico; y que contras éstas todos podemos trabajar por medio de las máximas de fraternidad y solidaridad que han servido a través de la historia a fomentar lazos para activar acciones a favor del desarrollo humano. 


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Joe Biden asume e impulsa “otros” diálogos globales

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La hora cero ha llegado, el cuadragésimo sexto inquilino de la Casa Blanca, el demócrata de origen irlandés-católico conservador, Joe Biden, ha tomado desde este miércoles 20 de enero 2021, las “riendas” de la “aún” primera potencia mundial, acompañado de manera inédita por una vicepresidenta de tez negra y dama de origen asiático Kamala Harris.

El presidente Biden comienza en su asunción al cargo con una serie de instrucciones ejecutivas, que desmantelan la herencia trumpista, tendientes entre otras cosas al uso obligatorio de mascarillas y reinsertar la nación en la Organización Mundial de la Salud (OMS) –medidas concretas para contener la expansiva propagación del coronavirus–; poner fin a la prohibición de viajar a siete países de ideología musulmana; detener las obras de construcción en el muro fronterizo con México; además, buscar “torpedear” para reinstalar al país norteamericano en el denominado Acuerdo de París.

joe biden
Imagen: Sedac.

En un principio me parece una suerte de “película de ciencia ficción” la “impresionante” cantidad de más de 20,000 agentes (entre Guardia Nacional, policías locales, FBI y Servicio Secreto, desplazados en la capital federal de Washington D.C.) a fin de garantizar, por una parte, las masivas concentraciones propulsoras de un virus imperceptible; pero, también, para disuadir eventuales disturbios provenientes de grupos neoconservadores ultraderechistas que hasta entonces no han reconocido la victoria del nuevo inquilino de la casa del pueblo estadounidense –desde donde se gestionan las aspiraciones de cada ciudadano del país norteamericano–.

 Ahora bien, Trump sale por la puerta de atrás –con una carta dejada en el despacho oval del presidente entrante–, enfrentado a un segundo juicio político y sin la “gallardía” de un acompañamiento público en los actos de investidura de Biden, para “saludar” la democracia y que sirviesen al mismo tiempo para fortalecer los llamados constantes a la unidad que ha hecho el nuevo dignatario. En este sentido, me parece que el mandatario demócrata empieza a demostrar con hechos ejecutivos concretos ser la antítesis de una visión unilateral trumpista sobre los asuntos domésticos y globales que indudablemente generaron conflictos y tensiones de diversa naturaleza en distintos espacios geográficos del planeta.

Mientras tanto, en mi entendimiento, el magnate republicano ha querido “ahogar” el dolor amargo de la derrota con su retórica negacionista de la realidad al dejar entrever que volverá a presentarse en 2024. Creo que ejemplos como estos provenientes del entorno Trump, en primer lugar “estremecen” los propios cimientos de la alternabilidad del poder bajo los eventos electorales, en tanto buscan deslegitimar estos procesos debido a que se anteponen los “propios” intereses frente al bienestar colectivo; por otra parte, van en contravía a la ética cívica, entendida en el plano concreto como la posibilidad de gestionar las diferencias mediante el diálogo con la finalidad de propiciar el entendimiento mutuo y desactivar tensiones que “opacan” la paz social. 

biden y trump
Imagen: Washington Times.

En mi opinión, es el momento en el cual Biden debe apostar por una agenda global integradora, que privilegie la paz, seguridad y el progreso humano, bajo las “indelebles” normas del respeto a la autodeterminación de los pueblos, pero mediante el trabajo conjunto con las autoridades de los estados-naciones. Y, asimismo, consolidar los esfuerzos por el señalamiento y el “castigo” de aquellos dirigentes políticos-empresariales que “oprimen” de diversas formas a sus conciudadanos.    

En conclusión, pienso que valores universales como la fraternidad, libertad, igualdad y solidaridad deben ser los pilares fundamentales para empezar a “borrar” de la tierra la aporofobia hacia todos aquellos seres humanos descritos como “sobrantes” del actual sistema socio-políticos y económicos globales (debido a que terceros deciden por sus vidas).

Posdata: Es humanista y reviste un alto valor simbólico el acto efectuado por el equipo de transición del nuevo presidente en relación a recordar y “adornar” la Explanada Nacional “The National Mall” con al menos 200,000 banderas que, de una u otra forma, representan la ausencia de estadounidenses fallecidos producto de la COVID-19, pero también reflejan la polarización extrema de los últimos cuatro años (de manera que estos estandartes nacionales “sustituyen” la presencia física, producto de fenómenos biológicos y sociopolíticos). Se calcula que solamente hubo mil personas presentes en los actos de investidura.  


