Mafia del poder

La nueva normalidad mexicana. Volver al futuro

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Ciertamente las crisis producen enseñanzas y valiosas oportunidades de crecimiento y evolución, pero también es cierto que el ser humano, en su individualidad y colectivamente, suele tropezar, no una, sino muchas veces con la misma piedra, y se muestra incapaz de aprender de los errores del pasado y sortear con éxito obstáculos ya conocidos.

Se ha anunciado el inicio del tránsito a la “nueva normalidad,” a pesar de que los científicos que administran la emergencia sanitaria han definido ésta como la etapa de mayor expansión del contagio.

La presión sobre la economía y los nocivos efectos anunciados obligan a un retorno gradual a la actividad, con los riesgos y precauciones asociadas, cuyo impacto es impredecible.

Los mexicanos hemos padecido crisis de manera recurrente, prácticamente cada administración nos ha heredado alguna calamidad política, económica o social de magnitudes variadas que han significado retrocesos y consecuentes nuevos comienzos, sin haber aprovechado las experiencias de circunstancias críticas, en la mayoría de los casos de emergencia, para replantear nuestros objetivos como nación y nuestro orden social hacia el logro de mejores niveles de estabilidad, desarrollo, equidad y justicia. Las decisiones (escriben algunos difíciles), obedecen, de cotidiano, al interés, el momento o la creatividad (ocurrencia) de los actores involucrados.

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Ilustración: Víctor Solís (Nexos).

Pueden atribuirse a la fatalidad de un destino manifiesto dictado por la divinidad, la recurrencia de los males heredados en cada periodo sexenal, pero bien sabido es que ellos han sido, en realidad, producto de las humanas pasiones que han dominado el sistema social y la clase política desde sus orígenes. Frivolidad, ambición, negligencia, vanidad, arrogancia y prepotencia, han sido características del ejercicio del poder que han conducido al desastre de manera cíclica.

Recordemos que pasamos de una patética administración de la abundancia a un obsceno derrumbe económico producto del morboso dispendio y el saqueo de las arcas públicas. Se perdió la fortaleza del peso que no fue defendido caninamente como se había declarado.

Se promovió, en la administración siguiente, ante la catástrofe heredada y el desprestigio gubernamental, un comienzo nuevo bajo la premisa de la renovación moral de la sociedad, que evidenció la misma inmoralidad del pasado y tuvo como bendición el sismo de 1985, que distrajo a la sociedad toda y facilitó llegar al fin de la administración más o menos bien librada, a pesar de lo escandaloso de la gestión.

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Ilustración: Reporte Índigo.

Hacia finales del siglo, con las transformaciones del sistema mundial, se abrió un espacio para la inserción de México como jugador de grandes ligas en el nuevo orden geopolítico, se publicitó el nuevo milagro mexicano. Recomenzar de nuevo y, de nuevo, un amargo despertar, la crisis interna por el alzamiento zapatista, el magnicidio del candidato oficial y el error de diciembre, herencia que debió asumir el gobierno entrante, para empezar de nuevo con una cuantiosa deuda monumental que tendrán que seguir pagando las generaciones venideras.

La esperanza llegó otra vez, la derrota del arcaico y omnipresente oficialismo generó una expectativa altísima, la renovación de la república estaba a la vista, por fin el nuevo comienzo tan anhelado, se pondría fin a la arrogancia del poder y a la captura del Estado por la cleptocracia histórica. Triste decepción, el optimismo desbordado, pronto se extinguió, todo siguió igual o peor, la frivolidad y el desparpajo, la corrupción y la ocurrencia hicieron gala durante todo el sexenio.

El cambio renació, una vez más y una vez más sucumbió rápidamente, desde el golpe de autoridad con que pretendió legitimarse la elección, tachada de ilegalidad y fraude. El batazo dado al avispero, no sólo no logró contener la criminalidad, sino que promovió vigorosamente la corrupción en sectores razonablemente sanos, alentó la violencia desmedida, enlutó al país con cientos de miles de muertos y empoderó a los delincuentes, que hoy, con ritual cinismo, retan y pretenden sustituir al Estado.

crisis, socialismo, liberalismo
Ilustración: Isaiah Berlin,”Liberalismo sui generis” (Milenio).