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La violencia jamás debe ser el camino

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El territorio estadounidense ha sufrido una presión “intensa” en estos últimos días producto, de la irrupción “desesperada” de partidarios “trumpistas” en el capitolio de Washington –centro neurálgico de control en la gestión de la vida estadounidense–, en el contexto de las reuniones para la certificación de la victoria del líder demócrata Joe Biden.

No cabe duda que la “desesperación” muchas veces se antepone a la posibilidad de razonar sobre algo. Me parece que las acciones provocadas e impulsadas recientemente por el grupo de partidarios del saliente presidente estadounidense Donald Trump en el recinto legislativo, son una lección “amarga” para una democracia que se precia de ser de las más ejemplares de nuestro universo contemporáneo.

Me parece que las imágenes que han recorrido nuestro planeta en torno a la inadaptación del régimen trumpista a la transición, obedece a la “bestialidad” de ciertos grupos de poder que se han venido “emborrachando” desde siempre en torno a las posibilidades de decidir o no sobre los asuntos enteramente pertinentes a “el otro”.

toma del trumpismo
Imagen: The Intercept.

Es impensable lo que ha pasado este miércoles seis de enero, en el contexto de la certificación del triunfo del presidente electo Joe Biden.

Bajo mi punto de vista, a medida que se acerca el día de la transición, las cosas pueden “subir” de crispación si no hay un llamado a la cordura ciudadana por parte de los diversos líderes políticos, sobre todo del entorno trumpista. Ahora bien, esto tiene que ver indiscutiblemente con la ética personal y política que debe traducirse en el servicio público auténtico, a través del cual los gobernantes de nuestras sociedades observen en la gerencia de la administración estatal la posibilidad de poner un “granito de arena” en el trabajo de promoción de lazos fuertes de justicia y progreso humano.    

Sin lugar a dudas que todas estas acciones de confrontación ensombrecen de alguna forma el sistema democrático-electoral del gran país del norte, en tanto que los “caprichos” de ciertos dirigentes hacen “tambalear” la fe y confianza ciudadanas en este instrumento básico para la construcción de un estado de derecho que responda y garantice el bien común. 

Creo que el problema central en este asunto es cierto egoísmo del lado republicano, lo cual “compromete” la paz y tranquilidad sociales, y que toma cuerpo en los disturbios que hemos visto últimamente.

censura trumpista
Imagen: MKT News.

Pienso que estas acciones obedecen a cierta estrategia del equipo de Trump de distraer a la sociedad con un trasfondo que “esconde” cierta frustración por haber perdido estas elecciones que por “tradición” ha venido “sentando” en la Casa Blanca por dos periodos.

Este año que recién empieza, indudablemente debe darnos las “pistas” para repensar nuestras propias acciones en pro de construir comunidades y humanidades sólidas y bien hechoras en la construcción de fuertes bases humanas que cooperen al bienestar colectivo como premisa para el bien individualizado.

En conclusión, lo acaecido estos días en la tierra del “Tío Sam” no es más que el reflejo de la polarización en la que ha sumido al país el magnate neoyorquino, el cual vino subiendo de intensidad aun antes de que fuese electo presidente en 2016. Apelamos al respeto y la tolerancia para que haya una “entrega” pacífica del poder.


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Adiós 2020, bienvenido 2021

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Hace 2024 años aproximadamente nació Jesús, el ser humano que ha venido dando vida a la humanidad y desde entonces se ha venido celebrando en diversas partes del mundo la Navidad “Nativitas” (Nacimiento).

Este año ha sido particularmente “doloroso” para la humanidad en tanto la pandemia de la COVID-19 ha producido caos, confinamiento de los pueblos y terror en el encuentro con “el otro” (a raíz del relativo distanciamiento social). Y digo relativo porque siempre las reglas de la interacción social prevalecen por sobre las disposiciones legales que gestionan la convivencia ciudadana. Que en algunos países ya hay vacuna contra la enfermedad del año está bien; que en otros no será obligatoria la inoculación de este tratamiento ‒obedece al respeto del libre albedrío‒, pues debe servir para reflexionar sobre el grado de “confianza” de la ciudadanía en las instituciones públicas-estatales.

Veamos el ejemplo mexicano en donde a lo largo de estos meses la posibilidad de “salir” o “quedarse” en casa ha dependido de una cultura ética individualizada; en contraposición a países como Honduras en donde desde la institucionalidad y de una forma vertical se ha venido “obligando” a sus ciudadanos al confinamiento (so pena de aplicar normas de restricción a la movilidad y la búsqueda del bienestar individual y colectivo).

sana distancia navidad
Imagen: El Universo.

Sin lugar a dudas ha sido un año de encuentros y desencuentros; de comprensión e incomprensión; de esperanza y desesperanza (veamos por el ejemplo la “caída” del régimen trumpista que se convierte en una “fuente” de tranquilidad para miles de seres humanos del sur “subdesarrollado” que han visto en Estados Unidos la posibilidad de “crecer”).

Indiscutiblemente que esta época es una plataforma “propicia” para la reflexión sobre qué y cómo somos en sociedad. Porque hacemos unas cosas y desatendemos otras. Bajo mi punto de vista no hay sociedad sin solidaridad. La misma está anclada en los propios principios éticos-comunitarios sin los cuales es imposible la evolución en la construcción de la justicia y equidad.

Por otra parte, me parece adecuado repensar en fin de año la gestión del espacio público como escenario en donde se debe potenciar la idea de los Derechos Humanos como una cuestión de vital importancia para ‒desde la institucionalidad‒ “defender” y proteger al más humilde y desprotegido por el “sistema de cosas”.

Pienso que en el contexto azaroso que hemos vivido este 2020 debe motivar en cada uno de nosotros una “reinvención” individualizada a fin de generar nuevas concepciones en nuestras relaciones con nuestro propio ser, con el de “al lado”, con la comunidad y con el estado (en tanto este último es una representación abstracta de lo que somos en sociedad).

nacimiento navidad con cubrebocas
Imagen: El Deforma.

Fielmente creo que este 2021 será un año mejor y diferente en tanto se ha demostrado, por ejemplo, a través de la fe y la ciencia que el servirnos y “arroparnos” unos con otros es la clave para que nuestra humanidad no “desfallezca” (y lo demostró con sencillos ejemplos en enclaves comunitarios “iletrados” hace más de dos milenios Jesús de Nazareth, quien prefirió en su momento comunicar a través de parábolas, viendo la sencillez de la gente receptora de sus mensajes, la construcción de una humanidad diferente).

En definitiva, este 2020 ha sido fuente de discordias, distensiones y desesperanzas que creo transmutarán en vida, confianza y solidaridad como reglas inmutables para construir un florecimiento humano con justicia y respeto por las propias cosmovisiones de la vida de “el otro”.


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El pasado 10 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de los Derechos Humanos, definido desde sus orígenes como un espacio para la reflexión en un “tiempo concreto” en torno a repensar las posibilidades de avance-retroceso de nuestros estados-naciones contemporáneas en relación al cumplimiento de los propios “deberes” institucionales que garanticen el disfrute de las garantías inherentes a cada individuo; aun a pesar de las diversas discrepancias, producto de las disparidades ideológicas, que se materializan en la construcción dialéctica y exigencia de los mismos. 

Nuestros países en el orbe han “padecido” a lo largo de la historia “tensiones” de diversa naturaleza que se concretizan en la permisión-represión de los comportamientos ciudadanos, que ha sido tolerado por las empatías y antipatías con los regímenes de turno. Aquí es cuando cabe soslayar la idea de que “no hay verdad absoluta”, pues siempre hay disparidades en la gestión de los diversos asuntos que acaecen cotidianamente en la sociedad.

migracion
Imagen: Behance.

Al respecto, en febrero de 2017, en un escrito de opinión periodística María Clara Ospina, retomaba pensamientos cartesianos y reinstalaba la idea de que “El criterio de la verdad es la evidencia y su contenido es la sabiduría como ciencia”. Esto indudablemente debe hacernos pensar –en mayor o menor medida– que la insatisfacción de los derechos de nuestro “prójimo” pasan en un principio por el “olvido” de “el otro”, el cual no es conocido a través de una interrelación concreta, sino por medio de lo difundido mediática o socialmente en nuestra era.

En ese sentido es que si desde nuestras propias capacidades personales y comunitarias inmediatas no somos capaces de gestionar ni de promover una readecuación de las propias condiciones de vida en estas ecologías comunitarias, entonces “el sufrimiento” tiende a hacerse mayúsculo en los diversos espacios socioecológicos de nuestro planeta. Y esto es porque nos movemos bajo sistemas de pensamiento limitados por la imposibilidad de recursos, visiones humano-tecnológicas de diversa naturaleza; pero, sobre todo, es porque siempre parece latente la idea de que quien sufre es por ser un “inadaptado” para “avanzar” en la “conquista” del bienestar propio y familiar.