Ni qué decir del sexenio anterior, flagrante engaño, otro más que goza, todavía, de total impunidad. Gobierno mediático, negocios privados y fraudes monumentales con los recursos estratégicos de la nación, nada nuevo, pero de forma exultante.

La herencia: una sociedad ensangrentada, corroída por el coraje, por el ultraje, el luto y la indecencia política.

La reacción: El voto unánime por el rechazo, el castigo electoral, el despido.

Más que la esperanza de cambio, el motivo fue el rencor, motor peligroso en una sociedad descreída, frustrada y encolerizada.

 Bien entendido, la esperanza se  agota mientras el resabio social se nutre.

Nuevamente, nos ubicamos en un punto de quiebre, navegamos una circunstancia pavorosa de la que, como en las recurrentes crisis anteriores, podemos obtener experiencia y buscar alternativas de crecimiento como sociedad, como nación, como Estado, o retornar a un futuro ya conocido, que nos llevará, como una rata de laboratorio, al mismo sitio de donde partimos.

La nueva normalidad debe llevarnos a estadios superiores y no a un nuevo retorno a la decadencia.


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De virus políticos y vacunas sociales

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Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades
las mayores caerían sobre las clases dirigentes.
René Gerónimo Favaloro.

Sí. Tal cual; de virus y vacunas, tema de actualidad. Sin embargo, no hablo del SARS-CoV-2, nombre oficial de la enfermedad provocada por el nuevo virus COVID-19 según la Organización Mundial de la Salud. Más bien me refiero a virus políticos y vacunas sociales.

Hace más de 15 años escribí que –no preciso en qué momento ni qué artículo; ubico sí que fue a raíz de la campaña presidencial de 2006– la única forma en que México podría tener un mejor panorama sobre los gobernantes deseados seguía siendo elegir por ensayo y error.

virus politicos
Imagen: Pinterest.

Por lo que –para que se les quitara la comezón a muchos, escribí con ironía– sería bueno que ganara la izquierda para poder contar con parámetros medibles para elegir –en adelante– con mayor propiedad por la izquierda, la derecha o el centro.

Pero no fue así, aquel entonces porque llegó Felipe Calderón Hinojosa por el Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia, y luego otra vez el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con Enrique Peña Nieto.

Sin entrar en detalles por la conducta de la izquierda –Partido de la Revolución Democrática, PRD; y, Partido del Trabajo, PT– seguían en fila en tanto el país se mantenía y crecía el estado de desasosiego.

La gran mayoría estaba y está de acuerdo con el discurso, en que hay que combatir un listado temático casi interminable –que, a propósito, no es patrimonio de México, también se vive en toda América Latina–, tales como: la pobreza, un sistema de salud con poca dignidad social para las mayorías, segregación social, corrupción generalizada, falta de oportunidades reales con soluciones más permanentes, educación mediocre, alto costo de la energía, medio ambiente en peligro, las malas prácticas electorales, demagogia, abuso del poder, megalomanía, oportunismo mercantilista,  delincuencia organizada, proliferación de la inseguridad –robos, asesinatos, secuestros, etc.–.

Morena navegando
Ilustración: Nexos.

Frente a eso, finalmente –con toda la fuerza popular–, pero con exclusión del PRD, llegó la izquierda (2018) al poder formal en la alianza de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y PT, aunque también se les sumó el Partido Verde Ecológico.  

El 1 de diciembre de este año se cumplen dos años de “la izquierda en el poder”.  El discurso sigue siendo el mismo como si el PRI o el PAN estuvieran en el poder y MORENA en oposición. Aunque la vida real es todo lo contrario, sólo que la “oposición” no tiene un discurso institucional que convenza porque fueron parte de lo que hoy no se quiere –ver el listado temático en el párrafo de más arriba–.

Sin embargo, con “todo lo que se ha hecho” todavía no se logra extirpar el “virus” creado por el neoliberalismo porque tampoco se ha extirpado el propio transmisor del virus.

René Gerónimo Favaloro
René Gerónimo Favaloro (Imagen: Twitter @StoriaMedicina).

Esto significa que los resultados con todo lo dicho, con todas las acusaciones, con todas las acciones, con todos los nuevos programas, con todo y el paternalismo, el populismo de hoy, el pueblo sigue en la búsqueda de la vacuna social contra todo lo que continúa afectándole.

Esto me recuerda otra vez al doctor argentino René Gerónimo Favaloro, quien desarrolló el bypass coronario con empleo de vena safena, hombre sensible a los problemas sociales y que dijo: Estoy convencido de que, a esta sociedad consumista, cegada por el mercado, la sucederá otra que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad.

Con lo que va del periodo, aunque falta tener más elementos objetivos, ya hay algunos parámetros para elegir a futuro. ¿Les suena?


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Tommaso Buscetta y Genaro García Luna

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A Sergio Aguayo, #YoConAguayo.

A mediados de la década de los ochenta, Tommaso Buscetta, un mafioso siciliano miembro de la Cosa Nostra, se convirtió en el primer pentito. Buscetta fue el primer “arrepentido” en confesar su membresía a la mafia y explicar su funcionamiento. Aunque en estricto sentido no fue el primero –pues ya habían casos de mafiosos confesos en décadas anteriores–, el testimonio de Buscetta sí fue el primero que se registró judicialmente. Además, lo hizo en un momento determinante de la historia reciente siciliana: en medio del Maxiproceso, es decir, el juicio más grande contra la mafia jamás visto en la isla italiana. Las palabras de Buscetta fueron un terremoto. No sólo confesó que la mafia efectivamente existía en un momento en el que, todavía, había voces que decían que aquello no era sino un mito. También le permitió a los jueces a cargo del Maxiproceso reconstruir el entramado de redes y relaciones para entender qué era la mafia.

Ello dio las bases para construir el famoso teorema Buscetta con el que se pudo conocer cómo funcionaba aquel grupo criminal y, por tanto, cómo debilitarlo. En pleno 2020, de este lado del continente, ¿cuál es el potencial que el caso García Luna tiene para construir conocimiento sobre el fenómeno criminal mexicano y en general de la región? En otras palabras, ¿qué conocimiento puede generar el juicio que enfrenta el exfuncionario? El caso de García Luna nos retrae justificadamente hacia un periodo crucial: el gobierno de Felipe Calderón y la famosa estrategia de la guerra contra el narcotráfico. Aunque no todo empezó ni terminó ahí, a este periodo que está razonablemente bien explicado le faltan piezas para terminar de entender su relevancia, impacto y consecuencias –y, sobre todo, lecciones de errores que la política pública no debe repetir–.

Izquierda: Genaro García Luna; derecha: Tommaso Buscetta.

La hipotética acusación de García Luna es pieza fundamental para terminar de entender qué pasó y cómo pasó, aunque también podría hacerlo su hipotética inocencia. Puesto de otra manera, los analistas del fenómeno de violencia criminal invariablemente incorporarán este elemento al análisis de esta coyuntura. A partir de ahí, se enfilarán nuevas rutas de entendimiento. Es un ejercicio indispensable. Sin embargo, por otro lado, la discusión sobre la situación actual en materia de violencia, delincuencia, criminalidad e ilegalidad corre el riesgo de quedar distraída, dispersa y confundida. Necesitamos construir las dos explicaciones, y este ejercicio debe realizarse simultáneamente. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha usado y abusado la referencia al pasado para explicar los niveles actuales de violencia. No es descabellado, pero realiza una conexión inmediata y lógica que no es tan lógica ni, mucho menos, inmediata.

En buena medida, la actual falta de estrategia se explica por la carencia de diagnóstico. Para saber qué hacer, necesitamos saber qué pasa en el país. El caso Buscetta terminó por ser la bisagra que enlazó un diagnóstico afinado, con la eficiencia de una acción judicial certera, eficiente y relativamente perdurable. Permitió reconocer de qué se estaba hablando y en qué términos. El caso García Luna puede sentar las bases para profundizar el entendimiento de lo que pasó en el muy reciente pasado mexicano, el mismo que alimenta el presente.

Por ejemplo, en construir un hipotético teorema García Luna. Cualquiera que sea el resultado del juicio, éste arrojará información que deberá incorporarse para construir conocimiento. Y luego, ese conocimiento deberá utilizarse para diseñar más y mejores estrategias que reduzcan los estragos de la violencia criminal. Ambos flancos deberán analizarse. Ya después será responsabilidad de quien gobierna tomar en cuenta ese conocimiento para diseñar estrategias que atiendan la crisis del presente.