A mi parecer, el concepto de derechos humanos debe estar precedido por la idea de igualdad en el acceso al servicio público, desligado de perversidades ideológicas que solamente aportan al bienestar de ciertos sectores socio-históricos, olvidándose de “el otro” en sufrimiento (un “doloroso” ejemplo es el caso de los migrantes de diversas nacionalidades varados en el norte de México en tiempos de la actual pandemia).

derechos humanos
Imagen: Liberties.

En definitiva, los derechos humanos de cada sujeto “viviente” se hacen posibles en tanto se posibilitan escenarios de respeto y “reconocimiento” de las virtudes de cada ciudadano (en tanto promotor y gestor de un intrabienestar, que trasciende después a los espacios familiares y se extrapolan en beneficio de nuestras sociedades); pero bajo una ética de impulso de los talentos de cada persona como un ideal de reivindicación de los propios espacios sociohistóricos.

Posdata: El Día de los Derechos Humanos tiene su génesis contemporáneo en 1948 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dos años más tarde, mediante la resolución 423, la ONU ha invitado a estados y organizaciones “interesadas” a celebrar esta efeméride como “Día de los Derechos Humanos”.  


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Este jueves 26 de noviembre, en Estados Unidos como epicentro, se celebró el Thanksgiving Day “Día de Acción de Gracias” bajo una tormenta política, producto de la negativa abierta de Donald Trump en reconocer la derrota en las elecciones del pasado 3 de noviembre. Pero también un sufrimiento “prolongado” este año bajo la afectación sanitaria, consecuencia de la pandemia COVID-19, y más recientemente la emergencia climática producto del huracán “Eta”, mismo que provocó estragos en algunas partes del territorio norteamericano. 

En un principio, dar gracias forma parte de nuestra cotidianidad en tanto es un reconocimiento de agradecimiento a algo o alguien sobre un evento contingente determinado. Me parece que tiene que ver con el fortalecimiento de los lazos de fraternidad que debe haber en nuestra construcción de humanidad. Es un tiempo para el perdón, parecido al Yom Kipur o “Día de Expiación” judío, en donde Dios posibilita la expiación de las faltas de la comunidad hebrea.

Bajo mi punto de vista, las adversidades que enfrentamos como sociedades pueden ser gestionadas más eficientemente cuando reconocemos la interculturalidad como una “realidad” necesaria y consolidada en nuestro tiempo por las vibrantes interconexiones interétnicas.  

yom kipur
Judíos rezando en la sinagoga en Yom Kiypur (Imagen: Maurycy Golttlieb, 1878).

No cabe duda de que, así como hay una mayor y creciente empatía en el establecimiento de vínculos sociales, afloran paralelamente en nuestras comunidades sentimientos xenofóbicos debido a la “presión” sociolaboral ejercida en algunos países más que otros. Ahí tenemos como ejemplo emblemático, en el contexto europeo, los esfuerzos secesionistas de Cataluña para establecerse como nación independiente y moverse diplomáticamente como tal.

Ahora bien, este contexto y efemérides nos convoca, entonces, a autoevaluarnos y cuestionarnos en torno a cómo hemos sido en el año que pasa, lo cual evidentemente debe dejarnos como aprendizaje que, no hay una auténtica acción de gracias ahí donde se patentiza la hipocresía, la injusticia y la falta de solidaridad.

Ciertamente la conmemoración de festividades como éstas debe impulsarnos a ser mejores en relación a nuestros comportamientos fraternos con “el otro”. Y, es que, pensándolo bien, nos debemos a “el otro” (desde nuestras diversas profesiones y oficios), siempre hay alguien que consume nuestros productos, por lo tanto, es a alguien a quien debemos dar gracias.

dar gracias a la distancia
Imagen: Tara Jacoby.

Me parece que el hecho de dar gracias contribuye a generar un mundo menos caótico (porque tenemos un acercamiento emotivo con el prójimo con el cual nos relacionamos cotidianamente).

Ya lo ha señalado el pensador Félix Guattari, de que nuestra humanidad se mueve bajo el “paraguas” de las tres ecologías (mental, medioambiental y social). Interrelacionadas, producto de la evolución de las “necesidades” que tenemos uno u otro en el planeta.

En definitiva, dar gracias es producto de una “necesidad” de reconocer a alguien u algo que nos facilita las cosas (bajo lógica particulares que se manifiestan en los diversos entornos sociales).


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