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Los hacedores de la alternancia a la 4T

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Son tiempos de reflexión, de recogimiento, de la mexicanísima posada, con sus multicolores y festivas piñatas, tamales, ponche y pachanga, tan atractivas y útiles para hacernos olvidar los problemas vividos en el año agonizante y retornar a la siempre presente esperanza en la ventura del nuevo ciclo, cargado de buenas y nuevas intenciones.

Son tiempos de celebración, de meditación y ocio que ofrecen espacios, también, a las ideas vulgares sobre asuntos terrenales que volverán a estar presentes en nuestra vida cotidiana una vez pasada la embriaguez periódica del encanto navideño.

Se dice que el ocio es la madre de todos los vicios, pero es también un espacio propicio a la contemplación, a la generación de ideas e interrogantes, íntimas o externas, y, una de ellas es, bajo los acontecimientos que definen indefectiblemente el año que pasa a formar parte entre los muertos.

 ¿Qué factores definieron el triunfo electoral, el arribo al poder de la controvertida 4T y la razón de tan apabullante triunfo?

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Ilustración: Rocha.

Incertidumbre, desconfianza, miedo, propaganda y sutilezas estuvieron siempre presentes durante los 18 años de campaña del empecinado candidato, hasta que la perseverancia hizo su tarea y lo colocó en la ambicionada silla del águila. Sus argumentos: la desmedida corrupción y la mafia del poder que, poco a poco, se van corroborando.

Desconfianza, miedo e incertidumbre fueron rebasadas y dejadas a un lado por el electorado. El hartazgo se hizo patente y finalmente triunfó. La razón fue lo evidente, la descomposición del sistema político, la frivolidad, los escándalos y la impunidad con que fueron manejados los asuntos al interior del aparato público, pretendiendo ocultar lo expreso y manifiesto con el discurso protector, apostando a la jerarquía del poder, la manipulación mediática y la ingenuidad supuesta del contingente popular.

No fue Andrés Manuel quien ganó abrumadoramente la elección de 2018. Los mejores promotores de la alternancia y el arribo de AMLO al poder fueron precisamente sus adversarios, sus voraces antecesores, la soberbia de sus acciones, la opacidad, el encubrimiento, la inmoralidad de la clase política, la falta de respeto y sujeción a la ley, la ambición y rapacidad, encubiertos en el manto de la legalidad y de la honestidad de la investidura uniformada y togada, que hoy se exhibe desnuda y mancillada. Lo que no es otra cosa que el origen de nuestra tragedia, bañada en sangre y descrédito.

No fueron, ni el tesón del candidato, ni sus señalamientos a la oligarquía, a la cleptocracia, a la mafia del poder, a los funcionarios corruptos y tramposos enquistados en espacios prominentes, sino el hartazgo del pueblo y su esperanza de solución de esta perniciosa situación, exigiendo castigo a los culpables, evidentes pero solapados.

dados 4T
Ilustración: Sergio Bordón.

Fue el anhelo de paz, una paz secuestrada durante tantos años por la violencia, prohijada desde el poder, por ambiciones económicas que hoy se ventilan, tristemente, desde el exterior y que, esperamos, aún deben dar muchos frutos.

 Fue la demanda de mejores condiciones de justicia –lo que ello represente– de seguridad, de convivencia pacífica, estado de derecho, progreso, certidumbre, equidad, trato justo y, en general, felicidad, de quienes firmamos en la Constitución, un pacto, un contrato en el que todos convivamos alegres, confiados y prósperos, que nos de certidumbre de vida al amparo de nuestro designado Leviatán, justo, amoroso y honorable, eso es lo que colocó, en el máximo trono de esta nación, a una personalidad como el actual Presidente de la República, al que cedimos, indefectiblemente, nuestra confianza y del cual reclamamos resultados en contraprestación.

No debe obviarse que, indudablemente, la expectativa, la esperanza del pueblo sabio, del pueblo justo, del pueblo bueno, que en estas fechas se disipa, prende veladoras y se coloca prendas íntimas para la ventura, es de un futuro inmediato, 2020, de salud dinero y amor, pero, fundamentalmente, de respuesta a los agravios lacerantes y ominosos que nos han sumido en la desesperanza, en la desvergüenza y en la confrontación.

La incertidumbre lacera más que la tragedia. La desconfianza más que la deshonra.

Que la paz sea en vuestras mentes y la caridad en vuestros corazones.